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miércoles, 29 de agosto de 2012

KATRINA, AÑO VII


El 29 de agosto de 2005, el Katrina tocaba tierra en el Estado de Luisiana, al sur de los Estados Unidos de América. Era un huracán de categoría 4 que se había formado en las cálidas aguas del Mar Caribe y que en origen se dirigía hacia Florida. Sin embargo el huracán se desvió de su trayectoria y se había internado en el Golfo de México, con aguas de 28 ºC.
A primera hora de aquel lunes de verano, el huracán Katrina “entraba” en Estados Unidos a 65 kilómetros de la ciudad de Nueva Orleans con vientos de más de 240 km por hora. La ciudad contaba entonces con seiscientos mil habitantes. La mayoría habían sido evacuados en los días anteriores pero aún quedaban sesenta mil que permanecían en sus casas.
El nivel del agua del Golfo de México comenzó a subir lentamente desbordando los diques de contención. Las centenarias barreras del lago Portchtrain que protegen a la ciudad (que se encuentra bajo nivel del mar) no pudieron soportar la presión y se resquebrajaron mientras el agua inundaba la ciudad.
Casi el 80% de Nueva Orleans se encontraban bajo las aguas a las pocas horas del paso del Katrina. Las previsiones de seguridad habían quedado desbordadas y no se podían calcular entonces el número de muertos mientras miles de personas que acudían a los hospitales y pabellones preparados pidiendo alimento y agua potable.
El Katrina pasó por el Estado de Luisana dejando un rastro de muerte y desolación. Los muertos comenzaron a emerger a la superficie y flotaban por las calles de la antigua metrópoli francesa. Las aguas que anegaban la ciudad eran una mezcla tóxica de petróleo, pesticidas, aguas residuales y cadáveres en descomposición. El calor y la humedad eran extremos.
La respuesta internacional no se hizo esperar. Países como Kuwait, Corea del Sur, India, Alemania o Bangladesh ofrecieron ayuda. Incluso Cuba y Venezuela enviaron hospitales móviles, comida y agua potable.
La actividad de los puertos del sur de Luisiana y de Nueva Orleans, dos de los mayores de Estados Unidos se vio interrumpida; una decena de refinerías y plataformas petrolíferas del Golfo de México paralizadas; decenas de miles de viviendas fueron destruidas, comercios y fábricas arrasados y miles de empleos desaparecieron; y las tiendas de las zonas no inundadas de la ciudad fueron saqueadas por la multitud desesperada.
108 Billones de dólares costó la reconstrucción de la ciudad: el bombeo y la retirada de las aguas, la recogida de los cadáveres, la retirada de los escombros y la rehabilitación de las zonas anegadas. Fue el mayor desastre en términos económicos que ha sufrido Estados Unidos en su Historia.
Pero lo peor, como siempre, fue el drama humano: más de un millón de personas abandonaron la costa del Golfo de México y la población de Nueva Orleans se redujo más de un 50%.
 
 
El Katrina se había llevado diez mil vidas humanas.

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