La vida es un incesante
volver a empezar. Es una sucesión de alegrías y tristezas. Y en algunos casos
es cíclica, como pensaban los griegos que era la Historia. Pero hoy no es
tiempo de hablar de Historia, con mayúscula. Permitidme que hable de otra
historia. De mi historia.
Hoy he terminado uno de
los periodos más hermosos de toda mi vida: las prácticas en los colegios de
Primaria. Sé que para aquellos que no sois maestros os resultará difícil
imaginar las sensaciones que tengo hoy yo. Bueno, yo y otros muchos aspirantes a
maestros que hemos concluido hoy nuestro Practicum II.
Esta mañana, he acudido al
colegio Fuente del Rey por última vez en estos meses. Ya sabía que no iba a ser
un día normal. Era evidente. Pero los cientos de niños (y digo bien: cientos) con
los que he estado estas semanas me han sorprendido. Y me han dado una lección.
Una lección de vida. A pesar de que no he estado con ninguno de ellos días
enteros, apenas tres horas a la semana, he notado su cariño, su afecto y su
energía. He vuelto a sentir esa ilusión que causa una vocación verdadera.
Desde el primer día me
sentí uno más en aquel colegio. Colegio en el que ya estuve el año pasado. Al
CEIP “Fuente del Rey” le debo el haberme aclarado las dudas, todas la dudas que
tenía sobre mi camino. Le debo el reafirmarme en mi vocación y en mostrarme lo
maravilloso de la enseñanza.
¿Y qué voy a decir de los
niños? Los pequeños de tercero de primaria me han abrazado tan fuerte que por
poco no me tiran al suelo. Otros me han pedido que les firmase en el cuaderno.
Y los más especiales, para mí (porque con ellos estuve también el pasado año)
se enorgullecían al decirles a los compañeros que ese era yo y que ya me
conocían del año pasado. En quinto la sorpresa ha sido mayor aún. Ésta sí que
no me la esperaba pues he vuelto a casa con un montón de cartulinas y papeles
en los que pone “Para mi profesor de prácticas”. Y los de sexto, tan mayores ellos
pero a la vez tan niños aún.
Son momentos que despiertan
sentimientos que no se pueden describir: que tres niñas bailen para ti a la
salida del colegio, que un niño de sexto disimule las lágrimas en el momento en
el que estás saliendo de la clase por última vez, que uno de tercero te coja de
la mano durante las clases para que estés con él y no te separes o que otra te
dibuje un muñeco con la bandera del Reino Unido porque “eres el profesor de
Inglés”, que los de sexto te digan que la actividad que has preparado “es la
mejor que hemos hecho en todo el año” o que al salir de la última clase, el
último día te aplaudan, son sólo algunos de esos instantes con historia. Con mi
historia.
Siento un enorme orgullo
por todo ello. Un orgullo que se convierte en gratitud al hablar de los maestros.
Por tratarme como uno más, por acogerme, por hacerme sentir parte del colegio.
Por todo ello gracias.
Gracias al colegio “Fuente
del Rey”, a mi tutora y a todos esos niños y niñas de distintos cursos que
tantos buenos momentos me habéis hecho pasar. Siento que ha llegado el final de
una etapa pero dicen que eso es porque algo está a punto de comenzar.
Esto no pretende ser un
adiós sino un hasta luego.
Qué bonito, Gonzalo. Me ha emocionado de verdad.
ResponderEliminarQuizás sea porque he vivido lo mismo y porque conozco a ciencia cierta todas esas sensaciones de las que hablas. Es un texto precioso, un broche final perfecto para un período de nuestras vidas muy bonito y que siempre recordaremos. Las prácticas nos han hecho darnos cuenta de lo gratificante de la profesión a la que hemos decidido dedicarnos y esto es sólo el primer paso de muchos que nos quedan por dar en el apasionante mundo de la enseñanza.
Muy, muy, muy bonito. Me ha encantado.
Clara :)