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sábado, 25 de abril de 2020

UN SIGLO DE CONSTITUCIONES (PARTE 3)

Las constituciones de 1845, 1869 y 1876


La reina Isabel II jura la Constitución de 1845.

Tras la marcha al exilio del progresista Espartero y la subida al poder, en 1844, del Espadón de Loja, el moderado Ramón María Narváez se procedió a la pertinente reforma constitucional en sentido moderado. Juan Donoso Cortés, marqués de Valderrama, fue el responsable de la introducción de algunos puntos concretos del pensamiento político moderado como la soberanía compartida entre el rey y las Cortes o la supresión de la Milicia Nacional (un grupo de civiles armados al que los progresistas tenían gran apego). Para sustituirla se creó la Guardia Civil, un cuerpo policial armado para mantener el orden y la seguridad (sobre todo de los terratenientes) en el mundo rural y los caminos que conectaban las poblaciones.

La Constitución de 1845 también introducía una nueva configuración del Senado, como cámara elitista formada por el clero, los grandes de España y el generalato del Ejército. Para ser elegido senador era necesario tener una renta altísima. Durante la llamada Década Moderada (1844 - 1854), el gobierno, dirigido casi la mayor parte del tiempo por Narváez, extendió el control gubernamental a los Ayuntamientos y Diputaciones y restringió el sufragio en las elecciones pudiendo votar tan solo el 1% de la población. En 1851, el Concordato con la Santa Sede supuso la cesión de derechos en materia educativa a la Iglesia Católica. 

Tras la Vicalvarada, el prunciamiento progresista que acabó con el poder moderado obligando a la reina Isabel II a entregarles el poder se proyectaría la aprobación de una nueva Constitución que nunca llegó a promulgarse. Por eso se la conoce como la Constitución non nata (no nacida) de 1855. Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes para reformar la Constitución moderada en sentido progresista. "Cúmplase la voluntad nacional" dijo Espartero, que había vuelto del exilio y se había convertido otra vez en uno de los principales líderes progresista. 

Por supuesto la non nata de 1855 incluía todos los principio progresistas (soberanía naconal, refuerzo del poder de las Cortes, milicia nacional, sufragio más amplio, desamortización general, etc.). Incluso se abrió el debate entre Monarquía o República, impulsado por los diecinueve diputados obtenidos por el Partido Demócrata.

El Bienio Progresista (1854 - 1856) no dio para mucho más, obviamente. Después, Leopoldo O'Donnell, con el poder en solitario, se limitaría a introducir un acta adicional a la Constitución de 1845 que nunca había dejado de estar en vigor. Se incluyeron un listado de derechos individuales y la obligatoriedad de reunión periódica de las Cortes. Estaba muy en línea con el pragmatismo de la Unión Liberal. Cuando regresaron los moderados al poder, pocos meses después, el infatigable Narváez anuló el acta, por supuesto, y propuso su propia reforma de la Constitución de 1845 donde el Senado se volvería aún más elitista. 

Isabel II excluyó siempre a los progresistas. Ya desde 1856 el poder pasó de moderados a unionistas, marginando siempre a los progresistas y, por supuesto, a los demócratas que se inclinaban cada vez más por una república. En 1866, se firmó el Pacto de Ostende por el cual progresistas y demócratas se comprometieron a colaborar para derrocar la Monarquía Borbónica. Después se uniría la Unión Liberal liderada por Serrano tras la muerte de O'Donnell. En 1868, la Revolución Gloriosa derribó a Isabel II y abrió un tiempo nuevo. El Gobierno Provisional, controlado por Prim y Serrano, convocó elecciones por sufragio universal masculino en las que pudo votar el 24% de la población. Como no podía ser de otra forma, fue la coalición gubernamental quien ganó las elecciones reduciéndose el apoyo a los moderados a meramente testimonial.

 Apertura de las Cortes Constituyentes en 1869

Las nuevas Cortes revolucionarias aprobaron en 1869 la Constitución más progresista y democrática hasta la fecha y una de las más avanzadas de Europa. Se incluyó una prólija declaración de derechos y libertades "ilegislables e inviolables" que incluía el derecho a la reunión, la libertad de prensa y el derecho de asociación.  Se estableció también la libertad religiosa pero no la separación Iglesia - Estado ya que se mantuvo el presupuesto del clero. Esto no impidió que en 1870 se aprobase el matrimonio civil. El principal rasgo de la Constitución de 1869 es su carácter extremadamente garantista. Tan larga fue la declaración de derechos que para el oportunista Sagasta más que derechos inviolables eran "derechos inaguantables".

