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lunes, 9 de agosto de 2021

MONTE ARRUIT

EL DESASTRE DE ANNUAL, 100 AÑOS DESPUÉS (EPISODIO 4)



Puerta principal de Monte Arruit

La historia de Monte Arruit es la más terrible dentro de las terribles historias del Desastre de Annual. Es una historia de desesperación, de traición, de violencia, de crueldad. Monte Arruit es el símbolo de la debacle española en el Protectorado Marroquí y del ensañamiento de los rifeños sobre unas gentes rendidas, sin posibilidad de defensa. Aquel fuerte en mitad del Rif se convirtió en una ratonera, en un infierno del que fue imposible escapar.

Tras el Desastre de Annual, el 22 de julio de 1921, las posiciones españolas en el este del Rif fueron cayendo una tras otra. El general Silvestre estaba desaparecido y su ejército no era más que un montón de soldados desarmados y exhaustos que solo buscaban refugio. La desorganización española provocó además la sublevación de casi todas las cabilas rifeñas, incluso aquellas que habían permanecido leales hasta entonces. Abd el Krim, el líder de los rifeños, trató de crear un ejército poderoso y articular políticamente un Estado independiente de España y Francia: la República del Rif. Mientras otros líderes rifeños tan solo buscaban la venganza y la humillación de los españoles, Abd el Krim tuvo problemas para controlar a quienes, dentro de sus filas, pretendían ir por libre.

A principios de agosto, Zeluán y Nador habían caído en manos rebeldes después de una dura resistencia española. Si exceptuamos Melilla (que no pertenecía al Protectorado por ser plaza de soberanía española desde el siglo XV), tan solo Monte Arruit continuaba bajo control colonial. Allí se encontraban refugiadas miles de personas; no sólo soldados sino también campesinos, colonos y comerciantes, junto con sus familias. Tras el desastre militar, habían abandonado sus tierras por temor a los rifeños y habían encontrado refugio en Monte Arruit. El fuerte, superpoblado, estaba también sitiado por los rebeldes, que impedían la salida de los españoles y la entrada de refuerzos.

Soldados españoles escriben a sus familias.

Durante muchos días los españoles resistieron tras la empalizada. La falta de agua y de víveres se intentó paliar desde Melilla enviando bloques de hielo y alimentos por aire. Los pilotos de los aviones que tenían que lanzarlos pocas veces conseguían acertar dentro del fuerte así que la ayuda era escasa. Algunas veces, los más intrépidos realizaban salidas furtivas en busca de algo que comer y de agua. La aguada era una tarea peligrosa porque ponía a los españoles en el punto de mira de los rifeños. Muchos murieron tiroteados buscando agua fuera de Monte Arruit.

Los más optimistas esperaban que el general Berenguer, desde Melilla, enviase refuerzos militares para liberar la posición. El "Telegrama del Rif", el periódico más influyente de Melilla no dejaba de anunciar una y otra vez la pronta llegada de esos refuerzos, pero los sitiadores sabían la verdad y se burlaban desde fuera de la empalizada. Nadie iba a mandar refuerzos a Monte Arruit. Los españoles oían las burlas y las mofas rifeñas desde el interior del fuerte, algo que aumentaba su desesperación.

Hacia el 8 de agosto, el general Berenguer dio autorización al general Navarro (máxima autoridad en Monte Arruit) para que negociase la rendición de la plaza ante los rifeños. Era algo arriesgado porque los bereberes acostumbraban a no respetar los acuerdos de rendición y masacraban a los rendidos como habían hecho en Nador y en Zeluán. Pero no había otra opción si querían sobrevivir. Los líderes rifeños accedieron a negociar y se llegó rápido a un acuerdo de capitulación: se permitiría a los españoles salir del fuerte a condición de que estos abandonasen las armas. Algunos españoles, entre ellos el general Navarro, serían custodiados por los rifeños como garantía de la operación. Así se hizo.

Vista aérea del fuerte

Los españoles (soldados, civiles, mujeres, niños, ancianos) abandonaron todo lo que tenían dentro del fuerte y salieron desarmados. Cuando estaban fuera, sin posibilidad de retorno ni de defensa, las harkas bereberes les atacaron. Fue una masacre de una brutalidad nunca vista. Los harkeños se ensañaron con los españoles hasta límites inimaginables. Algunos fueron degollados salvajemente, otros fueron ejecutados por la espalada, algunos fueron mutilados, otros arrastrados cientos de metros por las ásperas laderas del Rif. No hubo ninguna posibilidad de escapar. Miles de personas perecieron allí mismo después de haberse rendido. Los rebeldes rifeños remataron a los que aún permanecían con vida y se ensañaron con los cadáveres. Fue un espanto, el infierno en la tierra. El general Navarro y otros altos mandos españoles, que habían sido apartados por los rifeños antes de la matanza, presenciaron el horror. Ellos sobrevivieron pero perdieron su libertad durante años porque fueron tomados como prisioneros de guerra y conducidos a Axdir.

Pocos llegaron con vida a Melilla y los que lo hicieron relataron estremecidos lo que había ocurrido. Monte Arruit marcó el final de la tragedia de una forma que pocos pudieron imaginar. La totalidad de las posiciones española en el Rif se perdieron, pero Melilla consiguió salvarse gracias a que las numerosas tropas enviadas desde la Península y desde el oeste del Protectorado tomaron rápido el Monte Gurugú y otras posiciones cercanas. Esto alivió la situación en la plaza y dio un respiro al ejército español.

Campamento del fuerte de Monte Arruit

En la Península, la opinión pública, conmocionada por lo ocurrido, pidió una respuesta contundente al gobierno. La sociedad española era fundamentalmente pacifista y anticolonialista, pero las matanzas de Annual y Monte Arruit hicieron aflorar el sentimiento nacionalista y el orgullo patrio: había que vengar las tropelías de los bárbaros bereberes. Por eso, durante semanas, el general Berenguer y otros militares de prestigio, como Millán Astray (fundador del Tercio de Extranjeros), prepararon la ofensiva para recuperar los territorios perdidos, aunque ésta se retrasó hasta el otoño.

Abd el Krim, que no dio autorización para la matanza de Monte Arruit, también se sobrecogió por lo ocurrido. No obstante, aprovechó la debilidad española y se afanó por reforzar su autoridad sobre todas las cabilas del Rif y obtener ingresos gracias al rescate de los prisioneros españoles (entre ellos el general Navarro). La República del Rif (1921 - 1926) nacía en medio de una guerra que había supuesto la humillación de los españoles.

Durante meses, Monte Arruit quedó abandonado. Cuando fue recuperada la plaza, en octubre, los españoles pudieron ver el horror que se había producido: centenares de cadáveres se encontraban aún allí, muchos desmembrados y otros calcinados. Los rifeños los habían abandonado para que fueron devorados por las alimañas y sus cuerpos se pudrieran bajo el sol abrasador de África. Era el último episodio de la infamia.

Tres mil españoles fueron asesinados en aquella jornada del 9 de agosto de 1921. Tres mil vidas perdidas por la traición de los rebeldes rifeños.


El lugar de la tragedia, meses después.

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