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viernes, 22 de noviembre de 2013

"JFK SHOT TO DEATH"

El asesinato que conmocionó al mundo.
 
Amanece el día 22 de noviembre de 1963. En Dallas, capital del estado de Texas, luce un sol radiante. Ni una nube se ve en el cielo. No puede haber una estampa mejor para recibir al presidente de los Estados Unidos, J.F. Kennedy,  y a su esposa, Jacqueline, que visitan la ciudad con el propósito de recaudar fondos para la campaña presidencial del año siguiente y para poner paz en el Partido Demócrata de Texas envuelto en luchas internas.
 
A las 11:37, el Air Force One aterriza en el aeropuerto de Dallas. Abordo se encuentra el popular presidente y la primera dama. A pie de pista los recibe el gobernador de Texas, John Connally y su esposa. Son las doce y media cuando la comitiva, presidida por el Lincoln donde va el presidente, se desplaza lentamente por las calles del centro de Dallas y llega a la Plaza Dealy. La multitud lo aclama y se agolpa para recibir a Kennedy.
 
"Ahora no podrás decir que Dallas no te quiere" le dice la esposa de Connally al presidente. Es imposible escucharlo entre el griterío. Varios minutos después, Kennedy recibe varios disparos.
 
Secuencia de la película casera de Zapruder quien grabó el magnicidio. Se aprecia claramente el impacto de las balas. Algunas imágenes son realmente duras.
 
 
El primero, conocido como "la bala mágica" alcanza al presidente. Le atraviesa la espalda y el cuello y después impacta en Connally en el hombro, el antebrazo y la pierna. "Han disparado a mi marido" grita Jacquelline mientras abraza a su esposo que se ahoga con su propia sangre.
 
Ocho segundos después, otro disparo acierta de pleno en la cabeza de Kennedy. Jacquelline, horrorizada por lo que estaba presenciando, grita "¡Mi marido está muerto. Tengo su cerebro en mis manos!". Es entonces, cuando trata de abandonar el coche pero es detenida por los agentes de seguridad.
 
Roy Kellerman, copiloto del Lincoln, da la orden al conductor: "Salgamos de aquí". El vehículo sale a toda velocidad en dirección al Hospital Parkland donde intentan reanimar al presidente. No es posible.
 
El cadáver es trasladado al Air Force One inmediatamente. A las 2.38 un aturdido Lyndon B. Johnson (vicepresidente hasta ese momento) jura el cargo de Presidente. Jacquelline presencia la escena sorprendentemente serena y con las ropas aún manchadas de sangre.
 
Horas después del asesinato, L.B. Johnson jura como presidente de EE.UU. ante una impasible Jacquelline, conmocionada por lo sucedido.
 
 
El país recibe la noticia conmocionado y aturdido por los acontecimientos. Nadie puede creer esa tragedia. En los periódicos se puede leer "JFK shot to death". Mientras, la policía de Dallas encuentra al culpable: Lee H. Oswald. Curiosamente, es asesinado días después con lo que no se llega a conocer quién estuvo detrás del complot realmente.
 
El féretro se instala en el Capitolio y 250.000 personas acuden a darle el último adiós. Los funerales de Estado se celebran durante  los cuatro días siguientes. A ellos asisten mandatarios de todo el mundo como De Gaulle (de Francia), el rey Balduino de Bélgica o el emperador Ras Tafari de Etiopía.
 
La anécdota la protagoniza John, el hijo de Kennedy. Ante el paso del féretro en dirección a la Catedral de Saint Mathews, su madre le susurró: "saluda a tu padre" y el niño, de tres años, se cuadró al estilo militar sin entender lo que estaba sucediendo. La vida debía continuar.
 
La familia Kennedy ante el paso del féretro.
Fíjense en el saludo militar del hijo pequeño del presidente asesinado, John.
 

sábado, 9 de noviembre de 2013

LA PRIMERA ETAPA AL INFIERNO (III)


LA VERGÜENZA ALEMANA

 
Para muchos, aquellos acontecimientos de noviembre de 1938 fueron el inicio del Holocausto que se cobró seis millones de vidas humanas entre los años 1941 y 1945. La Noche de los Cristales Rotos supuso el comienzo de la gran vergüenza histórica de la sociedad alemana. Una sociedad que consintió y presenció impasible las atrocidades cometidas por sus dirigentes. Quizá aún hoy no se haya recuperado del todo.