Se abrió también el debate de la forma de gobierno: ¿Monarquía o República? Los diputados republicanos, como Pi i Margall y Castelar, defendieron con vehemencia la opción republicana, nueva en España y con gran apoyo en Cataluña y en Andalucía. El Gobierno Provisional, sin embargo, se declaró a favor de la Monarquía en el Manifiesto de Octubre de 1868. La Constitución fue finalmente monárquica pero la Monarquía era nueva, fruto del voto popular y sus poderes emanaban de la nación. Las Cortes tendrían gran poder. En otras palabras, era una Monarquía democrática, prohibíendose para siempre la Dinastía Borbónica. "Los Borbones no volverán jamás, jamas, jamás" gritó efusivamente Prim en las Cortes.

El nuevo rey, Amadeo, y la nueva dinastía, los Saboya, duraron poco. El rey llegó a finales de 1870 y a comienzos de 1873 ya estaba volviendo a Italia. El 11 de febrero de ese año, las Cortes votaron la proclamación de la Primera República más por necesidad que por convencimiento. Los republicanos, ahora en el poder, hicieron su particular República y nunca buscaron acercar el nuevo régimen al pueblo. También duró poco, evidentemente; apenas once meses. Y en este tiempo los republicanos intentaron aprobar su Constitución, que no nació. Otra Carta Magna non nata

Castelar presentó un proyecto constitucional que creaba una República federal formada por diecisiete Estados, coincidentes en su mayoría con los antiguos reinos. Los pactos federales surgieron por toda España (en Castilla, en Andalucía, en Cataluña, etc.). El Estado Central conservaría las competencias en política exterior, en las fuerzas armadas, en el sistema sanitario y en las comunicaciones. El proyecto también incluía una larga declaración de derechos y la separación Iglesia - Estado. No obstante, el propio Castelar suspendió el 21 de septiembre la Constitución vigente, la de 1869, y comenzó a gobernar por decreto. Y es que a la República le crecían los enanos: el republicanismo se dividió y a las guerras en Cuba y contra los carlistas se sumó la revuelta cantonal.

La revuelta cantonal, iniciada en el verano de 1873, fue la versión radical del Republicanismo federal. Los cantonalistas proponían la federación desde abajo, es decir, de municipios que habían logrado la previa independecia mediante la insurrección. La revuelta, que surgió en Cartagena, se extendió como la pólvora por las ciudades del Levante y el sur peninsular. El gobierno de Madrid necesitó al Ejército para acabar con la revuelta que sólo concluyó cuando el general Serrano aplastó el Cantón de Cartagena después de la caída de la propia República democrática.

Finalmente, el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto en diciembre de 1874 significó la restauración de la Monarquía Borbónica en la persona de Alfonso XII, el hijo de la destronada Isabel II. Antonio Cánovas del Castillo, tutor y gran valedor del nuevo rey, fue también el arquitecto del nuevo sistema político que quedó plasmado en la Constitución de 1876, la última del siglo XIX. Para la convocatoria de las Cortes Constituyentes de 1875 mantuvo el sufragio universal masculino aunque, después, sería reemplazado por el censitario. Se reunieron 600 diputados para debatir el nuevo sistema político que debía obedecer a los intereses de la oligarquía.

La Constitución de 1875 fue de carácter moderado y se inspiró en la de 1845. Estableció el turno pacífico de dos partidos políticos (el Liberal Conservador liderado por el propio Cánovas y el Liberal Fusionista liderado por Sagasta) siguiendo el modelo británico. Proclamó la soberanía compartida por las Cortes con el rey e incluía una declaración de derechos inspirada en la de 1869 pero que podían ser limitados por el gobierno o regulados mediante legislaciones posteriores. Desapareció la libertad religiosa puesto que la Iglesia Católica debía recuperar su influencia. Empero, se mantuvo la tolerancia religiosa. Las manifestaciones religiosas no católicas debían realizarse en el ámbito privado.

Cánovas consiguió establecer un sistema político estable y duradero pero no democrático. Las elecciones fueron continuamente amañadas y el caciquismo se convirtió en uno de los pilares del sistema de la Restauración. Además, se consiguió que el Ejército volviese a sus cuarteles y desapareciese el ruido de sables que habían amenazado desde hacía décadas la estabilidad gubernamental. No obstante este logro fue más aparente que real puesto que se mantuvo una interlocución constante entre el poder civil y el militar. En los años 80 del siglo XIX, los gobiernos liberales de Sagasta aprobaron la libertad de asociación y el sufragio universal masculino. Para muchos historiadores fueron los "frutos tardíos de los avances del Sexenio Revolucionario".

