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jueves, 9 de septiembre de 2021

¿QUÉ HACÍA AQUEL 11 DE SEPTIEMBRE?




Tormenta sobre Manhattan, anochecer del 10 de septiembre de 2001


Muchos dicen que es imposible olvidar lo que uno estaba haciendo el 11 de septiembre de 2001 cuando se enteró de lo sucedido en Nueva York. Parece que los momentos históricos que tienen un gran impacto emocional quedan grabados en nuestro recuerdo junto a las actividades que estábamos realizando cuando nos llegó la noticia. Nuestra mente recuerda todo ello con una precisión que creemos total. 

Pero todo esto no es del todo cierto. Con el paso del tiempo, los recuerdos se emborronan y nuestra mente intenta reconstruir un relato coherente que no se ajusta del todo a la verdad tal y como sucedió y que es imposible recordar. Los huecos de la memoria se llenan con fantasías y vaguedades hasta el punto de que uno no distingue lo que realmente recuerda y lo que no es más que fruto de su imaginación.

El 11 de septiembre de 2001 yo tenía diez años y sabía muy poco de lo que sucedía en el mundo. En realidad, no sabía absolutamente nada de lo que había más allá de mi reducido ecosistema infantil. Ese día era el primero del nuevo curso y no recuerdo nada de cómo transcurrió la mañana en clase. Empezaba 5° de Educación Primaria y aquel martes era un momento de reencuentro con los compañeros después de las vacaciones de verano. Supongo que, como siempre, mi abuelo estaba esperándonos a mi hermano y a mí en la puerta del colegio al final de la jornada. Ahora no recuerdo si las clases terminaban a la una del mediodía o a la una y media, aunque poco importa. Mi hermano, que tiene cuatro años menos que yo, empezaba 1° de Primaria.

Comimos, como siempre, en casa de mi abuela, que se encontraba muy cerca del colegio, viendo los dibujos animados en la televisión. Esto lo supongo, porque no lo recuerdo con nitidez. Siempre hacíamos lo mismo así que no tuvo por qué ser diferente ese día. Sé que no tenía clase por la tarde, porque a comienzo de curso disfrutábamos de la jornada reducida que nos permitía adaptarnos al ritmo escolar paulatinamente. Así que durante el mes de septiembre solo íbamos a la escuela por la mañana. Sí recuerdo, o creo recordar, que hacía calor y el cielo estaba despejado porque por la ventana del salón entraba un sol radiante de final de verano.

Poco después llegó mi tía, que venía de trabajar. No recuerdo la hora exacta aunque supongo que sería sobre las tres de la tarde. Mi mente sí mantiene intactas las palabras que pronunció al entrar: "Poned las noticias. Se ha estrellado una avioneta contra una de las Torres Gemelas de Nueva York". En aquel momento yo no tenía ni idea de qué eran las Torres Gemelas y difícilmente podía situar Nueva York en un mapa. Supongo que a mi abuela y a una tía abuela muy anciana que nos acompañaba les ocurría más o menos lo mismo que a mí y a mi hermano. 

Fue en aquel momento cuando el día cambió y se convirtió en un día especial. Al poner las noticias vimos las imágenes que ya estaban dando la vuelta al mundo. La Torre Norte del World Trade Center de Nueva York estaba ardiendo después de que un avión - no una avioneta como había dicho mi tía - se estrellase contra ella. Y ya no quitamos los ojos de la pantalla en toda la tarde. Llegaron mi padre y mi abuelo a comer a casa y también mi madre comió en casa de mi abuela aquel día, aunque no era lo habitual.

Con el corazón sobrecogido y los pelos de punta, todos presenciamos lo que estaba ocurriendo a miles de kilómetros de nuestra casa. Aunque, aparentemente, no iba a afectarnos en nuestra vida diaria, suponía el derrumbe del mundo tal y como lo conocíamos y enseguida nos dimos cuenta de ello. Estados Unidos, cuya superioridad nadie ponía en cuestión desde el final de Guerra Fría y la desaparición de la Unión Soviética, estaba siendo atacado. Porque tampoco había duda de que aquello, que veíamos como si se tratase de una película de terror, era un atentado terrorista planificado con minuciosidad.

Me recuerdo a mí, ojiplático, sentado junto a mi madre y mi hermano, viendo en la televisión las mismas imágenes una y otra vez. El impacto del avión contra la Torre Sur, las dos torres en llamas, el edificio del Pentágono ardiendo, las sirenas de las ambulancias y coches de bomberos en Manhattan, el derrumbe de las torres, la nube de polvo y humo que envolvía Nueva York, las gentes desesperadas lanzándose por las ventanas para escapar de las llamas. Imágenes que aún me siguen sobrecogiendo, veinte años después de aquellos momentos.

Enseguida se puso nombre y rostro al artífice de semejante tragedia. Osama bin Laden se convirtió no solo en el enemigo número uno de Estados Unidos sino también en un personaje de terror para todos, niños y mayores, en Occidente. Igual ocurrió con los talibanes, el grupo fundamentalista islámico que controlaba Afganistán y daba refugio a los terroristas. Yo no sabía ni quienes eran los talibanes ni dónde estaba Afganistán, pero no tardé en saberlo.

Aquellos acontecimientos despertaron en mi una curiosidad por lo que sucedía a mi alrededor que se ha mantenido desde entonces. Veía todo, leía todo. Quería saber lo que ocurría. Aquellos sucesos históricos, que estaban ocurriendo en directo y los estábamos viendo por televisión, iluminaron un camino a seguir. Quería comprender lo que ocurría en el mundo y enseñarlo a los demás. Mientras escribo esto, tengo entre mis manos un suplemento del diario El País fechado el 16 de septiembre. El titular reza: "El fin de una era"

El último recuerdo que mi memoria retiene con suficiente nitidez es también en la sala de estar de casa de mi abuela. La luz había cambiado. El atardecer rojizo de final del estío iluminaba la sala mientras todos se arremolinaban para continuar con sus vidas cotidianas. Todos se marcharon a sus diversos quehaceres, incluso mi abuela que no solía salir por las tardes. No sé por qué pero mi memoria cree que aquello fue así. Yo, mientras tanto, permanecía frente a la televisión, viendo las mismas imágenes una y otra vez. Mi madre también estaba sentada conmigo. Y mi hermano, que era entonces demasiado pequeño pero que, aún así, custodia algunos recuerdos nítidos de aquel día.

Desde aquel momento tomé conciencia de la dimensión temporal y espacial del mundo. Se ha mantenido inalterable hasta hoy. He seguido y sigo con más o menos empeño los sucesos que ocurren a mi alrededor tratando de comprenderlos y, siempre, con la sensación de no lograrlo del todo. Veinte años después de aquello, cuando ya no soy el niño de diez años que acababa de volver del colegio, sé que es imposible entender el mundo. 

En las semanas siguientes a la catástrofe se comprobó la trascendencia histórica de todo aquello. Recuerdo la invasión de Afganistán por la OTAN y el derrocamiento del régimen talibán. Eran octubre de 2001. Los años posteriores demostraron lo alargada que era la sombra del 11-S. También recuerdo la Guerra de Iraq en 2003, los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid y la eliminación de Bin Laden en 2011, diez años después de los atentados de Nueva York. Todos estos acontecimientos se presentan ahora ante nuestros ojos como los eslabones de una cadena que da forma a nuestro tiempo.