En noviembre de 1978, cuando se cumplían cuarenta años de aquello, el canciller de la República Federal Alemana, Helmut Schmidt pronunció un discurso en una sinagoga de Colonia rememorando aquellos dos días:

“Allí donde ardieron las casas de Dios, donde el poder puso en marcha el tren de la destrucción y el robo, de la humillación, el secuestro y el encarcelamiento, allí acabaron la paz, la justicia y la humanidad. La noche de 1938 marcó UNA DE LAS ETAPAS DEL CAMINO AL INFIERNO”.

Helmut Schmidt admitía que aquellas cuarenta y ocho horas anunciaron lo que después vendría: el exterminio de millones de judíos y la destrucción de la propia Alemania.

Hace unos años, el historiador Armin Fuhrer investigó lo sucedido aquella noche y llegó a una conclusión sorpendente. Para Fuhrer, el asesinato de Von Rath, el secretario de la embajada alemana tiroteado por Herschel, fue preparado por el propio Hitler.

Parece ser que al enterarse del ataque que había sufrido Von Rath, Hitler mandó a Paris a su médico personal, Karl Brandt, para que se encargase de atender al héroe alemán abatido por el pérfido judío. Pero en realidad, la misión de Brandt no era esa, sino la de asegurarse de que Von Rath moría “como consecuencia de los disparos de Herschel”. Aquella era la excusa perfecta para desatar la "ira popular" contra los judíos.

Aquella noche, fue la primera etapa del camino al infierno.

 
 
 
Una última cosa, estos días se han cumplido los 75 años de La Noche de los Cristales Rotos pero en el año 2014 se cumplen tres efemérides importantísimas en la historia reciente de Europa y de Alemania especialmente que intentaremos recordar en el blog cuando llegue el momento:
 
- 100 años del comienzo de la Primera Guerra Mundial (1914-1918)
- 75 años del comienzo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)
- 25 años de la caída del Muro de Berlín (1989)
 
 
 
 
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LA PRIMERA ETAPA AL INFIERNO (II)


LA NOCHE DE LOS CRISTALES ROTOS

 
El joven Hershel Grynzspan no iba a permitir que los nazis humillasen de aquella forma a su familia así que se presentó en la embajada alemana en París el 6 de noviembre de 1938. Lo recibió un secretario de nombre Ernst von Rath quien no sólo no atendió a las preguntas del joven sino que se burló de él. Hershel, que ya suponía esa reacción, desenfundó una pistola que había comprado días antes y le descerrajó cinco tiros al secretario nazi.

Al día siguiente, el ministro de propaganda del gobierno nazi, Joseph Goebbels, informó al Führer sobre lo sucedido en París. Hitler afirmó que “los judíos sentirían la ira popular” y ordenó que se preparase un plan de actuación inmediato para castigar a los judíos.

El plan no fue espontáneo, obviamente, ni fue “popular” como había dicho Hitler, sino que se impulsó desde las esferas de poder y lo ejecutaron las SS (la organización político militar nazi) y las SA (organización paramilitar propia del partido nazi). Al mismo tiempo, la prensa controlada desde el gobierno, se encargaba de incitar el odio de las masas que los días siete y ocho de noviembre ya  habían linchado a algunos judíos.
 
7.500 comercios judíos fueron destruidos a lo largo y ancho del Reich Alemán.

 

Pero la furia estallaría a las dos de la madrugada del 9 de noviembre y se extendería durante cuarenta y ocho horas. Las SS y las SA arrasaron miles de comercios regentados por judíos y quemaron miles de sinagogas y colegios judíos tanto en Alemania, como en Austria y los Sudetes, que acababan de ser incorporados al III Reich.

Una de las miles de sinagogas incendiadas
 
 
Aproximadamente cien judíos murieron aquella noche y 30.000 fueron deportados a campos de concentración como Dachau, Sachsenhausen y Buchenwald, que ya se habían preparado en los días antes para acogerlos. Se calcula que los daños materiales fueron incalculables ya que las hordas nazis saquearon y destruyeron viviendas con multitud de cuadros y obras de arte.

Al día siguiente, el 11 de noviembre, los periódicos recogían la llamada “Acción Judía” mientras cientos de miles de judíos alemanes, atemorizados por la locura desatada en esos días, abandonaron Alemania. Aquella noche sería conocida después como “LA NOCHE DE LOS CRISTALES ROTOS” en alusión a los miles de escaparates y ventanas que fueron destruidos por los nazis.
 
"La noche de los cristales rotos" la llamaron después...
 

(Continuará)




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viernes, 8 de noviembre de 2013

LA PRIMERA ETAPA AL INFIERNO (I)


EL ODIO A LOS JUDIOS


En la madrugada del 9 al 10 de noviembre de 1938, hace ahora setenta y cinco años, las huestes nazis arrasaron todo aquello que perteneciese a los judíos tanto en Alemania como en Austria. A poco más de un año para que estallase la Segunda Guerra Mundial la persecución de los judíos en Alemania había comenzado, pero ¿por qué los alemanes manifestaron ese odio hacia lo semita?

