LOS CONTENDIENTES DE LA GRAN GUERRA (I)
A comienzos del siglo XX, el Imperio Austro-Húngaro era una de las mayores potencias europeas. Su poder se extendía por un territorio de más de seiscientos mil kilómetros cuadrados y gozaba de una gran fuerza internacional en los asuntos europeos. Su aliado principal era el Imperio Alemán, quien la había derrotado en 1866, perdiendo Austria-Hungría toda influencia en los antiguos territorios del Sacro Imperio.
El origen de este Estado multinacional se encuentra en 1867, cuando el gobierno de Viena autorizó la creación de un parlamento en Hungría. De esta forma, el Imperio Austriaco (como había sido hasta entonces) pasó a constituirse en una monarquía dual compuesta por dos entidades territoriales distintas pero unidas: Austria (o Cisleithania) y Hungría (o Transleithania).
En ese año, el Emperador de Austria, Francisco José I de Habsburgo (el esposo de la Emperatriz Sisí), fue proclamado rey de Hungría con lo que se establecía la igualdad entre ambas entidades territoriales. En el siguiente mapa se pueden ver la división territorial del Imperio hacia 1914:
Imperio Austro-Húngaro hacia 1914. Nótese la diversidad de territorios que lo formaban y la posición de Servia (o Serbia) que ambicionaba construir su imperio propio. |
Sin embargo, en el cambio de siglo, el Imperio se veía afectado por graves problemas internos. Austria-Hungría era un Estado multinacional en el que convivían 56 millones de personas de diferentes etnias, religiones, lenguas y culturas. Los grupos dominantes eran los alemanes de Austria y los magiares de Hungría pero también había italianos, checos, polacos, rumanos, eslovacos, eslovenos, croatas, ucranianos, bosnios, serbios y montenegrinos.
Esta diversidad era una fuente de problemas para el gobierno de Viena porque todos reclamaban el reconocimiento de su identidad cultural. Tanto es así que poco a poco se fue otorgando autonomía a las diversas regiones. Sin embargo, mientras esto sucedía sobre todo en los territorios de Austria (Cisleithania), Hungría emprendía una intensa campaña de "magiarización" de los eslavos de su territorio, la Transleithania.
Esto avivaba el surgimiento de grupos que reclamaban la total independencia de sus pueblos y buscaban apoyos en otras potencias. Entre ellas destacaba Serbia que aspiraba a construir su propio imperio a costa de la decadencia austro-húngara; y Rusia que se autodenominaba protectora de los eslavos del sur (serbios, croatas, eslovenos, etc.).
Por todo ello, Austria-Hungría era un polvorín que además se había vuelto más inestable con la anexión plena de Bosnia-Herzegovina en 1908. Este territorio había sido adquirido en 1878 ya que antes había pertenecido al Imperio Otomano y por ello se administraba de forma distinta. En esos años, Serbia puso sus ojos en este territorio y no dejaría de conspirar contra Austria-Hungría hasta 1914 con el objetivo de controlarlo.
El 28 de junio de 1914, durante un viaje a Sarajevo, la capital de Bosnia-Herzegovina, el archiduque Francisco Fernando y su esposa fueron asesinados por un fanático nacionalista serbio, Gavrilo Princip. Fransico Fernando era sobrino del emperador y detestado por los serbios debido a su fuerte oposición a los movimientos separatistas.
Entonces, el gobierno de Viena lanzó un ultimátum a Serbia para que entregara al magnicida e iniciara una investigación sobre el asesinato. Serbia se negó y Austria-Hungría se vio obligada a declararle la guerra al pequeño país balcánico. Era el principio del fin del Imperio.
*Otras entradas sobre la Primera Guerra Mundial en la etiqueta "100 años de la Gran Guerra".
No hay comentarios:
Publicar un comentario