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domingo, 27 de julio de 2014

EL GIGANTE DORMIDO SE DESPIERTA

EE.UU. ENTRA EN LA GRAN GUERRA (6 de abril de 1917)


EE.UU. ve como Europa se destruye a sí misma.
Caricatura de 1914


En 1913 Woodrow Wilson volvió a llevar a los demócratas al poder tras un largo periodo de dominio republicano (1897 - 2013) en el que se había puesto en marcha una política imperialista que había provocado la intervención norteamericana en numerosos territorios del Caribe y el Pacífico. El nuevo presidente modificó y restringió esa política de expansión y centró su gobierno en los asuntos internos. Se volvía a recuperar el tradicional aislacionismo de EE.UU.

En este sentido, cuando en julio de 1914 comenzaron los combates en Europa, Wilson reaccionó con una declaración de neutralidad. Esta posición era muy popular en la sociedad americana que se oponía enérgicamente a la guerra porque veía los problemas de Europa como ajenos y apoyaba el aislacionismo de su país en política internacional. No obstante, la trayectoria neutral de EE.UU. pasó por periodos de gran polémica ya que no se podía ocultar la afinidad cultural e ideológica con los aliados. Todo el mundo sabía que bajo la máscara de neutralidad se encontraba una beligerancia encubierta ya que barcos americanos y británicos transportaban en secreto armamento desde EE.UU. a Gran Bretaña.

A pesar de la citada afinidad de la sociedad americana a los valores democráticos de Gran Bretaña y Francia, es interesante destacar que de los noventa y ocho millones de estadounidenses en 1914, más de cinco tenían orígenes alemanes. Los alemanes americanos, como el resto de la sociedad, se oponían a la intervención de EE.UU. en la guerra en contra del Reich y defendían su neutralidad. Otros grupos étnicos se oponían a que su país prestase ayuda a naciones que habían cometido crueles fechorías en América, África y Asia y el resto de la población también se decantaba al principio por no intervenir en una guerra que no les interesaba.

La opinión pública norteamericana recibió con agrado la decisión del gobierno de mantener la neutralidad. Esta postura, defendida férreamente por el presidente Wilson, y su promesa de no intervenir en la guerra le procuraron la reelección en 1916.

Sin embargo, desde los primeros meses de guerra, la opinión pública estadounidense empezó a cambiar. La presión a favor de la entrada en la guerra se hizo inevitable ante los acontecimientos que afectaban directamente a intereses americanos. En mayo de 1915, los alemanes torpedearon el trasatlántico Lusitania (ver entrada sobre guerra naval) en el que viajaban cientos de estadounidenses. Este incidente enfrió las relaciones entre Washington y el gobierno del Reich.

A pesar de este hecho y de otros similares, el presidente Wilson seguía manteniendo su posición. Bajo el lema "Paz sin victoria" apoyaba la idea de una paz equilibrada, sin vencedores ni vencidos. Esta postura distanciaba a EE.UU. de los aliados ya que Gran Bretaña y Francia perseguían la derrota total del Reich alemán.

En 1917, la guerra submarina se intensificó ya que Alemania puso en marcha una táctica de ataques indiscriminados contra todos los barcos que entrasen en la zona de bloqueo de Gran Bretaña, sin tener en cuenta su nacionalidad. Los buques estadounidenses se vieron seriamente afectados y muchos fueron hundidos por los submarinos germanos. Esta situación hizo que los republicanos empujasen al gobierno de Wilson a la declaración de guerra.

También en ese momento, los ingleses interceptaron un telegrama enviado por el Ministro de Asuntos Exteriores del Alemania, Arthur Zimmermann, a su embajador en Ciudad de México en el que le ordenaba proponer a México la entrada en la guerra. Este es sin duda uno de los episodios más curiosos de la Primera Guerra Mundial. El telegrama decía así:

17 de enero de 1917


Tenemos la intención de comenzar el uno de febrero una guerra submarina sin restricciones. A pesar de esto, intentaremos mantener a los Estados Unidos de América neutral. En caso de no tener éxito, proponemos a México una alianza en los siguientes términos: hacer la guerra juntos, hacer la paz juntos, apoyo financiero generoso y nuestro compromiso de que México reconquiste los territorios perdidos en Texas, Nuevo México y Arizona. El acuerdo final se lo dejamos a usted. Informe al presidente de México sobre todo lo expuesto secretamente tan pronto como sea cierto el estallido de la guerra con los Estados Unidos de América, y añada la sugerencia de que él debería, de su propia iniciativa, invitar a Japón para que se adhiriera inmediatamente y al mismo tiempo mediar entre Japón y nosotros. Por favor, llama la atención del Presidente de México sobre el hecho de que el uso inflexible de nuestros submarinos ahora ofrece la posibilidad de forzar a Inglaterra a firmar la paz en pocos meses.

