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martes, 25 de abril de 2023

UN MAR DE ESTUPIDEZ

24 de abril de 2023. Entro en la clase de 2° de Bachillerato. Estamos estudiando el Franquismo estos días. Para ilustrar el modelo de sociedad que quería la dictadura hoy muestro a los alumnos "El Parvultito", uno de los manuales de Antonio Álvarez que se empleaba en las escuelas de primeras letras en los años 50, 60 y 70. 

Abro el libro por una página en la que aparecen dos grandes retratos. A la izquierda, Franco; a la derecha, José Antonio Primo de Rivera. Muestro las páginas y luego leo el texto, que, por supuesto, no deja indiferentes a los muchachos. Esto me da pie a hablar de ambos personajes, de la relación que mantuvieron y del simbolismo del "Ausente" para el régimen. Les recuerdo la consigna: "José Antonio Primo de Rivera, ¡Presente!" y les hablo del culto al mártir durante la dictadura, a pesar de las muchas diferencias que lo separaban de Franco. 

Página de "El Parvulito"

Me doy cuenta de que justo esta mañana están exhumado sus restos del antiguo Valle de los Caídos, ahora rebautizado como Valle de Cuelgamuros en virtud de la Ley de Memoria Democrática. Les pido que, por una vez, presten un poco de atención a las noticias. Aunque la familia Primo de Rivera ha pedido que el traslado de los restos se haga en la intimidad, es previsible que la atención mediática se centre en la figura del fundador de Falange hoy. Mis alumnos me miran interesados. Su atención siempre es mayor cuando hablamos de algo relacionado con la actualidad.

Luego llego a casa y veo, con poca sorpresa, que durante toda la mañana, las televisiones han hablado de Primo de Rivera. Por casualidad, las clases de Historia de España y la actualidad se han tocado en este día de primavera. Pero, después, llega la desilusión. 

Esta misma mañana, mientras yo explico en clase quién fue José Antonio Primo de Rivera, hablan de él en un programa de la televisión pública. Reporteros, tertulianos y polemistas de tres al cuarto disertan sobre la Ley de Memoria Democrática, sobre la figura histórica que les ocupa y sobre la necesidad de trasladar sus restos desde el Valle de Cuelgamuros a otro lugar. Y, mientras, en un enorme pantallón que hay detrás de ellos aparece una fotografía del dictador Miguel Primo de Rivera, padre del susodicho. Nadie se percata del error. Probablemente, nadie sabe lo suficiente como para darse cuenta. Probablemente, un reportero ha buscado "Primo de Rivera" en Google y ha cogido la primera foto que le ha aparecido, la del padre, sin saber que estaban hablando de su hijo. No sabe ni quién es el uno ni quién es el otro. Y le importa poco.

Programa "Hablando Claro" de TVE1 (24/04/2023)

Esta misma mañana, muchos diarios digitales hablan también de Primo de Rivera. Incluso algunos periódicos deportivos, como "Marca", publican en sus páginas web textos sobre su figura. No sé quién los escribe, pero es fácil adivinar su lucidez mental. Precisamente, en el del diario "Marca", destacan que "cogió el poder en 1933" y "lo perdió en 1936". Al leerlo, no llego a entender a qué se refiere. Está contando una mentira, pero da igual. No hace falta decir que si esto fuera un examen, quedaría invalidada la pregunta. Pero aquí, miles de personas leen el texto. Algunas, más de las que imaginamos, se creerán que, en efecto, José Antonio gobernó el país, aunque sea falso. (El artículo ya no está disponible en la web).

Página web de "Marca" (24/04/2023). 
El artículo fue retirado poco después de su publicación

Ambos ejemplos son muestras del punto al que estamos llegando como sociedad. Una sociedad en la que todo da igual, en la que todo vale. Como la información y el conocimiento se reducen a un tuit, a un eslogan o a un vídeo de 30 segundos (más no porque perdemos la atención), nuestro mundo está lleno de medias verdades, de verdades a medias o de simples mentiras. Y no pasa nada. Y todo da igual. 

¿A nadie se le ocurre comprobar si la foto que van a emitir en pantalla es del padre o del hijo? ¿Alguien en la sala sabe que hubo un Miguel Primo de Rivera (dictador) y un José Antonio Primo de Rivera (fundador de la Falange)? ¿Alguien es capaz de asumir que no está capacitado para escribir un texto sobre Primo de Rivera porque no tiene ni idea de quién fue? Parece ser que no. Todos valemos para todo y todos podemos hacer de todo sin pensar mucho. 

El resultado es una sensación de absoluta indefensión. Mientras uno se afana por transmitir el pasado de la manera más honesta posible en un aula, en el mundo real todo son banalidades, ideas generales y mentiras. Ya no hay espacio para el conocimiento pausado, para la duda, la reflexión. Todos nos creemos poseedores de la verdad absoluta y la imponemos en Twitter, en Instagram, en la barra del bar o en un plató de televisión, aunque nuestra verdad sea, simplemente, una mentira. Y con ello creamos un mar de dudas, de inseguridad, donde el rigor no tiene cabida. La masa ignorante acoge estas mentiras con avidez, sin cuestionarlas. Y uno, al final, acaba teniendo la convicción de que en este mundo ya no cabe un tonto más. 

En el año 2003, poco antes de morir, el hispanista francés Pierre Vilar concedió una entrevista. A la pregunta "¿Para qué sirve la Historia?", el historiador respondió: "La Historia sirve, en primer lugar, para leer un periódico". Podríamos actualizar la respuesta: el conocimiento histórico sirve para descubrir la verdad en el mar de mentiras de Twitter, Instagram, TikTok, la prensa y la televisión. La Historia es, en definitiva, la pequeña balsa que impide que te hundas en la estupidez.