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viernes, 28 de febrero de 2014

EL REINO UNIDO EN 1914, SÍMBOLO DE ESTABILIDAD

LOS CONTENDIENTES DE LA GRAN GUERRA (VI)

A comienzos del siglo XX, el Reino Unido era un símbolo de progreso económico, de bienestar social, de estabilidad política y de democracia. Era además, el núcleo de un inmenso imperio colonial que se extendía por los cinco continentes. Sin embargo, en aquella época, se anunciaba ya una crisis de liderazgo político a nivel mundial y una crisis de madurez a nivel económico. Tantos intereses en todos los sitios le acabarían pasando factura. Pero vayamos por partes.

A lo largo del siglo XIX, el Reino Unido había pasado de ser un país fundamentalmente agrícola, a ser la principal nación industrializada tras los avances tecnológicos de la Primera Revolución Industrial (iniciada a mediados del s. XVIII). A nivel político, Gran Bretaña tenía un monarquía parlamentaría que si bien, en principio, no era democrática porque sólo podían votar unos pocos, a lo largo del siglo XIX, se fueron aprobando reformas que democratizaron el sistema. Se aprobó la ampliación del sufragio y se buscó la limpieza en las elecciones. A finales de siglo, el régimen político británico era plenamente democrático.

Este periodo coincide con el largo reinado de Victoria I (reinó desde 1837 a 1901) y como bien se puede suponer, Gran Bretaña consiguió imponer su hegemonía en todo el mundo. A nivel social, la Revolución Industrial provocó algunas transformaciones sociales que desencadenaron protestas por las pésimas condiciones de vida de los trabajadores. Sin embargo, en términos globales, se puede afirmar que las condiciones de vida de los británicos mejoraron a lo largo de la decimonovena centuria.

En el cambio de siglo, surgieron algunos políticos que buscaban mejorar la vida del pueblo como D. Lloyd George y W. Churchill. Lucharon por el bienestar popular y establecieron las bases de un incipiente Estado del Bienestar.

A esta estable situación interna se sumaba una posición predominantes a nivel mundial, como hemos comentado. El Imperio Británico, de carácter colonial, tenían en 1914 una extensión de 31 millones de km2 (el Imperio Ruso, se quedaba "sólo" en 22 millones) y comprendía Canadá, Egipto, Sudán, Sudáfrica, La India y Australia, entre otros muchos territorios. Esto llevó al Reino Unido a enfrentarse con sus competidores en los territorios coloniales como Francia, Portugal u Holanda.

En Europa, los territorios de la Corona Británica se extendían por el actual Reino Unido a los que se sumaba toda la Isla de Irlanda (que luchaba insistentemente por su independencia) además de Gibraltar y la isla de Malta. Estos dos puntos estratégicos tenían una importancia esencial para Londres porque le permitían controlar el Mediterráneo. Si además, a estos le sumamos el control de Egipto y del canal de Suez (inaugurado en 1869) vemos como Gran Bretaña dominaba las rutas marítimas entre Europa, Asia y Oceanía.

Territorios británicos en Europa en 1914
Mantener esta posición predominante enfrentó al Reino Unido con todos y por todo. En 1900, tenía rivalidades con Francia y Holanda por los territorios coloniales y también competía con Alemania y EE.UU. debido a la acelerada industrialización de estos que suponía una amenaza para el Imperio Británico.

Su entrada en la Guerra de 1914 fue inevitable, no porque su territorio ni su seguridad a nivel europeo se viesen amenazados sino porque una potencia del tamaño de Gran Bretaña, tenía intereses en cualquier conflicto que se librase. Cuando se sumó a la alianza franco-rusa formando la Triple Entente, no lo hizo por simpatías ni con Francia ni con Rusia, sino para salvaguardar sus intereses en aquel lugar donde se encontrasen. 



* Si quieres conocer la diferencia entre Gran Bretaña, Reino Unido e Inglaterra, pincha aquí.

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jueves, 27 de febrero de 2014

LA FRANCIA RESENTIDA

LOS CONTENDIENTES DE LA GRAN GUERRA (V)

La Francia de principios del siglo XX presentaba algunas contradicciones. Por un lado, era uno de los grandes baluartes de la democracia en Europa, era además una poderosa nación con un inmenso imperio colonial. Pero, por otro lado, se encontraba en una situación de inseguridad frente a la amenazante Alemania.