Hoy en día, cuando enseño a mis alumnos, que no habían nacido en 2001, qué ocurrió aquel 11 de septiembre, me veo a mí, estupefacto, delante de la televisión de casa de mis abuelos, mirando aquellas imágenes terroríficas del World Trade Center. ¿Qué ocurre en nuestro mundo? ¿Por qué ocurre lo que ocurre? Aún sigo intentando dar respuesta a estas preguntas de respuesta imposible.


PARA LEER MÁS:

lunes, 16 de agosto de 2021

UN PAÍS INDOMABLE

BOSQUEJO DE LA HISTORIA DE AFGANISTÁN


Arriba: bandera de Afganistan. Abajo: izq. muyahidines en los años 80; der. montañas del Hindu Kush


La historia de Afganistán ha estado condicionada desde antiguo por varios factores. Desde un punto de vista geográfico, el país está dominado por el macizo del Hindu Kush, una amplia cordillera con profundos valles y altas montañas (más de 6.000 metros en algunos puntos). Esto ha dificultado tradicionalmente la integración de los pueblos afganos y las comunicaciones en el país. La organización social, por otra parte, es fundamentalmente tribal, lo que ha impedido la implantación de un gobierno central eficaz. En Afganistán viven diferentes etnias: pastunes, uzbekos, tayikos, etc.

Todas las potencias extranjeras que han intentado conquistar las tierras de Afganistán desde la antigüedad han fracasado. Fracasaron las falanges macedonias de Alejandro Magno en el siglo IV a.C.; las huestes musulmanas de los Omeyas en el siglo VIII; y el moderno ejército británico en el XIX. También la URSS tuvo dificultades cuando sus tropas intervinieron para apoyar al gobierno comunista de Kabul en 1979. Afganistán es una ratonera porque es prácticamente imposible dominar un terreno tan abrupto habitado por gentes acostumbradas a la guerra.

Y es que la guerra va indisolublemente unida a Afganistán. El país lleva más de cuarenta años sumido en diversos conflictos que han hecho imposible el desarrollo económico y social. La invasión soviética se prolongó hasta 1989 y fracasó porque los soldados de la URSS y del gobierno comunista afgano fueron hostigados incesantemente por los muyahidines en una guerra de guerrillas interminable. Los muyahidines recibieron apoyo financiero y armamentístico de algunos países árabes y de EE.UU. 

Con la retirada de los soviéticos y el hundimiento de la república comunista no llegó la paz. Afganistán se sumió en una larguísima guerra civil entre las distintas facciones muyahidines. El país se dividió en diferentes regiones controladas por señores de la guerra y bandas de criminales dedicadas a la rapiña. Entre esos grupos emergió uno que no era muyahidín: el talibán. Los "talibanes" (como se les conoce en Occidente) fueron en origen un grupo de jóvenes estudiantes vinculados al ejército paquistaní y caracterizados por una ideología fundamentalista islámica. Pretendían purificar el país y eliminar los males provocados por la dominación socialista y la presencia occidental durante las décadas anteriores.

En 1996, los talibanes se hicieron con el control de amplias zonas del país y ocuparon la capital, Kabul. Bajo el liderato del misterioso Mulá Omar, enseguida implantaron un Emirato Islámico y trataron de consolidar su poder. La implantación de la Sharía o Ley Islámica en su forma más estricta caracterizó el gobierno talibán que convirtió Afganistán en un régimen de terror. 

Se prohibió la música y los bailes así como el teatro y el cine; también se eliminó el consumo de alcohol y tabaco; y la ropa occidental fue censurada. Los hombres debían llevar barba y el pelo corto, y debían vestir a la manera tradicional. Las mujeres sufrieron la peor parte y fueron sometidas a los hombres: se las expulsó de las escuelas y se las recluyó en casa; debían ir cubiertas hasta los tobillos con el burka y no podían salir solas a la calle. El adulterio y la homosexualidad se penalizaron con la muerte y el método más habitual de ejecución fue la lapidación. Cualquier actividad de disfrute fue prohibida porque contravenía las leyes del Islam.

Afganistán se convirtió también en refugio de numerosos grupos terroristas como Al-Qaeda. En suelo afgano, esta organización tenía bases de entrenamiento. A pesar de ir en contra de los preceptos del Islam, los talibanes permitieron también la producción y la exportación de opio. No obstante, los talibanes nunca controlaron por entero el país. Eran muy fuertes en las montañas del sur, fronterizas con Paquistán, pero su poder era casi nulo en el norte, donde algunos poderosos muyahidines y señores de la guerra se unieron en la Alianza del Norte para hacer frente al gobierno talibán de Kabul.

Que el gobierno talibán daba cobijo a importantes organizaciones terroristas y criminales no era ningún secreto en los albores del siglo XXI. De hecho, en 1998, después de los atentados contra las embajadas de EE.UU. en Nairobi (Kenia) y Dar es Salaam (Tanzania), Washington bombardeó campos de entrenamiento terroristas en suelo afgano. El 11 de septiembre de 2001, Al-Qaeda, liderada por Osama bin Laden, perpetró el mayor ataque terrorista en la historia de EE.UU. Como respuesta, el presidente de EE.UU. George W. Bush lanzó su famosa "guerra contra el terror" y en octubre de ese mismo año, la OTAN, con la autorización de las Naciones Unidas, invadió Afganistán.

En coordinación con la Alianza del Norte, liderada por el señor de la guerra Abdul Rashid Dostum, las tropas internacionales realizaron varias ofensivas en suelo afgano y en noviembre de 2001 tomaron Kabul. El gobierno talibán se desmoronó, pero la paz, una vez más, no se logró. Durante veinte años, las tropas internacionales permanecieron en suelo afgano intentando mantener la estabilidad en el país y combatiendo a los talibanes, que se replegaron al sur, escondiéndose en las montañas fronterizas con el vecino Paquistán.

Se estableció una república al estilo occidental en cuyo gobierno tomaron parte antiguos muyahidines aliados de EE.UU. y de la OTAN: Hamid Karzai se convirtió en presidente del país; Dostum ocupó diversos cargos y alcanzó la vicepresidencia en 2014. Los ejércitos extranjeros entrenaron y equiparon al nuevo ejército afgano. Se persiguió a los grupos terroristas (Bin Laden fue eliminado por fin por las tropas americanas en 2011 en Abbottabad - Paquistán -). Se potenció al mismo tiempo la educación y  la situación de las mujeres y de las niñas mejoró algo. Se construyeron carreteras y puentes para mejorar las comunicaciones. En definitiva, durante veinte años se intentó impulsar el progreso económico y social del país.

Pero las amenazas fueron demasiado grandes. La corrupción rampante del gobierno y la administración afganas lastraron el funcionamiento del nuevo Estado. La violencia se perpetuó. Más de 4.000 soldados extranjeros (en su mayoría estadounidenses, pero también de otras naciones) murieron en combates contra los insurgentes talibanes. Y en el mundo, otros actores reclamaron la atención de las potencias ocupantes. El mundo en 2021 no es igual que el de 2001. Los intereses que llevaron a EE.UU. y la OTAN a Afganistán son diferentes a los de hoy en día. Para Washington no vale la pena seguir gastando dinero y hombres en una guerra sin fin en un país en el fin del mundo.

