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jueves, 28 de diciembre de 2023

HISTORIA DE DOS PULSERAS

(UN RECUERDO DEL AÑO 2023)


En septiembre se rompió mi pulsera marrón. Era la pulserita trenzada que adornaba mi muñeca izquierda desde hacía veinte años. Junto a ella tenía otra, negra, que sigue unida a mi brazo. Aquellas pulseritas humildes, resistentes y bien sujetas parecían eternas. Creí en algún momento que estarían las dos conmigo para siempre. 

Recuerdo cuando mis padres me las regalaron. Las vendía un artesano argentino en el paseo marítimo de un pueblito catalán. Aquel hombre las anudó tan fuerte a mi brazo que nunca se soltaron en dos décadas. Me gustaba mirarlas y tocarlas porque me recordaban otros tiempos, otros lugares. Ambas fueron testigos de instantes vividos a los que me es imposible regresar. Una de ellas, la marrón, acabó deshilachándose. 

Era esperable este final, a pesar de todo. Nada dura para siempre, los materiales se deterioran y, aunque parecía muy férrea, la pulserita era frágil. Todo lo tenía en contra: el paso del tiempo, el roce constante con el reloj, el ataque del agua, del sudor, del jabón, de la crema. Todo pasa factura y la pulsera, artesanal, tenía un punto débil, una parte más fina que fue su final. Los hilitos que la formaban se desgastaron y acabaron cediendo.

Se separó discretamente de la muñeca en plena noche. Discreta fue también su compañía en mi brazo. Alguien se fijó alguna vez en ella, pero pasaba desapercibida. La podría haber cortado hacía años, pero nunca me atreví a hacerlo. Y al mirarla veía fortaleza, permanencia en el tiempo, a pesar de todo. También veía complicidad porque vivió conmigo muchos momentos, compartió muchas historias y guardó muchos secretos. Era parte de mí.

La pulsera marrón se rompió a finales de un verano tormentoso. Algo en mí se rompió con ella. Algo en mí se había roto antes de que la pulserita desapareciese. El verano fue difícil, oscuro, agotador. Lo contrario de lo que queremos que sea nuestro periodo vacacional. Y cuando el estío estaba llegando a su fin, la pulserita resistente de mi muñeca dejó de resistir. Quizá fue una metáfora. 

Lo que antes hacía con fervor me provocó rechazo. Recorrí caminos que nunca pensé recorrer. Hice lo que nunca creí que llegaría a hacer. Dediqué tiempo a quien no le importaba. Sentí lo que hacía mucho que no sentía. Quien creí que nunca me haría daño me destruyó de una manera bella, sutil, silenciosa. Lo que más añoraba acabó siendo una anécdota. Y, al final, me alejé de quien hubiese querido tener a mi lado.

Se rompió por su lado más frágil. El nudo nunca se deshizo, pero la pulsera no pudo más. Cuando, por la mañana, me di cuenta, la miré con detenimiento pensando en los largos años que estuvo conmigo. Ya no lo volvería a estar nunca más. Hice ademán de tirarla a la basura. Total, ¿para qué servía ya? Pero, en el último instante, en el último segundo, no pude hacerlo. Los restos inservibles aún conservan algo especial. Que algo se haya quebrado no significa que haya dejado de ser importante.

La mente, que va y viene, repasó en unos minutos dos décadas de mi vida. Repasó logros, sueños, desgracias y alegrías. Repasó momentos felices y tristes. Repasó sentimientos, actitudes, formas de vivir. Se cruzaron en ella aciertos y errores. Igual que la pulserita, algo se fracturó en mi interior. Pero, poderosa mente que siempre busca reponerse, en una milésima de segundo, mis ojos se volvieron hacia la otra pulsera, a la que quedaba intacta: a la negra. Siempre hubo dos pulseras idénticas, salvo en el color. Había olvidado la que seguía resistiendo, la que aún estaba ahí. Había olvidado lo que continúa en mí, lo que sigue en pie. 

Y ahí sigue la negra, en torno a mi muñeca. Ha perdido a su compañera, pero ella resiste. Eran dos, ahora es sólo una, pero está ahí. Es frágil, delicada, pero lleva veinte años sin que el nudo se deshaga, sin que las trenzas se rompan. Y parece que va a persistir, a pesar de todas las amenazas que la rodean. A pesar de todo, la pulsera negra permanece igual que siempre, como si nada hubiera pasado. Como si no se hubiese destruido nada alrededor. Como si no hubiese perdido nada. Sobrevive. Sigo aquí. 


viernes, 22 de diciembre de 2023

ZWEIG, PAZ EN DÍAS MALOS



En febrero se cumplieron ochenta y un años del suicidio de Stefan Zweig, junto a su esposa, en la ciudad brasileña de Petrópolis. Corría 1942, plena Segunda Guerra Mundial, y el escritor austríaco no pudo soportar la idea de un triunfo nazi. Después de tantas décadas, su obra ha quedado ahora libre de derechos de autor y proliferan las ediciones y las reproducciones de sus novelas, biografías y cartas.

Era un día frío y lluvioso de finales de febrero. Era un mal día, de hecho. Los ha habido muy malos este año. Entré en la librería y mis ojos repararon en un libro grueso y pesado de llamativa portada: "Stefan Zweig. Cuentos completos". Había leído algunas de sus obras, pero nunca había imaginado acceder a todas sus novelas de una vez. Lo ojeé unos minutos dudando si comprarlo o no. Siempre he creído que son los libros los que eligen a uno en el momento adecuado para ser leídos y no al revés. Y este libro me eligió a mí aquel día.

El libro grueso de Zweig ha estado conmigo estos meses, me ha acompañado largas semanas. Algunas veces esperaba paciente en la estantería o en la mesa. Otras, entre mis manos, me deleitaba con alguna historia. Leer implica atención, concentración, y cuando la mente zozobra me es difícil dedicar tiempo a la lectura, como ha ocurrido últimamente. Pero muchas de sus novelas cortas fueron la dosis idónea de distracción en algunos momentos difíciles de este año. 

A fin de cuentas, las novelas de Zweig tienen mucha vida. Son retales de cualquier vida. Hablan de miedo, de traición, de ilusión, de esperanza, de amor, de desesperación. En ellas, uno puede rastrear su vida. Compartir su existencia. Y uno, que lee con atención y con lápiz en la mano, marca cuidadosamente las frases que le llegan al alma, que se clavan en la conciencia irremediablemente. Y que dan lecciones de vida. Citas que, como dije ya en otro texto, uno puede aplicar a cualquier momento de su vida. Que puedo aplicar a este año que ahora termina. 

Cuánta verdad hay en esta frase que habla de los momentos decisivos de la vida, los instantes que marcan un antes y un después en la existencia de uno. Son aquellos segundos que determinan años, que dejan su impronta de por vida. Hablé de ello en una entrada en mayo:


Y esta otra, que habla de la unión de dos espíritus a través del recuerdo. Los recuerdos, la memoria, construyen, al fin y al cabo, una parte de nuestro ser y nos unen aunque la distancia, el tiempo y las circunstancias nos separen:


Quizá una de las obras más famosas de Zweig sea "Carta de una desconocida", el relato de un amor apasionado, atormentado, irreal. Un párrafo hiela el alma al leerlo por la humildad y la resignación que transmite: 

"Veinticuatro horas en la vida de una mujer" es otro de los clásicos de Zweig. ¡Cuánto puede cambiar la vida de alguien en solo un día! Una decisión correcta, un error torpe, un acto de valentía o de cobardía, una persona que se cruza en el momento oportuno. Cuántos sentimientos encontrados y contradictorios:


Y esta frase es una de las más sensuales que he leído nunca. Rebosa amor, ternura, erotismo... a pesar de que la pareja en cuestión está esperando un terrible destino:

Y permitidme que termine con otra bien distinta. Aquí, Zweig habla de los libros y de su poder para detener el tiempo y para compartir ideas a través de generaciones. En "Mendel, el de los libros" cuenta la vida de un apasionado de los libros cuya existencia se ve truncada por la maldita guerra. 