La Constitución de 1876 fue la más duradera del siglo XIX, manteniéndose vigente hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923. Este logro fue gracias a su carácter elástico y flexible que permitía diferentes interpretaciones por parte de los partidos del turno. Su régimen político, la Restauración, no fue, como hemos dicho, democrático, pero sí liberal y parlamentario, garantizando la estabilidad política incluso después de la temprana muerte del rey, en 1885.

El joven rey Alfonso XIII, hijo póstumo de Alfonso XII, jura la Constitución de 1876 en 1902.

sábado, 18 de abril de 2020

"LAS LANZAS" O "LA RENDICIÓN DE BREDA"

  • Autor: Diego Velázquez
  • Estilo: Barranco (s. XVII)
  • Año: 1634 - 1635

Esta es una de las grandes obras de Velázquez, que refeja el poder de la Monarquía Hispánica en el siglo XVII. Fue encargada por Felipe IV para decorar los muros del Salón de Batallas del palacio del Buen Retiro (Madrid).

Representa un episodio de la Guerra de Flandes: la ciudad de Breda se rinde a los Tercios españoles dirigidos por Spínola. Este suceso ocurrió en 1625, diez años antes de la finalización del cuadro. Es interesante saber que Breda fue perdida por los españoles tan sólo un año después de la presentación de la obra a los reyes, en 1636.

Velázquez centra la atención en la actitud magnánima y clemente del general Spínola que desciende de su caballo para recibir las llaves de la ciudad de la mano de Justino de Nassau, gobernador rebelde de la ciudad. No deja que se arrodille ante él.

Por otro lado, mientras a la izquierda, en la representación de los rebeldes holandeses impera el desorden y el caos; a la derecha, Velázquez muestra la disciplina, el orden y el poder de los Tercios españoles con las picas en alto. La pica, muchas veces confundida con una lanza, era una de las armas principales de los Tercios.

Al fondo observamos un paisaje en el que podemos distinguir la ciudad de Breda humeante después de varios meses de asedio. La perspectiva aérea, desarrollada magistralmente, permite a Velázquez dotar a los cuadros de gran profundidad y realismo. Por último, podemos destacar la curiosa poición del caballo, en escorzo, dando lo cuartos traseros al espectador. Esto aporta naturalidad a la escena.

domingo, 12 de abril de 2020

"DON GASPAR DE GUZMÁN, CONDE-DUQUE DE OLIVARES"

  • Autor: Diego Velázquez
  • Estilo: Barroco (s. XVII)
  • Año: 1634
 

Cuando encargó el retrato, Gaspar Guzmán de Pimentel, Conde - Duque de Olivares, sabía muy bien que la posteridar iba a recordarlo con esta imagen. El Conde - Duque era el valido del rey Felipe IV y el hombre más poderoso del reino. En este cuadro se representa tanto su poder como su capacidad de mando.

Siguiendo el camino abierto por Rubens en su retrato del Duque de Lerma, Velázquez representa una escena bélica. En el fondo aparecen unas columnas de humo que indican la posición de la batalla. Allí se dirige Olivares.

El caballo está representado de forma oblicua, rampante. Olivares tiene todos los atributos de jefe de los ejércitos:
  • Bastón de mando en su mano derecha
  • Espada envainada
  • Banda carmesí de los generales en batalla
El valido mira al espectador, aunque su cuerpo le da la espalda. Se trata de un recurso del pintor para disimular la "poco agraciada figura" del valido. Consigue en todo caso un efecto impactante en el espectador y refleja la energía y el vigor del conde-duque. Si comparaom este retrato con otros que hizo Velázquez del rey Felipe IV observamos las enormes diferencias: el rey se hacía retratar habitualmente sereno, sin atributos de poder apenas, que reflejan una personalidad pausada y melancólica; el valido, en este retrato se presenta como el gran jefe militar, un estadista reforma de la Monarquía Hispánica.

Este retrato tuvo influencia en autores posteriores como Jacques Louis Daid y su obra "Napoleón cruzando los Alpes" (principios del siglo XIX) que se conserva en el Palacio de Charlottenburg (Berlín, Alemania).





*Parte de la información de esta entrada ha sido tomada de VV.AA. (2014): "La Guía del Prado", Madrid: Museo Nacional del Prado.

miércoles, 8 de abril de 2020

LA PÉRDIDA DE UNA GENERACIÓN

A todos los que se han marchado.
Y a los que nos hemos quedado.


