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sábado, 21 de septiembre de 2013

CÓMO SE DEVORA A UNA NACIÓN (PARTE II)

La partición de Polonia de 1772 no, por supuesto, fue la única. Una vez abierta la veda, nada pudo parar la apetencias de rusos, prusianos y austriacos. Antes de acabar el siglo se produjeron otras dos que terminaron definitivamente con el antiguo reino de los Jagellones (la dinastía que consiguió una época dorada para Polonia).
 
En 1793, cuatro años después del estallido de la Revolución Francesa al otro lado del continente, Rusia y Prusia decidieron seguir devorando lentamente a Polonia. Y todo ello en un ambiente interior convulso ya que Estanislao Poniatowski había decidido impulsar una serie de reformas y hasta una Constitución que hacía de Polonia uno de los países más avanzados del momento. La Constitución hacía al sistema político de Polonia comparable al de Francia o al de Estados Unidos de América.
 
Pero de nuevo, el hambre de sus vecinos pudo más. Ese año, Rusia ocupaba grandes extensiones de terreno al este de Polonia en Polesia y Podolia. Mientras Prusia entraba por el oeste y ocupaba la ciudad de Pozdam.
 
 
Con el reparto de 1793, Polonia perdía de nuevo la mitad de su territorio y quedaba a merced de las grandes potencias orientales del momento.


Polonia perdía la mitad de su territorio y grandes recursos económicos al oeste. Claro, Federico II de Prusia sabía lo que quería. Mientras, el Imperio Austriaco se mantuvo al margen por esta vez.
 
Pero poco duró la tranquilidad en Polonia. De nuevo en 1795, tropas extranjeras entraron en territorio polaco sin que los nobles, ni el débil rey, ni el pequeño ejército polaco pudieran hacerle frente. Pero esta vez era la definitiva. La zarina Catalina II de Prusia había decidido poner fin a la anomalía histórica que era Polonia. De nuevo, los rusos entraron por el este ocupando Lituania y su capital Vilna.
 
Por el oeste, Prusia se cernía sobre Masoria y Polonia perdía definitivamente su salida al mar por el norte. Austria, por su parte ocupaba el corazón del pueblo polaco, las ciudades de Varsovia y Cracovia. Mientras, las potencias occidentales asistían atónitas al espectáculo. Era una demostración de poder tanto de Rusia como de Prusia y de Austria. Un golpe que dejaba en evidencia la política de fuerza imperante en Europa a finales del siglo XVIII, cuando un nuevo siglo se veía ya muy próximo.
 
Con el definitivo reparto de 1795, Polonia dejaba de existir en el derecho internacional. Atrás quedaban una época gloriosa y décadas convulsas de luchas internas.

 
A finales de 1795, el rey sin reino Estanislao Poniatowski abdicaba del trono y se retiraba a San Petersburgo (Rusia) donde moriría años después. A principios del año siguiente Polonia había dejado de existir en el concierto de las naciones.

Durante todo el siglo XIX, los polacos intentaron recobrar la soberanía perdida pero fue imposible. Polonia recuperó su independencia en 1918, tras la Primera Guerra Mundial que desintegró el Imperio Alemán, el Imperio Austriaco (entonces Austro-Húngaro) y el Imperio Ruso.
 
Y es que a Polonia le salió muy cara la falta de unidad del país, los intereses enfrentados de los nobles y la debilidad del rey. Las potencias más poderosas la habían devorado y nadie pudo hacer nada para evitarlo.




*Los mapas han sido elaborados a partir de diversas fuentes intentado mostrar el proceso de descomposición del reino polaco y las adquisiciones  territoriales de Rusia, Prusia y Austria.
 

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