Firmado: Arthur Zimmermann


Territorios estadounidenses que Alemania prometía a México en el Telegrama Zimmermann

Es conocido como "Telegrama Zimmermann" y en él se observa la estrategia de Alemania en 1917. Ante la puesta en marcha de una guerra submarina sin restricciones, las autoridades germanas temen que EE.UU. les declare la guerra. Si estos sucediese, la intervención de México al lado de las Potencias Centrales y contra EE.UU. y el cambio de bando de Japón les permitiría compensar la situación. En recompensa, promete a México la recuperación de los Estados de Texas, Arizona y Nuevo México, perdidos (junto a otros territorios) en la guerra entre México y EE.UU. a mediados del siglo XIX.

Aunque México rechazó el ofrecimiento y Japón repudió la propuesta de cambiar de bando, la noticia provocó una gran agitación en la opinión pública de EE.UU. porque veía que en caso de guerra, el propio territorio norteamericano se vería seriamente afectado. La guerra submarina y el "Telegrama Zimmermann" inclinaron al gobierno de Washington a entrar en la guerra. El 6 de abril de 1917, el presidente Wilson declaró la guerra a Alemania. Contó con la aprobación del Congreso aunque importantes sectores sociales se seguían oponiendo a la guerra.

La entrada de EE.UU. en la Primera Guerra Mundial fue más importante desde el punto de vista simbólico y propagandístico que desde el plano estrictamente militar. Los aliados contaron desde entonces con millones de soldados nuevos, bien preparados y con la moral alta. Además, la entrada de la potencia americana compensaba de alguna forma la retirada de Rusia tras el estallido de la Revolución Bolchevique. Para Alemania sin embargo, fue un duro golpe porque el panorama en la guerra se ponía muy complicado. Quizá esto decidió a las autoridades germanas a realizar las últimas ofensivas en el frente occidental en 1918.

En junio de 1917 desmbarcaron en Francia las primera tropas de Estados Unidos. En realidad, era un ejército regular muy pequeño en comparación con los ejércitos franceses, ingleses y alemanes que llevaban años combatiendo, y se preveía que pudiesen participar en las batallas a partir de 1919. Antes era necesario entrenarlos y prepararlos para la guerra en Europa.

Destaca, por el papel que jugó en la guerra, la Fuerza Expedicionaria Estadounidense (AEF, American Expeditionary Force), que entró rápidamente en combate y derrotó a los alemanes en algunas batallas del frente occidental en 1918. En total, EE.UU. envió a Europa a 4,7 millones de soldados y sufrieron baja 116.000 aproximadamente entre muertos y heridos.

Mientras tanto, la situación era tensa en el interior de EE.UU. porque creció la hostilidad hacia los alemanes y hacia las comunidades de eslavos y judíos de orígenes austro-húngaros. Todos ellos eran considerados enemigos en su propia casa. Esta desconfianza hizo que se crearan organizaciones para perseguir a los sospechosos de colaboración con el enemigo y se aprobaron leyes para prevenir el espionaje. Destacan la Ley sobre el Espionaje, aprobada en junio de 1917, y la Liga Protectora Estadounidense, que se encargaba de arrestar e interrogar a desertores y pacifistas.

El 8 de enero de 1918, Wilson propuso en un discurso sus catorce puntos, que, aunque con modificaciones significativas, serían la base de los posteriores tratados de paz. Por entonces, la guerra aún no estaba ganada y millones de soldados estadounidenses estaban combatiendo en una guerra que apenas tres años antes veían como ajena y alejada.

Viñeta satírica titulada "La Tentación" (1917).
El "diablo" alemán ofrece a México los Estados de Arizona, Nuevo México y Texas. Así se vio en EE.UU. el "Telegrama Zimmermann".





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viernes, 18 de julio de 2014

LA REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE

LA VIDA EN EL INTERIOR DE LOS PAÍSES BELIGERANTES (III): RUSIA

Manifestación de obreros en Petrogrado, en julio de 1917.

La situación interna del Imperio Ruso era ya delicada antes del comienzo de la guerra. Como vimos, a principios del siglo XX Rusia contaba con unos ejércitos débiles, más aptos para la represión interior que para el enfrentamiento con otras potencias, como se había puesto de manifiesto en la guerra ruso-japonesa de 1905. Las autoridades políticas y militares rusas sabían que una nueva guerra, como la de 1914-1918, serviría para apuntalar el régimen del zar o destruirlo por completo.