Es como si Zweig hablase a uno a través de sus novelas. Como si, en cada frase, en cada historia, el escritor austríaco quisiera darnos una sutil lección de vida. Con ese estilo calmado, pero inclemente, directo, en el que cada párrafo, cada frase, cada palabra está elegida a conciencia, Zweig da paz aunque los días sean malos.







lunes, 11 de diciembre de 2023

ESPÍRITU DE NAVIDAD



Entramos en una construcción destartalada. Algunos cristales están rotos; las verjas de las ventanas, oxidadas; los muros exteriores, desconchados. Se respira un aire decadente, como en todo este barrio de Copenhague al que llaman Christiania. Esta zona es, sin embargo, una de las principales atracciones turísticas de la ciudad. En teoría, es una "ciudad libre" y aquí no se aplican las leyes danesas ni de la Unión Europea. Cada uno hace lo que quiere y como quiere. La droga campa a sus anchas... la delincuencia no, que son daneses.

Un cartel nos anuncia a lo que está dedicado el edificio decrépito: "Mercadillo Navideño". ¡Qué típico para las fechas en las que nos encontramos! Los grafitis que adornan los muros interiores del caserón me llaman la atención. Igual que las escaleras metálicas. El ambiente es extraño. Nos mezclamos dentro gentes de todo tipo: turistas, vendedores, 'artistas'... En el segundo piso está el mercadillo en cuestión. La sala está adecentada, con suelo y paredes de madera. Se venden postales, cuadros, gorros, bufandas y adornos, todo artesanal.

En una de las mesas, una mujer de unos sesenta años vende adornos navideños que elabora en su tiempo libre. Creo que está jubilada así que debe de tener mucho. Son todo conjeturas mías. Mata los ratos haciendo estas manualidades y luego vendiéndolas en el mercadillo de Christiania. Su aspecto es descuidado, con pantalones anchos y blusa de colores. Muy hippie todo. Lo que, desde luego, no son hippies son sus gafas Ray-Ban, su reloj Rólex y el iPhone que tiene sobre la mesa, junto a los adornillos en venta. 

El lugar está decorado convenientemente con los tiempos que corren. Hay banderas palestinas por doquier, símbolos de la paz aquí y allí, pintadas en favor de la legalización de la droga y mensajes feministas. Todo contradictorio, pero acorde a lo que hoy es políticamente correcto en el Viejo Continente. Entiendo que la mujer comulga con todo esto. Eso sí, vigila con celo su iPhone, luce su Rólex y cobra cada adornito navideño a precio de oro. Su conciencia debe de quedar tranquila después de pasar las tardes en Christiania, por la noche supongo que volverá a su confortable casa en su barrio de siempre, lejos de estas cuatro paredes sucias.

Christiania no deja indiferente a nadie. Salimos del mercadillo y caminamos un poco más. Hay una excursión de turistas alemanes que hacen fotos a todo. No hacen caso a las señales que prohíben tomar instantáneas. Se cruzan con hombres ocultos con gorros y pasamontañas negros. Cada uno va a lo suyo aquí. En la calle principal se vende droga sin impedimento ninguno. Los camellos montan sus chiringuitos como si fuese otro mercadillo navideño. De hecho, hay otro mercadillo navideño más allá, en una nave abandonada. Todo es tan caro aquí que no compro nada, a pesar de las causas justas que se publicitan aquí y allá. Prefiero vivir con el remordimiento.

Cuando abandonamos Christiania leemos en un gran letrero: "Está entrando en la Unión Europea". ¡Resulta que por unos minutos estuvimos fuera de la UE y no nos habíamos enterado! Caminamos de nuevo al centro de la Copenhague. Hace frío, mucho frío. El ambiente húmedo cala hasta los huesos. Pero las calles están atestadas. La gente va y viene de aquí y de allá con montones de bolsas. La ciudad está engalanada desde hace semanas, hay lucecitas multicolores por todos lados y en las calles se mezcla el olor a vino, a chocolate y a hamburguesas y perritos. Todos muy calientes, eso sí, para combatir al frío. Probar el vino caliente es curioso para alguien que viene del sur. Tívoli, el parque de atracciones más antiguo de Europa también está exuberantemente decorado para la Navidad. 

Son las siete de la tarde y es de noche desde hace cinco horas. Entramos en un restaurante con la intención de cenar (aunque para nosotros casi sea la merienda). El local también está decorado con temas navideños. En un cartelito de madera que sujeta un Papá Noel sonriente leo "15 days 'till Christmas". Es una cuenta atrás, cada día cambian el número. Quedan quince días para Navidad, pero todo está inundado ya de espíritu navideño. ¡Hasta hay una cerveza con sabor a Navidad! Me dijeron que le echan especias navideñas... ¿A qué sabe la Navidad?

Pero todo esto no es una Navidad real. No es la Navidad. Es una Navidad pagana, como en el resto de Europa. Es una Navidad de papanoeles, elfos, duendecillos, renos, farolillos, luces, gofres, acebo y guirnaldas. Por ningún lado veo al Niño Jesús ni a la Virgen María ni nada relacionado con la religión. Todo está impregnado de espíritu navideño, pero es un espíritu navideño vacío, insípido, carente de su esencia original. Las tradiciones locales desaparecen arrolladas por una nueva tradición foránea fruto de la globalización y por un desbocado consumismo que invita a gastar, gastar y gastar. 

Avanzo por la principal arteria comercial de Copenhague, Strøget. Es la calle de tiendas más larga de Europa. Aquí uno puede entrar en Zara, Gucci o en H&M, puede visitar el Museo del Libro Guinness de los Récords y una enorme tienda de LEGO. Puede comprar casi cualquier cosa. Pero la calle carece por completo de personalidad. Es Copenhague, pero podría ser Madrid, París, Milán o cualquier otra capital europea. Da igual: los establecimientos son iguales, los productos son iguales, el ambiente es igual. Ahora, en diciembre, todo está bien decorado con motivos navideños. Igual que en Londres, en París o en Ámsterdam. Lo importante es comprar y comprar. Y es que todo, al final, está consagrado al nuevo dios al que adoramos. Un dios que no tiene nada que ver con la religión ni con la Navidad. Es la sociedad de consumo, que lo devora todo. 


Vista del interior del Parque Tivoli, en el centro de Copenhague


viernes, 24 de noviembre de 2023

¿CUÁL FUE EL LEGADO DE NAPOLEÓN EN SORIA?



Obelisco a los mártires de la Guerra de la Independencia, Soria


Estos días la figura de Napoleón Bonaparte vuelve a estar de actualidad por el estreno de una película hollywoodiense dirigida por Ridley Scott. Y, como es habitual, proliferan en Twitter (ahora X), Instagram, prensa y televisión no sólo multitud de críticas sobre la película sino también análisis acerca de la figura histórica que protagoniza el filme. Napoleón es a la vez, como casi todos los líderes históricos, un tirano, un genio militar, un loco y un visionario. 