A finales de la década de los veinte, Alemania era la sociedad más culta, sofisticada y moderna de toda Europa. La economía germana se había recuperado de forma milagrosa de las destrucciones y las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y había vuelto a ser una de las potencias económicas del mundo.

Dentro de esa sociedad en progreso se encontraban los judíos, una comunidad diferente pero perfectamente integrada en la sociedad germana. Los judíos eran reputados industriales, médicos, científicos, intelectuales, músicos, banqueros, ocupaban cargos en la administración y lo que es más importante, muchos habían luchado en la Primera Guerra Mundial por su patria, Alemania. Pero entonces, ¿qué ocurrió?

En realidad, estos lodos derivaron de los polvos de la Gran Guerra: las humillaciones a las que los aliados (Francia, Gran Bretaña y EE.UU.) sometieron a Alemania nunca se habían curado del todo pero mientras la economía germana se había recuperado con la ayuda de sus propios vencedores, todo parecía olvidado. Sin embargo, el crack de 1929 sacudió de nuevo las bases de la economía alemana y el paro y la inflación volvieron a dispararse.

En este contexto de crisis económica, alcanzó gran popularidad un partido nacionalista (entre otros muchos calificativos), el Partido Nazionalsocialista, liderado por Adolf Hitler. En realidad el partido nazi había sido hasta entonces una formación marginal en Alemania caracterizada principalmente por su violencia, su agresividad y sus medidas radicales. Pero en momentos de crisis, su nacionalismo pangermanista tuvo una gran acogida. Es fácil de entender, veréis:

El nacionalismo se caracteriza por la idea de que todo lo propio es lo mejor, lo extranjero es lo peor y todo lo malo que ocurra es por culpa de los otros. Los "otros" eran los países que además habían humillado a Alemania en 1918 y que tenían la culpa de la crisis económica que sacudía de nuevo Europa y en especial a la sociedad germana.

Bajo esa premisa de “la culpa de mis desgracias es del extranjero”, unida a la de “lo alemán (lo propio) es lo mejor y lo más puro”, fácil es entender el odio de los nazis a los judíos, una comunidad plenamente integrada en Alemania, pero no del todo asimilada porque seguían conservando su religión y sus tradiciones. En definitiva, los judíos eran tomados como extranjeros en su propia casa.

Si a todo esto unimos que la comunidad judía estaba repartida por otros países de occidente: EE.UU., Francia, Rusia, Polonia, que eran "los enemigos" de Alemania para los nazis, se podía pensar que los judíos alemanes ayudarían a los judíos americanos, franceses o polacos contra la propia Alemania. Pero a esto hay que añadir que los judíos eran grandes prestamistas, banqueros e industriales, es decir, controlaban el dinero.

En definitiva: los judíos, que no eran del todo alemanes, que podían ayudar a los Estados que habían humillado a Alemania y que encima controlaban el dinero alemán eran un serio peligro para la integridad de la propia sociedad germana. Esa es la causa del odio visceral de los nazis hacia lo judío. Odio que enseguida inculcaran a la sociedad alemana.

Desde el nombramiento de Adolf Hitler como canciller de la República de Alemania en 1933, se sucedieron iniciativas legales para restar beneficios y derechos a los judíos. Famosas son las leyes de Núremberg de 1935 para proteger la sangre alemana de la judía (prohibía los matrimonios entre alemanes y judíos entre otras medidas).

Todo ello en el plano legislativo, pero en el plano social, el acoso a los judíos era brutal: se marcaban los establecimientos comerciales regentados por judíos para boicotearlos, se promovía el odio a lo judío con carteles y pintadas, se les retiró el pasaporte alemán y se les obligó a salir de la administración pública alemana.

Después, en agosto de 1938 se decretó la expulsión de todos los judíos de origen polaco que viviesen en Alemania. Polonia se negó a aceptar a quienes cruzasen la frontera después de octubre así que en ese mes, Hitler ordenó la deportación de todos los judíos polacos que fueron abandonados a su suerte en la frontera con Polonia. Quedaban en una situación complicada porque no eran alemanes ni tampoco Polonia los admitía.

Entre esos 17.000 judíos se encontraba la familia Grynzspan cuyo hijo mayor, Herschel, de diecisiete años, estaba estudiando en París y se libró de la deportación. El joven no iba a permitir la humillación que habían causado los nazis a su familia…

(Continuará)

 


 

*Cuando hablo de judíos y alemanes debo hacer notar que los judíos también eran alemanes, el uso de los términos es simplemente para simplificar la explicación.
 
