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viernes, 2 de mayo de 2025

LAS CAMPANAS DE SAN PEDRO


El plano cenital permitía observar una imagen perfecta, casi simétrica: la plaza abarrotada y el ataúd del papa difunto en el centro, ante el altar, pero mirando a los fieles. A su derecha, jefes de Estado y de gobierno de decenas de países. A su izquierda, los cardenales llamados a elegir un nuevo pontífice en los próximos días. El cirio pascual, símbolo de la resurrección y la vida eterna, proyectaba, con la luz de la mañana, una sombra alargada a la diestra del féretro. Las campanas tocaban a difunto. 

Todo el funeral del Papa Francisco estuvo repleto de símbolos e imágenes potentes. Nada fue dejado al azar, todo estaba medido al milímetro. La Plaza de San Pedro, delimitada por la fabulosa columnata diseñada por Bernini, se convirtió, de nuevo, en el centro del mundo. El planeta dirigió, como tantas veces, sus miradas a Roma y la Iglesia Católica demostró, una vez más, su maestría en el uso de la imagen, los símbolos y la teatralidad. Así lo ha hecho desde hace milenios, y así lo hace en pleno siglo XXI.


El escenario es colosal, apoteósico. La basílica de San Pedro del Vaticano fue concebida en el siglo XVI para mostrar el poder y la magnificencia de los papás, de los sucesores de San Pedro. El proyecto original fue obra de Miguel Ángel, pero la fachada cuadrangular, soberbia y arrogante, la culminó Carlo Maderno entrado el siglo XVII. Y allí, en aquella basílica que es una pequeña ciudad-Estado santo enclavado en una gran urbe histórica, tienen lugar acontecimientos que atrapan la atención del mundo. ¡Qué mejor marco para espectaculos igual de fabulosos!

Otra imagen de varios días antes mostraba la hilera de fieles católicos entrando en el templo más grandioso de la Cristiandad para dar su último adiós al papa. El contraste era de una belleza increíble. La pequeñez y la humildad del ataúd con el cuerpo inerte del pontífice contrastaba con los imponentes muros de la basílica y la belleza abrumadora del catafalco de bronce que diseñó también Bernini para indicar el lugar exacto de la tumba de San Pedro. El cuerpo del papa es lo temporal, lo efímero, lo insignificante. La basílica es lo que permanece, lo eterno, lo inmortal. Más de 200.000 personas entraron en sólo tres días en San Pedro para despedir al sumo pontífice.

El poder del detalle, de la fotografía cuidada, tomada desde el ángulo preciso para mostrar sólo y nada más lo que uno quiere mostrar es evidente en cada una de estas imágenes. La superioridad estética de Roma, de la Ciudad del Vaticano y de la Iglesia Católica fue clara en los funerales del papa muerto y lo será, de nuevo, en la elección y presentación al mundo del nuevo vicario de Dios en la Tierra tras la celebración del cónclave. El espectáculo de colores, formas, gestos, el olor a incienso y el repique de las campanas de la basílica crean una atmósfera visual, de olores y de sonidos que envuelve al creyente y al ateo de forma irremediable. Todo forma parte del ritual, de la teatralidad religiosa y del poder de la Iglesia.


Y ahora recuerdo quizá la mejor fotografía del papa Francisco, tomada, igualmente, en la Plaza de San Pedro, a finales de marzo de 2020, cuando media Europa estaba confinada por la pandemia de coronavirus. El pontífice subía en soledad la escalinata de San Pedro, para oficiar una misa dirigida a todo el mundo, aunque la plaza estaba por completo vacía. Era una noche lluviosa y oscura en Roma, las sombras lo invadían todo. Francisco subía con dificultad los peldaños mojados de la escalera; el agua sobre la plaza creaba un juego místico de luces y reflejos. La soledad de aquel momento contrataba con las multitudes que suelen llenar el lugar y, precisamente en esa soledad estaba la singularidad del momento. Un escalofrío recorre a quien ve la instantánea. Francisco rezó esa tarde por todos los enfermos. 