La guerra no causó más que problemas a Rusia puesto que sus ejércitos no eran capaces de imponerse a los alemanes. El elevado número de muertos en la guerra (alrededor de dos millones), la escasez de suministros, la constante pérdida de territorios y la corrupción en los ejércitos durante la contienda provocaron en el pueblo ruso una indignación creciente con respecto a la autocracia zarista. La población, que ya vivía en una situación de miseria y pobreza antes de 1914, empezó a sufrir también los efectos de la guerra.

Los intelectuales y algunos políticos hicieron llamamientos a la paz y a la salida de Rusia de la guerra pues el país no podía seguir soportando aquella situación. El pacifismo se extendió incluso al ejército y muchos soldados rusos llegaron a confraternizar con los alemanes negándose a luchar contra ellos.

A todo ello se sumaba la delicada situación en las ciudades industriales. La rápida industrialización de algunas zonas había creado una masa de población proletaria, de orígenes rurales, que vivía en condiciones miserables y que enseguida abrazó las ideas socialistas y comunistas. Las huelgas y las protestas en ciudades como Petrogrado (nombre que recibió San Petersburgo entre 1914 y 1924) y Moscú se sumaban a la comprometida situación de Rusia en el frente, donde las derrotas se sucedían una tras otra.

Desde comienzos de 1917 se sucedieron masivas manifestaciones en las principales ciudades del país que reclamaban cambios democráticos mientras los obreros se organizaban en soviets. Ante esta situación el zar decidió disolver la Duma pero un comité de parlamentarios se constituyó en gobierno provisional dirigido por el príncipe Lvov.

A partir de ese momento, el poder en Rusia fue compartido entre los soviets y el gobierno provisional. En marzo de ese año, el ejército se negó a reprimir una huelga de obreros y campesinos y muchos soldados se unieron a los huelguistas. El zar se dio cuenta entonces de que había perdido el control del país.

El 15 de marzo de 1917 (febrero en el calendario juliano), obreros, campesinos y militares descontentos obligaron a abdicar al zar Nicolás II en lo que se conoce como "Revolución de Febrero". La familia imperial y el zar fueron detenidos y deportados al este, a los Urales, mientras en Petrogrado se proclamaba una República democrática. El gobierno provisional proclamó el derecho a la libertad política, y recibió el apoyo de socialdemócratas (mencheviques) y burgueses.

Sin embargo, la situación estaba lejos de estabilizarse. En muchas ciudades los soviets alcanzaron gran poder y exigieron cambios sociales más profundos y la transformación de la "República burguesa" en una República socialista. Unos días después y tras un periplo por el norte de Europa, llegaba a Petrogrado el líder de los bolcheviques (revolucionarios comunistas), V. I. Ulianov, Lenin, que había estado exiliado en Suiza hasta entonces.

En las llamadas "Tesis de abril", Lenin exigía un acuerdo de paz inmediata con Alemania y el reparto de tierras entre los campesinos pobres. También defendía el fin del gobierno provisional y el poder exclusivo para los soviets. Famosa se hizo su consigna: "¡Todo el poder a los soviets!" y bajo su liderazgo, los bolcheviques prepararon un golpe de Estado para julio de 1917 pero fracasó.

A partir de ese momento, el enfrentamiento entre bolcheviques y el gobierno provisional se hizo cada vez más fuerte ya que éste, liderado ahora por Alejandro Kerenski, había decidido continuar la guerra y no atendía a las demandas de mejoras sociales que la población necesitaba. En la guerra la situación de Rusia era dramática porque, a la derrotas frente a los alemanes se unieron los motines de los soldados adeptos a los bolcheviques. Mientras tanto, éstos continuaron conspirando contra el gobierno provisional de corte liberal y burgués.

Finalmente, el 7 de noviembre de 1917 estalló la conocida como "Revolución de Octubre" (de acuerdo con el calendario juliano). la Guardia Roja bolchevique, dirigida por León Trotsky (una de las figuras más fascinantes de la Revolución) ocupó algunos puntos estratégicos de Petrogrado y una multitud de obreros y campesinos asaltó el Palacio de Invierno, sede del gobierno de Kerenski. La Revolución bolchevique estaba a punto de triunfar.

Kerenski y su gobierno fueron detenidos y Lenin formó el primer gobierno soviético, el Consejo de Comisarios del Pueblo, integrado por personajes llamados a jugar un importante papel en el futuro como Trotsky, Stalin y Rykov. Un mes después, el 12 de noviembre de 1917 se celebraron elecciones a la Asamblea Constituyente y los bolcheviques obtuvieron el 25% de los votos, mientras los social-revolucionarios ganaron los comicios con el 60% de los sufragios. Ante esta derrota la decisión de Lenin fue radical: en enero la Asamblea Constituyente fue disuelta y los partidos políticos fueron prohibidos. Se comenzaba a instaurar la dictadura del proletariado.

