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miércoles, 13 de febrero de 2013

CELESTINO V

EL OTRO PAPA QUE RENUNCIÓ (VOLUNTARIAMENTE)

 
Habían transcurrido dos años y tres meses desde que el cuatro de abril de 1292 falleciese el papa Nicolás IV. Desde entonces, el Sacro Colegio Cardenalicio de Roma, formado por seis romanos, cuatro italianos y dos franceses, no se había puesto de acuerdo en nombrar al nuevo pontífice. El enfrentamiento entre las dos familias más poderosas de Romam, los Colonna y los Orsini, hacía imposible la elección de quien debía ocupar el trono de San Pedro.
 
Pero en Italia, los aires empezaban a impacientarse. El rey de Nápoles, Carlos II, necesitaba el consentimiento del papa para la conquista de Sicilia. Y si no había papa, tampoco había conquista. La situación era tal que se debía elegir un nuevo papa ya. El decano del colegio cardenalicio propuso una solución que debería satisfacer a todos (bajo pena de castigo divino si la rechazaban). Así se propuso a Pietro Angeleri. Corría el 7 de julio de 1294.
 
Pietro Angeleri (o Pietro de Murrone) era un anciano monje que vivía en las montañas de los Abruzzos, cerca de L'Aquila. Este eremita, amante de la soledad y la pobreza, se había retirado años antes de la sociedad y vivía en una gruta en el monte Murrone orando. El colegio cardenalicio lo eligió por unanimidad poco antes de que una marabunta de 200.000 personas se dirigiesen a las montañas para encontrar y aclamar al nuevo papa.
 
Dicen que cuando Pietro Angeleri supo que había sido elegido, sus ojos se llenaron de lágrimas, se retiró a rezar y acepto su nuevo papel con resignación. El nuevo papa tomó el nombre de Celestino V. Su elección suponía un giro a la política de la Iglesia pero sin duda quien más se benefició fue el rey de Napóles que "protegió" (manipuló y engañó, en realidad) al inocente papa.
 
Celestino V no llegó a entrar en Roma ya que su protector le ofreció un palacio en Nápoles. El papa entró en la ciudad vestido con ropas andrajosas y sobre un borrico, lejos de la pomposidad y la magnanimidad de los papas de la Iglesia. Pero su papel no era fácil: ni tenía formación para despempeñar el cargo, ni ambición, ni habilidad diplomática. Celestino era un simple ermitaño que sólo quería vivir en paz y hablar con Dios.
 
Harto de conspiraciones e intrigas políticas en la Curia Romana y en la Corte de Nápoles y agobiado por sus funciones, Celestino V se planteó renunciar. ¡Y lo hizo! Después de varias consultas a juristas, el papa renunció el 13 de diciembre de 1294. Celestino V volvía a ser Pietro Angeleri.
 
Él pretendía retirarse de nuevo a las montañas (para eso había abdicado), pero su sucesor, Bonifacio VIII, se lo impidió. Temeroso de que los napolitanos siguiesen considerando a Pietro como su papa y provocasen un cisma en Italia, el nuevo pontífice ordenó encarcelarlo en el Castel Fumone. A pesar de que intentó (y consiguió en una ocasión) escapar de la torre, siempre fue descubierto y encarcelado. Murió el 19 de mayo de 1296. Por fin se reunió con quien siempre había querido.
 
 
 
Celestino V fue canonizado en 1313 y sus restos descansan en la ciudad de L'Aquila (Italia).
 
 
Setecientos diecinueve años después, otro papa, Benedicto XVI renunció también a su pontificado. Quizá dentro de siete siglos, alguien escriba algo como esto sobre él...

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