Por eso, el presidente Biden anunció hace unos meses que las tropas estadounidenses abandonarían Afganistán antes del 11 de septiembre de 2021. En su repliegue paulatino, los talibanes han tomado ventaja de sus posiciones y han ganado progresivamente más fuerza en numerosas provincias. En realidad nunca se fueron del todo de las zonas rurales y su influencia siempre fue decisiva en muchas regiones. Ahora simplemente han decidido retomar el poder por completo a pesar de que se habían iniciado unas supuestas negociaciones de paz con el gobierno legítimo. La legitimidad la da de nuevo la fuerza. El ejército afgano, desintegrado en pocos días, abrió las puertas de Kabul a los talibanes el 15 de agosto y el Emirato islámico fue proclamado de nuevo.

Afganistán es conocido como "la tumba de los imperios" por lo inhóspito de sus tierras y el belicoso carácter de sus gentes. Ahora el país queda otra vez a su suerte, a la deriva, ante un futuro muy incierto. Los talibanes han prometido una mayor moderación que en la anterior etapa pero está por ver que cumplan su promesa. También está por ver que sean capaces de asentar un gobierno en un país caótico e indomable.

jueves, 12 de agosto de 2021

LAS CONSECUENCIAS DE ANNUAL

EL DESASTRE DE ANNUAL, 100 AÑOS DESPUÉS (EPISODIO 5)


Desembarcó de Alhucemas (1925)

Que un ejército colonial europeo sufriera una derrota no era algo excepcional. El ejército inglés las había sufrido en Sudáfrica y Sudán y también el italiano en su intento de conquista de Abisinia (Etiopía) en 1896. Lo excepcional fue el impacto que la derrota española en Annual tuvo sobre la vida política y social de la metrópoli y sus consecuencias en el devenir histórico del siglo XX. Y es que no podemos entender la historia de España del pasado siglo sin tener en cuenta la Guerra de Marruecos y el Desastre militar de 1921.

Los historiadores hablan de unos 10.000 muertos españoles en el verano de 1921. La mayoría eran soldados que habían marchado a África obligados y que no sabían muy bien por qué luchaban, aunque también debemos contar entre las víctimas comerciantes y campesinos con sus familias a los que el desastre militar cogió desprevenidos y no pudieron llegar a Melilla. Aquellos soldados, reclutados por el sistema de quintas, pertenecían en su mayoría a familias pobres, porque los ricos podían librarse de cumplir con la patria pagando una redención en metálico. El golpe emocional de miles de familias, que no sabían dónde estaban sus hijos, fue enorme y duró años. Muchas nunca recuperaron sus cuerpos.

El gobierno de Maura envío a Melilla a un general encargado de recopilar información para esclarecer las responsabilidades de lo ocurrido. El elegido fue el general Juan Picasso (tío de quien después sería uno de los mejores pintores de todos los tiempos). Picasso permaneció en Melilla más de un año elaborando un expediente en el que desgranaba de una forma lúcida y certera las causas del descalabro militar y señalaba a sus responsables. Entre ellos destacaban varios nombres: el general Fernández Silvestre (fallecido en la tragedia), el general Navarro (preso de los indígenas) y el general Berenguer (alto comisario en el Protectorado). 

General Juan Picasso

El Desastre causó un hondo sentimiento de humillación en el ejército cuyos generales, además, creían que el gobierno había socavado su prestigio. La frustración de la derrota envalentonó a los altos mandos, que se obsesionaron con el desquite, la venganza, sobre los rifeños. En el otoño de 1921 se lanzaron varias ofensivas para recuperar territorios y las tropas españolas actuaron sobre los rifeños con una violencia inusitada, similar a la que los rebeldes habían mostrado anteriormente. La brutalidad se volvió a repetir, esta vez desde el bando contrario, y los generales no quisieron frenarla ni pudieron ocultarla.

Al mismo tiempo, en el Congreso de los Diputados, algunos partidos políticos (republicanos, nacionalistas y el PSOE) pidieron una comisión de investigación que arrojase luz sobre las responsabilidad políticas del Desastre. El gobierno de Allendesalazar dimitió el 14 de agosto de 1921 y el rey decidió encargar la formación de uno nuevo a Antonio Maura. Fue Maura quién tuvo que afrontar las consecuencias políticas inmediatas del Desastre, como hemos visto. Estaba claro que las implicaciones políticas del quebranto del ejército español en Marruecos eran profundas y durarían años.

Había quien, desde algunos partidos políticos, desde algunos periódicos y desde algunos cafés señalaba incluso más arriba. El dedo acusador apuntaba al propio Alfonso XIII, amigo personal del general Silvestre y quien, al parecer, le ánimo en su temeraria ofensiva en el Rif oriental. Arturo Barea, en su obra "La forja de un rebelde" dice que el monarca envío un telegrama a Silvestre el día que este tomó Annual y le felicitó diciéndole "¡Vivan tus cojones!". También dice Barea que corrían rumores en Madrid de que, cuando el rey fue informado del Desastre militar y el elevado número de muertos, respondió "La carne de gallina es barata".

Se trata de una visión literaria del Desastre que no es rigurosa en absoluto, pero lo que sí es cierto es que Annual agudizó la crisis en la que estaban sumidos el régimen político de la Restauración y la monarquía de Alfonso XIII. Al desprestigio del sistema se sumó el desprestigio del Ejército que ya hemos mencionado y la indignación de la opinión pública española. Si esta había respondido con patriotismo inmediatamente después de la tragedia, rápido empezó a impacientarse cuando vio las dificultades que seguían teniendo las tropas españolas para recuperar el terreno perdido. 

En 1923, cuando iban a conocerse los resultados de la investigación de Picasso y su famoso Expediente iba a ver la luz, el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado en Barcelona y Alfonso XIII le entregó el gobierno. De inmediato se suspendió la Constitución, cerraron las Cortes y se desarticularon los partidos políticos. El Expediente Picasso se guardó en un cajón. Uno de los objetivos del dictador fue pacificar de una vez por todas el Protectorado. Y lo hizo gracias a la colaboración francesa, que permitió al ejército español ejecutar con éxito el primer desembarcó naval de la historia: el Desembarco de Alhucemas, el 8 de septiembre de 1925. Abd el Krim acabó entregándose a las tropas francesas poco después y el Protectorado fue, por fin, plenamente controlado. La República del Rif se extinguió. 

Por último, en aquella larga guerra, que se dio por concluida en la tardía fecha de 1927, se forjaron los militares que después jugarían un papel destacado en la Historia de España. Sanjurjo, Goded, Franco y Millán Astray son solo cuatro ejemplos. Estos generales aprendieron en Marruecos una forma de hacer la guerra caracterizada por la brutalidad y la barbarie y formaron a sus tropas, las mejor preparadas y equipadas de todo el ejército español, en el arte de la guerra colonial. El desprecio por el poder civil y su superioridad sobre el militar los llevaría poco después, a intervenir en la vida política española. Fueron ellos quienes dieron el golpe de Estado contra la República el 18 de julio de 1936 y desencadenaron, con ello, la Guerra Civil. Pero esta es otra historia.  