Entre las prioridades de los bolcheviques estaba firmar la paz con Alemania y retirar a Rusia de una "guerra capitalista". Así se hizo, el 3 de marzo de 1918 los bolcheviques pusieron fin a la guerra contra los Imperios centrales por la paz de Brest-Litovsk.


Revolución Bolchevique y guerra civil rusa (1917 - 1923)

La paz no fue ni mucho menos una victoria para los soviéticos pero estos debieron aceptar los duros términos impuestos por el Reich alemán dada la situación de crisis interna que vivía Rusia. El antiguo imperio de los zares perdió las enormes extensiones de terreno ocupadas por Alemania y Austria-Hungría en el oeste. Esos territorios se constituyeron en nuevos países al final de la guerra: Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia alcanzaron la independencia mientras otras regiones como la Rusia Blanca (Bielorrusia) y Ucrania también luchaban por constituirse como Estados.

Mientras tanto el gobierno de los soviets expropió sin ningún tipo de compensaciones a grandes propietarios, grandes empresarios y latifundistas. Los bancos fueron nacionalizados y las tierras colectivizadas.

Mientras aún se combatía en el oeste de Europa, en marzo de 1918, el gobierno soviético se trasladó de Petrogrado (la burguesa capital de los zares) al Kremlin en Moscú. Meses después, en julio, la familia imperial y el propio zar Nicolas II, que estaban presos en Yekaterimburgo (en los Urales) fueron brutalmente asesinados por las tropas bolcheviques. Nadie de la familia sobrevivió excepto la famosa Anastasia, que había conseguido huir a Inglaterra.

Pero la estabilidad del gobierno de Lenín no se consiguió tan fácilmente. Una alianza contrarrevolucionaria de monárquicos, mencheviques (socialdemócratas moderados) y fuerzas no socialistas formaron el "Ejército Blanco" que combatió al "Ejército Rojo" de los soviets en una sangrieta guerra civil que duró más de siete años (1917 - 1923). Las potencias occidentales se apresuraron a colaborar con el "Ejército Blanco" para evitar el triunfo del comunismo y la exportación de la revolución a otros países. Franceses, británicos, polacos y estadounidenses fueron enviados para luchar contra los revolucionarios. Pero la guerra se decantó a favor de los soviéticos cuyo ejército estaba bien preparado y con la moral alta.

Además, el "Ejército Rojo" consiguió conquistar algunos territorios que al principio habían intentado independizarse: Georgia, Ucrania, la Rusia Blanca, Armenia y Azerbaiyán. Hacia 1922 la Rusia Socialista había alcanzado casi la misma extensión que el antiguo Imperio de los zares. Sin embargo, la República Socialista debió enfrentarse a graves amenazas como la guerra ruso-polaca de 1920-1921 y la terrible hambruna que asoló Rusia en el invierno de 1921.

En 1922, la República Socialista Federal Soviética de Rusia se unió a otras repúblicas, creadas entonces, como Ucrania y Bielorrusia para formar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS): fue el primer Estado comunista y un ejemplo para los socialistas de todo el mundo.


Lenin durante un discurso







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sábado, 12 de julio de 2014

HAMBRE Y PENURIAS

LA VIDA EN EL INTERIOR DE LOS PAÍSES BELIGERANTES (II): ALEMANIA Y AUSTRIA-HUNGRÍA


Manifestación de júbilo en Viena en el verano de 1914 ante el comienzo de la guerra. Observense los retratos del káiser alemán Guillermo II (izq.) y del emperador austriaco Francisco José I (derecha) 


Al comienzo de la guerra, en 1914, la sociedad alemana estaba experimentando profundos cambios. La unificación llevada a cabo apenas cincuenta años antes, unida al vertiginoso desarrollo económico que había experimentado el país, estaban transformando la vida de millones de alemanes entre los que empezaban a extenderse nuevas ideologías como el socialismo. El Reich no era un Estado democrático pero la vida cultural e intelectual era muy activa y en el Reichtag (Cámara Baja del Parlamento alemán) estaban representadas diversas tendencias políticas.

La decisión de entrar en la guerra fue tomada por el káiser, su gobierno y los altos mandos militares, sin tener en cuenta la opinión del Parlamento. Esto ocasionó las protestas de los miembros del Partido Socialista Alemán (SPD) que se oponían al desarrollo económico de Alemania, a su expansión colonial y a la entrada en la guerra. Destacan algunos de sus dirigentes como Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo.

Sin embargo, en 1914 la masa obrera alemana era proclive a la entrada en la guerra alentada por el orgullo nacional que invadía la sociedad alemana. Y el comienzo de la guerra fue apoyado por multitudinarias manifestaciones en las principales capitales del Reich, igual que estaba ocurriendo en el Imperio Austro-Húngaro. Todo ello a pesar de que la conciencia nacional alemana era muy débil, no había aún himno nacional y la bandera ondeaba en pocos lugares. Pero nada de esto frenó la explosión de patriotismo del verano de 1914 y desde ese momento, los líderes del SPD se mostraron fieles al gobierno y cesaron sus protestas.