Esta situación no era nueva. Había comenzado en 1871, con la derrota de los ejércitos de Napoleón III frente a las tropas prusianas en la batalla de Sedán (a unos cientos de kilómetros al noreste de París). La derrota supuso una gran conmoción para la sociedad francesa ya que destruyó el sistema político y vio como Alemania le arrebataba los territorios de Alsacia y Lorena.

La derrota de Sedán y la posterior paz de Versalles precipitaron la caída del emperador y se proclamó en París la Tercera República. Ese mismo año de 1871, la Asamblea Nacional elegía a A. Thiers jefe del nuevo gobierno.

Al mismo tiempo, comunistas y socialistas proclamaban también en la capital, La Comuna (una especie de república socialista radical) que tuvo que ser asaltada y destruida por las tropas gubernamentales de Mac-Mahon en la "semana sangrienta"

Tras la guerra civil, a pesar de los intentos de Mac-Mahon por establecer una monarquía, la república se consolidó bajo el mando de Jules Grévy hasta 1887. En ese año, se destaparon escándalos políticos que, junto con una aguda crisis económica, hicieron tambalear el joven sistema político.

Al mismo tiempo surgían grupos de monárquicos y nacionalistas que clamaban venganza contra Alemania y amenazaban con derribar la República. Uno de ellos se llamó "partido de los insatisfechos" (el nombre lo decía todo).

Sin embargo, la República Francesa se iba consolidando poco a poco, apostando por un sistema plenamente democrático, la separación Iglesia-Estado, el bienestar social, la promoción de la educación y la expansión colonial. En la década de 1890, se destapó el Caso Dreyfus que evidenciaba el antisemitismo (sí, también en Francia) de algunos sectores sociales y dividió a la sociedad.

En política exterior, tras Sedán, la Grandeur se vio aislada por el sistema de alianzas del canciller alemán Bismarck, pero desde los años 90 del siglo XIX, comenzó a establecer sus propias relaciones con el objetivo de defender su imperio colonial. Francia poseía un gran imperio: Argelia, Túnez, Marruecos y toda África central (Sáhara, Sahel) además de la Conchincina (Vietnam, Camboya y Laos) en Asia y un montón de islas en todos los océanos.

Pero el mayor problema de la política exterior francesa era el Reich alemán. Temía que la invadiese y la derrotase de nuevo. Por eso estableció alianzas para reforzar su seguridad:
  • En 1894, firmó una alianza con Rusia que después se amplió al Reino unido, configurando la Triple Entente.
  • En 1902, Italia (aliada de Alemania) le garantizó su neutralidad en caso de ataque alemán.
Esta política era un reflejo del sentir de la sociedad francesa a principios del siglo XX: un odio visceral a Alemania que la había humillado. Ciertos sectores sociales clamaban venganza y la recuperación de los territorios de Alsacia y Lorena. En 1913 ganó las elecciones un ferviente nacionalista anti-alemán, Raymond Poincaré. Poco necesitó para declarar la guerra a Alemania al año siguiente.

En el siguiente mapa se ve Europa desde la perspectiva francesa. En amarillo los territorios franceses; en amarillo más claro sus aliados (Rusia y Reino Unido). En tonos rojos, los potenciales enemigos (Italia pertenecía a la Triple Alianza pero firmó un tratado de neutralidad con Francia como hemos visto). Nótese los territorios de Alsacia y Lorena entre la Grandeur y el Reich Alemán.


Europa en 1914, desde la perspectiva Francesa




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sábado, 22 de febrero de 2014

EL MILITAR DE LA DEMOCRACIA

GENERAL GUTIÉRREZ MELLADO


Mañana se cumplen treinta y tres años del intento de golpe de Estado conocido como 23-F. Aquel día corrieron peligro la democracia española, la convivencia en nuestro país y la Constitución de 1978. Pero hoy quiero mirar a un personaje que aquel día dio una lección de dignidad, de firmeza y de lealtad a España: General Manuel Gutiérrez Mellado.

Había nacido en Madrid en 1912 e ingresó en el ejército en 1928. En la Guerra Civil combatió de lado del bando sublevado lo que lo llevó a la cárcel. Sin embargo, durante el franquismo no fue un personaje destacado y poco a poco fue creando una conciencia profundamente demócrata. En 1970 alcanzó el generalato.