Una calurosa tarde de verano, ya en los últimos días, me miró con ojos inocentes y dijo - "Cuando te quieres dar cuenta, se ha pasado el tiempo" -. Estos días oscuros me acuerdo de esas palabras y me vienen a la mente los cientos de ancianos que se encuentran solos, aislados, en las habitaciones frías e impersonales de los hospitales. Muchos de ellos estarán desorientados, perdidos. Otros no. Otros sabrán muy bien que se encuentran en el final.

Es la generación que estamos perdiendo. Los que se están marchando como consecuencia del mal que nos rodea desde hace semanas. Ha quebrado nuestra civilización, nuestra sociedad, y está acabando con la vida de la generación más longeva de la historia de España. Son nuestros abuelos, hombres y mujeres hoy ancianos que sucumben ante un golpe que no esperaban, que no esperábamos.

No son la generación de la guerra porque no hicieron la Guerra Civil, en su mayoría eran bebés cuando estalló el conflicto fraticida en 1936. Muchos nacieron durante la contienda. Otros lo hicieron en la inmediata posguerra. No hicieron la guerra pero sí la sufrieron. Sufrieron el horror en sus familias, los dramas personales, las pérdidas irreparables. Sintieron el hambre y la miseria de la posguerra y vivieron bajo el yugo de la dictadura. Y sin embargo, crecieron sanos, fuertes como robles, y conocieron la felicidad.

Son mucho más cultos, más sabios, de lo que nunca podremos ser las generaciones posteriores. Pero no estudiaron tantos años como lo hemos hecho nosotros. Con cada una de sus palabras, con cada uno de sus actos, nos han dado - nos dan - lecciones de vida. De una vida larga y trabajada, llena de sufrimientos y de alegrías, de penas y satisfacciones. Por eso custodian vidas plenas.

Trabajaron duro y se esforzaron, sin rechistar, durante años. Largas décadas de sacrificios, privaciones y ahorro con la mirada puesta siempre en un futuro mejor. Muchos trabajaban mañana y tarde porque un solo empleo no era suficiente para vivir. Ellas criaron a la primera generación auténticamente libre del país. Algunas, más de las que pensamos, fueron las auténticas pioneras. Trabajaban en casa y fuera para sacar la familia adelante.

También es la generación de los emigrantes. Muchos salieron de España para buscar fortuna en las fábricas alemanas, francesas o suizas. Otros marcharon de sus aldeas a las ciudades en busca de lo mismo. Todos sintieron el desgarro emocional y social que supone abandonar tu patria y buscar cobijo en tierra extraña. Lo hicieron por ellos y, en definitiva, por los que vendrían - vendríamos -.

Saben perfectamente la diferencia entre dictadura y democracia porque vivieron las dos. Construyeron su existencia en el Franquismo, sin derechos y libertades. Tras la muerte del tirano, fueron quienes los ganaron. Ellos construyeron la España de hoy, la sociedad en la que vivimos. La Transición política fue cosa de aquellos que hoy son ancianos. Unos nombres propios, por supuesto, pero también millones de anónimos que crearon la conciencia democrática de un país sin olvidar los horrores de la guerra ni las cadenas de la dictadura. Pesaban los dramas familiares, los desaparecidos, el miedo, pero más la voluntad de mirar hacia el futuro, de construir una sociedad moderna.

Tenían - tienen - esa conciencia de sacrificio, esfuerzo, tolerancia y reconciliación. Unos valores muy superiores a los que imperan hoy. Vieron cómo sus hijos hicieron lo que ellos no había podido. Viajaron. Estudiaron. No sufrieron miserias ni dramas. Vivieron en libertad plena. Y sus nietos, a los que cuidaron como hijos propios. Para ellos era, definitivamente, el mundo que con tanto empeño habían construido durante décadas. A ellos enseñaron todo lo que sabían. A ellos transmitieron su legado.

Cuando ya se encontraban en la vejez, la crisis económica iniciada en 2008 fue un duro golpe. El mundo próspero que creían - que creíamos - imperturbable, se tambaleó. Volvió la miseria, el desempleo. Pero ellos fueron quienes sostuvieron a las familias. Eran el centro, la esencia de millones de familias. La pensión de los abuelos se convirtió en muchos casos en lo único que ingresaban algunas, muchas, viviendas. Con ello comieron hijos y nietos. De nuevo ayudaron a los suyos a vivir, a no hundirse. La sociedad española de principios del siglo XXI sobrevivió gracias a ellos, otra vez.