He leído un interesante hilo en Twitter en el que describían el legado histórico de Napoleón. Padre de las naciones europeas, de Alemania, de Italia, de Bélgica, de Polonia. Difusor de las ideas ilustradas por el viejo continente. Padre del derecho civil que se usa en medio mundo, el Código Napoleónico. Y uno se ha preguntado, así de repente, cuál fue el legado del emperador francés en una tierra marginal y pobre (ya a comienzos del siglo XIX) como Soria. ¿Qué dejó Napoleón en Soria?

Seguramente los sorianos oyeron hablar de Napoleón por primera vez a finales del invierno de 1808, cuando algunas patrullas francesas atravesaron la provincia de forma "pacífica y amistosa". La cosa cambió poco después, a finales de mayo, cuando llegaron las noticias del levantamiento del pueblo de Madrid contra el amigo que se había convertido, ahora, en invasor. Fue el comienzo de la Guerra de la Independencia Española (1808 - 1814). El hermano de Napoleón, José Bonaparte, se convirtió en rey de España. "Pepe Botella" lo llamaron los españoles haciendo gala de su legendaria ironía, ya sabéis... 

En la provincia de Soria hubo dos tendencias en aquellos momentos de confusión por la marcha de los reyes a Bayona y el vacío de poder dejado en el reino. En el Burgo de Osma hubo cierta connivencia con los franceses y el ayuntamiento incluso nombró a dos representantes para la Junta de Bayona. No así en la capital soriana, donde el 3 de junio se organizó una Junta Local de Defensa, como en otras ciudades españolas, para ocupar el poder y coordinar la resistencia. Al parecer, fueron los jurados de cuadrilla (16 había entonces) quienes presionaron al ayuntamiento para organizar la Junta. Los sorianos rápido comenzaron a formar batallones como el "Numancia" (el nombre no fue, desde luego, muy original).

Aunque la victoria española en Bailén dio un respiro en el verano de 1808, las cosas se volvieron a torcer en noviembre. Entonces, el propio Napoleón se presentó en España con un enorme ejército. El ejército español se desintegró ante la Grande Armée después de las derrotas en Gamonal, Espinosa de los Monteros y Tudela. Las guerrillas se extendieron por el solar patrio. El 21 de noviembre de 1808, un ejército francés de 20.000 hombres dirigidos por el temible mariscal Ney se presentó ante las murallas de Soria. La ciudad tenía, entonces, unos 4.000 habitantes. 

Podemos imaginar el impacto de 20.000 soldados en una ciudad de esas dimensiones. Los pillajes, los asaltos, las reyertas, las violaciones y los abusos fueron el pan nuestro de cada día en Soria. Y eso que, al principio, los franceses encontraron la ciudad vacía porque los sorianos habían huido a los montes. La ocupación de la ciudad se prolongó desde noviembre de 1808 a marzo de 1812. Pero ¿qué interés tenía Soria para los ejércitos de Napoleón?

Soria se encontraba fuera de los principales ejes de comunicación establecidos por los franceses: el eje Bayona - Burgos - Aranda de Duero - Madrid, por un lado; y el eje Madrid - Zaragoza - Barcelona, por otro. Soria estaba a mitad de camino entre Aranda y Zaragoza, el lugar idóneo para almacenar suministros y armas. Además, la fortaleza medieval de Soria aún ofrecía seguridad a sus moradores, a pesar de su mal estado de conservación, igual que la muralla de la ciudad, aunque estaba arruinada en algunos puntos. 

Los sorianos, mientras tanto, no cesaron de hostigar a los franceses aquí y allá. En la provincia operaron las partidas guerrilleras de El Empecinado y el cura Merino. La Junta de Defensa fue liderada por el general José Joaquín Durán, que liberó la ciudad, por primera vez, el 17 de marzo de 1812, en medio de una copiosa nevada. Los franceses volvieron diez días después y tuvo que huir. Tras la derrota de los ejércitos de Napoleón en la batalla de los Arapiles, las tropas de Durán entraron definitivamente en Soria a finales del verano de 1812. Los franceses no volverían nunca. 

¿Y cómo fue el rastro que dejó "la francesada"? Desolador. En la ciudad, los franceses saquearon el convento de San Francisco y el Hospital de Santa Isabel. La ermita de San Saturio fue parcialmente destruida y el arrabal del oeste de la ciudad (en torno a la Plaza de Herradores y la iglesia de El Salvador) fue incendiado. Las murallas y el castillo fueron voladas por orden del general Durán para evitar que los franceses volviesen a ocuparlas. Desaparecieron obras de arte y joyas. En la provincia, los daños en los campos de cultivo fueron terribles y numerosos pueblos vieron cómo sus iglesias, palacios y castillos eran saqueados: el Burgo de Osma, Almazán, San Esteban de Gormaz, Berlanga de Duero, Ágreda y Medinaceli. La provincia quedó exhausta por la guerra.

Lo peor, como siempre, fueron los muertos. Decenas de patriotas fueron ejecutados por los franceses en Soria, entre ellos, algunos miembros de la Junta de Defensa de Burgos, fusilados en la primavera de 1812. En su honor, se levantó un humilde obelisco en el Campo de la Verdad, entre el Priorato de San Benito (hoy, la plaza de toros), que había sido incendiado por los franceses, y las eras de Santa Bárbara. Allí sigue el monumento, que pasa desapercibido en medio de un pequeño jardín. En su inscripción podemos leer, aún hoy, el año en que se levantó: 1812.

Por otro lado, un soriano que se encontraba en Cádiz, Manuel García Herreros, fue un gran defensor de la causa liberal en las Cortes convocadas en 1810. García Herreros participó en la redacción de la Constitución de 1812, que sería anunciada en la Plaza Mayor de Soria por José Joaquín Durán en septiembre de ese año, en medio de la euforia por la liberación de la ciudad de manos de los franceses. Algunos sorianos, no obstante, fueron acusados de afrancesados, como Vicente García de Leániz, que acabó siendo, no obstante, primer alcalde constitucional de Soria. 

El legado de la invasión napoleónica también se dejó notar tiempo después, en 1833, cuando se reformó la división provincial del país. Javier de Burgos, por encargo de la regente María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII, diseñó una división provincial inspirada en los departamentos franceses, en el plan territorial de la administración francesa de José I durante la Guerra de la Independencia (1808 - 1814) y en el Plan Bauzá del Trienio Liberal (1820 - 1823). La provincia de Soria perdió importantes territorios (las tierras más ricas y prósperas, diría Nicolás Rabal): La Rioja soriana al norte y la mitad de las Tierras de Medinaceli, al sur.

Y, según muchos autores, la invasión napoleónica de España espoleó el nacimiento de la nación española. El pueblo español se levantó en armas contra el invasor extranjero. El barón Marbot, comandante de un batallón francés que recorrió las tierras de Soria en su camino desde Tudela a Aranda, dejó escrito que "como militar tuve que combatir a hombres que atacaban al ejército francés, pero no podía evitar reconocer en mi fuero interno que nuestra causa era mala".

Otro francés, De Rocca, escribió en sus memorias: "...en Alemania habíamos tenido que vencer a gobiernos y a ejércitos; en la Península española, donde íbamos a hacer la guerra no estábamos en absoluto llamados a combatir a tropas en línea, por todas partes y lugares poco más o menos de la misma condición sino contra todo un pueblo...". Los sorianos se sentían parte de aquel pueblo que se alzó contra Napoleón, aunque este nunca pisó Soria. 


Torre del homenaje de la fortaleza de Soria, destruida durante la ocupación francesa de la ciudad. 