Pero la sociedad alemana pronto empezaría a sufrir las consecuencias de la guerra. Si, como vimos anteriormente, las sociedades británica y francesa se transformaron terriblemente ante el esfuerzo bélico, las sociedades de las potencias centrales sufrirían los efectos de la contienda de un modo más duro y cruel. 

El bloqueo económico impuesto por Gran Bretaña a Alemania desde finales de 1914 causó estragos en la sociedad germana. Si los aliados sufrían escasez y racionamiento de alimentos, en Alemania la población llegó a morir de hambre. En una situación de guerra como la que se vivía, la imposibilidad de comerciar con países neutrales y de importar alimentos a causa del bloqueo, extendió la miseria y las penurias por el Reich.

Si durante los primeros meses el bloque marítimo no se notó, cuando se consumieron las reservas el hambre empezó a hacer mella en la moral de los alemanes que con tanto júbilo habían recibido el comienzo de la guerra unos años antes. No había alimentos para nadie, incluidos los soldados del frente, así que se recurrió a sustitutivos. Se fabricaron hasta 800 tipos de sucedáneos de salchichas compuestas con sólo un 5% de carne. El resto era agua, sal y verduras.

La desnutrición hizo que se extendiesen enfermedades de todo tipo que provocaron la muerte de cientos de miles de personas. Al final de la guerra, la tasa de mortalidad entre la población civil superaba el 40%, mucho más alta que al comienzo de la guerra. Y eso sucedía lejos de los frentes, en el corazón de Alemania.

Por otra parte, los gobiernos alemán y austro-húngaro se esforzaron en mantener alta la moral de sus ejércitos y de la población en la retaguardia. Igual que hacían los aliados, la censura se convirtió en un eficaz instrumento para impedir que se conociesen las penurias y las calamidades de la guerra. Además surgieron periódicos monográficos sobre la contienda que glorificaban a las tropas alemanas y maldecían a los aliados.

Pero la guerra se estaba alargando demasiado y desde 1917, en diversas ciudades alemanas se celebraron manifestaciones y huelgas obreras para protestar por la escasez de alimentos. Se exigía la paz y se hacían llamamientos a la revolución. Y es que entonces ya se conocían los sucesos que estaban teniendo lugar en Rusia y los socialistas alemanes habían abandonado el apoyo incondicional al gobierno.

En Alemania, numerosos sectores de la sociedad, entre los que se encontraban políticos e intelectuales, pedían en el fin de la guerra. El SPD se dividió y el nuevo Partido Social Democrático Independiente (USPD) llamaba decididamente a una revolución socialista. Los "espartaquistas" (que tomaron el nombre del esclavo que se sublevó contra el Imperio Romano) se unieron al USPD para pedir el fin de la guerra y la revolución. Destacaron de nuevo Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, líderes espartaquistas que encabezaron las protestas contra el emperador. Rosa Luxemburgo murió asesinada en 1919.

La tensión política y social provocó huelgas no sólo en la retaguardia sino también en el frente y en los puertos. Numerosos soldados y marineros, en protesta por las penurias que estaban soportando, se negaron a obedecer las órdenes de sus superiores. Al mismo tiempo, en Austria-Hungría, emergían de nuevo las tensiones étnicas y nacionalistas que acabarían destruyendo el Imperio.

En las ciudades de Bohemia, Moravia, Eslovaquia y Transilvania se protestaba por las destrucciones de la guerra que ya duraba demasiado y se reclamaba el fin de las hostilidades y la independencia. Incluso en Budapest, capital de Hungría, se empezó a plantear la conveniencia de romper el pacto con Austria y diseñar un futuro fuera del Imperio.

En los potencias centrales la población civil vivió duramente la guerra y sus consecuencias provocaron graves tensiones políticas y sociales en Alemania, a las que se sumaron los problemas nacionalistas en Austria-Hungría. El plan británico de "matar de hambre a Alemania" surtió efecto y fue en definitiva la axfisia económica la que quebró el II Reich y el Imperio de los Habsburgos. El hambre y las penurias marcaron el desenlace de la guerra en los Imperio Centrales.  


Tropas alemanas desfilando ante la Puerta de Brandemburgo, Berlín, en el verano de 1914.





