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martes, 30 de diciembre de 2014

CRÓNICA DEL AÑO 2014



Han pasado catorce años desde que comenzó el siglo XXI y el tercer milenio de nuestra era y el mundo es hoy mucho más inestable y peligroso. La Humanidad también ha cambiado; se ha vuelto mucho más salvaje e impredecible. Los acontecimientos que han llenado los días de este año que ahora termina, el 2014, dan buena cuenta de ello.

El año comenzó con el recrudecimiento de la crisis política en Ucrania que dejó, el 22 de enero, cinco muertos en las calles de Kiev. Los manifestantes proeuropeos pidieron la dimisión del presidente Victor Yanukovich, prorruso; y lo consiguieron en febrero cuando dimitió y huyó de Kiev. Sin embargo, mientras la crisis política se solucionaba en la capital de la joven república, las regiones del este, con importante población rusófona, estallaron en rebeldía. A mediados de marzo, la península de Crimea aprobaba en un referéndum ilegal y fraudulento su incorporación a Rusia. Nada ni nadie podía impedirlo y el acontecimiento recordaba a la carrera hacia el Mar Negro protagonizada por Rusia en el siglo XIX.

A pesar de que la comunidad internacional (EE.UU. y la UE) aprobaron sanciones contra Rusia, el presidente Vladimir Putin mantuvo el rumbo. Nadie se atrevió a impedirlo y la anexión de Crimea se presentó como un hecho consumado. Mientras, en las regiones del este de Ucrania, los rebeldes prorrusos iniciaron una cruenta guerra civil con el objetivo de conseguir la independencia de las autoproclamadas repúblicas de Lugansk, Dontesk y Jarkov. Las elecciones generales, celebradas en mayo, no solucionaron la situación y el gobierno de Kiev sigue combatiendo a los rebeldes, que reciben el apoyo encubierto de Moscú.

Pero este cruel conflicto fue eclipsado en julio por otro. El Oriente Próximo saltó de nuevo por los aires: aprovechando la guerra civil en Siria, que ya se ha cobrado más de 200.000 muertos, el grupo terrorista "Estado Islámico" ha implantado un régimen de auténtico terror y ha destruido la frontera que separaba Siria de Iraq. Éste último país, sumido en una crisis política desde la invasión americana en 2003, ha visto cómo los fundamentalistas islámicos se hacían con el control de todo el noroeste del país y entraban en Mosul. En julio, el líder de los yihadistas, Abu Bakr Al-Baghdadi, se autoproclamaba califa de todos los musulmanes y exponía su proyecto: unificar todos los territorios musulmanes bajo un nuevo Califato.

Los ataques aéreos de una coalición encabezada por los EE.UU. y algunos países europeos no han debilitado a los yihadistas del "Estado Islámico" que siguen aterrorizando al mundo entero con las decapitaciones de rehenes occidentales. Los más terribles y crueles episodios que nuestra mente alcanza a imaginar se están produciendo entre los ríos Tigris y Eúfrates. No debemos olvidar tampoco la enésima guerra en Gaza que causó lo destrucción de la ya de por sí paupérrima franja. En agosto Israel inició una ofensiva en represalia al asesinato de tres jóvenes judíos en junio. La guerra causó más de 2.100 muertos palestinos y 70 israelíes.

La tercera mirada nos lleva inevitablemente a África: la epidemia de ébola, desatada en diciembre de 2013, ha causado casi 7.000 muertes. Liberia, Sierra Leona y Guinea Konakry son los países más afectados y la epidemia es allí incontrolable. También se ha extendido a otros países de la región como Senegal, Malí y Nigeria e incluso ha habido casos aislados en Occidente, como en EE.UU. y en España, donde el contagio de una enfermera que había atendido a un misionero repatriado, provocó gran temor entre la opinión pública. Pero lo peor de todo es que, una vez más, se ven las diferencias entre el primer y el tercer mundos: aquí, en los países desarrollados, sólo prestamos atención a las naciones pobres cuando el problema nos salpica a nosotros.

A nivel nacional, el 2014 ha sido el año de la abdiación del rey Juan Carlos I, el dos de junio. Tras treinta y nueve años de reinado, el monarca dejó paso a su hijo, que fue proclamado rey por las Cortes Españolas y reinará con el nombre de Felipe VI. La nueva etapa en la Corona deberá ser mucho más transparente y ejemplar que en los últimos años, sobre todo si quiere ganarse el apoyo de la opinión pública.

En España, el 2014 ha sido el enésimo año de la crisis económica que, a pesar de la recuperación de los datos macroeconómicos, sigue atenazando a millones de españoles. También ha sido el año de la corrupción política que ha salpicado a todos y cada uno de los partidos políticos que han tenido o tienen acceso al poder. El 2014 termina con cierta incertidumbre política ya que parece que el mal llamado "bipartidismo" se está resquebrajando ante la aparición de ciertos partidos de izquierda radical. Por primera vez desde 1978, la sombra amenazante de la inestabilidad política y la ingobernabilidad del país se cierne sobre España. Y por último, el 14 también ha sido el año del referendum de autodeterminación de Cataluña que al final no fue nada más que un fracaso estrepitoso de aquellos que lo impulsaron.

Un año más se termina y con el cientos de momentos y de instantes. El año 14 también ha sido el del centenario de la Gran Guerra, el del setenta y cinco aniversario de la Segunda Guerra Mundial y el veinticinco de la Caída del Muro de Berlín, que aquí hemos recordado. El 2014 también pasará a la Historia por ser el año en que el Papa consiguió que EE.UU. estableciese relaciones diplomáticas con la Cuba de los Castro.

El 1 de enero 2015 no será muy diferente del 31 de diciembre de 2014. De hecho, ninguno de los conflictos aquí recordados se acabará al mismo tiempo que el año 2014; Ucrania seguirá en guerra, el "Estado Islámico" seguirá matando y el ébola continuará cobrandose miles de víctimas en África.


Os dejo aquí la canción con la que termino este año: "El Universo sobre mí" de Amaral:




¡Feliz año nuevo 2015 a todos!

viernes, 5 de diciembre de 2014

LOS VENCEDORES NO EUROPEOS

EL DESTINO DE LOS VENCEDORES (II): EE.UU. Y JAPÓN



Vista aérea del distrito financiero de
Manhattan (Nueva York) en 1922



La Guerra de 1914 dejó un claro vencedor: Estados Unidos. Su intervención en la guerra había sido completamente decisiva y los aliados debían la victoria al gigante americano. El presidente Wilson se había convertido además en el arquitecto del orden internacional de posguerra. Sus catorce puntos brindaban la posibilidad de crear un futuro en paz.

Sin embargo, en 1919, la tras la firma de los numerosos tratados de paz, la situación a ojos de los políticos estadounidenses distaba mucho de estar resulta. El congreso de EE.UU. estaba inquieto ante posibles restricciones a su política exterior que los acuerdos podían suponer, incluida la nueva Sociedad De Naciones (SDN) impulsada precisamente por el presidente Wilson.

