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viernes, 2 de enero de 2015

LA HISTORIA DE DOÑA MARINA

La indígena que cambió su nombre y su vida por amor




para Marina Lorenzo


¿Sabías que una indígena llamada Marina ayudó a Hernán Cortés a conquistar el Imperio Azteca? Fue una mujer con una difícil vida, tratada habitualmente como una esclava, pero que supo ganarse el amor del conquistador español. Unos piensan que fue una traidora; otros, que fue una heroína. Lo único cierto es que doña Marina fue una de las miles de mujeres, indígenas y españolas, que acompañaron a los conquistadores en sus periplos por el Nuevo Mundo. Ésta es su historia.

Nació en algún lugar de la costa este del actual México hacia 1502, en el seno de una familia noble. Recibió el nombre de Maliche que, en lengua náhuatl, significa “Diosa de la Hierba”. Tras la muerte de su padre, su madre la vendió como esclava a un grupo de comerciantes mayas. Con ellos viajó hasta el actual Tabasco, en la península del Yucatán, y con ellos creció y se educó, aprendiendo a hablar en maya. Unos años después la joven Maliche fue vendida al cacique maya de Tabasco. 

En 1519, el conquistador extremeño Hernán Cortés desembarcó en las costas del continente americano con un puñado de hombres dispuestos a encontrar la gloria en el nuevo mundo. Las diversas tribus mayas no estuvieron dispuestas a someterse a los españoles y muchas les hicieron la guerra. Tras la derrota de los mayas, el cacique entregó a los españoles diecinueve mujeres en señal de amistad, entre ellas se encontraba Maliche, que tenía diecisiete años.

Pronto Hernán Cortés quedó impresionado por la belleza y la inteligencia de la joven. No sólo sabía hablar la lengua de los mayas sino también el náhuatl, la lengua de los aztecas. El conquistador y la indígena se enamoraron y Maliche se convirtió nada menos que en la esposa del capitán de las tropas conquistadoras. Cambió su nombre indígena por otro castellano, Marina.

Doña Marina fue imprescindible en la conquista del Imperio Azteca porque contó a Cortés las costumbres y los estilos de vida de los indígenas. Gracias a ella los españoles pudieron comunicarse con los indios porque doña Marina traducía del náhuatl al maya y un viejo naufrago español que había permanecido varios años con los mayas y cuyo nombre era Jerónimo Aguilar, del maya al castellano. Hernán Cortés admiraba profundamente a doña Marina, tanto que la convirtió en su consejera y no iba a ningún sitio sin ella. 

La joven Marina disfrutaba de las riquezas y lujos que Cortés le proporcionaba. Tras la conquista de Tenochtitlan, la gran capital del Imperio Azteca, en 1521, Hernán Cortés y doña Marina se casaron y al año siguiente nació su hijo, a quien pusieron el nombre de Martín. Cortés, ocupado con la administración de los territorios que acababa de conquistar, aseguró a su amada esposa y a su hijo una vida tranquila en una casa que les construyó cerca de Tenochtitlan.

Algunos años después, en 1524, Hernán Cortés, que se encontraba conquistando Honduras, envió una carta a doña Marina en la que le pedía que marchase a su encuentro para ayudarle en la conquista de nuevos territorios. La joven no lo dudó ni un momento y volvió a ejercer de traductora entre los españoles y las tribus mayas.

Se desconoce el destino de doña Marina. Algunos dicen que murió pocos años después, en 1529, víctima de la viruela. Otros dicen que vivió en Tenochtitlan junto a Cortés y su hijo Martín hasta su muerte en 1551. En cualquier caso, Hernán Cortés siempre quiso a aquella joven indígena que ayudó a los hombres que habían invadido su tierra por amor.

Doña Marina fue una más de las miles de indígenas que vivieron entre dos mundos: la sociedad indígena tradicional y la de los conquistadores españoles. Fue la primera mujer que se enamoró de uno de los invasores y su hijo, Martín, el primer mestizo de la América Española. También es una de las pocas mujeres indígenas que aparecen en los libros de Historia: nació noble, fue vendida como esclava y acabó siendo la esposa del conquistador del Imperio Azteca.