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viernes, 11 de julio de 2014

DE LA ILUSIÓN A LA DECEPCIÓN

LA VIDA EN EL INTERIOR DE LOS PAÍSES BELIGERANTES (I): GRAN BRETAÑA Y FRANCIA


El estallido de la guerra en el verano de 1914 fue recibido por las sociedades de las grandes potencias democráticas de Europa, Gran Bretaña y Francia, con ilusión y fervor patriótico. Sólo algunos sectores socialistas se opusieron desde el principio a la guerra que consideraban resultado inevitable del "orden capitalista". Destaca en ese sentido la figura de Jean Jaurés, diputado en la Asamblea Nacional Francesa por la SFIO, el partido socialista francés, que se opuso frontalmente al inicio de las hostilidades e hizo un llamamiento a los obreros del mundo para unirse contra las intenciones de sus gobiernos. Jaurés fue asesinado el 31 de agosto de 1914, tres días después de que Austria-Hungría declarase la guerra a Serbia.

El nacionalismo se impuso a las ideas socialistas en la mayoría de los países y tras algunas manifestaciones pacifistas, las sociedades francesa y británica se lanzaron al vacío de la guerra. En Francia se fomentó la "unión sagrada" y la "paz ciudadana" que no era otra cosa que la unidad de todos los ciudadanos contra el enemigo común, más allá de las diferencias ideológicas.

Tanto en Francia como en Gran Bretaña, las cámaras legislativas (la Asamblea Nacional y la Cámara de los Comunes respectivamente) otorgaron a los gobiernos el control absoluto de la situación, pemitiéndoles gobernar por decreto. En Francia fue el gobierno de la débil Tercera República quien decidió apoyar a Rusia, decisión que suponía la guerra con Alemania; en Gran Bretaña, tras algunas dudas iniciales sobre la posición que debía adoptar el gobierno de Londres, fue la Cámara de los Comunes quien decidió entrar en la guerra al lado de Francia.


Cartel británico que fomenta el alistamiento de soldados para la guerra. Se puede leer: "¡Británicos, Lord Kitchener (el dibujo) quiere que te alistes en el ejército de tu país! Dios salve al rey" Aparece el rostro del Secretario de Estado para la Guerra, Lord Kitchener.

Millones de soldados fueron enviados al frente desde los primeros momentos de la guerra, cuando las tropas del Reich se acercaban peligrosamente a París. Incluso, los soldados franceses se desplazaban al frente en los taxis de la capital por una carretera que los conducía al infierno o a la muerte. Los reclutas, convencidos de que luchaban por su patria y por la civilización, marcharon a la guerra llenos de euforia. Los gobiernos británico y francés también se encargaban de estimular esos sentimientos nacionalistas irracionales e inconscientes a través de campañas que fomentaban el odio hacia todo lo alemán.

Sin embargo, el escenario que se encontraron aquellos soldados jóvenes (muchos no tenían más de veinte años) era muy distinto al que habían imaginado: el horror de las trincheras socavó la moral de los combatientes y el desánimo empezó a hacer mella en su actitud. Muchos desertaron o se autolesionaron lo que suponía en ocasiones la condena a muerte y la ejecución por traidores a la patria.

En la retaguardia, la Primera Guerra Mundial fue la primera "guerra total". Por primera vez, absolutamente todas las energías y recursos (financieros, materiales y humanos) quedaron puestos al servicio de las necesidades bélicas. A la concentración del poder político en los gobiernos se sumó el control estatal sobre las industrias. Se nacionalizaron fábricas y transportes y se supervisó el comercio estableciendo precios máximos para los productos de primera necesidad en un intento de evitar la inflación y la miseria.

Mujeres francesas despiden a sus esposos que marchan al frente en 1914.

Británicos y franceses sufrieron problemas de abastecimiento en las trinvheras y en las ciudades y pueblos alejados de las líneas de combate. El aprovisionamiento de materias primas y de alimentos a los ejércitos hizo que escaseasen en otras partes y el precio de los productos básicos se multiplicó en pocos meses. La población de la retaguardia sufrió el racionamiento como consecuencia de la escasez de alimentos. 

La contienda afectó a la población civil de una forma no conocida hasta entonces. Los ejércitos estaban formados por hombres jóvenes, reclutados por primera vez, y por reservistas, adultos que ya habían cumplido el servicio militar (de tres años en Francia) y que se reincorporaron para engrosar las filas. En la retaguardia quedaban los niños, los ancianos y las mujeres, las cuales asumieron un papel trascendental en la guerra.

Hasta entonces, el trabajo de las mujeres habían estado reducido al ámbito doméstico pero la guerra hizo que fuesen requeridas para ocupar trabajos antes reservados a los hombres. Las mujeres comenzaron a trabajar en las fábricas y en el transporte. Especialmente importante fue su trabajo en la industria armamentística, esencial en la guerra, así como en los hospitales, para atender a los cientos de miles de heridos, en las oficinas gubernamentales y en los cuerpos de seguridad, la policía. Esta circunstancia reafirmó las reivindicaciones de los movimientos feministas que pedían el reconocimiento de los derechos de las mujeres.