En 1920 el Congreso debía ratificar el Tratado de Versalles y su ingreso en la Sociedad de Naciones pero se negó a hacerlo. En su lugar, el sucesor de Wilson, W. G. Harding, buscó la firma de acuerdos de paz bilaterales con las antiguas potencias centrales. De esta forma, se volvía a la política de no intervención en los asuntos europeos que se mantuvo hasta bien entrada la década de los treinta.

A nivel interno, los años veinte fueron de gran estabilidad política y social y de gran progreso económico. La modernización de la producción industrial provocó el descenso de los precios y esto elevó el poder adquisitivo de los americanos. El nivel de vida aumentó, igual que la riqueza, lo que contribuyó al desarrollo del consumo. Se extendieron las formas de ocio: el cine, el teatro, la radio, la televisión, el fútbol, etc. Se celebraban diariamente fiestas y reuniones en las que los nuevos ricos exhibían las fortunas acumuladas en pocos años. Es la época que se conoce como "los felices años veinte".

También es una década de gran conservadurismo y xenofobia. El Ku Klux Klan triunfó sobre todo en las zonas rurales de EE.UU. donde la población veía con desdén a los inmigrantes africanos y sudamericanos que llegaban al país buscando un futuro mejor. En 1920 se promulgó, por otra parte, la "ley seca" que prohibió el consumo del alcohol e incentivó el contrabando ilegal de bebida alcohólicas. La ley se derogó en 1933.

"Los felices años veinte" llegaron a su fin en octubre de 1929 cuando la sobrevalorización de las acciones de las empresas se detuvo y la burbuja se pinchó. Su valor empezó a caer en picado arruinando a numerosos inversores y llevando a la quiebra a miles de empresas. El desempleo aumentó hasta los 15 millones de parados y la prosperidad de los años anteriores se esfumó por completo. La crisis económica se extendió por todo el mundo y sólo se superó tras la Segunda Guerra Mundial.

Al otro lado del Pacífico, Japón amplió su área de influencia tras la Primera Guerra Mundial gracias al control de las antiguas colonias alemanas en el Océano Pacífico: las islas Marshall, las Carolinas, las Palau y las Marianas. Además la Sociedad de Naciones transfirió a Japón la administración de Tsingtao, en China, aunque en 1922 fue devuelto al gobierno de Pekín.

Japón firmó varios tratados con otras potencias para asegurar el respeto al statu quo en el Pacífico y en Asia. El Tratado de las Cuatro Potencias, firmado con Francia, Gran Bretaña y EE.UU. garantizó las posesiones de esos países en el Pacífico. Por el Tratado de las Nueva Potencias, Japón garantizó la independencia de China.

Por otro lado, tras la guerra el sistema político fue democratizado parcialmente. El electorado se multiplicó por diez y en 1924 podían votar 14 millones de japoneses. En 1925 se introdujo el sufragio universal pero esta democratización no impidió que a lo largo de los años veinte las fuerzas ultranacionalistas e imperialistas alcanzasen el control del gobierno y del propio emperador a través del "Consejo de Estado secreto" y el "Senado militar".

El emperador Hiroito, el día de su coronación


Aunque el emperador Hirohito fue coronado en 1928, desde hacía años, el verdadero gobierno se encontraba en el ejército y en las fuerzas nacionalistas. En los años treinta, los grupos patrióticos y antidemocráticos vaciaron de contenido en sistema parlamentario lo que avocó a Japón a un régimen militar, imperialistas y nacionalistas en el que ni si quiera el emperador tenía poder para cambiar el rumbo.

El gobierno militar japonés ordenó la invasión de Manchuria en 1931 y la región fue convertida en el Estado títere de Manchukuo (el nombre japonés para esa región china) en pocos meses.  Japón continuó su política expansiva en los años siguientes lo que le llevó a ocupar la provincia de Tehol y la ciudad de Shanghai en 1935 tras brutales campañas que dejaron cientos de miles de muertos.

Progresivamente, Japón abandonó los acuerdos internacionales de posguerra y se acercó a las potencias fascistas. En 1933, la Sociedad de Naciones se negó a reconocer el Estado de Manchukuo y acto seguid Japón abandonó la organización. La política impulsada desde Tokio, autenticamente kamikace, llevó al Japón a una guerra contra China y a choques armados con Gran Bretaña y Francia en el Pacífico. Era el preludio de una nueva guerra, cuya dimensión no conocida hasta entonces, acabaría arrasando al Imperio del Sol Naciente unos años después.

Soldados japoneses en Manchuria (China)



*Más entradas sobre la Primera Guerra Mundial aquí.

lunes, 1 de diciembre de 2014

LA HISTORIA QUE HAY EN LA NAVIDAD

ARTYHUM, REVISTA DE ARTES Y HUMANIDADES, Nº 7 (Diciembre de 2014). Pp. 129 - 139



La Navidad es una de las celebraciones más importantes para los cristianos pero ¿qué historia hay detrás de ella? El relato que nos han contado está repleto de leyendas y misterios basados en los testimonios de los Evangelios de San Mateo y San Lucas. De esos escasos testimonios, y con ayuda de otras fuentes históricas, se pueden deducir algunos hechos que nos permiten entender un poco mejor el mundo en el que nació Jesús hace más de dos mil años.






La página web de la revista es la siguiente:



sábado, 29 de noviembre de 2014

LAS VICTORIAS PÍRRICAS DE LOS EUROPEOS

EL DESTINO DE LOS VENCEDORES (I): FRANCIA, REINO UNIDO E ITALIA

Una calle de Londres en los años veinte


Los tratados de paz dejaron claros vencedores y claros derrotados. Pero si para estos la paz trajo terribles consecuencias, para aquellos el fin de la guerra no espantó los fantasmas y los problemas. Los grandes vencedores europeos, el Reino Unido y Francia, siguieron siendo bastiones incuestionables de libertad y democracia mientras Italia, vencedora como ellos, veía como sus aspiraciones territoriales no eran satisfechas. Fuera de Europa, Japón y EE.UU. habían salido muy fortalecidos de la contienda.

Francia era a comienzos de 1919 un país exhausto por el esfuerzo de la guerra y su sociedad estaba profundamente cansada. Había perdido el 10% de su población masculina y la zona noreste del país estaba completamente arrasada. A pesar de todo, la victoria en la guerra le reportó algunos beneficios: Alsacia y Lorena fueron devueltas, pudo controlar el Sarre y hacerse además con algunas excolonias de las potencias vencedoras en Próximo Oriente (como Siria), África (como Camerún) y Oceanía.

Por otro lado, la Tercera República se mantenía en pie y Francia seguía siendo una potencia económica, política y militar de primer orden tanto en Europa como en el concierto mundial. Las reparaciones de guerra impuestas a Alemania le reportaban además pingües beneficios y cuando en 1923, la República de Weimar se negó a seguir pagando, el presidente francés, R. Poincaré (del Bloc National, de derechas), ordenó la ocupación del Ruhr para forzar a los alemanes a cumplir con sus obligaciones.