Aquellas imágenes no fueron tomadas al azar. Nada fue casualidad. Todo estaba bien medido. Aquella misa, aquel rezo fue retransmitido a todo el planeta. El espectáculo ayuda a transmitir el mensaje. La religión necesita símbolos, imágenes icónicas, y la de aquel día fue abrumadora. A la izquierda de la poderosa foto, en la penumbra, la silueta de Cristo en la cruz recordaba dónde se encuentra el principio y el final de todo. Las campanas de San Pedro también repicaron aquel día.

lunes, 14 de abril de 2025

20 NOTAS SOBRE LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA


1. El 14 de abril de 1931 fue proclamada la Segunda República Española. A primera hora de la mañana se izó la bandera republicana en Éibar y, poco después, en Madrid y Barcelona. El rey abandonó el país y se constituyó un Gobierno Provisional.

2. Alfonso XIII había unido los destinos de la Monarquía a los de la dictadura de Miguel Primo de Rivera cuando apoyó su golpe de Estado en 1923. Muchos se apartaron de la monarquía y comenzaron a apoyar el cambio de régimen. La impopularidad de la Monarquía quedó de manifiesto en las elecciones locales del 12 de abril de 1931.

3. A comienzos de los años 30, la República era sinónimo de democracia, progreso y justicia social. La Monarquía, por el contrario, se asociaba con la dictadura. La llegada de la República se produjo en paz y fue recibida con euforia y esperanza. La apodaron "La Niña Bonita".

4. A finales de 1931 se promulgó la Constitución republicana. Era un texto progresista y avanzado, pero no logró el apoyo de los partidos de derecha, que prometieron reformarla cuando alcanzasen el poder.

5. En los debates constitucionales, los temas más polémicos fueron las relaciones Iglesia-Estado, la organización territorial del país y el sufragio femenino. La diputada Clara Campoamor defendió el derecho al voto para las mujeres. Las mujeres ejercieron por primera vez su derecho al voto en España en las elecciones de 1933.

6. La República puso en primer plano problemas que ya existían en la sociedad española desde principios del siglo XX: el anticlericalismo, los nacionalismos periféricos, el problema del campo, la lucha revolución - contrarrevolución, etc.

7. Los sectores conservadores recibieron la República con escepticismo aunque no se opusieron a ella en un primer momento: la Iglesia, el Ejército, la burguesía, los terratenientes, etc. La animadversión de estos sectores creció con el tiempo.

8. El periodo republicano (en tiempos de paz) se puede dividir en 4 etapas: A) El Gobierno Provisional (1931), B) El Bienio Reformista (1931 - 1933), C) El Bienio Rectificador (1933 - 1935) y D) El Gobierno del Frente Popular (1936).

9. Entre 1931 y 1933 la República trató de impulsar una gran transformación del país tanto a nivel institucional como social. Se pretendió modernizar España con medidas de hondo calado: impulso a la educación, separación Iglesia-Estado, estatuto de autonomía para Cataluña, reforma agraria, reforma del ejército, etc.

10. Niceto Alcalá Zamora y Manuel Azaña fueron las figuras clave de la República durante el Gobierno Provisional y el Bienio Reformista. Alcalá Zamora, presidente de la República entre 1931 y 1936, era de derechas y católico. Azaña, presidente del consejo de ministros entre 1931 y 1933, era de izquierdas.

11. En 1933, Manuel Azaña dimitió como presidente del consejo de ministros tras el incidente de Casas Viejas (Cádiz). Fueron asesinados veintiséis campesinos a manos de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto. Estos sucesos mostraron el desencanto de los jornaleros con la reforma agraria de la República.

12. Entre 1933 y 1935 gobernó Alejandro Lerroux, del Partido Radical (de centro), con apoyo de la CEDA de Gil Robles (derechas). A este periodo de gobierno derechista se le conoce como Bienio Rectificador porque se deshicieron muchas de las reformas del bienio anterior.