Y ahora esto. Una increíble enfermedad llegada de muy lejos se los está llevando abruptamente cuando ya se acercaban al ocaso natural de su existencia. Y aguantan como rocas. Soportan lo insoportable. Enteros. Como siempre. La llaman la Generación Silenciosa. Y en efecto, se están yendo en silencio pero de una forma que no querríamos. Muchos no pueden despedirse de sus abuelos y abuelas, de sus padres y madres. Son gentes austeras y trabajadoras por las circunstancias históricas que vivieron y sin embargo nunca se quejaron. Prefirieron siempre buscar cómo continuar.



*Por cierto, las sabias palabras del principio las pronunció mi abuela, nacida en 1929.

lunes, 6 de abril de 2020

"LA FAMILIA DE FELIPE IV" O "LAS MENINAS"

  • Autor: Diego Velázquez
  • Estilo: Barroco (s. XVII)
  • Año: 1656

Se trata, sin duda, de la gran obra de Diego Velázquez y la pintura más conocida del Museo del Prado. Inaugura, además, una serie de retratos familiares que tendrá continuación en "La Familia de Felipe V" de Van Loo y en "La Familia de Carlos IV" de Goya.

La composición del cuadro es muy compleja. En el centro se encuentra la infanta Margarita de Austria, hija de Felipe IV y Mariana de Austria. Dos doncellas, llamadas "meninas", la atienden. La de la izquierda es María Agustina de Sarmiento, que ofrece agua a la infanta. A la derecha tenemos a Isabel de Velasco. También aparecen dos bufones: la enana Maribárbola y Nicolasito Pertusato, el niño que molesta al paciente mastín. Detrás de ellos se sitúa el ama de llaves Marcela de Ulloa y un guardadamas sin identificar. A la izquierda, Velázquez se autorretrata. Al fondo, a contraluz, observamos la silueta de José Nieto, aposentador real. En el espejo del fondo podemos ver el reflejo de los reyes.

El cuadro muestra una escena cotidiana en la Corte de los Austrias de la segunda mitad del siglo XVII, como si se tratase de una fotografía. No obstante, existen dos teorías para intepretar el cuadro:
  • La primera teoría apunta que Velázquez está retratando a los reyes (que se situarían en la posición del espectador) en una estancia en la que entran la infanta Margarita y todo su séquito.
  • La segunda teoría afirma que en la estancia se encontraban todos los personajes retratados realizando diversas actividades (Velázquez pintando un cuadro, las meninas atendiendo los caprichos de la infanta...) y entran los reyes (posición del espectador). Esto explicaría la reverancia que parece hacer Isabel de Velasco al espectador y la patada del bufón al mastín para que se levante en deferencia a los reyes.
En cuadro también contiene un complejo programa iconográfico, elaborado por Velázquez para defender la puntura como una profesión intelectual (y no artesana). Incluye dos pinturas "Minerva y Aracne" de Rubens y "Apolo y Marsias" de Joardens que exaltan la nobleza y el carácter liberal de la pintura. Velázquez luce la Cruz de Santiago, aunque cuando se pintó el cuadro no pertenecía a dicha orden. Hay quien dice que fue el propio rey felipe IV quien pintó la cruz en el pecho del pintor después de su muerte.

sábado, 4 de abril de 2020

"RETRATO ECUESTRE DEL DUQUE DE LERMA" DE RUBENS

  • Autor: Pedro Pablo Rubens
  • Estilo: Barroco
  • Año: 1603


Rubens, dipolático flamenco, realizó este cuadro durante su primera estancia en Madrid, en 1603. Se trata de un retrato ecuestre del poderoso valido de Felipe III, don Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma.

El pinturo se basa en las esculturas ecuestres griegas y romanas, aunque representa al duque de Lerma de frente, avanzando hacia el espectador. Es un cuadro fundamentalmente militar que pretende presentar a valido como un gran estratega y general de los ejércitos. Destacamos los siguientes elementos:
  • La media armadura (sólo la parte superior)
  • El bastón de mando
  • La carga de caballería del fondo.
Sólo hay un elemento que indica la nobleza del personaje: la venera del caballero de Santiago que lleva al cuello.

El hecho de que Rubens represente al duque de Lerma montado a caballo era extraño puesto que este privilegio solía estar reservado a los miembros de la Casa Real. Sin embargo, es conocido el enorme poder que aglutinó en sus manos el duque de Lerma quien llgó a conseguir la delegación de firma del propio rey Felipe III. La imagen de Lerma aquí muestra altanería, orgullo y ambición.

Por lo que respecta a los aspectos técnicos, Rubens utiliza gruesos trazo que reflejan fuerza y vigor. Este cuadro estableció un modelo de retrato ecuestre que tendría gran influencia en artistas posteriores como Van Dyck y Gaspar de Crayer.