Millán Astray y Franco

lunes, 9 de agosto de 2021

MONTE ARRUIT

EL DESASTRE DE ANNUAL, 100 AÑOS DESPUÉS (EPISODIO 4)



Puerta principal de Monte Arruit

La historia de Monte Arruit es la más terrible dentro de las terribles historias del Desastre de Annual. Es una historia de desesperación, de traición, de violencia, de crueldad. Monte Arruit es el símbolo de la debacle española en el Protectorado Marroquí y del ensañamiento de los rifeños sobre unas gentes rendidas, sin posibilidad de defensa. Aquel fuerte en mitad del Rif se convirtió en una ratonera, en un infierno del que fue imposible escapar.

Tras el Desastre de Annual, el 22 de julio de 1921, las posiciones españolas en el este del Rif fueron cayendo una tras otra. El general Silvestre estaba desaparecido y su ejército no era más que un montón de soldados desarmados y exhaustos que solo buscaban refugio. La desorganización española provocó además la sublevación de casi todas las cabilas rifeñas, incluso aquellas que habían permanecido leales hasta entonces. Abd el Krim, el líder de los rifeños, trató de crear un ejército poderoso y articular políticamente un Estado independiente de España y Francia: la República del Rif. Mientras otros líderes rifeños tan solo buscaban la venganza y la humillación de los españoles, Abd el Krim tuvo problemas para controlar a quienes, dentro de sus filas, pretendían ir por libre.

A principios de agosto, Zeluán y Nador habían caído en manos rebeldes después de una dura resistencia española. Si exceptuamos Melilla (que no pertenecía al Protectorado por ser plaza de soberanía española desde el siglo XV), tan solo Monte Arruit continuaba bajo control colonial. Allí se encontraban refugiadas miles de personas; no sólo soldados sino también campesinos, colonos y comerciantes, junto con sus familias. Tras el desastre militar, habían abandonado sus tierras por temor a los rifeños y habían encontrado refugio en Monte Arruit. El fuerte, superpoblado, estaba también sitiado por los rebeldes, que impedían la salida de los españoles y la entrada de refuerzos.

Soldados españoles escriben a sus familias.

Durante muchos días los españoles resistieron tras la empalizada. La falta de agua y de víveres se intentó paliar desde Melilla enviando bloques de hielo y alimentos por aire. Los pilotos de los aviones que tenían que lanzarlos pocas veces conseguían acertar dentro del fuerte así que la ayuda era escasa. Algunas veces, los más intrépidos realizaban salidas furtivas en busca de algo que comer y de agua. La aguada era una tarea peligrosa porque ponía a los españoles en el punto de mira de los rifeños. Muchos murieron tiroteados buscando agua fuera de Monte Arruit.

Los más optimistas esperaban que el general Berenguer, desde Melilla, enviase refuerzos militares para liberar la posición. El "Telegrama del Rif", el periódico más influyente de Melilla no dejaba de anunciar una y otra vez la pronta llegada de esos refuerzos, pero los sitiadores sabían la verdad y se burlaban desde fuera de la empalizada. Nadie iba a mandar refuerzos a Monte Arruit. Los españoles oían las burlas y las mofas rifeñas desde el interior del fuerte, algo que aumentaba su desesperación.

Hacia el 8 de agosto, el general Berenguer dio autorización al general Navarro (máxima autoridad en Monte Arruit) para que negociase la rendición de la plaza ante los rifeños. Era algo arriesgado porque los bereberes acostumbraban a no respetar los acuerdos de rendición y masacraban a los rendidos como habían hecho en Nador y en Zeluán. Pero no había otra opción si querían sobrevivir. Los líderes rifeños accedieron a negociar y se llegó rápido a un acuerdo de capitulación: se permitiría a los españoles salir del fuerte a condición de que estos abandonasen las armas. Algunos españoles, entre ellos el general Navarro, serían custodiados por los rifeños como garantía de la operación. Así se hizo.

Vista aérea del fuerte

Los españoles (soldados, civiles, mujeres, niños, ancianos) abandonaron todo lo que tenían dentro del fuerte y salieron desarmados. Cuando estaban fuera, sin posibilidad de retorno ni de defensa, las harkas bereberes les atacaron. Fue una masacre de una brutalidad nunca vista. Los harkeños se ensañaron con los españoles hasta límites inimaginables. Algunos fueron degollados salvajemente, otros fueron ejecutados por la espalada, algunos fueron mutilados, otros arrastrados cientos de metros por las ásperas laderas del Rif. No hubo ninguna posibilidad de escapar. Miles de personas perecieron allí mismo después de haberse rendido. Los rebeldes rifeños remataron a los que aún permanecían con vida y se ensañaron con los cadáveres. Fue un espanto, el infierno en la tierra. El general Navarro y otros altos mandos españoles, que habían sido apartados por los rifeños antes de la matanza, presenciaron el horror. Ellos sobrevivieron pero perdieron su libertad durante años porque fueron tomados como prisioneros de guerra y conducidos a Axdir.

Pocos llegaron con vida a Melilla y los que lo hicieron relataron estremecidos lo que había ocurrido. Monte Arruit marcó el final de la tragedia de una forma que pocos pudieron imaginar. La totalidad de las posiciones española en el Rif se perdieron, pero Melilla consiguió salvarse gracias a que las numerosas tropas enviadas desde la Península y desde el oeste del Protectorado tomaron rápido el Monte Gurugú y otras posiciones cercanas. Esto alivió la situación en la plaza y dio un respiro al ejército español.

Campamento del fuerte de Monte Arruit

En la Península, la opinión pública, conmocionada por lo ocurrido, pidió una respuesta contundente al gobierno. La sociedad española era fundamentalmente pacifista y anticolonialista, pero las matanzas de Annual y Monte Arruit hicieron aflorar el sentimiento nacionalista y el orgullo patrio: había que vengar las tropelías de los bárbaros bereberes. Por eso, durante semanas, el general Berenguer y otros militares de prestigio, como Millán Astray (fundador del Tercio de Extranjeros), prepararon la ofensiva para recuperar los territorios perdidos, aunque ésta se retrasó hasta el otoño.

Abd el Krim, que no dio autorización para la matanza de Monte Arruit, también se sobrecogió por lo ocurrido. No obstante, aprovechó la debilidad española y se afanó por reforzar su autoridad sobre todas las cabilas del Rif y obtener ingresos gracias al rescate de los prisioneros españoles (entre ellos el general Navarro). La República del Rif (1921 - 1926) nacía en medio de una guerra que había supuesto la humillación de los españoles.

Durante meses, Monte Arruit quedó abandonado. Cuando fue recuperada la plaza, en octubre, los españoles pudieron ver el horror que se había producido: centenares de cadáveres se encontraban aún allí, muchos desmembrados y otros calcinados. Los rifeños los habían abandonado para que fueron devorados por las alimañas y sus cuerpos se pudrieran bajo el sol abrasador de África. Era el último episodio de la infamia.

Tres mil españoles fueron asesinados en aquella jornada del 9 de agosto de 1921. Tres mil vidas perdidas por la traición de los rebeldes rifeños.


El lugar de la tragedia, meses después.

viernes, 6 de agosto de 2021

HÉROES Y FRACASADOS


EL DESASTRE DE ANNUAL, 100 AÑOS DESPUÉS (EPISODIO 3)


Soldados españoles dispuestos a embarcar hacia el Protectorado marroquí. Ellos fueron los auténticos héroes.