Francia, convencida de que la única manera de asegurar la paz era debilitar a Alemania, mantuvo una política muy intransigente hacia el pago de las reparaciones, a pesar de que sus aliados, Gran Bretaña y EE.UU., buscaban flexibilizar las obligaciones alemanas para evitar que se asfixiara económicamente como estuvo a punto de ocurrir en 1923. No obstante, la llegada al poder de los socialistas en 1924 propició la relajación de las posturas francesas y posibilitó una aproximación a Alemania. En 1925, Alemania firmó el Pacto de Locarno que garantizaba la inviolabilidad de las fronteras francesas y belgas.

A nivel interno, la situación política se complicó hacia finales de los años veinte y principios de los treinta, a la par que la crisis económica originada en 1929 en EE.UU. llegaba a Europa. Los grupos de extrema derecha comenzaron a tener gran apoyo popular y en 1934, la organización Croix de Feu (de corte fascista) intentó dar un golpe de Estado que fracasó.  Para evitar una deriva fascista, como la que se estaba produciendo en Italia, en 1936, el socialista Léon Blum ganó las elecciones con el apoyo de la coalición de izquierdas Frente Popular.

La estabilidad política fue sin embargo, la seña de identidad del Reino Unido. Los partidos tradicionales, Conservadores, Liberales y Laborista, intentaron dar respuesta a los problemas económicos que acosaban al Imperio Británico tras la guerra. Los partidos radicales, como el Partido Nacional Fascista, fundado en 1930 por Oswald Mosley, y el Partido Comunista, carecieron de apoyos suficientes bajo la Monarquía parlamentaria y en una sociedad acostumbrada a vivir ya en una democracia plena.

En 1918 se había democratizado completamente el sistema, permitiendo votar a todos los hombres de más de 21 años y a todas las mujeres de más de 30. Laboristas (que no paraban de crecer) y Conservadores se alternaron en el poder intentado superar unas dificultades económicas propias de un país con una industria madura y una tecnología anticuada. La influencia del comunismo soviético alentó a los trabajadores que protagonizaron revueltas y huelgas aunque el fracaso de la huelga general de 1926 determinó el hundimiento de los sindicatos.

Por otra parte, el Reino Unido también administró, como Francia, numerosas excolonias alemanas y turcas. Iraq, Jordania, Palestina y Arabia pasaron a ser mandatos de la SDN administrados desde Londres; Namibia pasó a depender de la Unión Sudafricana (independiente desde 1910 pero vinculada a Gran Bretaña) y Togo y Tanzania cayeron en manos británicas.

El Reino Unido vio, tras arduos esfuerzos para evitarlo, cómo Irlanda conseguía su independencia en 1921. En 1927, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda pasaba a denominarse Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. En 1923 cedió su protectorado sobre Egipto y en 1932 permitió que Iraq accediese a la independencia. El antiguo Imperio Británico se fue transformando poco a poco en la Commonwealth of Nations.

Gran Bretaña además, trató de mantener el equilibrio tanto en el Pacífico ante el agresivo expansionismo del Japón, como en Europa donde el fascismo italiano y el nazismo alemán empezaban a dar muestras de delirios. El afán británico por mantener la paz en Europa llevó a la vergonzosa política de apaciguamiento que permitió a Hitler campar a sus anchas en el continente hasta 1939.

Por último, el Reino de Italia había sido también uno de los vencedores de la Gran Guerra pero en los tratados de paz no vio colmadas sus apetencias territoriales y financieras. Las divisiones internas llevaron al país al borde de la guerra civil y las insurrecciones se extendieron de norte a sur. 

En 1922, Benito Mussolini, que había fundado el Partido Fascista marchó sobre Roma en una increíble demostración de fuerza que recordaba a las de los antiguos emperadores romanos y consiguió que el rey Víctor Manuel III le nombrase jefe de gobierno, concediéndole amplios poderes. A partir de ese momento, el Duce inició la instauración de una dictadura controlada por él mismo; todos los partidos de la oposición fueron ilegalizados y el Parlamento italiano se disolvió.

En 1929, Mussolini consiguió que el papa Pio XII firmase el Tratado de Letrán porque el que el Sumo Pontífice reconocía la unidad de Italia, con capital en Roma, tras décadas de desencuentros. En el ámbito internacional, al principio trató de conciliar una política imperialista en el Mediterráneo y unas buenas relaciones diplomáticas con Francia y Gran Bretaña. 

En 1935 firmó el Pacto de Stressa con ellas para evitar futuras violaciones del Tratado de Versalles. Era sin duda, un brindis al sol. Al año siguiente, la Italia fascista unió sus destinos a la Alemania de Hitler. El nuevo y "moderno" fascismo se oponía definitivamente a la vieja y "fracasada" democracia que no había dado los resultados obtenidos. Esta confrontación, junto con los planes expansionistas italianos sobre Abissinia (actual Etiopía) abría la puerta a una nueva contienda bélica en Europa.

La debilidad de unas democracias fuertes pero acomplejadas y las políticas revisionistas de las potencias derrotadas, junto con el triunfo del fascismo y del nazismo, dejaba sentenciado una vez más el futuro de Europa. Negros nubarrones se cernían a mediados de los años treinta del siglo XX sobre el Viejo Continente.



El mundo tras la Primera Guerra Mundial





*Más entradas sobre la Primera Guerra Mundial aquí.



viernes, 7 de noviembre de 2014

UNAS PALABRAS EQUÍVOCAS QUE CAMBIARON EL MUNDO

25 AÑOS DE LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN




En agosto de 1961 las autoridades de la República Democrática Alemana (RDA) estaban decididas a frenar el éxodo masivo de berlineses que huían del comunismo cruzando del Berlín oriental al occidental. Durante el mes anterior habían cruzado alguno de los pasos fronterizos más de 30.000 berlineses y esto era algo intolerable para el gobierno de la RDA que le dejaba en evidencia delante del resto de gobiernos del bloque del este, y en especial ante la URSS. Entre los días trece y catorce de agosto los soldados de la Alemania Oriental colocaron alambre de espino en la frontera que delimitaba los dos sectores y empezaron a construir barricadas. La Puerta de Brandemburgo fue cerrada.

Pocos días después, el dieciocho, comienza a levantarse un enorme muro de hormigón en torno al perímetro de Berlín Occidental. La pared se extiende por más de 155 kilómetros y en algunas zonas llega a alcanzar los cuatro metros de altura. Fue algo totalmente inesperado porque en apenas tres horas se cerraron los pasos fronterizos de la ciudad. Sólo consiguieron pasar a la zona occidental alrededor de 5.000 berlineses; otros 3.000 fueron arrestados y 267 perecieron en el intento.