BIBLIOGRAFÍA:
  • CALAMA ROSELLÓN, A. (2004): Historia de Soria (1808 - 1814). Sociedad y vida. Fastos y gestas. Desastres y expolios. Soria (España): Diputación.
  • GARCÍA FRÍAS, G. (2022): Una breve Historia de Soria. Soria (España): MLH
  • PÉREZ RIOJA, J.A. (1985): Historia de Soria. Soria (España): Centro de Estudios Sorianos.

martes, 7 de noviembre de 2023

"DIRECTO AL CORAZÓN"


Hace algunos días informaba el Telediario del asesinato de un agricultor palestino a manos de un colono israelí en la ciudad de Nablus (Cisjordania). Según el reportero, era un ejemplo del aumento de la tensión en la zona desde el inicio de la guerra de Gaza en octubre de 2023. Los familiares del hombre mostraron a cámara el vídeo de lo sucedido como prueba de la veracidad de su relato. 

En la grabación, realizada con un teléfono móvil, se podía ver a tres colones israelíes entrando en el olivar del palestino. Uno de los judíos iba armado con un fusil. Después de destruir algunos olivos, cuando el campesino les increpó, el judío disparó, sin mediar palabra, a sangre fría en el pecho del hombre, que murió de inmediato. En la secuencia siguiente, se observaba al agricultor palestino, ensangrentado, tendido en el suelo, mientras sus familiares trataban de auxiliarlo sin éxito. Aquel hombre tenía esposa y varios hijos. Cuando la mujer fue a pedir explicaciones a la casa de los colonos, le amenazaron y le escupieron.  

Las incursiones judías en tierras palestinas debían de ser frecuentes, pero hacía mucho tiempo que no llegaban a esa brutalidad. Con toda impunidad, los colonos judíos entran en las tierras de los palestinos y destruyen su modo de vida. En otras palabras, les hacen la vida imposible hasta que se ven obligados a marcharse a otro lugar. La violencia ha alcanzado en los últimos días niveles que hacía años que no se veían. Y parece que da lo mismo si la perpetran los palestinos contra los israelíes que los judíos contra los palestinos. La violencia es violencia siempre. 

Esta noticia es de esas que hielan a uno el alma cuando las escucha. Entre otras razones porque se salen del relato oficial de buenos y malos que estamos acostumbrados a escuchar. De hecho, en un conflicto así, no suele haber buenos y malos. Casi todos luchan por sobrevivir. Muestran el lado humano de la barbarie, el día a día de la guerra. Pero algunas imágenes causan tal impacto que se quedan en la retina durante años. Incluso, de por vida. Es como si apuntasen directamente al corazón de uno.

Esta noticia me hizo recordar otras imágenes que vi hace muchos (demasiados) años en un periódico. Una secuencia de fotografías terrorífica que nunca se me fue del todo del recuerdo. De esas que dejan tanta huella que, incluso, después de muchos años las tienes presentes, como si las hubieses visto ayer. Eran otras imágenes que van directas al corazón. Que agitan la conciencia.  

Era 2004, yo apenas un adolescente, y estaba acostumbrado a ojear el periódico 'ABC' que compraba cada día mi abuelo. Cuando llegaba a casa del instituto y esperaba la hora de comer, me entretenía pasando sus hojas. Habitualmente prestaba atención a la programación de televisión para ese día y a la tira de 'Cándido' que publicaba cada día Mena en las páginas finales del diario. Lo demás rara vez atraía mi interés. Pero el 12 de febrero de 2004, esta secuencia de fotografías que llevaba en la portada me impresionó:

Detalle de la portada de 'ABC' del 12 de febrero de 2004. 
Se puede consultar aquí.


Con el titular 'Directo al corazón', mostraba el momento exacto de la muerte de un ciudadano en Gaza. Un soldado israelí le había disparado en el corazón, según decía el texto. En aquellos momentos, la Franja de Gaza estaba ocupada por Israel (la abandonaría en 2005). Aquel hombre recibió un disparo en el pecho en plena calle. En las primeras imágenes camina intentando tapar la hemorragia con las manos. En la foto más grande se observa a sus compañeros auxiliándolo instantes antes de que se desplome muerto, como podemos ver en las últimas instantáneas. Son unas fotos de 2004, pero podrían ser de ayer.

Recuerdo perfectamente la conmoción que me causaron esas imágenes. Me recuerdo observando una y otra vez la portada del periódico y leyendo a conciencia el breve texto que las acompañaba. Recuerdo a mí yo de trece años impresionado por aquella muerte retratada en cada instante, el rostro de la víctima, la desesperación de sus compañeros. En aquel momento yo sabía poco del conflicto de Palestina, pero aquella noticia me dejó tal huella que aún la recuerdo. Desde entonces, algunas veces, venía a mi cabeza aquel hombre sin nombre, pero cuya muerte fue retratada por un reportero.

El otro día mi memoria la recuperó, una vez más, después de ver la noticia del agricultor palestino y el colono israelí. Son historias gemelas aunque con diecinueve años de diferencia. Casi dos décadas han transcurrido entre el gazatí víctima del francotirador y el cisjordano asesinado en el olivar. Dos décadas en las que parece que nada ha cambiado en Palestina, donde la muerte, el odio y la venganza son el pan de cada día. 

Creí que no encontraría nunca la portada, de la que desconocía por completo la fecha. Creí que no volvería a ver esas fotografías tan terribles. Pero internet, la Hemeroteca digital del 'ABC' y un poco de paciencia hacen milagros. Te permiten viajar a momentos del pasado, puedes recuperar incluso lo que crees irrecuperable. Busqué la portada con un poco de temor por las sensaciones que podía despertarme de nuevo. Pero al verla, no sentí lo mismo que aquel muchacho de catorce años que la vio por primera vez. Al final, el tiempo y la vida hacen a uno más duro, más frío. Nos acostumbramos a ver con indiferencia las tragedias que nos llegan de otros lugares del mundo. 

viernes, 3 de noviembre de 2023

"PORQUE NO HEMOS APRENDIDO NADA..."


"Viva Suecia" es uno de los grupos de música de última generación. Ya saben, uno de esos que recorren, desde hace un par de años, todos y cada uno de los festivales que se celebran en este país. Uno de los temas de su álbum más reciente (2022) no me pasó desapercibido cuando lo escuché por primera vez. Una de las estrofas se quedó grabada en mis oídos. Dice: 

"Que por esta vez la Historia
cargue contra la memoria 
y, además, no duela..."

Creo que cualquier canción se puede entender de muchas formas. Todo depende de quien la escuche. Depende de su estado de ánimo y de su coyuntura personal en cada momento. Ayer, esta estrofa se cruzó en mi mente otra vez precisamente cuando me preparaba para asistir al estreno de un documental sobre memoria histórica. Nuestra existencia está llena de casualidades.

O quizá no tanto. Parece que hay circunstancias que coinciden en el tiempo porque deben hacerlo para dar sentido a un momento concreto. Es como un hilo que une todo lo que tenemos alrededor, aunque, en apariencia, sean esferas diferentes de nuestra vida, pues ¿qué tiene que ver un modesto documental producido en mi localidad con una canción de un grupo de moda? 

Precisamente ayer estuve leyendo unos papeles que escribí hace tiempo sobre memoria histórica y cultura política. Precisamente ayer estuve hablando con varios compañeros de trabajo al respecto. Y precisamente ayer mi mente recordó la estrofa de la canción. Claro, una vez se recuperan las palabras y la melodía ya no hay quien las saque de la cabeza. Por eso no me quedó más remedio que escribir esto. Es el hilo que une todo en nuestra vida.