En la mañana del 22 de julio de 1921, mientras el general Silvestre contemplaba desde su tienda en el campamento español de Annual el penoso espectáculo de la retirada de sus tropas, fue consciente de sus errores. Veía a sus soldados huir sin orden en dirección al este mientras los rebeldes rifeños les daban caza y en su mente se repetía una y otra vez el error que había cometido. En realidad había cometido varios errores, imperdonables todos ellos, que iban a costarle la vida. El primero había sido planificar una ocupación rápida del territorio sin asegurar las posiciones militares ni las lealtades rifeñas. El segundo lo había cometido esa misma mañana: ordenar la retirada sin planificarla debidamente y sin garantizar la protección de sus hombres.

Para muchos estrategas militares, una de las maniobras más complicadas es precisamente la retirada de las tropas porque se debe las debe proteger mientras se repliegan en riguroso orden. Si el orden y la protección no se garantizan es probable que la retirada se convierta en una desbandada, en un "sálvese quién pueda" que lleve a la disolución de las tropas. Eso fue precisamente lo que ocurrió aquella calurosa mañana de julio en Annual. Silvestre dudó al tomar la decisión de repliegue, no informó a sus oficiales con tiempo y, cuando lo hizo, estos no sabían qué órdenes transmitir a sus tropas. Los soldados españoles finalmente huyeron abandonando sus armas y convirtiéndose en presa fácil para el enemigo. Abd el Krim no podía creer lo que estaba presenciando: un ejército europeo moderno de miles de soldados se diluía ante sus ojos incrédulos. La victoria rifeña era clara, rápida e inesperada.

Silvestre pagó con su vida los errores que había cometido. No sabemos si se suicidó o fue ejecutado por los rebeldes. Su cuerpo nunca apareció. Pero antes de morir, se aseguró de meter a su hijo en un coche rápido que lo llevase seguro hasta Melilla. Él sí se salvó. Mientras tanto, los soldados españoles corrían por las ásperas colinas del Rif y se despeñaban por los secos barrancos. Trataban de llegar a Melilla o a cualquier campamento español en donde les diesen protección.

En sólo unos días todas las posiciones españolas en el Rif oriental cayeron una detrás de otra. El general Felipe Navarro se convirtió en la máxima autoridad española tras la muerte de Silvestre, pero Navarro no supo asumir la responsabilidad que le tocaba. Tomo otra decisión errónea, de esas que son difíciles de explicar: ordenó la evacuación de Dar Drius, un campamento que podía haber sido defendido porque tenía garantizado el suministro de agua, de víveres y de armas. Allí podían haberse reorganizado las tropas españolas para hacer frente a los harkeños, pero Navarro decidió replegarse hacia Melilla. Lo pagaría con su libertad días después.

Así pues, a finales de julio, los soldados españoles que habían sobrevivido a la matanza rifeña pululaban por el Rif oriental desesperados, aterrados, sedientos, hambrientos y axfisiados por el calor de la canícula. Algunos llegaron a Melilla, donde se encontraba el general Berenguer dispuesto a reorganizar las tropas. Melilla acogía ahora a unos 48.000 habitabtes, cuando su población normal rondaba los 20.000. Otros, menos afortunados, se refugiaron en los fuertes de Monte Arruit, Zeluán y Nador.

Carga de caballería de las tropas de Fernando Primo de Rivera, según Ferrer-Dalmau.

Uno de los pocos héroes del Desastre fue el general Fernando Primo de Rivera, hermano de quien después sería dictador, al frente del regimiento de cazadores de Alcántara. Con la caballería protegió la retirada de las tropas españolas hasta Dar Drius, primero; y, posteriormente, hasta Batel. Sus hombres realizaron varias cargas contra los harkeños, que contaban con mejor armamento. Este armamento, incluida la artillería, había sido incautado a los españoles en Annual. Era rizar el rizo del Desastre. La mayor parte de los hombres de Primo de Rivera murió en aquella operación pero su sacrificio ayudó a salvar a muchos que corrían indefensos en dirección a ninguna parte. Primo de Rivera moriría poco después, el 6 de agosto de 1921, a consecuencia de la gangrena producida por la amputación de un brazo tras resultar herido.

Puerta principal del fuerte de Monte Arruit

A principios de agosto, tan solo los fuertes de Monte Arruit, Zeluán y Nador seguían en manos españolas pero las condiciones eran pésimas. Las tres posiciones se encontraban aisladas y asediadas por los harkeños y el general Berenguer, desde Melilla, no se encontraba en condiciones de enviar refuerzos a socorrerlas. Los problemas eran los de siempre: falta de agua, de alimentos, de medicinas y de munición. Las tres posiciones estaban abandonadas a su suerte, nadie iba a ir a ayudarlas.

Nador y Zeluán cayeron los días 2 y 3 de agosto respectivamente, después de una resistencia agónica. Los harkeños pasaron a todos los soldados españoles por las armas aún después de haberse rendido. Por su parte, Monte Arruit continuó resistiendo durante unos días. El fuerte estaba superpoblado porque acogía no solo a soldados sino también a familias de colonos españoles instalados en el Protectorado que, tras el Desastre, habían abandonado sus tierras buscando refugio en Monte Arruit. Así pues, los defensores de aquel lugar no eran solo militares sino también campesinos, comerciantes, mujeres, ancianos y niños. En alguna ocasión, los españoles de Melilla les lanzaron desde los aviones algunos suministros, incluyendo bloques de hielo, pero no era suficiente para mantener a una población al borde de su capacidad de resistencia. Los días pasaban y, aunque algunos confiaban en la llegada victoriosa del ejército español para liberar la plaza, la mayoría admitía que aquello nunca iba a producirse. En este contexto, el general Berenguer dio autorización al general Navarro para que negociase la capitulación con los harkeños y rindiese el fuerte. Era 8 de agosto.

Rebeldes rifeños en una asamblea.

domingo, 1 de agosto de 2021

MELILLA EN PELIGRO

EL DESASTRE DE ANNUAL, 100 AÑOS DESPUÉS (EPISODIO 2)

Melilla en 1921


La noche del 27 de julio de 1921 el terror se apoderó de Melilla. Aunque las autoridades pedían calma a la población, era claro que la ciudad estaba en peligro. Desde el puerto y las calles céntricas se escuchaban las detonaciones y las ráfagas de disparos en los montes cercanos y el resplandor del fuego que arrasaba el monte Gurugú se veía desde todos lados. Al miedo contribuía también la total oscuridad en la que se sumía la ciudad cada noche para evitar ser blanco de los proyectiles lanzados por los rebeldes rifeños.

En aquellos días de finales de julio, la ciudad norteafricana que había estado bajo soberanía española desde hacía más de cuatrocientos años estaba a punto de perderse. Nadie podía dar una explicación acertada en aquellos momentos de confusión, pero estaba claro que se había producido un desastre militar en algún lugar del protectorado y la ciudad española estaba sufriendo las consecuencias. 

En los días anteriores habían llegado a la plaza algunos soldados horrorizados y exhaustos que contaban las atrocidades que se estaban cometiendo, pero los relatos eran confusos e incompletos. También llegaban refugiados españoles que vivían en zonas del protectorado bajo administración colonial y que huían por el avance de los rebeldes. La ciudad, que contaba habitualmente con 20.000 habitantes, ahora tenía más del doble. No se sabía nada del general Fernández Silvestre, jefe de la Comandancia militar de Melilla, que había partido al frente. Nadie sabía que a esas alturas ya no había frente de guerra.