Con la construcción del muro, se materializaba la idea del "telón de acero" acuñada por W. Churchill después de la Segunda Guerra Mundial. El Muro de Berlín dividía no sólo la ciudad sino también Alemania, Europa y el Mundo. Durante casi treinta años el "Muro de la Vergüenza", como algunos lo llamaron, simbolizó la división del planeta en dos bloques enfrentados: el bloque capitalista y el comunista. Muchos creyeron en los años sesenta, setenta y ochenta que aquella división sería permanente y nadie podría cambiarlo.

A finales de los años ochenta, la situación en la mayor parte de las repúblicas populares del este de Europa (igual que en la propia URSS) era dramática en el ámbito económico y social. En la RDA, axifisiada económicamente, se sucedieron manifestaciones que demandaban libertad y proliferaron organizaciones y asociaciones juveniles que animaban al debate político.

En 1989, la situación era insostenible. Los alemanes orientales reclamaban liberta, democracia y mejores condiciones de vida. Más aún cuando sabían que en la hermana República Federal Alemana (RFA), el nivel de vida era muy superior al que disfrutaban los alemanes orientales. Otros países, como Polonia o Hungría, planteaban entonces una apertura.

El primer signo de cambio llegó en mayo, cuando la frontera entre la RDA y Austria se abrió y miles de alemanes orientales huyeron por esa vía a la Alemania Occidental. A mediados de octubre, el hombre que había dirigido los designios de la RDA durante la última década, Honecker, dejó el gobierno. Semanas después, el cuatro de noviembre, un millón de berlineses salió a la calle para demandar reformas al grito de "Nosotros somos el pueblo", "Nosotros somos un solo pueblo". El nuevo secretario del partido, E. Krenz, nombró un gobierno presidido por el reformista H. Modrow.

A pesar de estos cambios, nadie imaginaba en la aurora del nueve de noviembre que situación de la RDA y la escena internacional iban a cambiar en pocas horas.

Ese día, el Politburó del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED, en sus siglas alemanas) aprobó una agenda de medidas sobre la emigración. Una de las medidas decía textualmente:

"Los viajes privados al extranjero pueden ser solicitados sin cumplir requisito alguno"

En torno a las siente de la tarde, el portavoz del gobierno de la RDA, Günter Schwabowski, dio una rueda de prensa para explicar las medidas. Un periodista le preguntó acerca de la medida referente a los viajes al extranjero y cuándo entraría en vigor. El portavoz del gobierno respondió: "de inmediato".

Estas precipitadas y equívocas palabras de Schwabowski junto con una declaración de Krenz que afirmaba que "los permisos serán concedidos rápidamente", encendió las esperanzas de millones de berlineses orientales. La noticia se extendió por doquier y una multitud se congregó alrededor del Muro.

Los guardias germano-orientales se sorprendieron al ver a toda aquella gente mientras confirmaban que las nuevas normas eran ciertas. Los oficiales dieron la orden de dejar pasar al otro lado a todos aquellos que lo solicitasen.

A medianoche, miles de personas hacían cola para cruzar al Berlín Occidental. Muchos de ellos a reencontrase con sus familiares quienes vivían en la misma ciudad pero en distintos países, otros ansiaban volver a ver a sus amigos, algunos buscaban tomar una cerveza en un bar de la zona del oeste y otros, simplemente, a comprobar que aquello que se estaba produciendo era real: el muro dejaba de tener sentido.

La gente acudió de nuevo al Muro, esta vez armados con picos y martillos con la intención de destruirlo. Nadie hizo nada por evitarlo ni hubo resistencia alguna. El Muro que durante veintiocho años había dividido a los alemanes caía en pedazos mientras los berlineses gritaban de júbilo y cantaban. Los berlineses occidentales, sorprendidos por lo que estaba pasando al otro lado de la pared, recibieron a sus conciudadanos con euforia y muchos bares sirvieron cerveza gratis aquella madrugada.

Las imágenes de aquel acontecimiento histórico llegaron a todas partes del mundo. La división del plantea en dos bloques irreconciliables e incomunicados se resquebrajaba y la geopolítica europea y mundial cambió. Un futuro de libertad, esperanza y democracia se abría ante los ojos de los alemanes orientales. Y la Ola democratizadora se iba a extender a casi todos los países del Este de Europa. Había caído el símbolo. La realidad estaba a punto de cambiar.




jueves, 30 de octubre de 2014

EL BATALLÓN DESAPARECIDO

UNA HISTORIA DE HALLOWEEN



En agosto de 1915, se libraba en la Península de Gallípoli la batalla que decidiría el destino del Imperio Otomano y de Rusia (ver más información aquí). Los altos mandos militares del ejército británico enviaban más y más hombres a un escenario salvaje en el que acabarían pereciendo más de 250.000 de esos soldados. En este contexto aterrador se produjo un hecho extraordinario.

A primeros de agosto llegó a Gallípoli el Quinto Batallón del Regimiento Real de Norfolk, formado por 267 soldados, en su mayoría por gentes corrientes: mayordomos, trabajadores del campo, mozos de cuadra y jardineros. La mayoría eran empleados de la finca real de Sandringham, al este del Reino Unido y poco sabían de la guerra, ni de armas, ni mucho menos del enemigo otomano a quien debían derrotar. Pero el destino iba a cambiar para ellos.

El 12 de agosto, el batallón entró en combate contra los turcos dentro de un frondoso bosque. Algunos vigías australianos y neozelandeses controlaban la marcha de los británicos desde las colinas cercanas y esperaban la salida de los aliados británicos del bosque. Pero nadie salió de aquel lugar. Los 267 soldados desaparecieron aquel día.

Las desapariciones de soldados fueron frecuentes durante toda la guerra pero aquel acontecimiento fue realmente extraño. Ninguno de los más de doscientos volvió para reencontrarse con su familia.

Cincuenta años después, cuatro veteranos neozelandeses describieron un suceso inexplicable. Vieron nubes extrañas, que no eran niebla, pegadas al suelo aquel día. Dijeron que el batallón, al cargar contra el enemigo se adentró en ellas. Después, mientras los soldados del Quinto Batallón se encontraban en medio de aquella espesa nube, ésta comenzó a elevarse y, cuando se desvaneció, nadie quedaba en aquel lugar.

Muchas teorías se han usado para explicar tan extraordinario suceso. Los investigadores concluyeron que la totalidad del Batallón fue aniquilado por los otomanos ya que los turcos tenían la estrategia de no hacer prisioneros de guerra por lo que todos aquellos enemigos que caían en sus manos eran asesinados. Esta teoría se explica con el hallazgo de 122 cadáveres con señales de disparos en los cráneos en la zona donde se asentaba la extraña nube. Pero los cuerpos de los otros 145 soldados nunca aparecieron. Se cree que puede ser debido a un proceso de descomposición rápido que no deja rastros.

Otras versiones apuntan que los soldados del Batallón fueron abducidos por la nube, que los condujo hasta una nave alienígena. Nunca se supo...

