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jueves, 6 de febrero de 2014

LA BELLE ÈPOQUE

"Nadie habría creído en los últimos años del siglo XIX que las cosas humanas fueran escudriñadas aguda y atentamente por inteligencias superiores a la del hombre, y mortales, sin embargo, como éste; que mientras los hombres se afanaban en sus asuntos fuesen examinados y estudiados casi tan de cerca como pueden serlo en el microscopio las transitorias partículas que pululan y se multiplican en una gota de agua. (...)"

Así comienza "La guerra de los mundos", la primera novela de ciencia-ficción de la Historia, obra de H.G. Wells. Fue publicada en 1898 y refleja una brutal visión de la sociedad europea (y británica especialmente) de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Un sociedad débil y poderosa al mismo tiempo. Una sociedad en crisis.

A finales del siglo XIX, parecía que la inteligencia humana era invencible y el progreso social y económico de Europa imparable. Nos encontramos ante una sociedad deslumbrada por los avances de la ciencia y de la tecnología, en la que la calidad de vida de la población mejoraba visiblemente y muy pocos se atrevían a cuestionar el poder de la razón.

Estas creencias se manifestaban en Europa, en naciones como Gran Bretaña, Francia o Alemania que disfrutaban de un gran desarrollo económico y social. Tal era su superioridad que controlaban el mundo. A finales de la decimonovena centuria, Gran Bretaña era la dueña y señora de los océanos; la Grandeur poseía un inmenso imperio colonial en África y Alemania se encontraba triunfante en la Europa Continental.

El progreso proporcionado por la Primera Revolución Industrial había sido el más espectacular de la Historia y la Gran Depresión (1873 - 1879), la primera crisis del capitalismo, había sido superada. La Segunda Revolución Industrial había relanzado la economía europea gracias al petróleo y a la electricidad y el progreso parecía eterno.

Pero tal era el sentimiento de superioridad de los europeos que se atrevieron a dominar y someter a las gentes de otros continentes. Se creían que habían sido dotados por Dios de un don que los hacía mejores a los demás. Por ello se lanzaron a colonizar y "civilizar" África, Asia y Oceanía. Era la época del Imperialismo

Pocos eran los que se atrevían a cuestionar el orden mundial establecido y mucho menos la superioridad de los europeos. Estos eran los más desarrollados, los más civilizados y los más inteligentes del mundo. Sin embargo, con el cambio de siglo algo empezó a cambiar: la mentalidad de algunos intelectuales.

Se empezaron a oír algunas voces que alertaban de la "prepotencia" de los europeos y empezaron a cuestionar la utilidad de la Razón para el bienestar de las sociedades. Escritores como Wells se esforzaron por mostrar una sociedad que se creía poderosa pero carecía de valores morales y principios plenamente humanos. Una sociedad que era capaz de fabricar sofisticados aparatos tecnológicos pero se atrevía al mismo tiempo a someter a pueblos lejanos. Una sociedad confiaba pero recelosa del vecino.

Así era la vida en Europa en una época a caballo entre el siglo XIX y el XX. Una época de desarrollo económico, de progreso social pero también de crisis de valores y de principios éticos. A esta época, entre 1890 y 1914, se la denominó "La Belle Époque".

París (Francia), hacía 1900. París era considerada uno de los paradigmas del avance económico y tecnológico. Era conocida como "La Ciudad de la Luz" por ser la primera ciudad con iluminación pública en sus calles. La Torre Eiffel fue construida con motivo de la Exposición Universal de París de 1889 en la que se exhibió el poderío y la grandeza de Francia así como sus avances científicos y técnicos. 

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