Cuando uno visiona por primera vez "María Antonieta" de Sofía Coppola (2006), enseguida se da cuenta de que no es una película de temática histórica al uso. La propia directora del filme reconoció que su objetivo no fue nunca crear una historia de época como tantas otras, llena de planos impersonales y escenas frías. Quería, en otras palabras, que el relato tuviese personalidad, transmitiese calor. En definitiva, que fuese muy humano.
Y en verdad la película recrea a la perfección el espíritu de la Corte francesa de Versalles del siglo XVIII. Un ambiente barroco, encorsetado, frívolo. Aunque para ello tenga que recurrir, en una mezcla anacrónica extraordinaria, a la música pop y rock del siglo XXI y a un colorido en vestidos y zapatos que no pocos historiadores ponen en duda. Incluso se cuelan por ahí unas zapatillas de la marca "Converse" del último tercio del siglo XX, en un maravilloso guiño al consumismo actual, no tan distinto, por cierto, de la pasión de la reina María Antonieta por la fiesta y los vestidos.
La historia personal de la desdichada María Antonieta y su marido, el rey Luis XVI de Francia, apenas se ve salpicada, en la película, por unas cuantas pinceladas de la Historia con mayúscula, la de los libros y las clases del Instituto. Se menciona de pasada la alianza entre la Francia borbónica y la Austria de los Habsburgos en la segunda mitad del siglo XVIII, de la que María Antonieta era la pieza clave; la primera de las tres particiones que acabaron con el reino de Polonia, devorado a la sazón por Rusia, Austria y Prusia; la guerra de independencia de los Estados Unidos; y los primeros chispazos de la Revolución Francesa. "Majestad, una muchedumbre ha tomado la fortaleza de la Bastilla" le dice un jadeante consejero al rey Luis XVI mientras este juega en el jardín con sus hijos. Ni levanta la mirada...
Mas allá de los datos históricos, me gustaría destacar dos aspectos. En primer lugar, el retrato psicológico de los personajes que hace Sofia Coppola en la película. ¿Cómo pudo sentirse una muchacha de 14 años cuando es llevada a Francia para casarse con el Delfín, a quien no conoce? El rostro de temor, de incertidumbre, refleja un desconcierto amargo y natural al mismo tiempo. La joven austriaca viaja a un país extranjero donde no pocos la miran con desdén (como en la escena de su llegada a Versalles) y donde debe adaptarse a nuevas costumbres, a una nueva etiqueta. "Esto es ridículo" dice sinceramente cuando se levanta de la cama y observa a treinta personas contemplándola en su alcoba y rivalizando por ver quién le ayuda a vestirse. María Antonieta fue acusada de llevar una vida desenfrenada mientras el pueblo de Francia se moría de hambre pero ¿qué iba a hacer ella, una niña de catorce años que es tratada como una diosa y que tiene todo a su alcance y a todos a su disposición? Quizá poco pudo hacer para no implicarse en las intrigas de una corte rimbombante y falsa de la que ella era el centro.
Debo hablar también del pobre Luis XVI, el torpe monarca (no sólo en el lecho) que se pasa las dos horas de película con cara de susto. Cuando contrae matrimonio con María Antonieta cuenta 15 años de edad y cuando asume la Corona de Francia, sólo 19. En esa situación, si lo pensamos fríamente, no es extraño que no le preocupase lo más mínimo consumar el matrimonio con la consorte, a juzgar por la avalancha de asuntos que habría que despachar. Rápido se deja convencer el joven rey cuando uno de sus consejeros le dice que es necesario enviar ayuda a los revolucionarios norteamericanos contra Inglaterra a pesar de que, en un primer momento, él mismo acertadamente había creído que era una contradicción apoyar a quienes se habían rebelado contra su legítimo soberano. Pero le dio lo mismo. Poco tuvo que hacer el consejero para convencerlo. La misma cara de incapaz tiene cuando está bailando en Versalles tras su boda o en la última escena de la película, cuando María Antonieta le dice que se está despidiendo del palacio. Al final, sin intención de hacer un spoiler, tanto su cabeza como la de su reina acabarían rodando por el patíbulo en París en 1793.
El segundo y último aspecto que me gustaría comentar y que se observa muy bien en la película es la exhibición de poder en el Antiguo Régimen. Todo cuanto rodeaba a los reyes estaba encaminado a resaltar su poder de origen divino. Desde los fabulosos vestidos de María Antonieta y sus peinados que luchaban contra la ley de la gravedad hasta los atuendos de Luis XVI heredados de los auténticos disfraces de su bisabuelo Luis XIV que ocultaban unas carencias físicas naturales. Las fiestas, los juegos de azar, el teatro y la ópera, todo era parte de un complejo programa iconográfico y visual que tenía como finalidad crear un aura divina alrededor de los monarcas. Nadie aplaudía al finalizar la función en la ópera por deferencia al rey. Treinta personas contemplaban a la reina cuando se despertaba. Otras tantas lo hacían mientras tomaban el almuerzo. Es difícil no creerse elegidos por dios en este ambiente, ¿no pensáis?
La propia María Antonieta busca liberarse de ese asfixiante protocolo mandando edificar su pequeña granja donde refugiarse de la Corte de Versalles. La etiqueta barroca y rígida está representada por los estrechos corsés y los pomposos vestidos que visten la reina y las mujeres aristócratas en las fiestas y los banquetes. La libertad corresponde en este caso a los vestidos blancos de estilo griego que la protagonista luce cuando disfruta de sus hijos en la casita de campo. Estos vestidos, sueltos, sin corsés y sin corpiños, se estaban poniendo de moda en Gran Bretaña a finales del siglo XVIII y eran la vestimenta habitual de las mujeres plebeyas francesas e inglesas en aquel tiempo. María Antonieta, aficionada, como puede verse en la película, a estos vestidos, rompe así con la etiqueta parisina y se convierte en una autentica revolucionaria. Una revolucionaria, en todo caso, a su manera, porque la auténtica Revolución, con mayúscula, la francesa, se la acabará llevando por delante.
En definitiva, "María Antonieta" es a la vez un filme bizarro y extravagante y una historia muy humana. La historia de una niña convertida en reina de un país que ya estaba en bancarrota cuando ella nació en la lejana Viena en 1755 y que la Historia y la leyenda la han hecho responsable de una Revolución que ya se estaba gestando cuando llegó a Francia en 1770.
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