"Nadie habría creído en los últimos años del siglo XIX que las cosas humanas fueran escudriñadas aguda y atentamente por inteligencias superiores a la del hombre, y mortales, sin embargo, como éste; que mientras los hombres se afanaban en sus asuntos fuesen examinados y estudiados casi tan de cerca como pueden serlo en el microscopio las transitorias partículas que pululan y se multiplican en una gota de agua. (...)"
Así comienza "La guerra de los mundos", la primera novela de ciencia-ficción de la Historia, obra de H.G. Wells. Fue publicada en 1898 y refleja una brutal visión de la sociedad europea (y británica especialmente) de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Un sociedad débil y poderosa al mismo tiempo. Una sociedad en crisis.
A finales del siglo XIX, parecía que la inteligencia humana era invencible y el progreso social y económico de Europa imparable. Nos encontramos ante una sociedad deslumbrada por los avances de la ciencia y de la tecnología, en la que la calidad de vida de la población mejoraba visiblemente y muy pocos se atrevían a cuestionar el poder de la razón.
Estas creencias se manifestaban en Europa, en naciones como Gran Bretaña, Francia o Alemania que disfrutaban de un gran desarrollo económico y social. Tal era su superioridad que controlaban el mundo. A finales de la decimonovena centuria, Gran Bretaña era la dueña y señora de los océanos; la Grandeur poseía un inmenso imperio colonial en África y Alemania se encontraba triunfante en la Europa Continental.
El progreso proporcionado por la Primera Revolución Industrial había sido el más espectacular de la Historia y la Gran Depresión (1873 - 1879), la primera crisis del capitalismo, había sido superada. La Segunda Revolución Industrial había relanzado la economía europea gracias al petróleo y a la electricidad y el progreso parecía eterno.
Pero tal era el sentimiento de superioridad de los europeos que se atrevieron a dominar y someter a las gentes de otros continentes. Se creían que habían sido dotados por Dios de un don que los hacía mejores a los demás. Por ello se lanzaron a colonizar y "civilizar" África, Asia y Oceanía. Era la época del Imperialismo
Pocos eran los que se atrevían a cuestionar el orden mundial establecido y mucho menos la superioridad de los europeos. Estos eran los más desarrollados, los más civilizados y los más inteligentes del mundo. Sin embargo, con el cambio de siglo algo empezó a cambiar: la mentalidad de algunos intelectuales.
Se empezaron a oír algunas voces que alertaban de la "prepotencia" de los europeos y empezaron a cuestionar la utilidad de la Razón para el bienestar de las sociedades. Escritores como Wells se esforzaron por mostrar una sociedad que se creía poderosa pero carecía de valores morales y principios plenamente humanos. Una sociedad que era capaz de fabricar sofisticados aparatos tecnológicos pero se atrevía al mismo tiempo a someter a pueblos lejanos. Una sociedad confiaba pero recelosa del vecino.
Así era la vida en Europa en una época a caballo entre el siglo XIX y el XX. Una época de desarrollo económico, de progreso social pero también de crisis de valores y de principios éticos. A esta época, entre 1890 y 1914, se la denominó "La Belle Époque".
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