El movimiento sufragista, que pedía el voto para las mujeres, cobró gran impulso durante la Primera Guerra Mundial

Por otra partes, los Estados francés y británico impulsaron campañas de "intoxicación" de la población. Campañas publicitarias perseguían reforzar el espíritu patriótico, el fervor nacionalistas y el odio hacia el enemigo. Se fomentaba la colaboración y la participación de la sociedad en el esfuerzo bélico al que debían contribuir todos.

Uno de los instrumentos más eficaces para este objetivo fue la censura. Aunque ambos países eran democráticos, la censura se instauró durante la contienda para evitar que las informaciones provocasen desánimo entre la población. Periódicos y otras publicaciones eran controladas e incluso las cartas enviadas al frente eran censuradas para que los soldados no conociesen las penurias que sus familias pasaban en la retaguardia.

Pero el paso del tiempo, los cientos de miles de bajas y la escasez de alimentos hicieron que la euforia desapareciese. Si al principio la guerra fue recibida con alegría y esperanza, la prolongación de los esfuerzos desmoralizó a la ciudadanía. La inflación galopante y la miseria en la que se sumió gran parte de la población (obreros, jubilados y excombatientes sobre todo) contribuyeron a difundir la inutilidad de la guerra.

La ciudadanía británica y francesa era consciente de la brutalidad de la guerra: sabían los cientos de miles de muertos que estaba provocando, sufrían las privaciones, recibían noticias de los barcos hundidos, padecían bombardeos, etc. Esta situación provocó el nacimiento de un pensamiento pacifista tanto en Francia como en Gran Bretaña. Escritores, artistas y otros intelectuales (muchos habían sufrido la guerra) empezaron a reclamar el fin del conflicto. A ellos se unieron los comunistas y los socialistas que desde el principio se habían opuesto a la guerra. Y grandes sectores de la población abrazaron sus ideas con lo que la revolución que preconizaban empezó a ser una amenaza real.

 "Honor", "patria", "civilización", "nación" y "gloria" habían sido las palabras más utilizadas por los gobiernos para despertar en sus sociedades el espíritu combativo pero ahora era el miedo y la desilusión los que más influían en la actitud de franceses y británicos. La guerra estaba suponiendo un sacrificio mayor de lo que podían soportar y era hora de ponerle fin.  





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viernes, 4 de julio de 2014

LAS BATALLAS DE VERDÚN Y EL SOMME

EL FRENTE OCCIDENTAL EN 1916


Ciudad de Verdún durante la batalla, 1916


Como vimos al hablar de las trincheras, el estancamiento del frente occidental desde finales de 1914 fue consecuencia de la incapacidad de los ejércitos alemanes y aliados de superar al enemigo. Precisamente esa igualdad iba a ser la causa de las fallidas ofensivas de ambos bandos y de las mayores batallas que se desarrollaron a lo largo de la guerra: en Verdún y en el río Somme. ¿Pero cuáles fueron las causas de estas sangrientas batallas?

Realmente el sistema defensivo de las trincheras detrás de las cuales se habían protegido tanto alemanes como franceses e ingleses era muy complicado de superar. Como vimos, las trincheras eran un auténtico laberinto de zanjas que obligaba a emplear un inmenso número de hombres para realizar una ofensiva sabiendo que la mayoría perecerían en el intento. Las ofensivas se lanzaban de noche para evitar que los francotiradores y los vigías enemigos descubriesen el avance de los soldados. Al mismo tiempo se acompañaba con el empleo de artillería sobre las líneas enemigas.

Pero los soldados debían atravesar una gran distancia repleta de cráteres, cadáveres y obstáculos en medio de una lluvia de proyectiles. Cuando se disponían a asaltar la primera línea defensiva enemiga, el ejército estaba ya mermado: muchos habían caído como consecuencia de los disparos o de las bombas. Mientras, los enemigos se replegaban en su maraña de trincheras fácilmente defendibles y aunque se consiguiese tomar la primera trinchera (la trinchera de frente) era imposible seguir avanzando porque cuanto más se internaban en las trincheras enemigas, más enemigos había y menos soldados sobrevivían. Al final acababan replegándose lo que suponía más muertes en la huida hacia las líneas defensivas. En estas operaciones morían más de la mitad de los soldados y no se realizaban avances significativos. Así ocurrió en Nivelle y Passchendaele, entre otros lugares.

