Páginas

domingo, 17 de julio de 2022

"EL 17 A LAS 17"



Barrio de Triana (Sevilla), julio de 1936


El 16 de julio de 1936 se celebró una recepción en la comandancia militar de Melilla. El general Romerales Quintero recibió a las autoridades civiles y militares de la ciudad con motivo de la festividad de la Virgen del Carmen. En aquella reunión, el teniente coronel Juan Yagüe transmitió por teléfono a algunos de los asistentes que, ante el temor de que el gobierno republicano actuase contra ellos, el general Mola había ordenado que las tropas del protectorado marroquí estuviesen preparadas para iniciar la sublevación "el 17 a las 17".

A partir de ese momento, los engranajes de la conspiración militar, que pretendía derribar al gobierno del Frente Popular salido de las elecciones de febrero, se pusieron en marcha. El teniente coronel Juan Bautista Sánchez, uno de los conspiradores, ordenó al comandante Joaquín Ríos Casapé que se pusiese en marcha. Ríos Casapé, que se encontraba en Villa Jordana (Alhucemas), debía partir con sus tropas regulares rumbo a Melilla, en la que entraría el día 17 por la mañana. Esa noche, Casapé inició el camino.

Los líderes de la sublevación, Mola, Queipo de Llano, Yagüe y Franco, entre otros, no estaban en Marruecos. Desde sus respectivos destinos llevaban tiempo preparando una conspiración para que el ejército tomase el control de todos los resortes del Estado y acabase con el desorden en el que se había sumido la República. Después, se establecería una dictadura militar hasta que se decidiese volver al régimen republicano o a la monarquía. En el protectorado marroquí se encontraban las tropas coloniales, las mejor preparadas del ejército español. Por eso el golpe de Estado debía comenzar allí.  

El 17 de julio, Francisco Franco se encontraba en Las Palmas de Gran Canaria presidiendo el funeral del general Amadeo Balmes, comandante militar de Las Palmas. Balmes, que era leal a la República, había muerto el día 16 después de recibir accidentalmente un disparo en el vientre. Casi al mismo tiempo, llegó a Canarias el "Dragón Rapide", el avión financiado por algunos monárquicos, que llevaría al general Franco hasta el protectorado de Marruecos para ponerse al frente de la sublevación.

En cualquier caso, en aquellos momentos, Franco tenía serías dudas del éxito del golpe de Estado y no había querido comprometerse hasta unos días antes. Temía que la sublevación no contase con el total apoyo del ejército y que España quedase dividida en dos. Transmitió sus dudas al "Director", el general Mola, pero Sanjurjo, auténtico líder de los sublevados desde su exilio en Portugal, sentenció el día 14, "con Franquito o sin Franquito" el plan debía continuar. 

Lo que acabó convenciendo a Franco fue la noticia del asesinato del diputado monárquico José Calvo Sotelo por elementos izquierdistas. Ocurrió el 13 de julio en Madrid aunque la noticia tardó en saberse en Canarias. Según cuenta la tradición, cuando Franco se enteró, exclamó: "No se puede esperar más, es la señal".

Temerosos de que el gobierno republicano, al que habían llegado noticias de la conspiración, actuase rápido, el 17 de julio por la tarde se sublevaron las guarniciones militares de Melilla, Tetuán y Ceuta. Según los planes de Mola, la sublevación comenzaría el día 18, pero se adelantó un día en Marruecos. La consigna era clara: eliminar a todos los soldados y oficiales que se opusieran al golpe de Estado. Uno de ellos fue el general Romerales Quintero, leal a la República, que fue fusilado el 29 de agosto. Por la tarde del 17, Melilla ya estaba bajo control de los insurrectos, liderados por Luis Soláns:

"Hago saber: Una vez más, el Ejército unido a las demás fuerzas de la nación, se ha visto obligado a recoger el anhelo de la gran mayoría de los españoles, que veían con amargura infinita, desaparecer lo que a todos puede unirnos en un ideal común: España. Se trata de restablecer el imperio del orden dentro de la República, no solamente en sus apariencias o signos exteriores, sino también en su misma esencia..."

El día 18, Soláns envió un telegrama a Franco para comunicarle el triunfo de la sublevación. Ese mismo día, Franco y el general Luis Orgaz volaron en el "Dragón Rapide" desde Las Palmas a Marruecos. Las tropas regulares marroquíes ya tenían un líder fuerte que las dirigiese.

Mientras tanto, en Madrid, el gobierno republicano legítimo, liderado por Casares Quiroga, no sabía muy bien qué hacer. Aún hoy nadie sabe por qué el gobierno del Frente Popular no fue más enérgico en la represión de la sublevación a pesar de que conocía los planes. 

El presidente de la República, Manuel Azaña, preguntó a Casares Quiroga dónde se encontraba el general Franco y la respuesta fue: "Está bien guardado en Canarias". Después, en una conversación telefónica con el doctor Juan Negrín, el presidente del consejo de ministros afirmó: "Está garantizado el fracaso de la intentona. El gobierno es dueño de la situación. Dentro de poco todo habrá terminado". Casares Quiroga ordenó que no se repartiesen armas entre las organizaciones obreras, que querían detener a los golpistas, suspendió a los militares rebeldes y disolvió las unidades sublevadas. Incapaz de hacer más, Casares Quiroga dimitió el día siguiente.

El 18 de julio el golpe militar se extendió por toda la Península y en los días posteriores los sublevados tomarían el control de un buen puñado de provincias del interior peninsular, además de Canarias, Baleares y el Protectorado Marroquí. Pero no todo el ejército se sublevó, como temía Franco. Además, en las zonas industriales, el gobierno republicano mantuvo el control de la situación con ayuda de los sindicatos y los partidos de izquierdas. En Madrid, el general Fanjul, sublevado el 19 de julio, fue arrestado y fusilado después del asalto al Cuartel de la Montaña. En Barcelona, cuando llegó Goded desde Mallorca para ponerse al frente del golpe, los obreros, que habían tomado el control de la ciudad, lo apresaron y lo asesinaron también.

En pocos días, España había quedado partida en dos. Así fue como un golpe de Estado triunfante en media España, pero fallido en la otra media desencadenó una terrible guerra civil que se prolongaría hasta el 1 de abril de 1939. El fracaso de la sublevación militar, mal planificada y peor ejecutada, y la debilidad del gobierno legítimo, incapaz de mantener el orden, llevaron al país a su gran tragedia. Costaría unos 400.000 muertos y otro medio millón de exiliados. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario