Páginas

jueves, 19 de octubre de 2023

DOLOR


Todas las guerras son espantosas. Y todas dejan imágenes espantosas. En los tiempos que vivimos, esas imágenes se difunden a través de la televisión y las redes sociales y todo el mundo puede verlas. Nos acostumbramos a verlas, pero no por eso dejan de ser espantosas.

Hace algunos días encontré en Twitter un vídeo terrible. Una madre gazatí se despedía de sus dos hijos muertos en un bombardeo israelí. Cogía al pequeño en brazos mientras el cuerpo inerte de la niña estaba tendido en una camilla. Los gritos desgarradores de la madre helaban el alma. A su lado, el padre lloraba desconsolado. La imagen de la madre y su hijo en brazos es terrorífica y, a la vez, muy humana. Es la imagen de la tragedia y del dolor causado por nosotros mismos.

Entre todas las imágenes espantosas de las guerras, las peores son aquellas que muestran el mayor dolor que podemos concebir: el dolor de una madre que ha perdido a su hijo. ¿Hay mayor sufrimiento? Da igual el siglo, la época o el lugar. Da igual la religión, la etnia o la nacionalidad. Es imposible concebir mayor dolor que el de una madre con su hijo muerto en brazos. 

En el Cristianismo, "La Piedad" refleja esa pena.  La Virgen María, desconsolada, sostiene el cuerpo de Jesucristo en sus brazos. En todas partes se ha replicado esta escena. Lo hizo Miguel Ángel en el Renacimiento italiano y Gregorio Fernández en la Castilla del siglo XVII. Algunas esculturas muestran serenidad, pero todas transmiten un terrible sufrimiento al que nada puede compararse. La Virgen María es todas las madres que han perdido lo que más querían; Jesucristo es todos los hijos muertos antes de tiempo.

Más allá de escenas religiosas, estás tragedias son algo cotidiano en todas las guerras del mundo. Que las madres entierren a sus hijos ha pasado siempre, aquí y allá, en épocas de guerra y de conflicto. Da igual a dónde vayamos y de qué conflicto hablemos. En la Alemania nazi, en la Rusia comunista, en la Palestina ocupada, en Yemen o en el Estado de Israel. En todas partes el dolor de las madres es el mismo cuando pierden a quien ha nacido de sus entrañas. En épocas de paz son los hijos quienes entierran a sus madres; en época de guerra son las madres las que entierran a sus hijos. Ya lo dijo el historiador griego Heródoto en el siglo V a.C. En el siglo XXI, sigue siendo igual.

En el "Guernica", de Pablo Picasso, vemos la misma escena. Una madre grita al cielo mientras sostiene el cadáver de su hijo en brazos rodeada de la destrucción causada por el bombardeo de la ciudad. Es la misma desgarradora representación de siempre. En medio de la devastación, de la muerte, del odio, los gritos de las madres pueden con todo. Vencen al miedo y al odio porque no hay nada peor. Por eso el genio malagueño representó su "Piedad" particular en medio de la Guerra Civil española. Por eso la imagen es tan poderosa.

En 2011, el fotógrafo Samuel Aranda ganó el premio World Press a la foto del año con una "Piedad" del siglo XXI. La instantánea, tomada en Yemen durante la guerra civil que ha asolado el país desde hace décadas, muestra una madre consolando a su hijo herido. Es el terror de quien puede perder a su retoño. Da lo mismo que su hijo sea un combatiente, que sea un héroe o que sea un asesino. La incertidumbre, el miedo, la desesperación. Todo ello refleja la imagen. Y el joven no está muerto. Imaginemos a aquellas mujeres que no saben dónde están sus hijos, si siguen con vida o si ya la han perdido. Imaginemos su angustia, su zozobra, su tormento. 

La guerra de Gaza es espantosa. Y espantosas son las imágenes que nos llegan de allí. Es la guerra retransmitida en directo. ¡Y cuántas madres y padres han perdido a sus hijos! ¡Y cuántas madres y padres han muerto en vida! ¡A cuántas madres y padres les da igual ya la guerra, la destrucción y su vida porque han perdido lo que más querían! ¡Cuántos se han hecho invencibles e invulnerables por el dolor de perder a un hijo! 

martes, 10 de octubre de 2023

UNA PAZ IMPOSIBLE



"El enemigo quería una guerra. Tendrá una guerra."

Benjamín Netanyahu, octubre de 2023


Lo que ocurrió el sábado 7 de octubre de 2023 fue, simple y llanamente, un acto terrorista. Hamás, un grupo fundamentalista islámico, considerado terrorista por EE.UU., Israel y la Unión Europea, atacó a civiles en el sur y el centro de Israel. El terrorismo puede definirse como un acto violento cometido contra la población civil para lograr un objetivo político creando un clima de terror que fuerce cambios en el orden establecido. Es precisamente lo que buscaba Hamás con el asesinato de centenares de civiles israelíes: alterar el frágil equilibro en el que se mantiene en paz Oriente Próximo.

