De las actuales costas del Líbano partieron haci casi tres mil años los navegantes fenicios que, buscando metales, fundaron la ciudad de Gadir al otro lado del Mediterráneo. También salieron de allí los que fundaron Cartago, la ciudad que rivalizó durante décadas con Roma por el control del Mediterráneo Occidental. Y es que el Líbano y Fenicia casi (pero no) son sinónimos. Las famosas ciudades que todos repetimos de memoria, Biblos, Tiro y Sidón, se encuentran en el Líbano.
La historia de este pequeño pedazo de tierra, situada entre tres continentes, es convulsa. Asirios y judíos. Hititas y egipcios. Filisteos y cananeos. Griegos y persas. Romanos y partos. Bizantinos y árabes. Turcos y cruzados. Muchos imperios se han disputado durante siglos las tierras que hoy son el Líbano. Con ello podemos entender que hoy el país sea un crisol de culturas y religiones.
Con el demembramiento del Imperio Otomano en 1918, tras la Primera Guerra Mundial, Francia ocupó el Líbano. Se independizó plenamente a finales de 1946 aunque los franceses procuraron dejar allí unas estructuras políticas más o menos estables. En 1926 se redactó una Constitución que, con numerosas modificaciones ha llegado a la actualidad. El Pacto Nacional de 1943 estableció un equilibrio político entre cristianos y musulmanes. Así, el Presidente de la República siempre debe ser cristiano; el Presidente del Gobierno, musulmán suní; y el Presidente del Parlamento, musulmán chií.
Desde los años 50, la situación del país se fue polarizando: los cristianos del norte, más prósperos y pro-occidentales; y los musulmanes del sur, más pobres y alineados con los árabes. En todo caso, el Líbano fue durante las décadas centrales del siglo XX la "Suiza del Próximo Oriente" por sus pujantes finanzas y su estabilidad política.
En 1953 hubo una breve guerra civil que cesó con la intervención de EE.UU. La llegada de refugiados palestinos al sur del Líbano exacerbó las tensiones sectarias. Sólo una administración militar impidió que el pequeño país se dividiese en dos en 1969. La guerra civil se reanudó en 1975 y ese mismo año, Siria inició la ocupación militar de su vecino. La presencia siria en el Líbano duraría más de treinta años. En 1976 las luchas se detuvieron momentáneamente por la mediación de la Liga Árabe. Para entonces, Beirut y otras ciudades habían sido parcialmente destruidas y atrás quedaba la prosperidad económica del país.
En 1982, las cosas se volvieron a torcer. Tras el intento de asesinato de uno de sus embajadores en Beirut, Israel lanzó una operación militar a gran escala para ocupar el país. Se la conoció como "Operación Galilea". El verano de ese mismo año fue elegido presidente el cristiano Bechir Gemayel (pro-israelí) pero fue asesinao antes de que pudiese tomar posesión del cargo. En venganza, la milicia Falange Cristiana Maronita entró en los campos de refugiados palestinos de Beirut occidental y masacró a cientos de personas. A este suceso se le conoce como Masacre de Sabra y Chatila y fue declarado genocidio por la ONU.
"No judíos han matado a no judíos, ¿qué culpa tiene Israel en esto?" dijo descaradamente el primer ministro de Israel. La Falange Cristiana Maronita era aliada de Israel y actuaba en connivencia con Tel-Aviv.
Al año siguiente, por mediación de Naciones Unidas se iniciaron las conversaciones de paz. Israel aceptó replegarse manteniendo ocupada una zona en el sur del país. En 1988 volvió a estallar la lucha entre milicias cristianas y el grupo radical chií Hezbolá, aliado de Siria. Al año siguiente, por si fuera poco, el gobierno cristiano, inició una "guerra de liberación" contra Siria. En 1991 Siria aceptó replegarse pero no lo hizo por lo que el Líbano permaneció ocupado por dos potencias extranjeras: Israel y Siria.
La situación comenzó a estabilizarse en 1992 con el apoyo de las fuerzas de paz de la ONU. Las milicias cristianas fueron desarticuladas y, ante la desaparición de sus aliados, Israel abandonó el sur del Líbano en el año 2000. No ocurrió lo mismo con Siria, que siguió presente en el país, ni con sus grupos islamistas afines, como Hezbolá, que consiguió crear una especie de Estado dentro del Estado libanés (controla escuelas y un canal de televisión propio).
En 2005, después del asesinato del primer ministro al-Hariri, miles de libaneses se manifestaron pidiendo la retirada de las tropas sirias. Asad, el dictador sirio, anunció que así lo haría. En 2008, sin embargo, Israel volvió a invadir el sur del Líbano, una zona controlada por Hezbolá. Tel-Aviv acusaba a los islamistas de lanzar ataques contra el norte de Israel. La operación fue corta y los resultados escasos porque Hezbolá resistió el avance israelí.
Hoy el Líbano ha recuperado la prosperidad económica que tuvo otrora. Sin embargo, la situación social no es buena y el Estado sigue sufriendo numerosas tensiones. A los cientos de miles de refugiados palestinos que acoge el Líbano desde hace cicuenta años debemos sumar los millones de sirios que, huyendo de la guerra en su país, han cruzado la frontera. Sólo un dato puede ayudarnos a entender la tensa situación social de hoy en día: el Líbano tiene seis millones de habitantes (dato de 2016) y da cobijo a nada menos que 1,6 millones de refugiados sirios.
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