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viernes, 21 de septiembre de 2012

LA ACADEMIA

FÁBULA IMPERIAL

 
Hace ochocientos años había una academia que instruía a quienes iban a ser los encargados de mantener el Imperio. La academia no era muy grande pero a ella acudían gentes de toda la sociedad con el deseo de formarse y convertirse en personas lúcidas. El periodo de formación era de seis años y en ese tiempo realizaban todo tipo de actividades.
El año más importante era por supuesto, el último. Aquel en el que se completaba la formación y los alumnos alcanzaban el mayor grado cultural en la sociedad. Semanas antes del comienzo, las gentes que a la academia acudían, estaban deseosas de empezar. De empezar el último curso y completar su formación. Eran gentes cultas. Gentes que al año siguiente iban a ser el alma de la sociedad imperial.
 
Pero la academia estaba gobernada por personajes variopintos. Mientras algunos destacaban por su valía y su audacia, los que menos; los que más era profundamente inútiles. Estos habían accedido a aquellos cargos mediante chantajes y comprando a los oficiales imperiales. Gentes cuyos conocimientos sobre la sociedad y el bien no existían pero se apoyaban para instruir en una parafernalia tecnológica maravillosa.  Aparentaban ser aquello que no eran.
 
En ese año, aquellos personajes se vieron desbordados por los acontecimientos. Mientras la sociedad imperial se derrumbaba poco a poco presa de las hambrunas y las guerras contra el enemigo, era necesario formar a las mejores personas que nunca hubiesen existido para regenerar la nación. En aquellos momentos, sin recursos y sin medios materiales se puso en evidencia su inutilidad. Su incapacidad manifiesta para organizar cualquier formación, para instruir a seres versados.
 
Cuando el tiempo se acababa y la Academia debía ponerse en funcionamiento de nuevo, todo se colapsó. Nadie de aquellos gobernantes supo o quiso continuar como en los años precedentes pero sin recursos. Cuando más necesario era. Pedían tiempo aquellos hombres pero el tiempo se acababa. Pedían días, horas, minutos. Mientras sólo quedaban segundos. Todo lo conocido a su alrededor de derrumbaba.
Los alumnos pudieron volver a la academia días después.
Para entonces la sociedad se había devorado a sí misma.


Para entonces la sociedad se había devorado a sí misma

1 comentario:

  1. Menuda fábula Gonza!! Lo malo es que no para de repetirse aunque pasen los años... Yo que tu la enviaba por correo a alguna que otra persona ;)

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