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miércoles, 17 de junio de 2015

OCHO CONSECUENCIAS DE LA BATALLA DE WATERLOO


Carga de la caballería británica en Waterloo. 


Mañana se cumplen 200 años de la batalla de Waterloo en la que la Coalición anti-napoleónica formada por Rusia, Austria, Prusia y Gran Bretaña derrotó definitivamente al Imperio Francés. Aquella batalla, librado en las llanuras belgas, fue probablemente la más trascendental del siglo XIX y tuvo importantes consecuencias para Francia y para Europa. Resumimos las más importantes.

1. Napoleón Bonaparte fue derrotado definitivamente y exiliado en Santa Elena.


El emperador, que había regresado a Francia en febrero de 1815 tras su exilio en la Isla de Elba y restablecido su imperio, fue definitivamente derrotado. El Imperio Francés de los Cien Días se derrumbó tras la batalla de Waterloo, Napoleón volvió a abdicar y fue deportado por los ingleses a la isla de Santa Elena, en medio del Océano Atlántico. Murió años después, en 1821, a los 52 años de edad.

2. Francia volvió a las fronteras de 1789 y la dinastía borbónica fue restablecida en el trono.


El Primer Imperio Francés fue destruido tras su derrota en Waterloo. Francia perdió la hegemonía continental y los Borbones recuperaron el trono de París. La Corona recayó en Luis XVIII, hermano del último monarca, Luis XVI (el XVII se reservó para el hijo de éste que se suponía había reinado preso en la prisión del Temple tras la ejecución de su padre). Se promulgó la Charte, una nueva Constitución, aprobada por el Senado napoleónico, que confirmaba algunas conquistas revolucionarias (libertad de opinión, libertad de culto, gobierno representativo, etc.).

3. El sueño de Napoleón de edificar una "Unión Europea", una "Nación de Naciones", no pudo cumplirse.


Napoleón había soñado con la unidad continental bajo hegemonía francesa: un imperio con una moneda común, un mismo código jurídico y una misma lengua. La idea de Napoleón contemplaba la creación de una Gran Imperio compuesto por Francia y los territorios sometidos y presidido por él mismo. El Sistema Continental lo formaría el Gran Imperio y las naciones aliadas. Napoleón no sólo no consiguió su propósito sino que despertó los sentimientos nacionalistas a lo largo y ancho de Europa.

4. El Congreso de Viena triunfó y, con él, la Restauración.


El Congreso de Viena, convocado por Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia en 1814 terminó el 8 de junio de 1815, días antes de Waterloo. El objetivo era defender la tradición, la legalidad, la monarquía y el equilibrio real y duradero en Europa; en definitiva, el Antiguo Régimen. La gran beneficiada fue Gran Bretaña, que se había convertido en primera potencia marítima y extendió su influencia comercial y política por todo el mundo.

5. La Santa Alianza protegió la Restauración.


El 26 de septiembre de 1815 se creó la Santa Alianza por iniciativa del zar Alejandro I. El objetivo era avanzar hacia un régimen de paz y un gobierno cristiano en Europa y evitar cualquier alteración de la Restauración. En un principio estuvo formada por Rusia, Austria, Prusia y Gran Bretaña pero en 1818 se unió también Francia. La Santa Alianza podía intervenir en cualquier país para detener los movimientos revolucionarios o liberales. Además, el Sistema de Congresos favoreció el uso de la diplomacia en política internacional. 

6. El "sistema de equilibrio" británico se impuso en Europa. 


Gran Bretaña había intentado desde el siglo XVII mantener el equilibrio entre las principales potencias europeas. Con ello se aseguraba la estabilidad en Europa que le dejaba las manos libres para aumentar su poder en otros lugares del mundo. Tras Waterloo, Gran Bretaña consiguió imponer su modelo: un sistema internacional basado en la inexistencia de una potencia hegemónica a nivel continental en Europa. Ningún país tenía la suficiente fuerza para dominar Europa, forzó la celebración de congresos para dirimir los conflictos entre los países y garantizó una paz más o menos estable en el Viejo Continente hasta la Primera Guerra Mundial (1914).

7. Prusia ganó gran prestigio a nivel europeo y se consolidó como potencia hegemónica en Centroeuropa.


En el antiguo Sacro Imperio Romano Germánico, el sentimiento de humillación por los ejércitos napoleónicos originó un auge del nacionalismo. Prusia, que había combatido a Napoleón y sus ejércitos había tenido un papel destacado en su derrota final en Waterloo, consiguió gran influencia en la nueva Confederación Germánica, nacida tras la guerra. El poderío emergente de Prusia chocó con el poder de Austria que desde entonces rivalizaron por la hegemonía en Centroeuropa.

8. El Liberalismo no murió en Waterloo.


Muchos creyeron tras la batalla de Waterloo que la Revolución Francesa y sus principios había sido destruidos con la caída de Napoleón. Aunque los monarcas de la Santa Alianza intentaron que así fuera, los principios del Liberalismo no murieron en aquella llanura belga. Tan sólo cinco años después, en 1821, una Revolución Liberal estalló en España y poco después se extendió por otros países europeos, como Portugal o Nápoles. Además, el nacionalismo, estrechamente unido al Liberlismo, prendió en toda Europa, sobre todo en Italia y en el antiguo Imperio Germánico que antes de finalizar el siglo, habrían culminado su unificación.


El final de batalla de Waterloo certificó la caída definitiva de Napoleón.


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