El desastre militar se había producido en la mañana del 22 de julio en Annual, un lugar que dista unos cien kilómetros al oeste de Melilla, en dirección a Alhucemas. Allí se había concentrado un numeroso contingente de tropas españolas dirigido por el general Silvestre. Y allí habían acudido también varias harkas rifeñas lideradas por Mohamed Abd el Krim. La situación de los españoles no era buena, aislados, sedientos por falta de agua y hambrientos, pero su posición podía defenderse aunque iba a ser un combate duro. En vez de resistir, Silvestre dio inexpliclamente la orden de retirada. En la mañana del 22 de julio, ante el avance de la harkas, miles de soldados españoles salieron en desbandada del campamento de Annual, sin orden ni disciplina. Los rifeños lo tuvieron muy fácil para darles caza y matar a casi todos. La maniobra española se convirtió en un "sálvese quién pueda". El propio Silvestre, artifice de semejante error, murió allí y su cuerpo nunca fue encontrado. Algunos dicen que fue acribillado por los harkeños, otros dicen que se suicidó.

Retirada de los españoles de Annual


En cualquier caso, la estrategia militar que siguió el general Fernández Silvestre desde su llegada a Melilla en 1920 fue temeraria e imprudente. El general Berenguer, desde Ceuta, estaba poniendo en marcha la eficaz estrategia de la "mancha de aceite" que consistía en dominar el territorio marroquí de forma paulatina combinando acertadamente acciones militares con la negociación, los acuerdos y la corrupción de las élites rifeñas. Por el contrario, Silvestre se propuso dominar el protectorado rápidamente intensificando las acciones militares lo que le llevó a enemistarse con los líderes rifeños, entre ellos Abd el Krim, que hasta entonces había colaborado con los españoles. La estrategia de Silvestre constía en avances militares rápidos asegurando las posiciones con blocaos y campamentos. El problema era que había que mantener esas posiciones, que no eran autosuficientes, y el suministro de agua, alimentos y municiones se hacía por medio de convoyes. Pronto los rebeldes se dieron cuenta de que atacando los convoyes debilitaban al ejército español. Y así lo hicieron.

La mecha de la rebelión prendió después del bombardeo del zoco de Axdir en la primavera de 1921. Murieron mujeres, ancianos y niños en una acción española difícil de entender. Las cabilas rifeñas que habían resistido al avance del ejército europeo se aliaron en torno a Abd el Krim y organizaron ejércitos, llamados harkas. La respuesta rifeña se produjo en julio de 1921: atacaron y tomaron las posiciones españolas de Abarrán e Igueriben, cerca de Annual. Los españoles sufrieron importantes bajas. También intentaron tomar Sidi Dris, pero el ejército de Silvestre mantuvo el fuerte a duras penas.

Aunque el ejército rifeño se había formado improvisadamente, contó con importantes ventajas como la ferocidad de sus combatientes, el fervor religioso de la Yihad contra los cristianos y el conocimiento del terreno. El ejército colonial español, en teoría moderno y disciplinado, estaba formado por miles de jóvenes reclutados a la fuerza utilizando el sistema de quintas y obligados a combatir, sin entrenamiento previo, lejos de sus casas en una guerra que no les interesaba. La estregia de los harkeños, basada en hostigar incesantemente a los españoles y cortarles el suministro de agua y alimentos, hizo estragos entre las tropas de Silvestre.

Las mulas llevaban agua a las posiciones españolas en el Rif


Bajo el sol abrasador africano, con un calor axfisiante y si agua, los españoles resistían como podían en los precarios blocaos diseminados por el Rif. Los blocaos no eran más que diminutos fuertes aislados que necesitaban del suministro de agua y víveres por los convoyes. Si los convoyes eran atacados y el agua y los víveres no llegaban, los blocaos estaban perdidos, y sus defensores también. Abd el Krim aprovechó esta estrategia que no suponía ningún riesgo para los rifeños y causaba importantes daños a los españoles.

Después de la desbandada de Annual, todas las posiciones españolas en el Rif oriental se derrumbaron. Se inició una retirada caótica y desordenada hacia Melilla. Por las tierras inhóspitas del Rif deambulaban los matrechos soldados españoles que habían abandonado sus armas y sólo querían llegar a la plaza. Mientras, los harkeños de Abd el Krim les persiguieron y dieron caza. Algunos consiguieron refugiarse en Monte Arruit, Nador y Zeluán, donde parecía que las tropas españolas estaban reorganizándose.

En Melilla, los efectos del Desastre se hicieron notar pronto. Pocos días después desembarcó en el puerto el general Berenguer, máxima autoridad del protectorado, para asumir personalmente la dirección de las operaciones. El gobierno de Madrid envío numerosos contingentes de tropas para defender la plaza. Annual había caído y el ejército de Silvestre estaba desaparecido, pero Melilla debía defenderse a toda costa.


Varias banderas de la Legión desembarcan en Melilla dirigidas por Millán Astray. Julio de 1921


miércoles, 28 de julio de 2021

LA AVENTURA COLONIAL EN EL RIF (1906 - 1920)

EL DESASTRE DE ANNUAL, 100 AÑOS DESPUÉS (EPISODIO 1)


La zona de influencia en el norte de Marruecos que consiguió España en 1906, después de sucesivas negociaciones, no fue la muestra del poder que conservaba el país en el plano internacional sino todo lo contrario. Fue la constatación de una evidencia: el poco peso de España en Europa hizo que a las grandes potencias no les importase en absoluto su dominio sobre una pobre e inhóspita región al otro lado del estrecho de Gibraltar.

En la Conferencia de Algeciras (1906), Reino Unido, Francia y España acordaron establecer un protectorado franco-español en Marruecos. A Londres no le gustaba la idea de que Francia ocupase el norte de África y rivalizase con ellos por el control del estrecho de Gibraltar así que propuso la entrega de la región del Rif a España. El gobierno español aceptó sin dudarlo porque pretendía recuperar el prestigio militar perdido después del Desastre del 98 así como evitar la posibilidad de que Francia controlase las zonas fronterizas con Ceuta y Melilla.


Mapa del Protectorado español en Marruecos.

Pero España no estaba preparada para una empresa colonial como aquella. En realidad, España no estaba preparada para ninguna acción militar del tipo que fuese. El Desastre del 98 y la consiguiente pérdida de las últimas colonias en América y el Pacífico había sido el resultado de una errada política internacional basada en el retraimiento impulsada por Cánovas del Castillo desde los inicios de la Restauración en 1875. España no tenía aliados sólidos y, por si fuera poco, su Ejército estaba mal organizado, mal equipado y mal entrenado. Las armas eran antiguas, había un exceso de oficiales y el grueso de las tropas lo conformaban soldados obligados en el sorteo de las quintas. Las quintas eran muy impopulares.

El rey Alfonso XIII (apodado por algunos "el Africano"), el gobierno, los generales del Ejército y algunos grandes empresarios vieron en el Protectorado español en el norte de Marruecos una oportunidad de gloria militar, de prestigio y de fortuna. Se habían descubierto además algunas minas en las montañas del Rif que hicieron a muchos soñar con un nuevo El Dorado en el norte de África. Pero para lograr la explotación económica de la región y la obtención de beneficios primero había que someter a los belicosos rifeños, los habitantes del Rif que se habían opuesto desde tiempos inmemoriales a cualquier autoridad política  que consideraban extranjera.

