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viernes, 20 de septiembre de 2013

CÓMO SE DEVORA A UNA NACIÓN (PARTE I)

La Historia de las naciones es muy cruel. Siempre el poderoso ha acabado con el débil hasta desahuciarlo completamente. Sin piedad. Eso fue lo que ocurrió con el antiguo reino de Polonia en la segunda mitad del siglo XVIII.
 
En el siglo de las Luces, Polonia era una antigua nación del este de Europa. Su origen se remontaba a la Edad Media y su extensión rondaba los 700.000 kilómetros cuadrados. Más extensa que España o Francia en la actualidad. En realidad, la Polonia de entonces era la unión del reino polaco propiamente dicho y del Gran Ducado de Lituania. En este mapa se pueden ver ambos territorios que conformaban el reino de Polonia.
 
Máxima expansión territorial de Polonia en el siglo XVIII con el Gran Ducado de Lituania en su interior.

 
Pero este extenso reino tenía un gran problema. Bueno, en realidad tenía varios. El primero de ellos es que el monarca era electivo. Esto es que el trono polaco no pertenecía a una dinastía como en Francia o España sino que una Dieta se reunía cuando el rey había muerto y elegía al nuevo soberano. La nobleza polaca era muy poderosa y en sus manos estaba el destino del país. Sin embrago, entre los nobles no existía el sentido de Nación o de Patria. Los clanes polacos no dudaban en aliarse entre ellos para conseguir el trono y buscaban ayuda en el exterior, sobre todo en Rusia, Austria, Prusia y otras potencias. Esto hacía a Polonia muy dependiente de sus vecinos. Lo que menos les importaba a los nobles polacos era su país, mientras ellos disfrutaran de privilegios y riqueza.
 
Si a todo ello sumamos que entonces, Polonia carecía de fronteras naturales (un río, una cordillera, un mar), poco tenían que hacer su vecinos para cruzar la frontera y adentrarse en territorio polaco cuando los nobles les pedían ayuda para colocar en el trono a uno de los pretendientes. El caso es que mientras los vecinos se hacían cada vez más fuertes, con ejércitos poderosos, unos reyes absolutos y una administración eficaz acompañada de la potenciación de los sentimientos nacionales, Polonia se encontraba cada vez más débil.
 
En 1763, murió el rey Augusto III de Sajonia y los nobles se pusieron en marcha para elegir a un nuevo rey. la zarina Catalina II de Prusia, que tenía apetencias sobre Polonia, colocó a su amante Estanislao Poniatowski en el trono polaco. En realidad no era más que un títere puesto que desde entonces las tropas rusas se quedaron acantonadas en Polonia.
 
Claro está, Estanislao Poniatowski quería acrecentar su poder (como cualquier rey que se precie) y decidió hacer caso omiso a su valedora Catalina de Rusia. La zarina se enfadó tanto que decidió dar un golpe de efecto: repartirse Polonia con las otras dos grandes potencias del Este de Europa, Prusia y Austria.
 
Así en 1772, se procedió al primer reparto de Polonia. Las tropas rusas, prusianas y austriacas entraron en los territorios repartidos si encontrar resistencia. Polonia perdió un cuarto de su territorio y miles de habitantes. Nada pareció importarles a los nobles polacos ni a Estanislao Poniatowki que acepto el Tratado de San Petersburgo. Aunque supongo que no de muy buena gana.
 
 
Primera partición de Polonia en 1772. Mientras Rusia se anexionaba parte de la Rusia Blanca (Bielorrusia), las tropas austriacas entraban en Galitzia y los ejércitos de Federico II de Prusia cortaban la salida al Mar Báltico por Danzing.

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