La memoria, como todos sabemos, son los recuerdos personales que cada uno tenemos del pasado. La memoria colectiva responde a la idea general que tiene un grupo sobre acontecimientos que han vivido. Y la memoria histórica es el recuerdo colectivo que una generación recibe de las precedentes sobre hechos del pasado que no han vivido. Es un recuerdo prestado, podríamos decir. Así definía los tipos de memoria el sociólogo francés Maurice Halbwachs a principios del siglo XX.

Últimamente está de moda la memoria histórica. Como la música de "Viva Suecia", que también está de moda. Desde todos los resortes del poder, se promueve una memoria histórica concreta, es decir, una visión particular de algunos acontecimientos de nuestro pasado reciente. Tanto el gobierno, como los medios de comunicación, como asociaciones y partidos políticos llevan a cabo políticas de memoria encaminadas a consolidar un recuerdo concreto desde una perspectiva concreta. No hace falta decir que cualquier política de memoria no es inocente, todas persiguen objetivos políticos y sociales. 

La cultura política podríamos entenderla como las actitudes generales que tiene una sociedad hacia sus instituciones, su pasado común, sus valores compartidos. La memoria histórica es parte de la cultura política de una sociedad porque es la visión que se tiene de la historia compartida. Ambas, cultura política y memoria histórica cambian a lo largo del tiempo. Se transforman dependiendo de la coyuntura política de cada momento.

El problema es que esa visión del pasado que ampara la memoria historia no es la verdad ni pretende serlo. Es una visión partidista, sesgada, interesada. De hecho, cualquier memoria lo es. Nuestros recuerdos personales son fruto de sentimientos, de pasiones, de opiniones. Son el resultado del dolor, la alegría, el miedo, las filias y las fobias. Nuestra memoria recuerda cosas y olvida otras, llena huecos y lagunas con la imaginación y omite aquello que no nos interesa. Igual ocurre con la memoria histórica, que es visceral, es subjetiva...

Equiparar la Historia a la memoria es peligroso. La Historia, como ciencia, tiene pretensión de veracidad y de objetividad; la memoria, no. La Historia es fría, analítica, prudente. La memoria es personal, es un relato construido a base de recuerdos sesgados e imperfectos en los que el amor, el miedo, el cariño, el entusiasmo, la furia, el odio y el frenesí juegan un papel importante por más que le intentemos dar un barniz de objetividad y seriedad. Cuando nos acerquemos a la memoria histórica conviene recordar esto. 

Debemos tener cuidado, como sociedad, con la memoria histórica que pretendemos fomentar. No vayamos a desatar emociones y reacciones que no esperamos. Al final la memoria es como una canción: las interpretaciones y los sentimientos que despierta dependen de la persona que la escuche y del momento en el que se encuentre esta; de su coyuntura personal. Si no tenemos en cuenta esto, la memoria se nos puede ir de las manos. Y si desatamos sentimientos peligrosos es que, al final, "no hemos aprendido nada". Este es precisamente el título de la canción a la que me refería antes. Y dudo de que sea otra casualidad. 






"Por la culpa compartida
la real y la fingida,
la pared y la espada"


"Viva Suecia" 
('No hemos aprendido nada', 2022)


jueves, 19 de octubre de 2023

DOLOR


Todas las guerras son espantosas. Y todas dejan imágenes espantosas. En los tiempos que vivimos, esas imágenes se difunden a través de la televisión y las redes sociales y todo el mundo puede verlas. Nos acostumbramos a verlas, pero no por eso dejan de ser espantosas.

Hace algunos días encontré en Twitter un vídeo terrible. Una madre gazatí se despedía de sus dos hijos muertos en un bombardeo israelí. Cogía al pequeño en brazos mientras el cuerpo inerte de la niña estaba tendido en una camilla. Los gritos desgarradores de la madre helaban el alma. A su lado, el padre lloraba desconsolado. La imagen de la madre y su hijo en brazos es terrorífica y, a la vez, muy humana. Es la imagen de la tragedia y del dolor causado por nosotros mismos.

Entre todas las imágenes espantosas de las guerras, las peores son aquellas que muestran el mayor dolor que podemos concebir: el dolor de una madre que ha perdido a su hijo. ¿Hay mayor sufrimiento? Da igual el siglo, la época o el lugar. Da igual la religión, la etnia o la nacionalidad. Es imposible concebir mayor dolor que el de una madre con su hijo muerto en brazos. 

En el Cristianismo, "La Piedad" refleja esa pena.  La Virgen María, desconsolada, sostiene el cuerpo de Jesucristo en sus brazos. En todas partes se ha replicado esta escena. Lo hizo Miguel Ángel en el Renacimiento italiano y Gregorio Fernández en la Castilla del siglo XVII. Algunas esculturas muestran serenidad, pero todas transmiten un terrible sufrimiento al que nada puede compararse. La Virgen María es todas las madres que han perdido lo que más querían; Jesucristo es todos los hijos muertos antes de tiempo.

Más allá de escenas religiosas, estás tragedias son algo cotidiano en todas las guerras del mundo. Que las madres entierren a sus hijos ha pasado siempre, aquí y allá, en épocas de guerra y de conflicto. Da igual a dónde vayamos y de qué conflicto hablemos. En la Alemania nazi, en la Rusia comunista, en la Palestina ocupada, en Yemen o en el Estado de Israel. En todas partes el dolor de las madres es el mismo cuando pierden a quien ha nacido de sus entrañas. En épocas de paz son los hijos quienes entierran a sus madres; en época de guerra son las madres las que entierran a sus hijos. Ya lo dijo el historiador griego Heródoto en el siglo V a.C. En el siglo XXI, sigue siendo igual.

En el "Guernica", de Pablo Picasso, vemos la misma escena. Una madre grita al cielo mientras sostiene el cadáver de su hijo en brazos rodeada de la destrucción causada por el bombardeo de la ciudad. Es la misma desgarradora representación de siempre. En medio de la devastación, de la muerte, del odio, los gritos de las madres pueden con todo. Vencen al miedo y al odio porque no hay nada peor. Por eso el genio malagueño representó su "Piedad" particular en medio de la Guerra Civil española. Por eso la imagen es tan poderosa.

En 2011, el fotógrafo Samuel Aranda ganó el premio World Press a la foto del año con una "Piedad" del siglo XXI. La instantánea, tomada en Yemen durante la guerra civil que ha asolado el país desde hace décadas, muestra una madre consolando a su hijo herido. Es el terror de quien puede perder a su retoño. Da lo mismo que su hijo sea un combatiente, que sea un héroe o que sea un asesino. La incertidumbre, el miedo, la desesperación. Todo ello refleja la imagen. Y el joven no está muerto. Imaginemos a aquellas mujeres que no saben dónde están sus hijos, si siguen con vida o si ya la han perdido. Imaginemos su angustia, su zozobra, su tormento. 

La guerra de Gaza es espantosa. Y espantosas son las imágenes que nos llegan de allí. Es la guerra retransmitida en directo. ¡Y cuántas madres y padres han perdido a sus hijos! ¡Y cuántas madres y padres han muerto en vida! ¡A cuántas madres y padres les da igual ya la guerra, la destrucción y su vida porque han perdido lo que más querían! ¡Cuántos se han hecho invencibles e invulnerables por el dolor de perder a un hijo! 

martes, 10 de octubre de 2023

UNA PAZ IMPOSIBLE



"El enemigo quería una guerra. Tendrá una guerra."