Las operaciones militares españolas en el Rif se demoraron hasta 1909, lo que es una muestra más lo costoso que iba a ser controlar la zona. Fue el gobierno de Antonio Maura (precisamente uno de los políticos que menos entusiasmo mostraba por la aventura colonial) quien decidió la intervención militar presionado por el gobierno Francés, que había iniciado la expansión en su zona. Como era de esperar, el reclutamiento de reservistas en Barcelona para ser enviados a Marruecos provocó manifestaciones en la capital catalana. Más aún cuando los primeros contingentes españoles en el Rif fueron masacrados por los rifeños en la batalla del Gurugú y en el Barranco del Lobo, cerca de Melilla. Murieron más de 150 soldados españoles en julio de 1909.

El resultado de aquel desastre militar fue la famosa Semana Trágica de Barcelona, que comenzó el 26 de julio con una huelga general contra el gobierno. Las mujeres de los reservistas que estaban a punto de embarcar en el puerto de la ciudad condal para marchar a una guerra que les era ajena se amotinaron e iniciaron una insurrección que se prolongó una semana y terminó con la caída del gobierno de Maura. La empresa colonial en Marruecos estaba empezando a salir cara.

Las operaciones militares en Marruecos se suspendieron durante algún tiempo y se retomaron de forma muy tímida combinando la negociación, la corrupción y las acciones bélicas. La aventura colonial iba a suponer, también importantes cambios en el Ejército ya que los militares que hacían su carrera en Marruecos lograban ascensos más rápidos que aquellos que permanecían en la Península. La escisión de los Africanistas y los Juntistas resquebrajó al Ejército español. Los segundos incluso se amotinaron en 1917 (las famosas Juntas de Defensa) pidiendo cambios al gobierno en la política de promoción militar que hasta entonces premiaba más los éxitos militares que la antigüedad.

Cuando estalló la Primera Guerra Mundial en 1914, las operaciones militares en el protectorado se volvieron a suspender a pesar de que España no participó en la contienda europea. Se retomaron tras la guerra, de nuevo siguiendo la estela de Francia que, victoriosa tras la guerra, había enviado grandes contingentes militares a su zona de Marruecos. Durante la guerra, sin embargo, el Ejército español no se había modernizado - su estructura seguía obsoleta y las armas eran antiguas - pero el gobierno de Madrid se decidió a acelerar el control del Rif. 

En 1919, el general Dámaso Berenguer fue nombrado nuevo Alto Comisario de España en el Protectorado de Marruecos. Poco más de un año después, en 1920, su amigo el general Manuel Fernández Silvestre, tomó posesión de la Comandancia General de Melilla. Los dos eran muy diferentes (Berenguer pausado y prudente, Silvestre temerario e irreflexivo), pero ambos compartían un claro objetivo: pacificar la zona y afianzar definitivamente el control español sobre la región del Rif. 

Izq.: General Berenguer; Der.: General Fernández Silvestre



Para leer más:

sábado, 17 de julio de 2021

LOS MONJES DE MIRAFLORES

Retablo mayor, obra de Gil de Siloé


En 1441, el rey de Castilla Juan II de Trastámara cedió a la Orden de la Cartuja un palacio que su padre, Enrique, había construido en el bosque de Miraflores, cerca de Burgos. Bajo la protección de la Corona, los cartujos iniciaron la construcción de un monasterio y una iglesia con la dirección de Juan de Colonia. Los trabajos se iniciaron en 1454, año de la muerte del rey, y se prolongaron hasta 1488, ya durante el reinado de Isabel "la Católica".

Cuando uno entra en el monasterio se da cuenta rápidamente que la impronta de la reina Isabel se encuentra en todos lados. La reina católica patrocinó las obras y protegió a los monjes cartujos confiándoles la custodia del lugar donde estarían enterrados sus padres y su hermano. Y es que Isabel escogió el lugar como panteón familiar. La Cartuja de Miraflores es, por ello, mucho más que un monasterio: es el templo donde descansan los restos de Juan II de Castilla, su segunda esposa Isabel de Portugal y el primogénito Alfonso, apodado por la historiografía "el de Ávila".


Detalles de los sepulcros y del retablo


Juan II no tuvo un reinado fácil pues hubo de hacer frente a la guerra civil protagonizada por distintas facciones nobiliarias entre 1437 y 1455. Además, la política de la Corona estuvo mediatizada por la enorme influencia de Álvaro de Luna, favorito del rey. Por su parte, Isabel de Portugal, segunda esposa de Juan II, sufrió durante sus últimos años de vida graves trastornos mentales que la llevaron a recluirse en Arévalo. Y el infante Alfonso, "el de Ávila", también sufrió los intentos de dominación de la intrigante nobleza castellana, siendo proclamado rey precisamente en Ávila frente a su hermanastro Enrique IV. Su temprana muerte en julio de 1468, con apenas quince años, abrió las puertas a su hermana Isabel para reclamar la corona del reino.

El maravilloso retablo que el escultor Gil de Siloé realizó para la iglesia de la Cartuja de Miraflores es la muestra del amor de la reina Isabel por sus padres y su hermano. Se trata de un retablo gótico realizado en madera de nogal, dorada y policromada. Para su elaboración, se empleó parte del oro que Cristóbal Colón trajo de América después del descubrimiento.

El retablo es un enorme y refinado tapiz que despliega un complejo programa iconográfico. Destaca la gran corona de ángeles que forma una gran Hostia Sagrada en torno al centro del retablo, donde se encuentra Cristo en la Cruz. También están representados Dios Padre, el Espíritu Santo, la Virgen María, San Juan, San Pedro y San Pablo, María Magdalena y San Juan Bautista que flanquean la cruz. Los evangelistas, algunas escenas de la vida y pasión de Cristo, así como imágenes de otros santos, completan la detallada obra que deslumbra a cuantos visitan la Cartuja.


Vistas interiores y exteriores de la Cartuja de Miraflores


A los pies del retablo se encuentran los sepulcros de los padres de Isabel, que son también obra de Gil de Siloé. A su izquierda, podemos contemplar el del infante Alfonso, con una escultura del difunto en actitud orante. Los sepulcros, elaborados en alabastro de Guadalajara, presentan casi tanto detalle como el retablo y son un alarde de la exuberancia y riqueza del arte gótico isabelino, de finales del s. XV. 

Desde hace más de quinientos años, los monjes cartujos de Miraflores custodian los sepulcros tal y como la reina Isabel les confió. Allí protegen también la obra maestra del escultor castellano Gil de Siloé, el tesoro de la cartuja. Medio milenio de oración y contemplación; generaciones y generaciones de monjes dedicados a la protección y conservación del lugar. Aún hoy, en el siglo XXI, quince cartujos continúan la labor. Toda una eternidad. 


1) "La Crucifixión" de Joaquín Sorolla; 2) "La Anunciación" de Berruguete; 3) Cáliz donado por Juan II a los monjes cartujos; 4) Réplica del retrato de Isabel "la Católica"; 5) Vista exterior del templo.



Para saber más:

jueves, 27 de mayo de 2021

TRAIDORES A LA REPÚBLICA

 Sanjurjo y el resto de golpistas en el banquillo de los acusados después de la Sanjurjada. Dio igual.
 
