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miércoles, 7 de agosto de 2019

PEÑÍSCOLA, DE SARRACENOS Y ACTORES

 Arriba: 1) fachada de la ermita de la Virgen de la Ermitana; 2) muros de la fortaleza; 3) acceso al interior de las fortificaciones de Felipe II. Abajo: vista de Peñíscola.

Con la muerte de Benedicto XIII, el irreductible Papa Luna, en 1423 y la renuncia de su sucesor, Clemente VIII en 1429 terminó la página más singular de la historia de Peñíscola. El castillo, que otrora había sido Sede Pontificia, volvió a manos de la Monarquía aragonesa. 

Ahora quien ostentaba la Corona aragonesa eran los soberanos de la dinastía de los Trastámara, que se hicieron con el poder en Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca en el Compromiso de Caspe de 1412, aun en vida el Papa Luna. De hecho, Benedicto XIII apoyó la candidatura al trono de Fernando de Antequera, el castellano que aseguraba la cooperación entre las Coronas de Castilla y Aragón. 

La Corona mantuvo y reforzó el castillo de Peñíscola durante los siglos siguientes. Debemos tener presente siempre la importancia estratégica del enclave tanto para proteger las comunicaciones entre el Principado de Cataluña al norte y el Reino de Valencia al sur, como entre la costa y el interior de la Península. En la mejora de las fortificaciones tuvo un papel destacado Felipe II de Habsburgo en la segunda mitad del siglo XVI.

Y es que, desde comienzos del siglo XVI se habían hecho frecuentes los ataques de piratas berberiscos a las costas del Levante y el sur de la Península. Los sarracenos procedían de los protectorados otomanos del norte de África (Argel, Túnez) y realizaban frecuentes y violentas razzias contra las costas de los reinos hispanos. Buscaban atemorizar a la población cristiana y alentar la sublevación de las comunidades moriscas que vivían en el reino de Valencia y en el antiguo reino nazarí de Granada. 

Ya en tiempos del emperador Carlos, la emperatriz Isabel de Portugal había apremiado a su esposo a poner solución al problema. Las expediciones contra Túnez y Argel tuvieron ese objetivo. Su hijo, el rey Felipe II ordenó reforzar las fortificaciones de algunas plazas estratégicas entre las que destacan Ibiza y Peñíscola. Hacia 1571, el rey prudente estuvo en Peñíscola supervisando la construcción de nuevas murallas que protegieran la ciudad de los ataques sarracenos. La presencia de los escudos de la Corona en lo alto de los baluartes y la famosa rampa de Felipe II, la entrada principal a la ciudad de Peñíscola son testimonios visibles de aquel proyecto.

Andando en el tiempo llegamos a la Guerra de Sucesión española (1701 - 1713), durante la que Peñíscola apoyó la causa austracista como el resto de la Corona de Aragón. A pesar del apoyo dado al archiduque don Carlos de Habsburgo que a la postre resultaría derrotado en la Península, el nuevo rey Felipe V de Borbón tuvo especial deferencia con la localidad, a la que otorgó el título de ciudad y financió la construcción de una ermita a los pies del centenario castillo templario.

 1) Imagen de San Antonio; 2) escudo de Peñíscola en el puerto; 3) Inscripción sobre la construcción de las murallas por Felipe II; 4) interior de la ermita de la Virgen de la Ermitana.

La ermita de la Virgen de la Ermitana, de estilo neoclásico, recuerda en su fachada a una fortaleza y muestra bien visibles los escudos de armas de los nobles que ayudaron a financiar su construcción. El interior es de una simpleza absoluta, destacando una pequeña cúpula que se alza en el centro del templo. Los muros blancos y sin apenas ornamentos, tan sólo algunas esculturas exentas e imágenes procesionables, nos trasmiten la sincera y austera devoción de los peñiscolanos por la Ermitana.

Otro episodio de la historia de Peñíscola lo marca la Guerra de Independencia española (1808 - 1814). De nuevo, aprovechando su importante emplazamiento, las tropas francesas tomaron el castillo y dejaron un destacamento para defenderlo en caso de ataque enemigo. Durante la contienda, una de las dos torres de la fortaleza fue usada por los franceses como polvorín y acabó saltando por los aires cuando los españoles se disponían a recuperar la plaza. Aunque el castillo está restaurado aún son visibles las cicatrices de la guerra y puede contemplarse el vacío dejado por la torre destruida.

Peñíscola adquirió de nuevo renombre siglo y medio después cuando, en 1960, se convirtió en una de las localizaciones del rodaje de la película estadounidense "El Cid" protagonizada por Charlton Heston y Sofía Loren. A pesar de que Sofía Loren nunca pisó Peñíscola, la película sirvió para atraer a miles de turistas que a partir de entonces acudieron allí para disfrutar de las playas, el sol y la exquisita gastronomía. Desde entonces, Peñíscola ha visto pasar por sus calles y sus playas multitud de actores pues aprovechando los vestigios de su historia se han rodado capítulos de series nacionales como "El Ministerio del Tiempo" e internacionales, como "Juego de Tronos".

Desde finales de los años 60, la fisionomía de Peñíscola cambió por completo. Centenares de hoteles fueron construidos en la larga playa norte que conecta con las playas de Vinaroz y Benicarló. El antiguo pueblo de pescadores y marinos se convirtió, como ya dijimos, en un centro turístico en el que los retales de la historia que aquí hemos contado son sólo una pequeña parte de su atractivo. 

El turista de hoy, en su viaje frenético, sólo parece buscar fotos y posados. O quizá, si tiene suerte, se detenga a tomar el sol en la playa o a degustar unos pescaditos fritos. Los secretos de los templarios, Benedicto XIII, las murallas de Felipe II o la ermita de la Virgen de la Ermitana pueden quedar a un lado. Estos no salen en una foto.

Arriba: fortificaciones de tiempos de Felipe II; Abajo: 1) imagen de la Virgen de la Ermitana; 2) entrada edificada en tiempo del Papa Luna.

 

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