Benjamín Netanyahu, octubre de 2023


Lo que ocurrió el sábado 7 de octubre de 2023 fue, simple y llanamente, un acto terrorista. Hamás, un grupo fundamentalista islámico, considerado terrorista por EE.UU., Israel y la Unión Europea, atacó a civiles en el sur y el centro de Israel. El terrorismo puede definirse como un acto violento cometido contra la población civil para lograr un objetivo político creando un clima de terror que fuerce cambios en el orden establecido. Es precisamente lo que buscaba Hamás con el asesinato de centenares de civiles israelíes: alterar el frágil equilibro en el que se mantiene en paz Oriente Próximo.

Hamás gobierna desde el año 2007 la Franja de Gaza, donde sobreviven hacinados más de dos millones de personas. Desde su fundación en los años 80, su objetivo declarado ha sido la destrucción del Estado de Israel a través de la Yihad (guerra santa islámica). Con el apoyo de Irán, Catar y de otros grupos terroristas islamistas (como Hezbolá en el sur del Líbano), ha atacado frecuentemente Israel lanzando cohetes desde la Franja que rara vez alcanzan sus objetivos. Sin embargo, nunca hasta ahora habían llevado a cabo una incursión en territorio hebreo de las dimensiones de las del pasado sábado.

Los líderes de Hamás conocen perfectamente la superioridad armamentística del Estado israelí. Sabían que el ataque era una acto suicida porque las represalias del ejército de Israel serían terribles para la población gazatí. Y, sin embargo, esto no los detuvo. Cometieron el ataque aprovechando fallas (difíciles de entender) en los servicios de inteligencia de Israel. ¿Por qué? Podemos enumerar varios propósitos que ha logrado Hamás a corto plazo.

En primer lugar, ha conseguido que la opinión pública mundial vuelva sus ojos hacia Palestina otra vez. El conflicto palestino había sido eclipsado por otros desde hacía algún tiempo. A la vez, ha paralizado los contactos entre Israel y Arabia Saudí (amparados por EE.UU.) que iban a culminar en el reconocimiento de Israel por parte del reino saudí. Tercero, ha sacado los colores a los gobiernos de otros países árabes, como Marruecos y Sudán, que han reconocido, recientemente, al Estado de Israel. Y, en último lugar, esperan que la opinión pública de los países árabes apoye la causa palestina en las calles una vez más cuando las imágenes de la destrucción provocada por el ejército israelí en Gaza den la vuelta al mundo.

Hamás ha logrado estos objetivos en un momento en el que su gobierno en la Franja de Gaza empezaba a despertar oposición interna (un gobierno brutal y sanguinario, por otra parte). Es probable que salga reforzado tras esto. Al mismo tiempo, el ataque se ha producido cuando Israel se encontraba en una crisis interna grave, con problemas políticos en el gobierno de Netanyahu y los partidos de extrema derecha; y una fractura social nunca antes vista en el Estado hebreo. Es esperable, no obstante, que la respuesta al ataque refuerce la cohesión interna de Israel, tanto a nivel político como social.

¿Qué utilidad tiene este ataque para la resistencia histórica palestina? Ninguna. Y Hamás lo sabe. Israel ha salido victorioso de las seis guerras árabe - israelíes (1948-1949, 1956, 1967, 1973, 1982, 2006). Su superioridad militar (con asistencia occidental, sobre todo de EE.UU.) es apabullante. Pero también lo es otra realidad: Israel no ha conseguido nunca eliminar la resistencia del pueblo palestino. Por terrible y despiadada que sea la respuesta del gobierno de Tel Aviv, Hamás, como organización, va a sobrevivir. El terrible coste del acto terrorista del sábado lo pagarán los dos millones de palestinos que viven en la Franja de Gaza. La mitad tiene menos de catorce años. Y, luego, todo seguirá igual. 

Después de la humillación sufrida, Israel se defenderá con una contundencia que quizá nunca antes hayamos visto. Será la respuesta a las centenares de víctimas inocentes israelíes y de otras nacionalistas que los terroristas causaron el sábado. Pero el gobierno israelí y los altos mandos de su ejército saben que destruir Gaza no significa acabar con Hamás ni con la resistencia palestina. Es más, un castigo demasiado atroz sobre Gaza puede poner a la opinión pública mundial (ahora a favor de Israel por los ataques sufridos) en su contra en pocas semanas. El ejército hebreo, por otra parte, no tiene capacidad para afrontar un conflicto armado de larga duración (por recursos y población). Es posible que la respuesta sea dura y contundente, pero corta en el tiempo.

El primer ministro Netanyahu dijo que "lo que haremos en los próximos días (en Gaza) será recordado durante generaciones". El ministro de Defensa, Yoav Gallant, afirmó que "estamos avanzando hacia una ofensiva total.(...) Gaza nunca volverá a ser lo que era". Es poco probable, a pesar de estas declaraciones, que los soldados israelíes entren en Gaza pues sería una ratonera para ellos. Israel sí está impidiendo la evacuación de los gazatíes, confinados en la estrecha Franja sin electricidad, comida, ni agua. Dos millones de vidas en riesgo. Esto es considerado un crimen contra la humanidad en cualquier lugar del mundo. Pero Israel está acostumbrado a no recibir condenas internacionales por sus acciones. Ni EE.UU. ni la Unión Europea van a condenar nada que ordene Tel Aviv. Imaginemos entonces el resultado de cualquier operación militar hebrea. 

Sobre el papel puede haber muchas soluciones, expuestas por iluminados de aquí y de allá. Desde Europa y desde América podemos hacer llamamientos a la paz y al entendimiento entre unos y otros. Podremos condenar el salvajismo y la crueldad de unos y otros pues ambos bandos cometen con frecuencia crímenes de guerra. Pero no podremos cambiar nunca la cruda realidad que tenemos ante nosotros. La realidad de que ninguna solución se atisba a corto plazo para este conflicto. La realidad de que, después de setenta y cinco años de enfrentamientos, la paz en Palestina sigue siendo hoy imposible.









*Palestina es el nombre histórico de la región geográfica limitada por el Mar Mediterráneo al oeste y el río Jordán y el mar Muerto al este. Se ha empleado este término desde época romana. Hoy, esta región se encuentra dividida entre el Estado de Israel y los territorios del Estado palestino de Gaza y Cisjordania. Gran parte de ellos están ocupados por Israel. 

viernes, 6 de octubre de 2023

LAS COSAS CAMBIAN


El profesor Peter Stearns dice que la Historia nos ayuda a entender y aceptar el cambio. Es una de las razones que enumera en su ensayo "Why Study History?" (1998) por las que los alumnos deben estudiar Historia en la educación primaria y secundaria. A fin de cuentas, los orígenes del presente sólo están en el pasado y la transformación, el cambio, es el resultado del simple paso del tiempo. 

Esta idea la comento con mis alumnos adolescentes todos los cursos. Aceptar que las cosas cambian es esencial para comprender el mundo en el que vivimos y nuestra propia vida. Nosotros cambiamos, nuestro entorno cambia y el mundo cambia. Y darnos cuenta de ello nos ayuda a vivir mejor, a aceptar las cosas tal y como vienen. A ser felices, en definitiva, que es de lo que trata esto. Ya saben: Historia, maestra de vida. 

Uno de los temas en la Historia que mejor muestra el cambio, la transformación de la sociedad es el paso de la Edad Antigua a la Edad Media: la caída del Imperio Romano en el siglo V, las invasiones bárbaras, la pervivencia del Imperio Bizantino y el ascenso del Islam (s. VII). Y todo se ve en los primeros temas del segundo curso de la Educación Secundaria Obligatoria. Estudiamos un mundo en transformación, en el paso de la Antigüedad tardía al Medievo, un tiempo en el que Estados que parecían eternos se desmoronan, mientras otros sobreviven y soportan la embestida de nuevos actores históricos.

