Cuando se habla de un acontecimiento histórico, de cualquiera, los historiadores intentan siempre buscar un sinfín de causas y factores que ayuden a explicarlo, a comprenderlo. Si ese acontecimiento es de tamaña envergadura como la Revolución Francesa de 1789, fácil es imaginar el extenso listado de causas que, según los estudiosos, la desencadenaron: económicas, sociales, políticas, etc.
Por eso es muy curioso que para un observador de la propia Revolución y gran protegonista de la primera época posrevolucionaria, el desencadenante de la revolución fuese un lío de palacio, un escándalo que salpicó a la Corona, pero al fin y al cabo, simplemente eso, un entuerto. En esa época y en las venideras fue conocido como "el asunto del collar" y el mismo Napoleón Bonaparte dijo de él que había sido el "auténtico detonante de la Revolución de 1789".
Se trata de un complejísimo entramado de traiciones, engaños y crímenes que se desarrollaron unos años antes del estallido revolucionario. Vayamos por partes.
Al parecer, el rey Luis XV de Francia encargó la fabricación de un collar a los joyeros de la Corona, los señores Bohemer y Bassenge. La destinataria era nada menos que su amante, antigua prostituta, Madame du Barry. Los joyeros crearon una valiosa joya compuesta por 647 diamantes unidos por oro puro. Algunos de los diamantes tenían el tamaño de una cereza.
Pero el azar es caprichoso y el collar nunca llegó a su destinataria. Antes de ser entregado, murió Luis XV y su favorita fue expulsada de palacio. Los nuevos reyes eran Luis XVI y su esposa, María Antonieta, que no mostraron mucho entusiasmo por el collar. De hecho, cuando Bohemer y Bassenge ofrecieron el collar a la reina, la joven de diecinueve años lo rechazó por dos veces provocando la ira de los joyeros. El collar fue ofrecido, después, al rey Carlos III de España pero éste también lo rechazó debido a su elevado precio, probablemente unos 4 millones de libras.
Por otro lado encontramos al cardenal Luis de Rohan, una de las más altas personalidades eclesíasticas de Francia y embajador en Austria durante largos años. Allí, en Viena, conoció a la emperatriz María Teresa de Habsburgo a quien no cayó en gracia debido a sus libertinas costumbres. María Teresa odiaba al cardenal-embajador y trasmitió ese rechazo por el francés a su hija María Antonieta. Fácil es suponer que cuando ésta llegó a Francia y contrajo matrimonio con el entonces Delfín en 1770, el cardenal cayera en desgracia. Seguía viviendo en el palacio de Versalles pero María Antonieta nunca le dirigió la palabra siendo marginado en las reuniones y banquetes.
Finalmente, encontramos a una farsante de nombre Jeanne de Valois, supuesta descendiente del rey Enrique II de Francia. La Valois, como era conocida, estaba casada con el presunto Conde de la Motte. La pareja formaba un auténtico tándem de criminales. Según se dice, ambos eran nobles venidos a menos que vivían en la más absoluta pobreza a finales de la década de los setenta del siglo XVIII. Igualmente, fácil es suponer también que ambos urdieran todo tipo de artimañas para recuperar al fortuna perdida.
Jeanne de Valois y su esposo tuvieron entonces conocimiento de la situación desesperada del Cardenal Rohan por obtener el favor de la reina. Por mediación del Conde Alejandro de Cagliostro, aficionado a la alquimia, la brujería y los exorcismos, la pareja de criminales tuvo acceso al antiguo embajador a quien conocieron en una velada nocturna en un suburbio parisino. La Valois se presentó ante Rohan como una íntima amiga de la reina María Antonieta (a quien, en verdad, nunca había visto) y el clérigo no tardó en pedir su mediación para ganar su favor de nuevo.