Hamás gobierna desde el año 2007 la Franja de Gaza, donde sobreviven hacinados más de dos millones de personas. Desde su fundación en los años 80, su objetivo declarado ha sido la destrucción del Estado de Israel a través de la Yihad (guerra santa islámica). Con el apoyo de Irán, Catar y de otros grupos terroristas islamistas (como Hezbolá en el sur del Líbano), ha atacado frecuentemente Israel lanzando cohetes desde la Franja que rara vez alcanzan sus objetivos. Sin embargo, nunca hasta ahora habían llevado a cabo una incursión en territorio hebreo de las dimensiones de las del pasado sábado.

Los líderes de Hamás conocen perfectamente la superioridad armamentística del Estado israelí. Sabían que el ataque era una acto suicida porque las represalias del ejército de Israel serían terribles para la población gazatí. Y, sin embargo, esto no los detuvo. Cometieron el ataque aprovechando fallas (difíciles de entender) en los servicios de inteligencia de Israel. ¿Por qué? Podemos enumerar varios propósitos que ha logrado Hamás a corto plazo.

En primer lugar, ha conseguido que la opinión pública mundial vuelva sus ojos hacia Palestina otra vez. El conflicto palestino había sido eclipsado por otros desde hacía algún tiempo. A la vez, ha paralizado los contactos entre Israel y Arabia Saudí (amparados por EE.UU.) que iban a culminar en el reconocimiento de Israel por parte del reino saudí. Tercero, ha sacado los colores a los gobiernos de otros países árabes, como Marruecos y Sudán, que han reconocido, recientemente, al Estado de Israel. Y, en último lugar, esperan que la opinión pública de los países árabes apoye la causa palestina en las calles una vez más cuando las imágenes de la destrucción provocada por el ejército israelí en Gaza den la vuelta al mundo.

Hamás ha logrado estos objetivos en un momento en el que su gobierno en la Franja de Gaza empezaba a despertar oposición interna (un gobierno brutal y sanguinario, por otra parte). Es probable que salga reforzado tras esto. Al mismo tiempo, el ataque se ha producido cuando Israel se encontraba en una crisis interna grave, con problemas políticos en el gobierno de Netanyahu y los partidos de extrema derecha; y una fractura social nunca antes vista en el Estado hebreo. Es esperable, no obstante, que la respuesta al ataque refuerce la cohesión interna de Israel, tanto a nivel político como social.

¿Qué utilidad tiene este ataque para la resistencia histórica palestina? Ninguna. Y Hamás lo sabe. Israel ha salido victorioso de las seis guerras árabe - israelíes (1948-1949, 1956, 1967, 1973, 1982, 2006). Su superioridad militar (con asistencia occidental, sobre todo de EE.UU.) es apabullante. Pero también lo es otra realidad: Israel no ha conseguido nunca eliminar la resistencia del pueblo palestino. Por terrible y despiadada que sea la respuesta del gobierno de Tel Aviv, Hamás, como organización, va a sobrevivir. El terrible coste del acto terrorista del sábado lo pagarán los dos millones de palestinos que viven en la Franja de Gaza. La mitad tiene menos de catorce años. Y, luego, todo seguirá igual. 

Después de la humillación sufrida, Israel se defenderá con una contundencia que quizá nunca antes hayamos visto. Será la respuesta a las centenares de víctimas inocentes israelíes y de otras nacionalistas que los terroristas causaron el sábado. Pero el gobierno israelí y los altos mandos de su ejército saben que destruir Gaza no significa acabar con Hamás ni con la resistencia palestina. Es más, un castigo demasiado atroz sobre Gaza puede poner a la opinión pública mundial (ahora a favor de Israel por los ataques sufridos) en su contra en pocas semanas. El ejército hebreo, por otra parte, no tiene capacidad para afrontar un conflicto armado de larga duración (por recursos y población). Es posible que la respuesta sea dura y contundente, pero corta en el tiempo.

El primer ministro Netanyahu dijo que "lo que haremos en los próximos días (en Gaza) será recordado durante generaciones". El ministro de Defensa, Yoav Gallant, afirmó que "estamos avanzando hacia una ofensiva total.(...) Gaza nunca volverá a ser lo que era". Es poco probable, a pesar de estas declaraciones, que los soldados israelíes entren en Gaza pues sería una ratonera para ellos. Israel sí está impidiendo la evacuación de los gazatíes, confinados en la estrecha Franja sin electricidad, comida, ni agua. Dos millones de vidas en riesgo. Esto es considerado un crimen contra la humanidad en cualquier lugar del mundo. Pero Israel está acostumbrado a no recibir condenas internacionales por sus acciones. Ni EE.UU. ni la Unión Europea van a condenar nada que ordene Tel Aviv. Imaginemos entonces el resultado de cualquier operación militar hebrea. 