Cada año les pido a mis alumnos que reflejen su visión de ese mundo cambiante en un cómic de cuatro viñetas. Pueden elegir el tema que prefieran entre estos cuatro: la caída de Roma, las invasiones bárbaras, el reino visigodo o el Imperio Bizantino. Y lo cuentan a su manera. Algunos trabajos son brillantes pero todos reflejan el  momento de cambio del que hablaba. Aquí están algunas viñetas destacadas:

En ésta, un alumno resume brillantemente la situación del Imperio Romano en el siglo V. El bárbaro le dice al soldado romano "¡Ayuda! Dejadnos ser vuestros ciudadanos", mientras el legionario romano responde "No. No sois como nosotros". Las migraciones germánicas transformaron el Imperio, lo sometieron a una terrible presión y provocaron, al final, el colapso de Roma. Un estado de mil años de vida se desmoronó en pocas décadas. Pero la vida (la Historia) continuó en Europa.

Este otro muestra un escenario imponente: en la ciudad de Roma, junto al coliseo, unos soldados romanos se disponen a defender la ciudad del ataque de los vándalos y los visigodos. "Vamos a defender Roma", podemos leer; pero los bárbaros responden: "No, os estáis largando". Unos llegan y otros se marchan, como en nuestra vida. De nada sirve resistirse a los cambios porque son inevitables. Al final, el paso del tiempo es la principal transformación. Y nadie puede resistirse a eso.


Esta alumna habla de Bizancio, la parte del Imperio Romano que sobrevivió mil años a la caída de Roma. Y en una de las viñetas resume de manera magistral ese milenio. Frente a la majestuosa basílica de Santa Sofía, junto a la tumba de Justiniano, un individuo dice: "Justiniano fue un buen emperador, conquistó territorios y construyó edificios. Pero cuando murió, perdimos muchos territorios". Otra muchacha refleja con esta viñeta el fin del Imperio Romano de Occidente. Un emperador niño, Rómulo Augústulo, entrega la corona resignado: "Ahí vas", le dice al símbolo de su poder. 

Al final, parece que los muchachos de doce y trece años que han elaborado estos trabajos comprenden la fugacidad de todo. El Rómulo Augústulo de esta viñeta acepta el destino tal y como viene, sin remedio. Como, seguro, lo acepto el personaje histórico real (a medio camino entre la leyenda y la Historia) cuando el godo Odoacro lo depuso, pero le perdonó la vida en el 476 d.C. 

Todos transmiten una misma idea: lo fuerte se hace débil, lo que parecía indestructible se quiebra y lo inolvidable se olvida. Todo con el tiempo termina. Stearn dice que sólo estudiando el pasado podemos captar por qué esto sucede, por qué las cosas cambian. Tanto en nuestra sociedad como en nuestra vida, creo yo. 

jueves, 24 de agosto de 2023

CREER... Y REZAR


Entro en la diminuta ermita que parece apartada del bullicio que vive la alameda en las tardes de verano. El recogimiento y la oscuridad del templo contrastan con la luz y el fervor del exterior. No hay nadie a pesar del frescor que los gruesos muros protegen frente al calor del estío.

Aquí no entran muchos jóvenes - me dice una voz desde un rincón del templo. No había percibido su presencia. - A ti no te he visto nunca por aquí - prosigue, mientras el contorno de un anciano con bastón sale de la penumbra, iluminado por la luz que entra a través del portón.

- Vengo algunas veces - replico - cuando era niño venía más a menudo. - No lo conozco, pero el anciano me transmite confianza. Lo miro de reojo, esbozando media sonrisa. - Hace muchos años, solía venir con mi abuelo. Él se quedaba aquí y yo pasaba a la capilla. Me decía que rezase un 'Padrenuestro' y que pidiese por mi padre, mi madre, mi hermano, mis abuelos... -

- ¿Y también pedías por ti? - me interrumpe el hombre que ya se encuentra junto a mí, a mi derecha.

- No... Por mí no solía pedir. - contesto con voz entrecortada, bajando los ojos al suelo. No cruzamos las miradas, nuestros ojos se dirigen al frente, hacia la imagen de la Virgen de la Soledad, que es testigo de esta conversación improvisada.

- Y luego, dejaste de venir... Y de rezar... Y de creer... - dice el viejo, empeñado en saber más y más de mí. 

- El tiempo pasa, las cosas cambian. Muchas veces no hace caso a los ruegos y a los rezos... - respondo admitiendo lo que el hombre ha dicho, queriendo excusarme sin razón. 

- Y, sin embargo, aquí estás - inquiere. No sé a dónde quiere llegar, pero la conversación fluye. 

- Sí, aquí estoy. A veces vengo. No a rezar. Hace mucho que no rezo. - Mientras pronunció estas palabras se escuchan los cantos de los pájaros en el exterior y el vocerío de los niños que juegan en el parque. Entonces el diálogo se acelera:

- ¿Y por qué vienes, entonces?

- Este lugar me da paz - respondo.

- Ah, ya entiendo: cuando la vida aprieta, tú vienes aquí buscando paz. ¿Y la encuentras? 

- Más o menos - contesto esbozando media sonrisa - Vengo aquí y pienso en mis cosas, en mis miedos, en mis ilusiones. Miro al futuro con calma. Me ayuda.

- Te entiendo a la perfección, la vida frenética nos obliga, a veces, a detenerla a la fuerza. Cuando nada es seguro, cuando todo puede derrumbarse, al final sólo encontramos tranquilidad en nosotros mismos. Y para llegar a nosotros, necesitamos calma. - explica el anciano, que parece haber captado lo que he insinuado.

Por primera vez en todo el rato nos miramos y reímos. Los ojos del hombre reflejan bondad y honestidad. Entonces, termina diciendo - Eso es rezar... Y creer...  

Sin despedirme, me dirijo a la capilla, como siempre, a ver al Cristo del Humilladero. Miro la imagen con detenimiento y la bella bóveda que la cobija. Hay paz. Siento paz. Poco después, vuelvo a salir. El hombre ya no está. El templo está vacío. No hay nadie excepto yo. Excepto yo.


 

sábado, 5 de agosto de 2023

LA PROFECÍA DEL ÁNGEL REDENTOR




¡La ciudad ha caído! ¡La ciudad ha caído! ¡Alabado sea Dios! - gritan los soldados turcos que ya recorren las laberínticas callejuelas de los suburbios occidentales de Constantinopla. Es el amanecer del 29 de mayo de 1453. Después de una noche de combates, los sitiadores han conseguido abrir varios boquetes en el muro de Teodosio, las imponentes murallas que protegen la ciudad por el oeste. La batalla ha finalizado.

Al oír los gritos victoriosos de sus enemigos, los defensores que aún se afanan en repeler el ataque en otras zonas de la ciudad abandonan sus puestos y huyen. Todo se ha cumplido: por fin, la capital del Imperio Romano de Oriente (el Imperio Bizantino) ha caído. Apenas hay ocho mil bizantinos dentro de su ciudad, sus últimos habitantes cristianos, que esperaban un milagro para evitar, en el último suspiro, la muerte o la esclavitud. Saben bien qué les espera ahora.

En las calles de la antigua Bizancio se desata una carnicería. El sultán turco, el joven Mehmet II, ha permitido a sus tropas saquear la ciudad. Y eso es, precisamente, lo que está ocurriendo. Sedientos de riqueza después de varios meses de duro asedio, cien mil soldados otomanos asaltan iglesias, palacios y casas en busca de tesoros: joyas, monedas, baratijas, cualquier cosa les sirve. Constantinopla es saqueada de nuevo, como ya lo fue por los cruzados europeos doscientos años antes. Esta vez, en cambio, la toma de la ciudad es definitiva.

