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viernes, 20 de septiembre de 2019

BIOGRAFÍA DE UNA CATEDRAL

Izq.: Torre campanario de la catedral de Tarazona; Der.: 1) Claustro; 2) Portada; 3) Pinturas al fresco del interior.

 
Tarazona es una ciudad tan antigua que según dicen la fundó Tubalcaín y fue nada menos Hércules quien tuvo que reconstruirla después de varios siglos. Os podéis imaginar que estamos hablando de leyendas, de mitos, que sitúan los orígenes de la urbe aragonesa en el remoto siglo VII a.C. Tubalcaín es mencionado en el Antiguo Testamento y Hércules, o Heracles, era hijo de Zeus, el padre de todos los dioses griegos, y una mortal. Ahí es nada.

El emplazamiento de Tarazona es de por sí estratégico, en un pequeño promontorio a los pies del Moncayo y junto a una fértil huerta regada por el río Queiles. Los orígenes del asentamiento, aparte leyendas, pueden situarse en el siglo I a.C. y parece ser que ya en el siglo V d.C. la ciudad era sede episcopal. La catedral paleocristiana y después visigoda se situaba donde hoy se encuentra la Iglesia de la Magdalena, en el casco antiguo. De Tarazona fueron obispos personajes tan insignes como San Prudencio y San Gaudioso, ambos en época visigoda (siglo VI).

Cuando los árabes invaden la península en el año 711 pronto llegan a Tarazona que es tomada rápidamente. El templo visigodo es derribado y sobre él se construye la mezquita mayor de la ciudad. Habrá que esperar varios siglos hasta que la ciudad sea reconquistada en el siglo XII. El rey aragonés Alfonso I, apodado "el Batallador", entró en Tarazona en 1119 y la incorporó al reino de Aragón. Para que nos hagamos una idea de por dónde iba la Reconquista, en 1118 había sido reconquistada Zaragoza y en el mismo 1119 es tomada la vecina Soria a los árabes.

Si el emplazamiento de Tarazona ya dijimos que era estratégico, su localización es fundamental en la plena y en la baja Edad Media. Situada entre Castilla, Aragón y Navarra, era paso obligado para todo aquel que pretendiese cruzar de un reino a otro. La pequeña urbe medieval, encaramada al promontorio se protegía detrás de las gruesas murallas cuyos restos pueden contemplarse aún hoy en algunos lugares de la ciudad. Su entramado de calles, laberíntico y caótico revela la falta de espacio que se hizo acuciante desde muy pronto. Aún hoy puede uno perderse en las calles de la antigua Alhama o barrio judío de la ciudad y sentirse como en el Medievo. 

Caminando sobre la bóveda de arista de la catedral.

El caso es que los monarcas aragoneses, restaurada la sede episcopal de Tarazona, emprendieron la construcción de una nueva catedral sobre los cimientos de la antigua mezquita islámica arrasada tras la entrada de los cristianos. Así empezó a construirse, en estilo románico, la nueva catedral de Tarazona y en ello estaban los turiasonenses, apenas terminado el ábside, cuando llegó a la ciudad un nuevo proyecto. El obispo García Frontín II decidió inspirar la catedral en el nuevo estilo gótico floreciente en Europa. Conocedor de los proyectos que se estaban levantado en Burgos, León y Toledo, ¿por qué no en Tarazona?

Pero la ciudad se quedaba pequeña para semejante proyecto. La catedral gótica que se planeaba levantar no cabía en el solar de la antigua sede episcopal. Había que construirla extramuros, en las huertas, donde había suficiente espacio. En 1235 comenzaron las obras del nuevo templo dirigidas por maestros franceses. A partir de entonces, recibió el nombre de Santa María de la Huerta en honor a su nueva localización. La construcción se inició, sin embargo, con graves obstáculos. El primero ya lo conocemos: una catedral fuera de las murallas de la ciudad, desprotegida ante cualquier ataque castellano o navarro.

El segundo gran inconveniente fue la falta de materiales de construcción. Las rocas eran escasas en Tarazona y tuvieron que ir a buscarlas al vecino Trasmoz (sí, el único pueblo de España excomulgado por brujería). Allí la roca arenisca era abundante pero endeble, el agua la deshacía, se la comía. No era lo mejor pero no había otra. Grandes rocas fueron transportadas lentamente hasta Tarazona. El tercer gran problema fue su localización, en una huerta, en un terreno que se hundía con el peso de las rocas. A pesar de todo, allí se levantó el nuevo templo.

 Detalles del interior de la catedral

En origen la catedral fue puramenta gótica y, de haberse conservado tal y como se proyecto a primera hora, constituiría uno de los mejores ejemplos de arte gótico en España junto con las catedrales hermanas de Burgos, León y Toledo. Pero la catedral nació maldita. A los inconvenientes estructurales y materiales que hemos dicho se sumó otro: las constantes guerras entre Aragón y Castilla.  En 1356 estalló la guerra entre Pedro I "el Cruel" de Castilla y Pedro IV de Aragón.