La Valois enseñó al cardenal incluso cartas de la reina falsificadas para hacerle creer cómo de auténtica era su amistad. Incluso urdieron un falso encuentro entre el cardenal y la reina. Utilizaron para ello a una prostituta parisina de nombre Nicole que, al parecer, era físicamente idéntica a la joven monarca. Ambos se encontraron y la muchacha no tardó en pedirle ayuda económica para financiar unas obras de beneficiencia que la Corona no podía sufragar por falta de dinero. Rohan aceptó financiar esa obra y entregó una abundante suma de dinero a la presunta reina. Claro está, cuando Nicole recibió el dinero lo entregó inmediantamente a la Valois y su esposo el conde de La Motte que lo gastaron en otros menesteres.
Un tiempo después, la Valois supo de la existencia del valioso collar que no encontraba comprador. Rápidamente tejió un curioso plan para ganar dinero engañando de nuevo a Rohan. En otra velada nocturna, La Valois relató al cardenal el gran apuro en que se encontraba la reina María Antonieta: ella deseaba de todo corazón comprar el valioso collar pero su esposo, el rey Luis XVI se lo impedía dado su elevado precio. Enseguida le ofreció la posibilidad de comprarlo para la reina: sería la prueba definitiva de la lealtad de Rohan a la reina y recuperaría definitivamente su favor.
Rohan compró entonces el collar a los joyeros reales pagando su precio en cuatro plazos de un millón de libras cada uno. El cardenal mantuvo la joya en su palacio hasta que una noche se presentó un enviado de la Corona para recogerla y llevarla a Versalles. Claró está, el enviado lo era de la Valois y el conde de Le Motte y no de María Antonieta, pero el ingenuo cardenal no se dio cuenta. Sólo empezó a sospechar tiempo después, cuando la reina seguía sin dirigirle la palabra en palacio y nunca aparecía en público con el collar. Además, se supo en París que alguien estaba vendiendo valiosísimos diamantes a bajo precio. Eran, por supuesto, la Valois y su esposo que estaban haciendo pingüe beneficio con la joya.
Todo se destapó el 15 de agosto de 1784. Al parecer, los joyeros habían informado al rey y a la reina de la compra del collar por parte del cardenal Rohan. En una recepción pública con motivo de la onomástica de la reina, María Antonieta no dirigió la palabra a Rohan pero quien sí lo hizo fue el rey. Luis XVI le preguntó por el collar y los negocios que había hecho con él a costa de la reputación de la reina. Durante unos meses, Rohan fue despojado de su condición de ministro de la Iglesia y encarcelado en la Bastilla hasta que la prostituta Nicole se personó en Versalles y destapó el auténtico complot.
Jeanne Valois y su esposo fueron arrestados, torturados y, tras su confesión, encarcelados de forma perpetua aunque posteriormente pudieron salir de prisión. La Valois sufrió la humillación de ver como su piel era marcada con la "v" de "voleuse" (ladrona), muriendo unos años después, en 1791, en Inglaterra. Rohan, sin embargo, nunca recuperó el favor de la reina y partió al exilio cuando estalló la revolución, muriendo en Alemania en 1803.
Los verdaderos perjudicados fueron, sin embargo, los reyes. El escándalo, el mayor que sufrió nunca la Corona en Francia, causó gran conmoción entre la naciente opinión pública francesa. Se estima que más de 300.000 personas en Francia y en otros países estuvieron pendientes de lo que ocurría con el asunto del collar a través de los pasquines que corrían de pueblo en pueblo. La imagen de María Antonieta, a pesar de no tener nada que ver y ser la auténtica víctima del plan, se vió perjudicada, reforzando la negativa imagen que de ella ya tenían los parisinos. Se destapó, en definitiva, el entramado de falsas lealtades, traiciones y engaños que rodeaba a los monarcas en Versalles.
Todo ello quedó grabado en la mentalidad colectiva de los franceses y probablemente influyó en los juicios celebrados en 1792-1793 contra Luis XVI y María Antonieta. El final todos lo sabemos: ambos fueron condenados por conspirar contra la República francesa y guillotinados poco después. Muchos de los representantes del pueblo en la Convención que votaron a favor de la ejecución de los reyes quizá recordaban también los escándalos que habían sacudido Versalles en los últimos años y, especialmente, el asunto del collar.
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