¿Realidad o mera fantasía? Muchas veces la fabulosa imaginación del ser humano trata de ocultar la cruda realidad: aquel día de verano de 1915, 267 inocentes perecieron en aquel bosque de Gallípoli a manos del enemigo turco... ¿o no?




¡Feliz Noche de Halloween a todos!

viernes, 10 de octubre de 2014

AQUEL DOCE DE OCTUBRE...

CRÓNICA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA



Playa de la isla de San Salvador (Bahamas) donde se cree que arribó la expedición de Colón en 1492. La cruz conmemora aquel momento.


En la madrugada del once al doce de octubre de 1492, cuando las tripulaciones de los tres navíos dormían, el joven vigía de La Pinta, Rodrigo de Triana, gritó lo más alto que sus cuerdas vocales le permitieron: "¡Tierra, Tierra a la vista!". Eran las palabras que todos los marineros esperaban desde hacía semanas y que algunos pensaban que nunca oirían. En medio del océano en calma, las voces se oyeron en las tres naves y apresurademente todos subieron a cubierta para comprobar tan alegre noticia. Entre ellos se encontraba el flamante almirante de la Mar Océana, Cristóbal Colón. En el horizonte se intuían unas sombras que no podían ser otra cosa que las costas de la India.

Parecía que los planes de Colón se estaban cumpliendo. La expedición había partido de Palos de la Frontera, cerca de Cádiz, el tres de agosto, festividad de la Virgen de la Rábida. Entonces, habían pasado más de cuatro meses desde que, en abril, los reyes de Castilla, Isabel y Fernando se habían decidido a sufragar y apoyar el proyecto del genovés. Los preparativos de la expedición fueron difíciles pues nadie en Castilla estaba tan loco para embarcarse en un viaje cuyo destino era incierto. Con la ayuda inestimable de los hermanos Pinzón, Colón pudo reclutar a un cien hombres que formaron la tripulación de tres navíos: dos carabelas, La Pinta y La Niña y una nao, la Santa María.

En aquel día de agosto de 1492, los tres navíos pusieron rumbo a las Islas Canarias donde se abastecieron. El seis de septiembre partieron de la Gomera rumbo al oeste. Sólo el Mar Tenebroso o la Mar Océana se extendía ante sus ojos.

Los planes de Colón son ahora bien conocidos. Pretendía llegar a la India navegando hacia el oeste dado que ya entonces nadie cuestionaba la esfericidad de la Tierra. El objetivo era hallar una ruta alternativa a la que estaban abriendo en aquellos momentos, los navegantes portugueses y que se encontraban a punto de completar. Pero que Colón sabía más de lo que contaba y no todo lo que decía se ajustaba a la realidad es algo de lo que también hoy, nadie duda. Así lo pone de manifiesto el hecho de que el almirante llevase dos cuentas de distancia diferentes. En una anotaba menos leguas de las que se recorrían diariamente, para enseñarlas a los capitanes de las naves y a la tripulación; en otra, secreta, anotaba las distancias verdaderas.

Tampoco hoy nadie discute que los cálculos de Colón sobre la distancia desde la Península Ibérica a las Indias eran erróneos. La distancia era enormemente mayor que la que el genovés había estimado. Los días pasaban y la expedición no daba frutos. No se divisaba tierra firme, Europa cada vez quedaba más atrás y los víveres empezaban a agotarse. Nadie había previsto una travesía tan larga.

Los alimentos acabaron gastándose completamente e incluso aquellos que se había podrido acabaron comiéndose. Los perros que había servido de compañía fueron sacrificados y su carne repartida e incluso las ratas eran consideradas un gran manjar en aquellos barcos que navegaban sin rumbo fijo. Los marineros empezaron a tener hambre y a temer por su suerte. Colón trataba de mantener la calma y proporcionaba informaciones no del todo ciertas a la tripulación para que "si el viaje fuera luengo no se espantase ni desmayase nadie". El almirante temía, entre otras cosas, un motín de los marineros.

Este se produjo en la noche del nueve al diez de octubre cuando una rebelión armada estalló en los navíos como consecuencia de la desesperación. Todos temían que aquel viaje fuese su final. Colón consiguió calmar los ánimos prometiéndoles que sin en tres días no hallaban tierra, regresarían a la Península.

Y fue en ese breve plazo cuando la fortuna les sonrió. Las naves llegaron a una pequeña isla en medio del océano. Colón le puso el nombre de San Salvador, y en verdad, era muy conveniente. Se trataba de la isla que hoy se llama Watling y pertenece al archipiélago de las Bahamas. El tiempo entre el avistamiento y la llegada de los navíos debió de ser de incertidumbre y esperanza. Colón veía colmadas sus ambiciones y cumplidos sus planes; los marineros veían como, por esa vez, habían esquivado a la muerte.

Al mediodía del doce de octubre de 1492 desembarcaban en la isla y Cristobal Colón tomaba posesión de aquellas tierras en nombre de los reyes de Castilla. A los rudos castellanos que formaban la tripulación les pareció que había arribado al mismísimo paraíso. Una tierra con frondosa vegetación, con playas de arena blanca y aguas cristalinas. "La belleza de estas islas supera a cualquier otra tanto como el día supera a la noche en esplendor" escribió Colón en su cuaderno de bitácora.

Pero aquella isla no estaba deshabitada. Pronto salieron a su encuentro gentes menudas, con la tez de color canela y semidesnudos. Aquellos indígenas, que Colón supuso que eran indios, se mostraron al principio curiosos y confiados. Los castellanos les dieron baratijas a cambio de perlas y animales exóticos. Incluso algún jefe indígena entregó a su hija a algún marinero como esposa en señal de amistad. Y es que Colón estaba convencido de que aquellas islas estaban muy próximas al continente asiático.

La expedición no terminó ahí, en los días siguientes, las naves arribaron a otras islas y el veintiocho de octubre descubrieron la actual Cuba. Colón identificó aquellas tierras como Catay, es decir, lo que actualmente es China, y supuso que Cipango (Japón) no se encontraría muy lejos. Pero aquellas tierras tan hermosas como exóticas les deparaban numerosos peligros: no todos los indígenas eran tan amigables, había animales y plantas desconocidos y venenosos y las tormentas y los temporales eran más feroces que los que ellos habían visto en Europa.

Días más tarde descubrieron otra isla a la que bautizaron como "Española". En aquellas peripecias, la nao Santa María encalló en unos arrecifes de coral y tuvo que ser evacuada y desguazada. Con los restos, los castellanos fundaron el primer asentamiento europeo en aquellas tierras, el fuerte de la Navidad. Era veinticinco de diciembre de 1492. En aquel lugar, tuvo lugar el primer enfrentamiento armado entre españoles y nativos.

El dieciséis de enero de 1493, más de cinco meses después de su salida de la Península, las ganas de volver a casa pudieron con las ansias de seguir explorando aquellas tierras. La Pinta y La Niña volvían a Castilla mientras Colón enviaba una misiva a los reyes en la que les invitaba a celebrarse con "alegría y grandes fiestas" la hazaña. Se había descubierto una nueva ruta a las Indias.