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viernes, 1 de noviembre de 2013

LA MUERTE DE CARLOS II

Un primero de noviembre de 1700 moría en la habitación real del Alcázar de Madrid el último de los Austrias españoles. Carlos II de Habsburgo fallecía cinco días antes de cumplir los cuarenta años y con él se extinguía la dinastía que había gobernado el mayor imperio del mundo durante los siglos XVI y XVII. Su muerte, sin descendencia, iba a suponer una convulsión tanto en los diversos reinos españoles como en el resto de Europa. Pero su muerte era una muerte anunciada.
 
Carlos II había nacido el seis de noviembre de 1661 y desde su nacimiento dio síntomas de debilidad física y mental. Era hijo del rey planeta, Felipe IV, y la sobrina de éste, Mariana de Austria. Aunque se dice que Felipe IV tuvo hasta treinta hijos (entre legítimos e ilegítimos), la corona fue a parar al más desgraciado de todos.
 
Las crónicas que narran las múltiples dolencias del heredero aún siendo niño son escalofriantes: al nacer tenía flemones en las encías, la cara hinchada y costras cubrían su cabeza; a los tres años el cráneo aún no se la había cerrado, no era capaz de sostenerse en pie y tampoco había empezado a hablar; a los nueve años no sabía aún leer ni sumar y daba muestras de retraso mental evidente.
 
El rey sufría hidrocefalia, retardo motor, epilepsia y prognatismo (esta malformación la habían sufrido todos los Austrias desde Carlos I). Además, como ya comenté en otra entrada, Carlos II era estéril e impotente, y esto, unido a las múltiples dolencias arriba comentadas no hizo más que atizar las intrigas palaciegas en la Corte española.

 
Carlos II adulto
 
Desde que subió al trono en 1665 (¡con tan sólo cuatro años!), se sucedieron un sinfín de "consejeros", validos y regentes que no hicieron más que conspirar mientras el pobre monarca no se enteraba de nada. Le llamaban "el Hechizado" y hasta el mismo estaba convencido de que le habían embrujado así que se sometió a múltiples exorcismos, curas y rituales. Pero nada, no tenía remedio.
 
Mientras, en Europa, los ejércitos españoles iban de derrota en derrota ante las tropas de Luis XIV de Francia, el rey más poderoso de su tiempo. Poco pudo hacer el Hechizado por aponerse a las apetencias expansionistas del monarca Borbón.
 
Pero eso no era lo peor. En las cortes europeas se esperaba desde 1665 la inmediata muerte de Carlos II. Aún reinaría treinta y cinco años y en todo este tiempo se sucedieron los acuerdos de reparto de España entre Francia, el Emperador de Austria, Holanda e Inglaterra. ¡Pretendían repartirse los despojos del Imperio Español cuando el Hechizado muriese sin descendencia!
 
Carlos II debía decidir quién recibiría la corona de la Monarquía más extensa del mundo. Y claro está, las presiones se cernían sobre el desdichado rey que se volvía más loco de lo que estaba buscando a su sucesor: ¿Felipe de Anjou? ¿El archiduque Carlos de Austria? ¿José Fernando de Baviera?
 
Hasta tres testamentos hizo el monarca español. Cuando parecía que ya se había decantado por José Fernando de Baviera éste moría en 1699; entonces tuvo que decidir entre unir los destinos de España a los de Francia o a los de Austria y el Sacro Imperio. Finalmente, el 3 de octubre de 1700, ya el rey gravemente enfermo (ahora de muerte) entregó el último testamento con el acuerdo del Consejo de Estado. El heredero sería el nieto de su peor enemigo: Felipe de Anjou.
 
Luis XIV no admitió el testamento aunque beneficiaba a su nieto porque prefería repartirse España, así que invadió los Países Bajos españoles (Bélgica y Luxemburgo). Ante semejante demostración de poder, Austria, que había salido perdiendo en la herencia, Holanda e Inglaterra formaban una liga para enfrentarse a Francia-España, ahora unidas. La guerra estaba servida.
 
Para entonces, la muerte del soberano español había supuesto el punto y final de una dinastía con luces y sombras. Carlos II fue simplemente un despojo humano resultado de una equivocada política matrimonial iniciada con los Reyes Católicos y que había supuesto una endogamia enfermiza y la degeneración de la dinastía hasta su extinción el uno de noviembre de 1700. 


Grabado que representa la muerte de Carlos II.
El fin de una época.