En septiembre de 1976, tras la dimisión de Fernado de Santiago, Adolfo Suárez llamó a Gutierrez Mellado para ocupar la vicepresidencia del Gobierno y la cartera de Defensa. El "Guti", como lo llamaban sus compañero, se propuso llevar a cabo la necesaria reforma militar. Él la llamó "actualización" y en verdad, eso es lo que necesitaba el ejército español tras la dictadura.

El General quería que el ejército estuviese al servicio de la democracia y de la nación y bajo el mando del gobierno civil. Quería superar el mal que había azotado España desde hacía doscientos años. Claro está, su propósito levantó crispación y oposición entre los sectores más reaccionarios de las Fuezas Armadas.

El 23 de febrero de 1981, el General Gutiérrez Mellado se encontraba sentado junto al presidente Suárez cuando un grupo de guardias civiles entró en el Congreso al mando del Coronel Tejero. Al darse cuenta de lo que ocurría, el General se levantó de su butaca y se enfrentó a Tejero. Le ordenó que desistiera porque era su superior.

Pero la reacción de los golpistas fue bruta: zarandearon al viejo general septuagenario y comenzaron a disparar al aire. El ministro de Defensa permaneció firme. De pie. Mirando fijamente al coronel golpista mientras Suárez intentaba que volviese a su escaño. Gutierrez Mellado se resistía a permitir que aquellos militares se saliesen con la suya y les volvió a reprochar su comportamiento.

Poco después, el coronel Tejero intentó derribarlo agarrándolo por la espalada pero el viejo general resistió y se mantuvo en pie. Como la democracia española aquel día.

Años después en una entrevista afirmó: "Si yo hubiese obedecido a Tejero, si hubiese caído al suelo, o si me hubiese dejado derribar (...) lo que habría caído por los suelos habría sido el Ejército Español, leal a las leyes y a Su majestad el Rey".

Aquel viejo general es un ejemplo de lealtad a la Nación y de compromiso por la Constitución. Era además, el símbolo de un Ejército que quería olvidar el pasado y defender a su pueblo y a la Democracia. 

En esta página de RTVE, podemos ver las imágenes del enfrentamiento entre el General Gutiérrez Mellado y los golpistas el 23 de febrero de 1981.











*El General Gutiérrez Mellado murió en 1995, en un accidente de tráfico, a los ochenta y tres años.


viernes, 21 de febrero de 2014

RUSIA, EL OSO CON LOS PIES DE BARRO

LOS CONTENDIENTES DE LA GRAN GUERRA (IV)

A comienzos del siglo XX, el Imperio Ruso era un enorme Estado que se extendía desde las llanuras de centroeuropa (la actual Polonia) por el oeste hasta el Océano Pacífico por el este. Limitaba con los grandes Imperios del momento: Alemania, Austria-Hungría, el Imperio Otomano, China, Japón, el Imperio Brtánico, etc. y tenía un enorme poder.

En el siguiente mapa podemos ver la extensión del Imperio Ruso en vísperas de la Primera Guerra Mundial (coloreado en verde) sobre un mapa político con las fronteras actuales. Fíjense en la enorme extensión y en los países que incluía (Finlandia, Polonia, Ucrania, Kazajistán, Georgia, - por nombrar los más importantes -). Fíjense también en el tamaño del Imperio Alemán (en rojo), de Austria-Hungria (en naranja) y del Imperio Otomano (en morado) en comparación con Rusia:

Imperio Ruso en 1914
A nivel político, Rusia era un Estado autocrático. El poder de los zares de la familia Romanoff era completamente absoluto. Aunque desde mediados del siglo XIX, el zar Alejandro II introdujo algunas tímidas reformas liberales, con su asesinato en 1881, se suspendieron todos los programas.

El nuevo zar, Alejandro III incrementó la censura, la represión y la rusificación de las minorías. Se persiguieron los nacionalismos separatistas (de polacos, estonios, ucranianos, georgianos, armenios, finlandeses, etc.) y se intensificó la discriminación a los judíos. Todo ello no hacía más que aumentar la oposición al viejo régimen zarista.

En 1894, subió al trono Nicolás II que continuó la política expansionista hacia el este. Esto enfrentó a Rusia con Japón que buscaba su propio imperio en las costas asiáticas. En 1904, el ejército japonés atacó el puerto ruso de Port Arthur y estalló la llamada Guerra Ruso-Japonesa. A pesar de la superioridad rusa, los ejércitos del zar sufrieron una terrible derrota, confirmada en el Tratado de Portsmouth.