En realidad, Colón nunca supo (o al menos sólo sospechó) que aquellas tierras estaban muy lejos de las Indias. En verdad nadie sabía entonces que las islas que salvaron a los hombres del almirante de una muerte segura pertenecían a un nuevo continente. Una inmensa tierra por explorar, descubrir y conquistas se cruzó en el destino de Castilla e iba a cambiar la Historia de España y de la Humanidad para siempre. Pero entonces, en el umbral del siglo XVI, nadie en Europa podía imaginar que Colón había descubierto un Nuevo Mundo.

El contacto entre dos mundos. Doce de octubre de 1492.

viernes, 3 de octubre de 2014

LA NUEVA REPÚBLICA TURCA

EL DESTINO DE LOS VENCIDOS (III)


Turquía según el Tratado de Sèvre (1920)

En noviembre de 1918, el Imperio Otomano se encontraba derrotado y ocupado militarmente por las potencias aliadas (franceses, británicos, griegos e italianos, principalmente). El viejo imperio que había atemorizado durante tantos siglos a la Cristiandad estaba ahora en vías de desintegración: los árabes querían independizarse, igual que los armenios y los kurdos; mientras que Mesopotamia y la franja sirio-palestina estaban controladas por los aliados. Igual ocurría en el corazón del imperio, en Anatolia, donde las convulsiones políticas, sociales y económicas iban a cambiar el destino de los turcos.

La resistencia la régimen califal de Estambul se organizó el 23 de julio de 1919 en el congreso nacionalista celebrado en Erzerum. Allí se formó el Partido Nacionalista Turco, liderado por Mustafá Kemal, que estableció su cuartel general en Ankara, en el centro de Anatolia. El cinco de octubre de ese año, los nacionalistas (o kemalistas) derrocaron el régimen de autocrático del sultán (que sólo conservó su autoridad religiosa) y convocaron elecciones. La victoria aplastante del partido de Kemal le dio fuerza para emprender la reforma del Estado.

El primer obstáculo al que tuvo que enfrentarse fue la situación heredada de la guerra. En 1920, el Tratado de Sèvres, firmado con las potencias vencedoras, fragmentó el territorio otomano y lo repartió entre diversas potencias:
  • Gran Bretaña adquirió Mesopotamia, muy rica en petróleo. la región pasó a llamarse Iraq. También controló Palestina (donde se proyectó la creación de un Estado Judío por la Declaración de Balfour) y Transjordania (actual Jordania).
  • Francia recibió Siria (que incluía el actual Líbano).
  • Armenia (cuya población tanto había sufrido durante la guerra) se constituyó como un Estado independiente en el este del Imperio.
  • Grecia recibía la Tracia Oriental (excepto la ciudad de Estambul) y una franja costera en el oeste de Anatolia.
  • La zona de los estrechos quedaba internacionalizada, permitiendo la libre entrada y salida de barcos desde el Mar Negro.
  • El Kurdistán se constituía como entidad autónoma en el sureste del Imperio.
Además, extensas regiones que, según el tratado, pertenecían al nuevo Estado Turco, permanecieron ocupadas militarmente por las fuerzas aliadas: Francia mantenía la región de Cilicia, y en el sur de Anatolia, una franja costera era controlada por los ejércitos italianos. El Imperio Otomano estaba siendo troceado y repartido como un pastel en una boda (vean cómo quedaba Turquía según el Tratado de Sèvres en el mapa superior).


El gobierno de Mustafá Kemal inició entonces una serie de ofensivas diplomáticas y militares para restituir los territorios turcos en Anatolia. Esta contienda, que tuvo lugar entre mayo de 1919 y octubre de 1923, es conocida como "Guerra de Independencia Turca". El primer éxito fue el reconocimiento de las fronteras por parte de la Unión Soviética, deseosa de ser reconocida en el panorama internacional.

Posteriormente, en 1921, los turcos expulsaron a los ejércitos franceses de Cilicia y de la franja norte de Siria que volvieron a estar en poder del gobierno otomano. También fueron expulsados los italianos y los griegos de Anatolia. La guerra entre turcos y griegos fue realmente cruel. Los griegos reclamaban tanto la costa occidental de Anatolia, como la Tracia Oriental e incluso la ciudad de Estambul (antigua Constantinopla) pero los otomanos expulsaron a las fuerzas helenas de todos esos territorios. Incluso la población de origen griego asentada durante siglos en esas zonas fue forzada a emigrar para evitar reclamaciones futuras.

Por supuesto, el gobierno de Kemal eliminó la autonomía de los kurdos. También la recién creada república de Armenia, en teoría apoyada por las potencias aliadas, sucumbió ante el avance de los ejércitos nacionalistas turcos. Armenia fue ocupada y repartida entre otomanos y soviéticos.


Guerra de Independencia Turca y formación de la nueva república tras el Tratado de Lausana (1923)







Las fuerzas aliadas se vieron obligadas a admitir los avances militares turcos y firmaron con el gobierno de Kemal la Paz de Mudanya el 11 de octubre de 1922. Un año después, el Tratado de Lausana reconocía internacionalmente el nuevo Estado Turco y las fronteras que han perdurado hasta la actualidad (vean la reestructuración de las fronteras en el segundo mapa).

Desde la victoria de los kemalistas en las elecciones de 1919, el sultán Mehmed VI apenas tuvo influencia y capacidad de decisión en los asuntos políticos. En 1922, Kemal, quien había establecido su gobierno en Ankara, abolió el sultanato y fue elegido primer presidente turco. Posteriormente, eliminó también el califato (nótese la diferencia: sultanato hace referencia al poder político mientras que califato se refiere al poder religioso). El 29 de octubre de 1923, Kemal proclamaba la República Turca, dando muerte definitivamente al viejo Imperio Otomano. Entonces, trasladó su capital de Estambul (donde había estado la corte de los sultanes) a Ankara, en el centro de Anatolia.

En los quince años posteriores, el gobierno nacionalista de Kemal, transformó completamente la política, la sociedad y la economía turcas. En 1925 se reformó la vestimenta, prohibiendo el uso del velo a las mujeres y el fez a los hombres con el objetivo de occidentalizar la imagen de los turcos. Se adoptó el calendario gregoriano, el sistemas métrico decimal y el alfabeto latino, que sustituyó al árabe usado hasta entonces.

En materia judicial, se adaptaron los sistemas jurídicos de Suiza, Alemania e Italia. También se introdujo el matrimonio monógamo, prohibiendo la poligamia (tan común en otros tiempos) y se estableció la igualdad social de ambos sexos. En 1930, se concedió a las mujeres, por primera vez en un país musulmán, el derecho a votar y en 1934, se les permitió ser funcionarias.

Mustafá Kemal murió en 1938 y se le honró con el apodo de "Atatürk" o "Padre de los turcos". En los años siguientes, sus sucesores siguieron la política de modernización de Turquía que la convirtió en una república estable y en una potencia regional con gran influencia en los Balcanes y en Oriente Próximo.






