Páginas

domingo, 17 de marzo de 2024

TIMBRES DE GUERRA


Hace algunos días hablábamos en la clase de 4° de ESO sobre las causas que llevaron a la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918). Hablábamos de la Triple Alianza, de la Triple Entente, de la carrera de armamentos, de los conflictos en lejanas tierras africanas y de los problemas europeos, en los Balcanes. Hablábamos, en definitiva, de la Paz Armada, ese periodo previo a la Gran Guerra en el que todo el mundo en Europa se preparaba para una conflagración que muchos veían inevitable.

Una alumna, sorprendida por todo esto, preguntó cómo había sido posible. "Si estaba claro que iba a haber una guerra, ¿por qué nadie hizo nada para evitarla?" Y añadió oportunamente: "Parece que todos querían la guerra". Muchos de sus compañeros me miraron esperando una respuesta, creyendo ingenuamente que el profesor tiene respuestas para todo.

Y, entonces, otra muchacha hizo una de esas preguntas que hacen la docencia mucho más fácil. Una de esas escasas preguntas lúcidas llenas de curiosidad y coherencia que allanan el camino al enseñante: "¿Y esto no es lo que está pasando ahora?". Entonces recordé las frases que hace unas semanas pronunció la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ante el Parlamento Europeo: "La amenaza de una guerra puede no ser inminente, pero no es imposible". En su discurso, von der Leyen hizo un llamamiento a las naciones europeas para armarse ante un posible conflicto con Rusia. En otras palabras, la Unión Europea se prepara para la guerra.

Aquella pregunta inocente de la alumna sirvió en bandeja la conexión entre el pasado y el presente. Pude utilizar el presente para explicar el pasado y al revés. Aquella pregunta mostró con esplendor la razón de ser de la Historia, maestra de vida, maestra del presente. Comenté a los alumnos lo que estaba ocurriendo, las palabras de la presidenta de la Comisión y el alcance que podrían tener. Les mostré también el titular del periódico "El País" de uno de esos días: "Europa se prepara ya para un escenario de guerra". ¿No es esto una carrera armamentística? ¿No estamos viviendo una paz armada? 

Muchos de los alumnos no pudieron evitar mostrar perplejidad y algo de temor. Los comentarios fueron diversos. La mayoría susurraron al compañero del pupitre de al lado. Algunos se atrevieron a compartir en alto lo que pensaban: "¿Pero cómo va a haber una guerra en Europa?", exclamó uno; "Aunque haya una guerra, a España seguro que no nos afecta...", apuntó otro; "Y si hay una guerra, ¿vamos a tener que ir a luchar nosotros?", preguntó otra compañera. 

Temí, por momentos, haber alarmado demasiado a los alumnos. Pero aquellos muchachos mostraron el sentir de una sociedad europea que vive en una burbujita ensimismada en su propio bienestar que cree inmutable. Por supuesto, las palabras de algunos líderes europeos (se han sumado a las de von der Leyen, Macron y Scholz) no quieren decir que vaya a haber una guerra, pero sí que existe el riesgo. La guerra de Ucrania, que ya dura demasiado, nos enseñó que Europa no es ajena a los conflictos bélicos. La retórica belicista de Putin, que amenaza abiertamente a Europa occidental, tampoco es una fantasía. Todo son palabras, pero las palabras son reales. Todo es real, nos guste o no. 

La sociedad europea de la Belle Époque, a comienzos del siglo XX, también vivía complacida ante la idea de un progreso permanente sostenido por los avances tecnológicos. Los millones de jóvenes que murieron en las trincheras entre 1914 y 1918 no pensaban en la guerra antes del verano de 1914. Vivían ajenos al polvorín que se estaba creando en Europa. Muchos incluso acogieron con euforia la declaración de guerra en el verano de 1914. Luego descubrieron la cruda realidad: la destrucción, el hambre, las mutilaciones, la muerte. 

A veces, la Historia, como la vida, se encamina irremediablemente hacia un punto que nadie quiere, pero que parece difícil de evitar. A veces, hay que enfrentarse a lo que uno menos espera. Los Estados europeos de 1914 estaban preparado para la guerra, pero sus pueblos, a pesar de la mentalización previa que se llevó a cabo, es probable que no lo estuviesen. Quizá pasa lo mismo ahora. 

Cuando el timbre chirriante estaba a punto de indicar el final de una clase que había transcurrido por caminos no previstos (como muchas), un alumno mostró una actitud contraria a la del resto: "Putin invadió Ucrania porque le dio la gana. Si nos ataca, ¿qué tenemos que hacer? ¿Dejarnos? A lo mejor tenemos que defendernos, ¿no?". El resto de muchachos lo miraron con asombro y luego dirigieron sus ojos hacia mí, justo en el momento en el que, en efecto, el timbre comenzó a sonar. Yo no supe más que recordar una cita, creo que de Napoleón, que leí hace tiempo en algún sitio. La pronuncié en alto, mientras los adolescentes metían atropelladamente los libros y los estuches en sus mochilas. La mayoría, como suele ocurrir, ni siquiera la escuchó, pero alguno se quedó pensativo unos instantes:

"En la guerra, como en el amor, para terminar es necesario verse de cerca".




No hay comentarios:

Publicar un comentario