Entre gritos y plegarias a un Dios que parece haberlos abandonado a su suerte, los bizantinos se esconden donde encuentran cobijo. Algunos entran en los templos esperando que los musulmanes respeten los lugares sagrados. No es así. Las mujeres y las niñas son capturadas para engrosar los harenes de los jefes turcos. Los hombres y los niños son enviados como esclavos a otros lugares del Imperio Otomano. Y los ancianos, inútiles para el trabajo, son pasados por las armas. No hay piedad. Es el destino de los vencidos, de los últimos descendientes de los romanos que en otro tiempo dominaron el mundo. Ahora no son nada.

Se producen escenas terribles. La sangre corre por las calles formando auténticos ríos. Los iconos y las reliquias, sacados de las iglesias como si fuesen un arma más contra el invasor, están ahora por los suelos. Los incendios consumen algunos edificios. Hay cadáveres por todos lados. Algunos están mutilados. Entre ellos, hay quien reconoce al último emperador, Constantino XI, que ha muerto heroicamente en el combate.

Para los bizantinos, y para los europeos del siglo XV, Constantinopla aún es "el líder y el ojo del mundo habitado". Y, a pesar de todo, nadie le ha prestado ayuda cuando el emperador la ha pedido a Occidente. Ni Venecia, ni el Papa, ni ningún otro reino de Europa ha atendido las desesperadas demandas de auxilio de la capital del Bósforo. Pero cuando llega el momento decisivo, todos asisten atónitos al funeral del Imperio Romano, al último acto de una historia que se remonta más de mil quinientos años en el tiempo. 

Los bizantinos que huyen de sus perseguidores turcos, que buscan una última oportunidad para escapar, saben que se encuentran solos, que nadie va a ayudarles. Y aún así, a pesar de la desesperación y el miedo; a pesar de que todo está perdido, de que el destino está escrito sin remedio, confían en que Constantinopla sea recuperada para la cristiandad y el Imperio sobreviva.

En medio de una tragedia sin igual en la Historia, en medio del llanto y la desolación, los bizantinos, que se consideran a sí mismos romanos, aún siguen anhelando el resurgir de Roma y de su Imperio como tantas veces ha ocurrido. Y lo único que les queda para mantener la ilusión, lo único que tienen para creer en el futuro, para no sucumbir en la desesperanza, es una profecía. Un simple profecía. Mientras se ocultan de las huestes enemigas, mientras huyen hacia ningún lugar, muchos miran al firmamento buscando aquello que alguien les anunció: cuando la ciudad haya caído, un ángel redentor descenderá del cielo y derrotará definitivamente a los turcos.

Uno de los defensores de Constantinopla, Miguel Ducas, cree en el milagro imposible. Dios todopoderoso enviará un soldado celestial armado con una gran espada y descenderá sobre la columna de Constantino "el Grande", fundador de la ciudad. Los otomanos serán aniquilados y el trono será entregado a un hombre humilde y sencillo que se convertirá en emperador, en el nuevo basileus. El Imperio será restaurado y volverán tiempos de gloria y poder. Es la ultima profecía de los bizantinos. El último milagro que esperan.

Todo ha terminado. Ya no hay batalla. Los enemigos están dentro de la ciudad. Acaban de llegar a Santa Sofía, la gran basílica construida por Justiniano que pronto se convertirá en mezquita. Todo está perdido. Pero aún así, a pesar del terror paralizante, de la tristeza por lo perdido y de la desilusión, hay quien confía en que todo irá bien. Hay quien, a pesar de todo, se resiste a perder uno de los grandes motores de la vida. Hay quien, incluso al final, tiene esperanza.

sábado, 22 de julio de 2023

OPPENHEIMER: AYER, HOY, MAÑANA


"Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos"

R. Oppenheimer


Las tres horas de "Oppenheimer" descubren a un hombre desconocido, alumbran el mundo en el que vivimos y plantean un dilema moral ajeno a muchos de nosotros hasta ahora. Se trata de un thriller histórico que te mantiene expectante hasta el último minuto y va más allá del (ya de por sí trepidante) desarrollo de la bomba atómica.

Robert Oppenheimer murió en 1967, pero no hace falta decir que su influencia se extiende hasta el presente. En un contexto internacional actual, en el que el dictador ruso amenaza directamente con el uso del armamento nuclear en la guerra de Ucrania, la figura del llamado "padre de la bomba atómica" no es en ningún caso insignificante. Oppenheimer es uno de los personajes más destacados del siglo XX, aunque sea desconocido para los individuos del XXI.

El mundo en el que vivió Oppenheimer era muy diferente al actual, pero cambiante, como este. Cuando empezó a trabajar en el Proyecto Manhattan (que daría a luz a la bomba atómica) corría el año 1942, en plena Segunda Guerra Mundial. Los enemigos de EE.UU. eran los nazis, que estaban desarrollando su propio armamento nuclear. Los soviéticos eran, entonces, unos aliados incómodos, pero aliados, al fin y al cabo. Pocos años después, derrotada Alemania y muerto Hitler, fue la Unión Soviética el gran enemigo de EE.UU. y con quién habían de competir por el desarrollo de armas cada vez más destructivas. Los tiempos cambian; los enemigos, también.

La película plantea el dilema moral sobre el uso de la bomba atómica. Oppenheimer, líder del equipo de científicos que la desarrolló, se opuso, después, a su uso y apostó abiertamente por la negociación entre las naciones para detener una carrera armamentística que podría destruir el mundo. Fracasó, como es sabido. Y, además, le granjeó enemigos personales, como Lewis L. Strauss. Nuestro protagonista fue, no obstante, un hombre controvertido, pues estuvo vinculado al Partido Comunista en sus años jóvenes, algo intolerable en los Estados Unidos de los años 50.

¿Estuvo justificado el uso de la bomba atómica contra Japón en agosto de 1945? Esta es la gran pregunta imposible de contestar. Por supuesto, la película no lo hace. ¿Hasta qué punto fue responsable Oppenheimer de la muerte de cientos de miles de personas en Hiroshima y Nagasaki?

La Física cuántica, el mal y la culpa recorren la película de principio a fin. De la primera no voy a hablar; de las otras dos, un poco. El mal lo impregna todo, desde el desarrollo de la bomba atómica en el laboratorio de Los Álamos hasta las acusaciones de traición contra Oppenheimer por sus actuaciones filocomunistas décadas antes. Y, junto al mal, la culpa por todo ello: por el desarrollo de un arma tan destructiva, por el uso de la bomba atómica sobre Japón y por las simpatías hacia el comunismo en otros momentos de la existencia. El pasado impregna el presente y el futuro.

La idea que obsesiona a Oppenheimer durante toda la cinta es la posibilidad de que la detonación genere una reacción en cadena que afecte a la atmósfera y provoque la destrucción del mundo. "¿Me está diciendo que hay una probabilidad de que al pulsar ese botón destruyamos el mundo?". Al final, Oppenheimer se da cuenta de que la reacción en cadena se ha producido: una carrera armamentística entre Estados Unidos y la Unión Soviética por producir armas cada vez más mortíferas que él intentó detener si éxito.

Hoy, en pleno siglo XXI, esa reacción en cadena sigue imparable. Además de Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte poseen cabezas nucleares. ¿Quién será el siguiente? 






PARA LEER MÁS: "Nunca más debemos repetir la devastación de la guerra" (15 de agosto de 2015)