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sábado, 22 de julio de 2023

OPPENHEIMER: AYER, HOY, MAÑANA


"Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos"

R. Oppenheimer


Las tres horas de "Oppenheimer" descubren a un hombre desconocido, alumbran el mundo en el que vivimos y plantean un dilema moral ajeno a muchos de nosotros hasta ahora. Se trata de un thriller histórico que te mantiene expectante hasta el último minuto y va más allá del (ya de por sí trepidante) desarrollo de la bomba atómica.

Robert Oppenheimer murió en 1967, pero no hace falta decir que su influencia se extiende hasta el presente. En un contexto internacional actual, en el que el dictador ruso amenaza directamente con el uso del armamento nuclear en la guerra de Ucrania, la figura del llamado "padre de la bomba atómica" no es en ningún caso insignificante. Oppenheimer es uno de los personajes más destacados del siglo XX, aunque sea desconocido para los individuos del XXI.

El mundo en el que vivió Oppenheimer era muy diferente al actual, pero cambiante, como este. Cuando empezó a trabajar en el Proyecto Manhattan (que daría a luz a la bomba atómica) corría el año 1942, en plena Segunda Guerra Mundial. Los enemigos de EE.UU. eran los nazis, que estaban desarrollando su propio armamento nuclear. Los soviéticos eran, entonces, unos aliados incómodos, pero aliados, al fin y al cabo. Pocos años después, derrotada Alemania y muerto Hitler, fue la Unión Soviética el gran enemigo de EE.UU. y con quién habían de competir por el desarrollo de armas cada vez más destructivas. Los tiempos cambian; los enemigos, también.

La película plantea el dilema moral sobre el uso de la bomba atómica. Oppenheimer, líder del equipo de científicos que la desarrolló, se opuso, después, a su uso y apostó abiertamente por la negociación entre las naciones para detener una carrera armamentística que podría destruir el mundo. Fracasó, como es sabido. Y, además, le granjeó enemigos personales, como Lewis L. Strauss. Nuestro protagonista fue, no obstante, un hombre controvertido, pues estuvo vinculado al Partido Comunista en sus años jóvenes, algo intolerable en los Estados Unidos de los años 50.

¿Estuvo justificado el uso de la bomba atómica contra Japón en agosto de 1945? Esta es la gran pregunta imposible de contestar. Por supuesto, la película no lo hace. ¿Hasta qué punto fue responsable Oppenheimer de la muerte de cientos de miles de personas en Hiroshima y Nagasaki?

La Física cuántica, el mal y la culpa recorren la película de principio a fin. De la primera no voy a hablar; de las otras dos, un poco. El mal lo impregna todo, desde el desarrollo de la bomba atómica en el laboratorio de Los Álamos hasta las acusaciones de traición contra Oppenheimer por sus actuaciones filocomunistas décadas antes. Y, junto al mal, la culpa por todo ello: por el desarrollo de un arma tan destructiva, por el uso de la bomba atómica sobre Japón y por las simpatías hacia el comunismo en otros momentos de la existencia. El pasado impregna el presente y el futuro.

La idea que obsesiona a Oppenheimer durante toda la cinta es la posibilidad de que la detonación genere una reacción en cadena que afecte a la atmósfera y provoque la destrucción del mundo. "¿Me está diciendo que hay una probabilidad de que al pulsar ese botón destruyamos el mundo?". Al final, Oppenheimer se da cuenta de que la reacción en cadena se ha producido: una carrera armamentística entre Estados Unidos y la Unión Soviética por producir armas cada vez más mortíferas que él intentó detener si éxito.

Hoy, en pleno siglo XXI, esa reacción en cadena sigue imparable. Además de Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte poseen cabezas nucleares. ¿Quién será el siguiente? 






PARA LEER MÁS: "Nunca más debemos repetir la devastación de la guerra" (15 de agosto de 2015)

martes, 18 de julio de 2023

CITAS


Un café solo con hielo, por favor - pido al camarero en esta calurosa tarde de julio. Enseguida lo sirve. Antes de verter el café en el vaso con los hielos abro el sobrecito del azúcar. Luego mis ojos se fijan en la cita que tiene impresa y no puedo evitar esbozar una tímida sonrisa: "La vida es como montar en bicicleta, para mantener el equilibrio no hay que dejar de pedalear. Albert Einstein."

En una sociedad de eslóganes, titulares y tuits, las citas y las frases al estilo Mr. Wonderful son recurrentes. Están en todas partes. En realidad, cualquiera de estas frases sirve para todos pues todos podemos aplicárnoslas en un sentido u otro. Nos persiguen en las redes sociales, en los anuncios o incluso en los sobrecitos del azúcar, pero, aún así, cuando las leemos parece que alguien las puso ahí para nosotros.

De camino a casa suena una canción en la radio del coche. La conocía, pero hacía tiempo que no la escuchaba. Mi mente la había olvidado, pero ahora parece que alguien cree que es momento de recuperarla. Y encaja. Una estrofa dice: "Yo te confieso que no me arrepiento. Y aunque estoy sufriendo, podría ser peor..." Ahí es nada. Mis acompañantes hablan despreocupadas, pero esas palabras de Morat y Juanes me llegan a lo más profundo. Igual que las de Einstein.

Parece que la vida, con sus citas caprichosas, manda mensajes que alivian a uno por momentos, como píldoras contra una enfermedad. Corren semanas malas, desde luego. Semanas de preguntas sin respuestas.

Ya en casa, repaso en la estantería los libros que allí esperan, que llevan esperando pacientemente demasiado tiempo a que les atienda. No ha sido posible, al menos, hasta ahora. Aún tienen que esperar algo más, me temo. Al coger uno de ellos, cae una nota al suelo en la que escribí hace unos meses una frase del "Quijote". Otra cita dichosa que se empeña en cruzarse en mi camino hoy: "Uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son..." le dice en el Capítulo XVIII "el de la Triste Figura" a su escudero Sancho.

Claro que Cervantes pone esta frase en boca de don Quijote justo en el momento en el que el loco de la Mancha va a batir un rebaño de ovejas y cabras convencido de que se trata de un gran ejército enemigo. La frase, no obstante, no pierde un ápice de verdad porque don Quijote es un idealista y lucha aunque todo esté en contra. Da la sensación de que el destino tiene interés especial en que lea yo estas citas en este momento, y actúa como Pulgarcito con sus migas de pan en el bosque. 

Y luego están las frases de autoayuda que inundan las redes sociales, que proliferan en Instagram, en Twitter, en WhatsApp... Y todas sirven para las situaciones más variadas, aunque, insisto, son perfectas para que cada uno se las aplique a sí mismo le ocurra lo que le ocurra. Por la noche, en el periplo errante por estas aplicaciones, leo una frase con atención: "No te hagas responsable de los sentimientos de otros." Frunzo el ceño, molesto con semejante afirmación. Es cierta, en el fondo, aunque no guste. 

Sigo pasando tuits en un movimiento de pulgar inconsciente, de abajo a arriba. Tropiezo entonces con otro hilo de frases célebres, aunque no sé si alguien célebre las pronunció. Me temo que no. La mayoría son lugares comunes, cosas obvias. Nadie importante las dijo nunca, pero casi todos las hemos pensado a veces. Las leo rápido, una tras otra, como queriendo evitar que una de ellas atrape mi mente y la zarandee más. Entonces, llego a la última y caigo en la trampa: "Cuando la gente sabe que hizo mal, te evita." 

Era lo que me faltaba por leer hoy. Me voy a la cama.