Las huestes castellanas cruzaron la Sierra del Moncayo penetrando en Aragón. Lo primero que encontraron fue la flamante nueva catedral de Tarazona. Mientras el ejército aragonés se refugiaba tras los muros de la ciudad y resistía el ataque castellano, las tropas de Pedro I de Castilla entraban en la catedral y la convertían en un fortín. Haciéndola su base de operaciones, desde ella atacaban la ciudad. Durante los trece años que duró la Guerra de los Dos Pedros, como se conoce al conflicto, Santa María de la Huerta sufrió importantes daños.

Tras la guerra, finalizada en 1369, Tarazona recuperó su valioso templo maltrecho. Las torres estaban en ruinas, igual que otros espacios de la catedral. Se inició la reconstrucción siguiendo las nuevas corrientes artísticas. Los maestros del momento, inspirados por la fabulosa arquitectura islámica, levantaron la nueva torre de estilo mudéjar que recuerda las joyas almorávides y almohades del sur peninsular, como la Giralda de Sevilla. También levantaron una nueva techumbre sobre la bóveda de arista gótica aumentando la altura de la catedral y dejando pequeños los contrafuertes y los arbotantes del siglo XIII. El peso que debían soportar ahora las viejas estructuras góticas era mucho mayor que el original. Y recordemos todos los problemas que tenía el templo.

De los siglos XV y XVI datan el gran claustro, el mayor de España, y el enorme cimborrio de veinticuatro metros de altura levantado sobre el crucero de la catedral. En cuanto a los materiales empleados, son los propios del estilo mudéjar: el yeso y el ladrillo ornado. Además, la portada principal se traslado de la nave principal (típica de los templos cristianos) al brazo norte del transepto. El pórtico original se abría al este, a Castilla. Por ahí habían invadido los catellanos Aragón. Por ahí habían entrado al templo para destruirlo. Nunca más. El nuevo pórtico del transepto miraría a Tarazona, al pueblo, que tanto amaba su catedral. Ahí debía situarse.

Pero hablemos del enorme cimborrio levantado sobre el crucero. Miles de toneladas se añadieron a la estructura original y se depositaron sobre los cuatro grandes pilares que sostenían otrora sólo el peso de la bóveda. Los arbotantes y contrafuertes góticos ya no servían para sostener semejante peso. No eran útiles para desviar la inmensa fuerza vertical ejercida por el cimborrio fuera de la catedral. De sotenerlo debían encargarse sólo cuatro grandes pilares de arenisca, muy dañados por las lluvias y sobre un terreno blando que se hundía como era la huerta turiasonense. Dio igual. Durante siglos la catedral estuvo en vilo, con amenazas de derrumbe constantes. No había fuerzas para tanto peso.

También en el siglo XVI se renovó el interior de la catedral siguiendo las tendencias renacentistas de la época. Estuvo al frente de las obras el maestro Alonso González. El cimborrio se decoró con un programa iconográfico único en Europa que combinaba personajes de los Evangelios y personajes mitológicos de la antigua Grecia. De esta época data también la llamada "Capilla Sixtina" del Renacimiento español compuesta por figuras en tonos grises que sobrecogen al contemplarlas. Durante el siglo XVII, las nuevas corrientes nacidas del Concilio de Trento llevaron a la redecoración de estos espacios ocultando los personajes mitológicos del lucernario y vistiendo decorosamente los personajes que habían sido representados desnudos.

Pero la catedral seguía hundiendose, corría peligro de derrumbe aunque pocos lo sabían. El obispado encargó en el siglo XVIII el reforzamiento de los pilares que sostenían el cimborrio pero el éxito de las obras fue sólo parcial. Sin embargo, la catedral siguió aguantado durante varios siglos. Nada se hizo hasta la segunda mitad del siglo XX. En los años ochenta la catedral se clausuró parcialmente y desde 1992 estuvo prohibido el acceso al edificio. Era necesario una reforma integral del templo, que reforzase su estructura y evitase el derrumbe definitivamente. 

 Arriba: cimborrio y torre campanario de la catedral; Abajo: 1) Pintura dedidaca a San Jorge, 2) retablo mayor de la catedral.

Después de más de treinta años, la restauración del templo no ha terminado pero su estructura se ha salvado definitivamente (¿?). Se reforzaron los pilares que sostienen el cimborrio, se eliminaron elementos añadidos sobre las naves laterales que aumentaban la presión sobre los muros y los contrafuertes y se saneó el nivel mudéjar y la techumbre de la catedral. En 2011 volvió a abrirse al público aunque los trabajos continúan en varias capillas laterales. Tarazona recuperó por fin su querida catedral, Santa María de la Huerta.

Hoy el templo no es sólo uno de los escasos ejemplos de arte mudéjar aragonés junto con la catedral de Teruel. En él han cristalizado hasta tres estilos artísticos distintos: al gótico original presente en la planta de cruz latina, la bóveda de crucería y los arbotantes, se añadió el mudejar del segundo nivel, la techumbre, la torre campanario y el cimborrio; y a éste se sumó, por último, la decoración renacentista en el siglo XVI. En definitiva, se puede rastrear la historia del arte en los muros de Santa María de la Huerta, que a modo de páginas, levantan la biografía de la catedral. Tarazona tiene una catedral viva, y por mucho tiempo.  


BONUS: Unas vistas panorámicas de Tarazona