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viernes, 22 de diciembre de 2023

ZWEIG, PAZ EN DÍAS MALOS



En febrero se cumplieron ochenta y un años del suicidio de Stefan Zweig, junto a su esposa, en la ciudad brasileña de Petrópolis. Corría 1942, plena Segunda Guerra Mundial, y el escritor austríaco no pudo soportar la idea de un triunfo nazi. Después de tantas décadas, su obra ha quedado ahora libre de derechos de autor y proliferan las ediciones y las reproducciones de sus novelas, biografías y cartas.

Era un día frío y lluvioso de finales de febrero. Era un mal día, de hecho. Los ha habido muy malos este año. Entré en la librería y mis ojos repararon en un libro grueso y pesado de llamativa portada: "Stefan Zweig. Cuentos completos". Había leído algunas de sus obras, pero nunca había imaginado acceder a todas sus novelas de una vez. Lo ojeé unos minutos dudando si comprarlo o no. Siempre he creído que son los libros los que eligen a uno en el momento adecuado para ser leídos y no al revés. Y este libro me eligió a mí aquel día.

El libro grueso de Zweig ha estado conmigo estos meses, me ha acompañado largas semanas. Algunas veces esperaba paciente en la estantería o en la mesa. Otras, entre mis manos, me deleitaba con alguna historia. Leer implica atención, concentración, y cuando la mente zozobra me es difícil dedicar tiempo a la lectura, como ha ocurrido últimamente. Pero muchas de sus novelas cortas fueron la dosis idónea de distracción en algunos momentos difíciles de este año. 

A fin de cuentas, las novelas de Zweig tienen mucha vida. Son retales de cualquier vida. Hablan de miedo, de traición, de ilusión, de esperanza, de amor, de desesperación. En ellas, uno puede rastrear su vida. Compartir su existencia. Y uno, que lee con atención y con lápiz en la mano, marca cuidadosamente las frases que le llegan al alma, que se clavan en la conciencia irremediablemente. Y que dan lecciones de vida. Citas que, como dije ya en otro texto, uno puede aplicar a cualquier momento de su vida. Que puedo aplicar a este año que ahora termina. 

Cuánta verdad hay en esta frase que habla de los momentos decisivos de la vida, los instantes que marcan un antes y un después en la existencia de uno. Son aquellos segundos que determinan años, que dejan su impronta de por vida. Hablé de ello en una entrada en mayo:


Y esta otra, que habla de la unión de dos espíritus a través del recuerdo. Los recuerdos, la memoria, construyen, al fin y al cabo, una parte de nuestro ser y nos unen aunque la distancia, el tiempo y las circunstancias nos separen:


Quizá una de las obras más famosas de Zweig sea "Carta de una desconocida", el relato de un amor apasionado, atormentado, irreal. Un párrafo hiela el alma al leerlo por la humildad y la resignación que transmite: 

"Veinticuatro horas en la vida de una mujer" es otro de los clásicos de Zweig. ¡Cuánto puede cambiar la vida de alguien en solo un día! Una decisión correcta, un error torpe, un acto de valentía o de cobardía, una persona que se cruza en el momento oportuno. Cuántos sentimientos encontrados y contradictorios:


Y esta frase es una de las más sensuales que he leído nunca. Rebosa amor, ternura, erotismo... a pesar de que la pareja en cuestión está esperando un terrible destino:

Y permitidme que termine con otra bien distinta. Aquí, Zweig habla de los libros y de su poder para detener el tiempo y para compartir ideas a través de generaciones. En "Mendel, el de los libros" cuenta la vida de un apasionado de los libros cuya existencia se ve truncada por la maldita guerra. 


Es como si Zweig hablase a uno a través de sus novelas. Como si, en cada frase, en cada historia, el escritor austríaco quisiera darnos una sutil lección de vida. Con ese estilo calmado, pero inclemente, directo, en el que cada párrafo, cada frase, cada palabra está elegida a conciencia, Zweig da paz aunque los días sean malos.







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