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miércoles, 1 de octubre de 2014

LA GRAN CALAMIDAD ARMENIA (1915 - 1923)

ARTYHUM, REVISTA DE ARTES Y HUMANIDADES, Nº 5 (Octubre de 2014). Pp. 130 - 144


En la actualidad, las relaciones entre la República de Armenia y Turquía se ven afectadas por unos acontecimientos históricos que tuvieron lugar hace casi cien años. Entre 1915 y 1923, en el contexto de la Primera Guerra Mundial, se produjeron cientos de miles de muertos armenios a manos de los soldados turcos. El Genocidio Armenio o Gran Calamidad, como lo llaman los armenios, es para muchos el primer genocidio moderno de la Historia pero apenas veinte países lo reconocen y Turquía sigue negando su existencia. Este artículo pretende poner un poco de luz en aquellos trágicos episodios de la Historia Contemporánea.


La revista completa incluye el artículo "La Gran Calamidad armenia (1915 - 1923). Historia de un Genocidio olvidado" en las páginas 130 a 144. Puede visualizarse pinchando en el título.



Los números anteriores de ArtyHum, Revista de artes y humanidades pueden descargarse de la siguiente página web:





viernes, 26 de septiembre de 2014

UN MOSAICO EN LOS BALCANES

EL DESTINO DE LOS VENCIDOS II


Fronteras en la Península de los Balcanes tras la Primera Guerra Mundial.

La Primera Guerra Mundial supuso, como vimos, la desintegración del viejo Imperio Austro-Húngaro de los Habsburgo. Las derrotas militares, el bloqueo económico, las penurias que atravesó la población y la lucha de las distintas nacionalidades por su independencia provocaron el desmoronamiento de la monarquía dual. 

Antes de acabar la guerra, en 1917, las minorías étnicas que se encontraban bajo el trono de Viena habían formado gobiernos en el exilio. Tal fue el caso de los polacos, los eslavos y los checos. En octubre de 1918, cuando la guerra ya estaba perdida, el Reino de Hungría, una de las dos entidades de la monarquía dual, proclamaba su independencia de Austria. El Imperio de Carlos I se partió literalmente por la mitad (ver mapa antes de la guerra aquí). 

Austria se encontraba pues sola y completamente derrotada al final de 1918, cuando la guerra terminó. La negativa del emperador a aceptar la nueva situación hizo que fuese derrocado por los republicanos austriacos que se manifestaban en Viena y al año siguiente, la Asamblea Nacional Austriaca privó a los Habsburgo de todos sus derechos sobre el trono de Austria y confiscó su fortuna. Una de las dinastías más antiguas de Europa, que había gobernado medio continente, perdía su última corona.

El 12 de noviembre de 1918, Austria proclamaba oficialmente la república con la intención de unirse a Alemania. Sin embargo, el Tratado de Paz de Saint Germain de 1919, impidió la unión y certificó la derrota completa de Austria.

Austria se convertía así en una pequeña república democrática enclavada en el centro de Europa y sin salida al mar. Extensos territorios de la antigua entidad de Cisleithania, además de los de Hungría, fueron segregados de la nueva república: Bohemia, Moravia, Silesia, Galitzia, el Tirol, Istria, etc. La pérdida del 75% de los territorios del Imperio y la reducción de la población (de 51'4 millones en 1914 a apenas seis en 1919) causó graves problemas económicos de los que tardó en recuperarse.

Sólo tras la concesión de un crédito por parte de la Sociedad de Naciones en 1922 y la creación de un nuevo sistema monetario en 1924, Austria empezó a consolidarse. Sin embargo, los problemas sociales y políticos nunca se marcharon del todo y hacia 1927 la inestabilidad política se hizo crónica, decantándose los austriacos por un sistema autoritario en 1933.


Por lo que respecta al antiguo Reino de Hungría, en 1918, la llamada "revolución Aster" posibilitó que el conde Mihàly Károlyi se hiciese con el poder. El 16 de noviembre de 1918 se proclamó la república pero ésta sufrió importantes conflictos territoriales puesto que los checos (independizados de Austria), ocuparon Eslovaquia y formaron una entidad geopolítica completamente nueva: la República de Checoslovaquia. Mientras, Rumanía invadía Transilvania (hasta entonces parte de Hungría, dentro del Imperio)  y los serbios, Croacia y Bosnia, configurando así el nuevo Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos (Yugoslavia).

El Tratado de Trianón de 1920 certificó la pérdida de estas regiones que suponían dos tercios del antiguo territorio de Hungría. El impacto de estos recortes territoriales sobre la economía húngara fueron más grandes aún que los que tuvo sobre el sentimiento de humillación en la sociedad magiar. A partir de entonces se abrió un convulso periodo caracterizado por la inestabilidad política. El gobierno de izquierdas configurado tras la revolución dio paso a un gobierno de derechas y nacionalista y en 1920 Hungría volvió a ser una monarquía.

Mientras Austria y Hungría habían sido entidades históricas (hay antecedentes de estas naciones en la Edad Media), Checoslovaquia por su parte no contaba en 1918 con ningún antecedente en la Historia Europea. Se configuró como un país completamente nuevo, como hemos dicho. La unión de checos y eslovacos fue posible gracias al Tratado de Pittsburgh, firmado por ambos gobiernos en el exilio en Estados Unidos (1918).

Sin embargo, Checoslovaquia no consiguió crear una conciencia nacional en el nuevo país cuya población, por otra parte, estaba compuesta por diversas etnias. Checos y eslovacos suponían sólo el 60% de la población del país, mientras dentro de sus fronteras convivían también húngaros, ucranianos, polacos y alemanes. Precisamente, la presencia de abundante población alemana en los Sudetes, deseosa de unirse a Alemania, sería (como todos sabemos) la perdición de la joven república en los años treinta.

Por su parte, los problemas sociales, políticos y económicos también afectaron al nuevo Estado eslavo que fue proclamado el 1 de diciembre de 1918 bajo el nombre de Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos. El viejo sueño serbio de unificar a todos los eslavos del sur se cumplió dando lugar a una monarquía bajo la corona de Pedro I, que en 1929 tomó el nombre de Yugoslavia. La debilidad del nuevo reino fue provocada por la supremacía de los serbios sobre el resto de pueblos eslavos (croatas, bosnios, eslovenos, etc.), lo que daría lugar a no pocos problemas en el siglo XX.

Bulgaria, que se había unido a los imperios centrales durante la guerra también sufrió las consecuencias de la derrota. El Tratado de Neuilly supuso la pérdida de la Tracia Occidental, que pasó a Grecia, y dejó a los búlgaros sin salida al Mar Egeo, aunque conservaron el acceso al Mar Negro. Finalmente, Rumanía amplió su territorio incorporando Transilvania (arrebatada a Hungría) y los territorios de Besarabia (actual Moldavia), que antes pertenecían al Imperio Ruso y contenían importante población rumana.