El 10 de agosto de 1932 se produjo el primer intento de rebelión militar contra la Segunda República, el régimen democrático instaurado en España en abril de 1931. Su protagonista fue el director general de Guardia Civil, José Sanjurjo, quien, si en 1931 no le había negado su apoyo al régimen republicano facilitando su triunfo, dieciséis meses después estaba decidido a emular a Primo de Rivera y sustituir el régimen constitucional por una dictadura militar que acabase con la conflictividad social y el desorden.

El caso es que la algarada militar, mal preparada y peor ejecutada, fue un auténtico fracaso en toda España. Las únicas ciudades donde triunfó fueron Madrid y Sevilla, adonde había acudido Sanjurjo junto con algunos fieles, para liderar desde allí la insurrección. Ninguna otra ciudad ni región de España secundó el golpe así que el gobierno republicano pudo controlar fácilmente la situación. Ante el fracaso de la "Sanjurjada", como se conoció enseguida la intentona golpista, el general fue detenido cuando intentaba huir en automóvil a Portugal. 

De acuerdo con las leyes de la República española, Sanjurjo fue juzgado y condenado a muerte por rebelión militar, pero el gobierno republicano-socialista, liderado por Manuel Azaña, decidió conmutarle la pena por la cadena perpetua en un intento de evitar que se convirtiese en un mártir para los monárquicos y los derechistas. La clemencia del gobierno estuvo justificada y Sanjurjo pasó algunos años en prisión, en Santoña y en Cádiz.

En noviembre de 1933 se celebraron nuevas elecciones generales y se produjo un vuelco electoral. La coalición de partidos de derechas CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) obtuvo la victoria, seguida del Partido Radical (ahora centrista) de Alejandro Lerroux. Aunque Lerroux fue el encargado de formar gobierno, el apoyo de la CEDA de José María Gil Robles fue fundamental para la estabilidad del ejecutivo.

La situación política cambió por tanto, y esto benefició al golpista Sanjurjo que esperaba en la cárcel de Cádiz. El gobierno radical-cedista preparó una Ley de Amnistía que extinguía los delitos de sedición y de rebelión cometidos con anterioridad al tres de diciembre de 1933, entre ellos los cometidos por muchos derechistas y monárquicos que se había opuesto a la república democrática cuando gobernaban las izquierdas. José Sanjurjo era, por supuesto, uno de ellos. Ahora, las derechas, perdonaban aquellas intentonas golpistas protagonizadas por los suyos

Así que el antiguo jefe de la Guardia Civil salió de la cárcel y marchó al exilio. Se instaló cómodamente en Estoril, desde donde siguió conspirando contra la República esperando una mejor ocasión para alzarse. Aquella Ley de Amnistía, aprobada a pesar del aposición del presidente Niceto Alcalá Zamora, fue un auténtico atropello a las leyes republicanas. El gobierno radical-cedista aprovechó su mayoría en las Cortes para extinguir los delitos que sus partidarios había cometido contra la propia República. El presidente Alcalá-Zamora, que consiguió que la Ley de Amnistía impidiese a Sanjurjo volver al ejército, era el único que al parecer respetaba el imperio de la ley.

La guardia civil conduce a los insurrectos asturianos rendidos después de la revolución de Asturias.

En octubre de 1934, estalló lo que la historiografía conoce como Revolución de Asturias. Fue sin duda una cruenta insurrección protagonizada por comunistas, anarquistas y socialistas que se alzaron contra la República "burguesa" para proclamar un Estado Socialista de inspiración soviética. En otras palabras, en aquel otoño, la CNT, la FAI, el PSOE y la UGT (entre otros partidos y sindicatos) se alzaron contra la Segunda República española. Es de sobra sabido que la reacción del gobierno de Lerroux fue brutal, enviando al general Franco al frente de las tropas coloniales a sofocar la insurrección. Unas 20.000 personas fueron ejecutadas en Asturias sin juicio previo.

Mientras tanto y aprovechando la confusión, Lluís Companys, a la sazón presidente de la Generalitat, proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española que no existía (porque la Segunda República no era federal). El gobierno de Lerroux acabó suspendiendo el Estatuto de Autonomía de Cataluña y encarcelando al gobierno autonómico después de algunos combates en las calles de Barcelona. Lluís Companys fue encarcelado, igual que destacados dirigentes de izquierdas como Largo Caballero y Manuel Azaña, acusados de alentar la rebelión asturiana.

Ambos incidentes fueron contra el gobierno radical-cedista (legítimamente elegido en las urnas) y contra la propia Segunda República (un régimen plenamente democrático). Aquellas algaradas se saldaron con más de 30.000 encausados, muchos de ellos pasaron largo tiempo en las cárceles.

Después, cuando se volvieron a celebrar elecciones, en febrero de 1936, el Frente Popular, la coalición de partidos de izquierdas integrada por pequeños partidos republicanos, partidos nacionalistas catalanes, el Partido Comunista y el Partido Socialista (y que contaba con el apoyo de los anarquistas), llevó en su programa como objetivo prioritario la amnistía para los represaliados por los sucesos de octubre de 1934. Se proponían extinguir los delitos cometidos por aquellos que se habían sublevado contra la propia República en Asturias y en Cataluña. Ahora eran las izquierdas las que pasaban por alto cualquier ordenamiento jurídico y proponían olvidar los delitos de los suyos

Es conocido que el Frente Popular ganó aquellas elecciones del 16 de febrero de 1936, las últimas democráticas que iba a haber en España en muchas décadas. Inmediatamente después de la formación del gobierno y en un ambiente de conflictividad social creciente que rozaba la insurrección popular, la comisión permanente de las Cortes republicanas votó por unanimidad una nueva Ley de Amnistía que, en efecto, hacia borrón y cuenta nueva con aquellos que habían intentado derribar la República española en 1934. 

Querría recalcar lo de "por unanimidad" porque, en la comisión permanente de las Cortes, donde el Frente Popular tenía mayoría, hasta la CEDA votó a favor de olvidar los delitos que se habían cometido contra su propio gobierno. Se repuso a Lluís Companys como presidente de la Generalitat y se restableció la autonomía de Cataluña. Con esta Ley de Amnistía, se pretendía satisfacer el clamor del pueblo y lograr la tan ansiada paz social que, sin embargo, no llegaría.

En aquel régimen republicano nacido en la urnas en 1931 y perfectamente legítimo, tanto los partidos de izquierda como los de derecha manifestaron un desprecio absoluto por el Estado de Derecho. Las leyes de amnistía de 1934 y de 1936 supusieron sendas patadas al imperio de la ley en la España republicana. La CEDA buscaba beneficiar a los militares golpistas de la Sanjurjada (los suyos) y el Frente Popular buscó resarcir a los "heroicos revolucionarios" de Asturias (los suyos). Pero tanto los militares golpistas como los insurrectos de Asturias y de Cataluña pretendían derribar el régimen político que ahora les perdonaba.

La CEDA vio legítima la intentona golpista de Sanjurjo y compañía y el Frente Popular la insurrección asturiana. Pero ambos fueron gravísimos intentos de subvertir el orden constitucional de 1931 y acabar con el propio régimen republicano. Con estos antecedentes y este comportamiento bochornoso de unos y otros, ¿quién entonces podría pedir respeto hacia una República democrática vapuleada y vilipendiada por unos y por otros?
 
 
Manuel Azaña junto a altos mandos militares, entre ellos Francisco Franco (a su izquierda). ¿Quién podría pedir respeto para una República vilipendiada por todos?