La derrota evidenció la debilidad del zar y avivó los movimientos opositores. En aquella época, Rusia era una nación predominantemente agrícola pero, desde 1880, se había iniciado la industrialización en las principales ciudades: la capital (San Petersburgo) y Moscú. La pobreza y la miseria tanto de campesinos como de proletarios fue un excelente caldo de cultivo para las ideas socialistas que se extendieron enseguida.

En 1905, la derrota ante Japón fue la mecha que encendió una revolución. Se consiguieron entonces algunas reformas como el sufragio censitario o la reunión de la Duma. Pero éstas no satisficieron a nadie.

En política exterior, desde 1890, Rusia estaba aliada con Francia frente a Austria-Hungría y Alemania. Además, siempre se había declarado garante de la libertad de los eslavos del sur (serbios, croatas, etc.) lo que le había llevado a enfrentarse con los imperios Austro-Húngaro y Otomano.  En 1914, tras el atentado de Sarajevo, San Petersburgo se apresuró a declarar que protegería a Serbia. Esto era lo mismo que enfrentarse a Austria Hungría.

La Gran Guerra no trajo más que derrotas para Rusia ya que sus ejércitos no estaban a la altura de los alemanes. Esto unido a la debilidad del zar y a la inestabilidad social hacían del Imperio Ruso un enorme oso, con los pies de barro.





*Más entradas de la Gran Guerra en el siguiente enlace: "100 años de la Gran Guerra"

viernes, 14 de febrero de 2014

EL IMPERIO OTOMANO, "EL ENFERMO DE EUROPA"

LOS CONTENDIENTES DE LA GRAN GUERRA (III)

A principios del siglo XX, el Imperio Otomano o Imperio Turco era "el enfermo de Europa". En realidad, se trataba de un Estado extraeuropeo ya que la inmensa mayoría de sus territorios se encontraban fuera de Europa, pero curiosamente, su evolución histórica lo ligaba al Viejo Continente.

El Imperio Otomano se formó en 1453 cuando los turcos conquistaron Constantinopla, hoy Estambul. Fue un imperio tan poderoso en los siglo XVI y XVII que sus ejércitos llegaron a sitiar Viena en sucesivas ocasiones durante esos siglos. En este mapa vemos la máxima expansión turca en morado sobre un mapa político de principios del siglo XX:

Máxima expansión del Imperio Otomano en el siglo XVI

Sin embargo, a finales del siglo XVII, el Imperio entró en un periodo de decadencia del que no se recuperaría. Tanto es así que en el siglo XIX, con el aliento de las ideas liberales, todos los pueblos sometidos al poder turco en los Balcanes alcanzaron su independencia. En 1829 se independizó Grecia, en 1878, Bulgaria, Rumanía, Serbia y Montenegro y mientras tanto, el Imperio Austriaco anexionaba territorios progresivamente: Hungría, Eslovenia, Croacia, Transilvania, etc.

Pero no sólo en Europa el Imperio perdió territorios sino que en África, Egipto reclamó su independencia. Las potencias europeas, Francia y Gran Bretaña, ejercían tutela sobre el "enfermo" mientras le arrebataban territorios: Túnez, Tripolitania, Cirenaica, Egipto, etc.

Rusia también tenía intereses en Turquía sobre todo porque sus barcos debían atravesar el Estrecho del Bósforo para acceder desde el Mar Negro al Mediterráneo. El Zar ruso llegó a proclamarse "protector" de los cristianos ortodoxos del Imperio Turco con lo que eso suponía ya que desde entonces pudo injerir directamente en la política turca.

El Imperio Otomano fue vapuleado y manipulado por Gran Bretaña, Francia, Rusia y Austria a lo largo del siglo XIX y de estas potencias dependía su propia existencia. Miren la extensión del Imperio en vísperas de la Gran Guerra y compárenlo con el mapa anterior:

El Imperio Turco en 1914

A nivel interno, el Imperio era un conglomerado de etnias, culturas y religiones. Los grupos mayoritarios eran los turcos, por supuesto, pero también había armenios, judíos, árabes, griegos, persas, etc. Todos ellos bajo el cetro del sultán turco de Estambul y bajo el dominio del Islam que era la religión mayoritaria. Curiosamente, salvo periodos concretos, tanto cristianos como judíos disfrutaron de gran libertad religiosa.