Desde enero de 1916 ambos ejércitos conocían perfectamente esta situación y la necesidad de preparar estrategias alternativas para desestabilizar el frente. Fue el Estado Mayor del Reich quien decidió dar el primer paso. El objetivo sería la ciudad francesa de Verdún, en manos aliadas y próxima al frente. La ciudad no se encontraba en una posición estratégica desde el punto de vista militar pero por el contrario, poseía un gran valor simbólico puesto que era el emblema de la resistencia francesa. Si Verdún caía en manos alemanas, se asestaría un durísimo golpe a la moral aliada. Además, se pretendía desgastar al enemigo: las autoridades alemanas proyectaron una ofensiva de grandes dimensiones que obligase a los franceses a concentrar numerosas fuerzas en Verdún lo que supondría un enorme número de muertos. El objetivo germano era pues, causar el mayor número de bajas entre los aliados para debilitar su fuerza militar.

Y así lo hizo. La ofensiva comenzó el 21 de febrero de 1916, concentrando Alemania 150.000 hombres frente a la ciudad de Verdún. Los franceses dispusieron de 300.000 soldados al mando del mariscal Philippe Pétain para defender la ciudad. Se hizo famosa la frase "¡No Pasarán!" como símbolo de la resistencia de Francia frente a Alemania.

Durante ocho meses ambos ejércitos se vieron envueltos en una cruel carnicería que causó cientos de miles de muertos. Precisamente se estaba cumpliendo el plan alemán de provocar todas las bajas posibles en los ejércitos aliados. La resistencia de los franceses impidió a los germanos la conquista de la ciudad pero las erróneas contraofensivas planteadas por Pétain provocaron el descontento del ejército francés. A finales de año dos ejércitos de más de un millón de soldados cada uno estaban combatiendo en torno a la ciudad de Verdún.

Frente occidental entre 1915 y 1917 y batallas de Verdún y Somme

Los aliados tomaron entonces la iniciativa un poco más al norte, en torno al río Somme. El objetivo de estas ofensivas era precisamente descongestionar Verdún y obligar a los alemanes a trasladar fuerzas al norte. La batalla comenzó el primero de julio de 1916 y se prolongó hasta el 18 de noviembre de ese año.

Aunque la operación estaba planeada para más adelante, la desesperada situación francesa en Verdún impulsó a los británicos a iniciarla cuanto antes. El general del ejército británico Haig pretendía además romper la línea defensiva alemana y asestar un duro golpe al enemigo que desencadenase el derrumbe del frente. Aquel 1 de julio amaneció con un sol brillante sobre la campiña del río Somme pero la estrategia británica falló y el ejército inglés sufrió la peor derrota de su Historia: 50.000 soldados británicos perecieron en "el Primer día de Somme".

Los contendientes sufrieron de nuevo los estragos de una guerra de desgaste mientras se ensayaban nuevas técnicas y estrategias como el uso de los primeros carros de combate de la Historia, los "tanques", por los británicos. Sin embargo, la batalla provocó más de 600.000 muertos en el bando aliado y más de 400.000 en el bando alemán. Las continuas ofensivas y contraofensivas sólo produjeron muertos puesto que ningún ejército consiguió realizar avances significativos. En noviembre se decidió suspender la ofensiva aunque aún se seguía combatiendo en Verdún.

Carro de combate británico en la batalla del Somme

A pesar de la sangría de muertos tanto en el Somme como en Verdún,  las posiciones no eran a finales de 1916 muy distintas a las de antes de la batalla. No había un vencedor claro y ambos bandos habían sufrido ya enormes pérdidas. Los alemanes decidieron entonces estabilizar el frente occidental de nuevo y concentrar sus fuerzas en el frente oriental donde Rusia se estaba desintegrando. Más de 400.000 alemanes habían perecido en Verdún mientras los franceses habían perdido casi 500.000 hombres cuando se suspendieron las ofensivas el 19 de diciembre de 1916.

Verdún permaneció en manos francesas convirtiéndose en uno de los símbolos de la resistencia frente a los alemanes mientras la hazaña de Pétain lo convertía en héroe nacional. Por otra parte, los alemanes concentraron sus fuerzas en el frente ruso al mismo tiempo que modificaban su estrategia en el frente occidental. Evacuaron la región del Somme, donde había tenido lugar la batalla y se replegaron tras una nueva línea defensiva conocida como "Línea Hindenburg", mejor fortificada y de fácil defensa.

A finales de 1916 las estrategias aliada y alemana para superar al enemigo habían vuelto a fracasar y el frente de guerra había sufrido pocos cambios en los ocho meses de ofensivas. Por contra, más de dos millones de soldados, alemanes, franceses, británicos, belgas y de otras nacionalidades perecieron en Verdún y el Somme. A los muertos se sumaron los cientos de miles de heridos y mutilados y los desaparecidos que, más de cien años después, aún no se han localizado.


Soldado alemán muerto en la batalla de Somme. Es una fotografía muy dura, lo sé, pero muestra la crudeza de la guerra.




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