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viernes, 6 de agosto de 2021

HÉROES Y FRACASADOS


EL DESASTRE DE ANNUAL, 100 AÑOS DESPUÉS (EPISODIO 3)


Soldados españoles dispuestos a embarcar hacia el Protectorado marroquí. Ellos fueron los auténticos héroes.


En la mañana del 22 de julio de 1921, mientras el general Silvestre contemplaba desde su tienda en el campamento español de Annual el penoso espectáculo de la retirada de sus tropas, fue consciente de sus errores. Veía a sus soldados huir sin orden en dirección al este mientras los rebeldes rifeños les daban caza y en su mente se repetía una y otra vez el error que había cometido. En realidad había cometido varios errores, imperdonables todos ellos, que iban a costarle la vida. El primero había sido planificar una ocupación rápida del territorio sin asegurar las posiciones militares ni las lealtades rifeñas. El segundo lo había cometido esa misma mañana: ordenar la retirada sin planificarla debidamente y sin garantizar la protección de sus hombres.

Para muchos estrategas militares, una de las maniobras más complicadas es precisamente la retirada de las tropas porque se debe las debe proteger mientras se repliegan en riguroso orden. Si el orden y la protección no se garantizan es probable que la retirada se convierta en una desbandada, en un "sálvese quién pueda" que lleve a la disolución de las tropas. Eso fue precisamente lo que ocurrió aquella calurosa mañana de julio en Annual. Silvestre dudó al tomar la decisión de repliegue, no informó a sus oficiales con tiempo y, cuando lo hizo, estos no sabían qué órdenes transmitir a sus tropas. Los soldados españoles finalmente huyeron abandonando sus armas y convirtiéndose en presa fácil para el enemigo. Abd el Krim no podía creer lo que estaba presenciando: un ejército europeo moderno de miles de soldados se diluía ante sus ojos incrédulos. La victoria rifeña era clara, rápida e inesperada.

Silvestre pagó con su vida los errores que había cometido. No sabemos si se suicidó o fue ejecutado por los rebeldes. Su cuerpo nunca apareció. Pero antes de morir, se aseguró de meter a su hijo en un coche rápido que lo llevase seguro hasta Melilla. Él sí se salvó. Mientras tanto, los soldados españoles corrían por las ásperas colinas del Rif y se despeñaban por los secos barrancos. Trataban de llegar a Melilla o a cualquier campamento español en donde les diesen protección.

En sólo unos días todas las posiciones españolas en el Rif oriental cayeron una detrás de otra. El general Felipe Navarro se convirtió en la máxima autoridad española tras la muerte de Silvestre, pero Navarro no supo asumir la responsabilidad que le tocaba. Tomo otra decisión errónea, de esas que son difíciles de explicar: ordenó la evacuación de Dar Drius, un campamento que podía haber sido defendido porque tenía garantizado el suministro de agua, de víveres y de armas. Allí podían haberse reorganizado las tropas españolas para hacer frente a los harkeños, pero Navarro decidió replegarse hacia Melilla. Lo pagaría con su libertad días después.

Así pues, a finales de julio, los soldados españoles que habían sobrevivido a la matanza rifeña pululaban por el Rif oriental desesperados, aterrados, sedientos, hambrientos y axfisiados por el calor de la canícula. Algunos llegaron a Melilla, donde se encontraba el general Berenguer dispuesto a reorganizar las tropas. Melilla acogía ahora a unos 48.000 habitabtes, cuando su población normal rondaba los 20.000. Otros, menos afortunados, se refugiaron en los fuertes de Monte Arruit, Zeluán y Nador.

Carga de caballería de las tropas de Fernando Primo de Rivera, según Ferrer-Dalmau.

Uno de los pocos héroes del Desastre fue el general Fernando Primo de Rivera, hermano de quien después sería dictador, al frente del regimiento de cazadores de Alcántara. Con la caballería protegió la retirada de las tropas españolas hasta Dar Drius, primero; y, posteriormente, hasta Batel. Sus hombres realizaron varias cargas contra los harkeños, que contaban con mejor armamento. Este armamento, incluida la artillería, había sido incautado a los españoles en Annual. Era rizar el rizo del Desastre. La mayor parte de los hombres de Primo de Rivera murió en aquella operación pero su sacrificio ayudó a salvar a muchos que corrían indefensos en dirección a ninguna parte. Primo de Rivera moriría poco después, el 6 de agosto de 1921, a consecuencia de la gangrena producida por la amputación de un brazo tras resultar herido.

Puerta principal del fuerte de Monte Arruit

A principios de agosto, tan solo los fuertes de Monte Arruit, Zeluán y Nador seguían en manos españolas pero las condiciones eran pésimas. Las tres posiciones se encontraban aisladas y asediadas por los harkeños y el general Berenguer, desde Melilla, no se encontraba en condiciones de enviar refuerzos a socorrerlas. Los problemas eran los de siempre: falta de agua, de alimentos, de medicinas y de munición. Las tres posiciones estaban abandonadas a su suerte, nadie iba a ir a ayudarlas.

Nador y Zeluán cayeron los días 2 y 3 de agosto respectivamente, después de una resistencia agónica. Los harkeños pasaron a todos los soldados españoles por las armas aún después de haberse rendido. Por su parte, Monte Arruit continuó resistiendo durante unos días. El fuerte estaba superpoblado porque acogía no solo a soldados sino también a familias de colonos españoles instalados en el Protectorado que, tras el Desastre, habían abandonado sus tierras buscando refugio en Monte Arruit. Así pues, los defensores de aquel lugar no eran solo militares sino también campesinos, comerciantes, mujeres, ancianos y niños. En alguna ocasión, los españoles de Melilla les lanzaron desde los aviones algunos suministros, incluyendo bloques de hielo, pero no era suficiente para mantener a una población al borde de su capacidad de resistencia. Los días pasaban y, aunque algunos confiaban en la llegada victoriosa del ejército español para liberar la plaza, la mayoría admitía que aquello nunca iba a producirse. En este contexto, el general Berenguer dio autorización al general Navarro para que negociase la capitulación con los harkeños y rindiese el fuerte. Era 8 de agosto.

Rebeldes rifeños en una asamblea.

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