A nivel político, aunque se habían introducido algunas reformas liberales en el siglo XIX, el Imperio era un Estado autocrático en el que el sultán gobernaba de forma casi absoluta. Abdul Hamit II había promulgado una Constitución en 1876 en la que se establecía la libertad de prensa e incluso se creó un Parlamento. Pero cuando llegaron las presiones de las potencias europeas lo disolvió y gobernó dictatorialmente.

Esta tendencia hacia el autoritarismo hizo que los grupos liberales configuraran un partido nacionalista denominado "Jóvenes Turcos" y apostaban por las reformas económicas y militares. Este grupo se hizo con el poder en 1909 y restauró el Parlamento y la Constitución bajo el reinado de Mehmet V.

Los "Jóvenes Turcos" intentaron modernizar la economía del país pero no lo consiguieron. El Imperio carecía de industrias potentes, de infraestructuras y además se encontraba atenazado por una enorme corrupción.

Las dos guerras balcánicas de 1912 y 1913 redujeron el territorio otomano en Europa. Ya sólo poseía una estrecha franja en torno al Mar de Mármara y los estrechos de Bósforo y de Dardanelos (la llamada Tracia Oriental). Cuando estalló la Gran Guerra en 1914, dada su precaria situación, intentó mantener la neutralidad. Pero la necesidad de aliados para enfrentarse al Imperio Ruso le llevó a unir sus destino a Alemania y a Austria-Hungría. Esa sería su sentencia de muerte.




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sábado, 8 de febrero de 2014

EL REICH ALEMÁN

LOS CONTENDIENTES DE LA GRAN GUERRA (II)


"El puesto de capitán del barco ha recaído sobre mí. El derrotero sigue siendo el mismo: adelante a todo vapor."

Esas fueron las palabras del Káiser alemán, Guillermo II, tras la destitución del canciller Otto von Bismarck en 1890. El artífice de la unificación del Imperio alemán y árbitro de las relaciones internacionales en Europa hasta entonces se marchaba y con él cambió el destino de Alemania. Pero vayamos por partes.

El Reich alemán había nacido en 1871 con una Constitución que establecía una Monarquía autocrática de carácter federal. Alemania se convertía entonces en una potente nación que había derrotado al Imperio Austriaco en 1866 y a Francia en la batalla de Sedán en 1870. Al país galo le había arrebatado incluso los territorios de Alsacia y Lorena, de población alemana pero bajo soberanía francesa hasta entonces (vean el mapa). Francia nunca se lo perdonaría. 

El Imperio Alemán en 1914. Nótese los territorios imperiales de Alsacia y Lorena (con capital en Estrasburgo) que habían sido cedidos por Francia tras la derrota en Sedán (1870).

Alemania además, era una enorme nación de más de cincuenta y seis millones de habitantes, muy industrializada y con un amplio sistema de transportes basado en el ferrocarril y los canales. Bajo la corona del emperador había súbditos variopintos (polacos, daneses, checos, rusos y franceses) pero los alemanes suponían casi la totalidad de la población. 

El proyecto político de Bismarck consistió en establecer una serie de alianzas en Europa con un solo objetivo: aislar a Francia que era considerado su principal enemigo. Y lo consiguió: 
  • En 1863, formó la Liga de los Tres Emperadores con Austria y Rusia.
  • En 1878 rompió esa alianza y firmó un pacto sólo con Austria.
  • En 1882 se unió Italia al pacto formando la Triple Alianza.
  • En 1887, para evitar un acercamiento de Rusia a Francia, firmó el Pacto de Reaseguro con el Zar por el que se comprometían a ser neutrales (sobre todo en la zona de los Balcanes).
  • En 1887, el Reino Unido se unió a la Triple Alianza.

De esta forma, todas las grandes potencias del continente quedaban ligadas al Imperio Alemán y Francia más sola que la una. Pero todo cambió con la destitución del Canciller de hierro en 1890. 