Sobre el papel puede haber muchas soluciones, expuestas por iluminados de aquí y de allá. Desde Europa y desde América podemos hacer llamamientos a la paz y al entendimiento entre unos y otros. Podremos condenar el salvajismo y la crueldad de unos y otros pues ambos bandos cometen con frecuencia crímenes de guerra. Pero no podremos cambiar nunca la cruda realidad que tenemos ante nosotros. La realidad de que ninguna solución se atisba a corto plazo para este conflicto. La realidad de que, después de setenta y cinco años de enfrentamientos, la paz en Palestina sigue siendo hoy imposible.









*Palestina es el nombre histórico de la región geográfica limitada por el Mar Mediterráneo al oeste y el río Jordán y el mar Muerto al este. Se ha empleado este término desde época romana. Hoy, esta región se encuentra dividida entre el Estado de Israel y los territorios del Estado palestino de Gaza y Cisjordania. Gran parte de ellos están ocupados por Israel. 

viernes, 6 de octubre de 2023

LAS COSAS CAMBIAN


El profesor Peter Stearns dice que la Historia nos ayuda a entender y aceptar el cambio. Es una de las razones que enumera en su ensayo "Why Study History?" (1998) por las que los alumnos deben estudiar Historia en la educación primaria y secundaria. A fin de cuentas, los orígenes del presente sólo están en el pasado y la transformación, el cambio, es el resultado del simple paso del tiempo. 

Esta idea la comento con mis alumnos adolescentes todos los cursos. Aceptar que las cosas cambian es esencial para comprender el mundo en el que vivimos y nuestra propia vida. Nosotros cambiamos, nuestro entorno cambia y el mundo cambia. Y darnos cuenta de ello nos ayuda a vivir mejor, a aceptar las cosas tal y como vienen. A ser felices, en definitiva, que es de lo que trata esto. Ya saben: Historia, maestra de vida. 

Uno de los temas en la Historia que mejor muestra el cambio, la transformación de la sociedad es el paso de la Edad Antigua a la Edad Media: la caída del Imperio Romano en el siglo V, las invasiones bárbaras, la pervivencia del Imperio Bizantino y el ascenso del Islam (s. VII). Y todo se ve en los primeros temas del segundo curso de la Educación Secundaria Obligatoria. Estudiamos un mundo en transformación, en el paso de la Antigüedad tardía al Medievo, un tiempo en el que Estados que parecían eternos se desmoronan, mientras otros sobreviven y soportan la embestida de nuevos actores históricos.

Cada año les pido a mis alumnos que reflejen su visión de ese mundo cambiante en un cómic de cuatro viñetas. Pueden elegir el tema que prefieran entre estos cuatro: la caída de Roma, las invasiones bárbaras, el reino visigodo o el Imperio Bizantino. Y lo cuentan a su manera. Algunos trabajos son brillantes pero todos reflejan el  momento de cambio del que hablaba. Aquí están algunas viñetas destacadas:

En ésta, un alumno resume brillantemente la situación del Imperio Romano en el siglo V. El bárbaro le dice al soldado romano "¡Ayuda! Dejadnos ser vuestros ciudadanos", mientras el legionario romano responde "No. No sois como nosotros". Las migraciones germánicas transformaron el Imperio, lo sometieron a una terrible presión y provocaron, al final, el colapso de Roma. Un estado de mil años de vida se desmoronó en pocas décadas. Pero la vida (la Historia) continuó en Europa.

Este otro muestra un escenario imponente: en la ciudad de Roma, junto al coliseo, unos soldados romanos se disponen a defender la ciudad del ataque de los vándalos y los visigodos. "Vamos a defender Roma", podemos leer; pero los bárbaros responden: "No, os estáis largando". Unos llegan y otros se marchan, como en nuestra vida. De nada sirve resistirse a los cambios porque son inevitables. Al final, el paso del tiempo es la principal transformación. Y nadie puede resistirse a eso.


Esta alumna habla de Bizancio, la parte del Imperio Romano que sobrevivió mil años a la caída de Roma. Y en una de las viñetas resume de manera magistral ese milenio. Frente a la majestuosa basílica de Santa Sofía, junto a la tumba de Justiniano, un individuo dice: "Justiniano fue un buen emperador, conquistó territorios y construyó edificios. Pero cuando murió, perdimos muchos territorios". Otra muchacha refleja con esta viñeta el fin del Imperio Romano de Occidente. Un emperador niño, Rómulo Augústulo, entrega la corona resignado: "Ahí vas", le dice al símbolo de su poder. 

Al final, parece que los muchachos de doce y trece años que han elaborado estos trabajos comprenden la fugacidad de todo. El Rómulo Augústulo de esta viñeta acepta el destino tal y como viene, sin remedio. Como, seguro, lo acepto el personaje histórico real (a medio camino entre la leyenda y la Historia) cuando el godo Odoacro lo depuso, pero le perdonó la vida en el 476 d.C. 

Todos transmiten una misma idea: lo fuerte se hace débil, lo que parecía indestructible se quiebra y lo inolvidable se olvida. Todo con el tiempo termina. Stearn dice que sólo estudiando el pasado podemos captar por qué esto sucede, por qué las cosas cambian. Tanto en nuestra sociedad como en nuestra vida, creo yo.