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sábado, 12 de octubre de 2013

DE HISPANIA A ESPAÑA


Según la tradición, cuando los fenicios llegaron al extremo occidental del mundo hacia el siglo X a.C., se encontraron con una tierra inhóspita, tan pronto seca como húmeda, tan pronto fría como calurosa. Una tierra contradictoria. Aquellos fenicios, que buscaban crear una colonia donde comerciar con los indígenas necesitaron tres viajes hasta dar con el lugar exacto, más allá de las columnas de Hércules. Allí fundaron Gadir.

Pero Gadir sólo era la puerta de entrada a una tierra inmensa, habitada por gentes que unas veces eran hospitalarias y otras guerreaban sin cesar hasta expulsar a los extranjeros de su territorio. Allí, donde abundaban los metales y unos extraños animales, los conejos. Quizá por eso, a aquel lugar lo llamaron “I-Span-ya”, según unas fuentes “tierra de conejos”, según otras “tierra donde se forja el metal”.

A esa inmensa isla, pues para los fenicios era isla, los griegos la llamaron Iberia y en el siglo III a.C. los romanos la llamaron Hispania. Una tierra inmensamente rica, inmensamente inhóspita y con habitantes hostiles. Las legiones romanas tardaron dos siglos en conquistarla por completo mientras otros países de Europa como la Galia fueron conquistados en cincuenta años.

Pero Hispania era más que una división administrativa del Imperio Romano. Era un región del mundo conocido, a la Península Ibérica se la conocía como Hispania y siempre se la tomó como un todo. Hispania era tierra de filósofos, de emperadores y de buen vino para los romanos.
 
Moneda con la efigie del Emperador Adriano, de origen hispano. En reverso se puede ver la alegoría a su tierra natal, Hispania.
 

Siglos más tarde, a esa tierra, los árabes la llamarían al-Ándalus, siendo sinónimo de Hispania. También la llamaron Hésperis en alusión a una de las horas, las guardianas que custodiaban el tiempo desde el alba hasta el anochecer. La tierra donde se pone el sol.

Por aquel entonces, en el siglo VIII d.C. en el norte de Hispania se habían hecho fuertes algunos irreductibles visigodos en cuya mente se encontraba ya la idea de reconquistar “la España perdida”. Y es que estaba claro que Hispania era mucho más que una región, era ya una tierra con identidad propia, ocupada por el Islam pero con un corazón común.

Se dice también que los francos llamaban “hispani” a todos los habitantes del sur de los Pirineos que llegaron a la Galia huyendo del Islam. Todos aquellos “hispani” tenían un sentimiento común de pertenencia a algo superior, a una tierra legendaria: Hispania.Tanto es así que en plena Edad Media, cuando la Península se encontraba dividida en multitud de reinos, algunos monarcas se titulaban “Rex Hispaniae” haciendo referencia al “Regnum Hispaniae”.

Había muchas Españas, tantas como reinos peninsulares, pero sólo había un sentimiento, el de pertenencia a una nación. En el horizonte se encontraba la unificación y esta debería ser con los reinos de Castilla y Aragón. Portugal, perteneciente a la región de Hispania, no se unió y cuando lo hizo sería ya demasiado tarde.

Desde entonces, Hésperis, Hispania, al-Ándalus, España, las Españas o Iberia ha permanecido unida. Los españoles, esos seres peculiares que habitaban aquella tierra inhóspita y rica, han permanecido siempre juntos.

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