El nuevo Emperador, Guillermo II, deshizó todo el Sistema Bismarckiano y puso un nuevo, y erróneo, rumbo a la diplomacia alemana. El barco tenía un capitán inexperto que no supo enfrentase a los acontecimientos:
  • En 1890 no se renovó el pacto con Rusia.
  • Las rivalidades con el Reino Unido se hicieron cada vez más evidentes tanto en economía como en los asuntos coloniales.
  • A cambio, Guillermo II, se empeñó en establecer una alianza con el Imperio Otomano, el enfermo de Europa, sin potencial económico ni militar.

En definitiva, si en 1890, era Francia la que estaba aislada, en 1900 fue el Imperio Alemán (el II Reich) quien se vio solo; con la única alianza sólida de Austria.  Mientras tanto, Francia se apresuraba a firmar un pacto con Rusia (en 1894) y a iniciar conversaciones con el Reino Unido.

Cuando llegó 1914, seguían en pie ese sistema de alianzas de forma que al apoyar Alemania a Austria-Hungría contra Serbia, se enfrentó también con Rusia (ya sabemos: protectora de Serbia) y por consiguiente con Francia y el Reino Unido. La guerra era ya imparable y el destino del "barco" del Imperio Alemán estaba sentenciado. Su "capitán" Guillermo II, se hundiría con la nave. No hizo lo que había prometido: mantener el rumbo.


Dibujo satírico alemán de 1890 en el que se ve al canciller Bismarck descendiendo del barco en el que se queda el nuevo capitán, el emperador Guillermo II. En 1914, el barco se hundió y el capitán con él.


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viernes, 7 de febrero de 2014

EL IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO

LOS CONTENDIENTES DE LA GRAN GUERRA (I)


A comienzos del siglo XX, el Imperio Austro-Húngaro era una de las mayores potencias europeas. Su poder se extendía por un territorio de más de seiscientos mil kilómetros cuadrados y gozaba de una gran fuerza internacional en los asuntos europeos. Su aliado principal era el Imperio Alemán, quien la había derrotado en 1866, perdiendo Austria-Hungría toda influencia en los antiguos territorios del Sacro Imperio.

El origen de este Estado multinacional se encuentra en 1867, cuando el gobierno de Viena autorizó la creación de un parlamento en Hungría. De esta forma, el Imperio Austriaco (como había sido hasta entonces) pasó a constituirse en una monarquía dual compuesta por dos entidades territoriales distintas pero unidas: Austria (o Cisleithania) y Hungría (o Transleithania).

En ese año, el Emperador de Austria, Francisco José I de Habsburgo (el esposo de la Emperatriz Sisí), fue proclamado rey de Hungría con lo que se establecía la igualdad entre ambas entidades territoriales. En el siguiente mapa se pueden ver la división territorial del Imperio hacia 1914:

Imperio Austro-Húngaro hacia 1914. Nótese la diversidad de territorios que lo formaban y la posición de Servia (o Serbia) que ambicionaba construir su imperio propio.

Sin embargo, en el cambio de siglo, el Imperio se veía afectado por graves problemas internos. Austria-Hungría era un Estado multinacional en el que convivían 56 millones de personas de diferentes etnias, religiones, lenguas y culturas. Los grupos dominantes eran los alemanes de Austria y los magiares de Hungría pero también había italianos, checos, polacos, rumanos, eslovacos, eslovenos, croatas, ucranianos, bosnios, serbios y montenegrinos.

Esta diversidad era una fuente de problemas para el gobierno de Viena porque todos reclamaban el reconocimiento de su identidad cultural. Tanto es así que poco a poco se fue otorgando autonomía a las diversas regiones. Sin embargo, mientras esto sucedía sobre todo en los territorios de Austria (Cisleithania), Hungría emprendía una intensa campaña de "magiarización" de los eslavos de su territorio, la Transleithania. 

Esto avivaba el surgimiento de grupos que reclamaban la total independencia de sus pueblos y buscaban apoyos en otras potencias. Entre ellas destacaba Serbia que aspiraba a construir su propio imperio a costa de la decadencia austro-húngara; y Rusia que se autodenominaba protectora de los eslavos del sur (serbios, croatas, eslovenos, etc.).

Por todo ello, Austria-Hungría era un polvorín que además se había vuelto más inestable con la anexión plena de Bosnia-Herzegovina en 1908. Este territorio había sido adquirido en 1878 ya que antes había pertenecido al Imperio Otomano y por ello se administraba de forma distinta. En esos años, Serbia puso sus ojos en este territorio y no dejaría de conspirar contra Austria-Hungría hasta 1914 con el objetivo de controlarlo.