En 1914 el Imperio Austro-Húngaro daba cobijo bajo la capa del emperador de Viena a más de cuarenta millones de habitantes, de diferentes etnias y religiones, y configuraba un extenso mercado común. La desintegración de la monarquía dual de los Habsburgo dinamitó su territorio y trazó fronteras nacionales en aquellos lugares donde antes se comerciaba sin dificultad. El impacto económico de este proceso fue enorme y dramático, lastrando durante décadas la economía de las pequeñas naciones nacidas tras 1918. A partir de entonces, lo único que unió a estos pueblos fueron las caudalosas aguas del Danubio que, como una metáfora, atraviesan los Balcanes desde Austria al Mar Negro recordando la historia común de los pueblos que allí habitan.








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sábado, 13 de septiembre de 2014

LA REPÚBLICA DE WEIMAR

EL DESTINO DE LOS VENCIDOS (I)


Grabado de la sesión de apertura del Parlamento de la República de Weimar (1919)


Tras el hundimiento de la monarquía de los Hohenzollern en noviembre de 1918, el socialdemócrata Friedrich Ebert se hizo cargo de un gobierno provisional en medio de profundas convulsiones sociales y estallidos revolucionarios por toda Alemania. Para evitar que los socialistas proclamasen una república socialistas, el 11 de noviembre Philipp Scheidemann, socialdemócrata, proclamó la República Alemana.

Semanas más tarde, el 19 de enero de 1919, una asamblea nacional reunida en la ciudad de Weimar aprobó una constitución que creaba una república parlamentaria de carácter federal. Sin embargo, la falta de medidas sociales hizo que los movimientos revolucionarios y la izquierda traicionaran al gobierno llamando a convocar manifestaciones y huelgas en todo el país. Las revueltas obreras fueron reprimidas duramente por los Freikorps o "cuerpos francos", que eran grupos de militares voluntarios que volvían de la guerra. En este contexto de graves disturbios, miembros de los Freikorps asesinaron a los dirigentes del Partido Socialista Aleman, Libkenecht y Rosa Luxemburgo.

Mientras tanto, la derecha consideraba una deshonra y una humillación la firma del Tratado de Versalles, que suponía para Alemania la pérdida de numerosos territorios en Europa además de todas las colonias. La tensión política y social en Alemania llego a tal punto que uno de los delegados enviados a firmar el Tratado a Francia, Matthías Erzberger, fue asesinado por extremistas de derechas.

La República de Weimar y los territorios perdidos tras la firma del Tratado de Versalles

En 1920, el monárquico Kapp intentó dar un golpe de Estado o Putsch que fracasó y tres años después, el 9 de noviembre de 1923, un desconocido Adolf Hitler, intentó establecer una dictadura de de derechas con una "marcha hacia el Feldherrnhalle (Ministerio de Guerra de Baviera)" en Múnich. Ambos golpes fracasaron pero el segundo sería una señal de lo que esperaba a Alemania en el futuro.

Mientras tanto, la economía de la República era catastrófica. la guerra había consumido enormes recursos financieros y las potencias vencedoras exigían indemnizaciones desorbitadas. Para evitar la quiebra del Estado el Banco Central de Alemania emitió más dinero lo que ocasionó una inflación galopante que sumió a la población en la miseria.

La situación en 1923 era verdaderamente dramática para Alemania pero entonces, EE.UU. decidió que había llegado el momento de dar un respiro a la joven república. A partir de 1924, la economía germana entró en una etapa de estabilidad gracias a la creación de una nueva moneda y la aplicación del Plan Dawes que dio un respiro a lo alemanes regulando los plazos de las indemnizaciones. A nivel político la República se instaló en una estabilidad aparente y desgraciadamente, transitoria.

En los años 20, Berlín se convirtió en un centro cultural y económico a nivel mundial. El gobierno de la República y sobre todo, el ministro de asuntos exteriores, Stresemann, inició las negociaciones para la reconciliación con las potencias vencedoras. En 1925, el Tratado de Locarno fijó definitivamente las fronteras entre Alemania y Francia. Años después, Alemania fue la primera en reconocer a la URSS, firmando un tratado de amistad y neutralidad; y finalmente fue aceptada en la Sociedad de Naciones, ocupando su puesto en el Consejo de Seguridad.

Sin embargo, tras este aparente progreso se escondía profundas tensiones sociales, políticas y económicas. El sentimiento de humillación y el odio hacia los vencedores de la Gran Guerra emergía con fuerza en importantes sectores de la población. En 1925 fue elegido como Presidente de la República el otrora general de los ejércitos, Paul von Hindemburg, reconocido monárquico. Era una evidencia de las contradicciones sobre las que estaba construyendo el nuevo régimen.

En 1929, la depresión económica mundial tuvo un impacto brutal en Alemania. De nuevo la inflación se disparó, el desempleo aumentó y las finanzas del Estado se resintieron. Las circunstancias económicas, y sus repercusiones sociales, fortalecieron a los enemigos del Estado y desencadenaron la desintegración de la República democrática.

En 1930, el presidente nombró canciller a Henrich Brüning que era responsable sólo ante él y no ante el Parlamento. La política económica de la administración de Brüning dio pésimos resultados y las condiciones de vida de numerosos sectores de la población empeoraron. A principios de 1933, había en Alemania casi seis millones de personas sin trabajo.

Esta situación impulsó a muchos jóvenes a buscar salidas radicales como las que ofrecía un partido radical y minoritario hasta entonces, el Partido Nacionalsocialistas Alemán de los Trabajadores (NSDAP), más conocido como partido nazi. En las elecciones de 1930, este partido, liderado por Adolf Hitler, consiguió un importante apoyo en las elecciones al parlamento.

El partido nazi tenía una ideología profundamente nacionalistas, antisemita y xenófoba, que buscaba la venganza por la derrota en la Gran Guerra. Para Hitler, la guerra se había perdido por la teoría de "la puñalada por la espalda" según la cual los políticos alemanes de la revolución de 1918 habían traicionado a los ejércitos al firmar la paz con el enemigo cuando aún podía ganarse la guerra.

El apoyo obtenido por el Partido Nazi no paró de crecer en apoyos y en 1932 se convirtió en el principal partido del Reichtag. El 30 de enero de 1933, el presidente Hindemburg nombró a Hitler canciller de la República, apoyado por una coalición de partidos entre los que se encontraba el Partido de Centro, con la confianza de abandonarle en el momento oportuno. "En dos semanas habremos empujado a Hitler a llorar a un rincón" prometió uno de los dirigentes de la coalición que apoyaba al líder nazi. Sin duda fue un error de cálculo. Su elección como canciller iba a cambiar otra vez el destino de la nación alemana.


1933, el Canciller, Adolf Hitler (izq.) junto con el Presidente de la República, Von Hindemburg (en el centro, con casco militar). Las verdaderas consecuencias de la Primera Guerra Mundial aún no habían llegado.





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