Una
vez existió una mujer de pequeña estatura pero de firme voluntad. Muy poco
común en un mundo lleno de ira y envidia. En pleno siglo XX. Ella luchó por
cambiarlo y no cesó en su empeño hasta el día en que murió. La llamaban Madre,
y en verdad lo era de millones de personas.
Agnes
Gonxha Bojaxhiu nació en 1910, en lo que hoy es Skopje (Macedonia), entonces
sólo una pequeña capital del decadente Imperio Otomano. De sangre albanesa,
Agnes sintió la llamada de Dios desde pequeña y más aún cuando comenzó a
escuchar las historias que ocurrían en un lugar muy lejos de su tierra natal,
en Bengala, la India. Supo que su vida debía ser dedicada a los más pobres.
En
1928, se unió a las Hermanas de Loreto, en Irlanda y tomó el nombre de Teresa.
Después, partió hacia la India y se instaló en Calcuta donde impartió clases en
un colegio de la congregación.
El
10 de Septiembre de 1946, la Madre Teresa decidió dar un giro a su vida y
ayudar a los que de verdad necesitaban ayuda: los más pobres de entre los
pobres. Creó una congregación nueva, las Hermanas Misioneras de la Caridad. En
1948, se vistió por primera vez con su sari blanco con rayas azules, dejó el
convento de Loreto y se internó en el mundo de la pobreza en Calcuta.
A
los pocos meses, se unió a ella un pequeño grupo de antiguas alumnas. Y juntas,
visitaron a familias sin recursos, atendieron a niños heridos y cuidaron de los
ancianos y de los enfermos que vivían en la calle. Abrieron un asilo para
moribundos y una clínica para leprosos.
“No puedo parar de trabajar. Tendré toda la
eternidad para descansar” dijo una vez.
La
férrea voluntad de la Madre Teresa la llevó por todo el mundo, desde Roma a
Tanzania y desde Washington a Moscú. Siguió firme en su empeño de cuidar y
tratar a los más miserables de la India y del mundo entero. Por ello, recibió
el Premio Nobel de la Paz de 1979 así como numerosos galardones. Todos los
fondos fueron destinados a los pobres de la India.
A
pesar de sus graves problemas de salud, la Madre Teresa siguió dirigiendo su Sociedad
hasta 1997, meses antes de morir. En los últimos días, después de viajar por última
vez a Roma para ver al Papa Juan Pablo II, se encontró con los más pobres. Con
los que había estado toda su vida.
El
gobierno hindú la honró con un funeral de Estado, transportando su cuerpo por
la calles de Calcuta en el mismo coche de caballos utilizado en los funerales de
Gandhi y Nehru. En 2003, fue beatificada mientras cientos de miles de personas
lo festejaban en la Plaza de San Pedro. La Madre Teresa de Calcuta había
entrado en la Historia de la India, de la Iglesia Católica y de la Humanidad.
“A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo
una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota”
No hay comentarios:
Publicar un comentario