El 28 de junio de 1914, durante un viaje a Sarajevo, la capital de Bosnia-Herzegovina, el archiduque Francisco Fernando y su esposa fueron asesinados por un fanático nacionalista serbio, Gavrilo Princip. Fransico Fernando era sobrino del emperador y detestado por los serbios debido a su fuerte oposición a los movimientos separatistas. 

Entonces, el gobierno de Viena lanzó un ultimátum a Serbia para que entregara al magnicida e iniciara una investigación sobre el asesinato. Serbia se negó y Austria-Hungría se vio obligada a declararle la guerra al pequeño país balcánico. Era el principio del fin del Imperio.  






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jueves, 6 de febrero de 2014

LA BELLE ÈPOQUE

"Nadie habría creído en los últimos años del siglo XIX que las cosas humanas fueran escudriñadas aguda y atentamente por inteligencias superiores a la del hombre, y mortales, sin embargo, como éste; que mientras los hombres se afanaban en sus asuntos fuesen examinados y estudiados casi tan de cerca como pueden serlo en el microscopio las transitorias partículas que pululan y se multiplican en una gota de agua. (...)"

Así comienza "La guerra de los mundos", la primera novela de ciencia-ficción de la Historia, obra de H.G. Wells. Fue publicada en 1898 y refleja una brutal visión de la sociedad europea (y británica especialmente) de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Un sociedad débil y poderosa al mismo tiempo. Una sociedad en crisis.

A finales del siglo XIX, parecía que la inteligencia humana era invencible y el progreso social y económico de Europa imparable. Nos encontramos ante una sociedad deslumbrada por los avances de la ciencia y de la tecnología, en la que la calidad de vida de la población mejoraba visiblemente y muy pocos se atrevían a cuestionar el poder de la razón.

Estas creencias se manifestaban en Europa, en naciones como Gran Bretaña, Francia o Alemania que disfrutaban de un gran desarrollo económico y social. Tal era su superioridad que controlaban el mundo. A finales de la decimonovena centuria, Gran Bretaña era la dueña y señora de los océanos; la Grandeur poseía un inmenso imperio colonial en África y Alemania se encontraba triunfante en la Europa Continental.

El progreso proporcionado por la Primera Revolución Industrial había sido el más espectacular de la Historia y la Gran Depresión (1873 - 1879), la primera crisis del capitalismo, había sido superada. La Segunda Revolución Industrial había relanzado la economía europea gracias al petróleo y a la electricidad y el progreso parecía eterno.

Pero tal era el sentimiento de superioridad de los europeos que se atrevieron a dominar y someter a las gentes de otros continentes. Se creían que habían sido dotados por Dios de un don que los hacía mejores a los demás. Por ello se lanzaron a colonizar y "civilizar" África, Asia y Oceanía. Era la época del Imperialismo

Pocos eran los que se atrevían a cuestionar el orden mundial establecido y mucho menos la superioridad de los europeos. Estos eran los más desarrollados, los más civilizados y los más inteligentes del mundo. Sin embargo, con el cambio de siglo algo empezó a cambiar: la mentalidad de algunos intelectuales.

Se empezaron a oír algunas voces que alertaban de la "prepotencia" de los europeos y empezaron a cuestionar la utilidad de la Razón para el bienestar de las sociedades. Escritores como Wells se esforzaron por mostrar una sociedad que se creía poderosa pero carecía de valores morales y principios plenamente humanos. Una sociedad que era capaz de fabricar sofisticados aparatos tecnológicos pero se atrevía al mismo tiempo a someter a pueblos lejanos. Una sociedad confiaba pero recelosa del vecino.

Así era la vida en Europa en una época a caballo entre el siglo XIX y el XX. Una época de desarrollo económico, de progreso social pero también de crisis de valores y de principios éticos. A esta época, entre 1890 y 1914, se la denominó "La Belle Époque".

París (Francia), hacía 1900. París era considerada uno de los paradigmas del avance económico y tecnológico. Era conocida como "La Ciudad de la Luz" por ser la primera ciudad con iluminación pública en sus calles. La Torre Eiffel fue construida con motivo de la Exposición Universal de París de 1889 en la que se exhibió el poderío y la grandeza de Francia así como sus avances científicos y técnicos.