13. En octubre de 1934, el gobierno de Lerroux tuvo que hacer frente a una insurrección en Asturias. "La Revolución de Asturias" fue apoyada por socialistas, comunistas y anarquistas. Pretendían acabar con la república liberal e instaurar un régimen socialista. La represión, a cargo del general Franco, fue durísima y se saldó con 2000 muertos.

14. Al mismo tiempo, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Lluis Companys, proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. La Segunda República no era federal, sino "integral". Tras algunos combates en Barcelona, el gobierno suspendió la autonomía de Cataluña y encarceló a Companys.

15. Escándalos de corrupción, como el del Estraperlo, hicieron caer el gobierno de Lerroux. Antes que entregar el gobierno a la CEDA, el presidente Alcalá Zamora prefirió disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones para febrero de 1936.

16. En las elecciones de 1936, una gran coalición de partidos de izquierdas, el Frente Popular, obtuvo la victoria. Alcalá Zamora fue destituido y Azaña ocupó la presidencia de la República. Santiago Casares Quiroga se situó frente del gobierno. Se retomaron y aceleraron las reformas del primer bienio, pero en un ambiente de creciente crispación política y social.

17. Entre febrero y julio de 1936, unas 500 personas fueron asesinadas en España por motivos políticos. José Antonio Primo de Rivera, líder Falange Española de las JONS (fascista), lanzo la "dialéctica de los puños y las pistolas". Los partidos y sindicatos obreros (PSOE, UGT, PCE, FAI y CNT) también se radicalizaron y apostaron ya por una revolución social.

18. El 18 de julio de 1936, una parte del ejército se sublevó contra el régimen republicano. Los militares tomaron el control en la mitad del país. En la otra mitad, la República resistió. El fracaso de la República para mantener el orden y el fracaso del golpe de Estado, liderado por altos mandos militares como Mola, Queipo de Llano, Franco y Cabanellas, condujo a una guerra civil que se prolongó hasta 1939.

19. En 1939, ninguna de las democracias establecidas en Europa después de la Primera Guerra Mundial seguía en pie, con la única excepción de Checoslovaquia. El miedo a la expansión del comunismo y el auge del fascismo llevaron al establecimiento de regímenes autoritarios en casi todos los países. En España, la derrota de la República en la guerra llevó al establecimiento de la dictadura personalista del general Franco.

20. El régimen republicano de 1931 era comparable a cualquier democracia actual de Europa Occidental. La vigente Constitución de 1978 se basa en gran parte en la Constitución de 1931. La Segunda República fue la primera experiencia auténticamente democrática de la historia de España.



Celebración de la proclamación de la Segunda República. 
Madrid, abril de 1931

domingo, 30 de marzo de 2025

SIN TELÉFONO MÓVIL


Estuve hace unos días en un programa de inmersión lingüística en inglés para alumnos de 1° y 2° de ESO en un pueblo asturiano. Una de las normas del campamento era la prohibición del teléfono móvil durante todo el día con la excepción de media hora, la "phone time" que la llamaban. Durante ese rato, los adolescentes podían usarlo libremente en el jardín, en un espacio delimitado. Los teléfonos, como elementos textos, apestosos, no podían llevarse a las cabañas ni a los baños ni a otros espacios del recinto. Finalizado el tiempo, debían devolvérnoslos a los profesores, que los custodiábamos hasta el día siguiente. 

Así lo hicimos durante los cinco días del curso, de lunes a viernes. Ninguno de los treinta y seis alumnos reclamó el teléfono fuera de ese horario; ninguno lo echó en falta; ninguno sintió que le faltara una parte de sí. Allí se reencontraron con otras partes de ellos a menudo eclipsadas por la tecnología: sus amigos, sus habilidades, sus preocupaciones, sus miedos, sus conflictos. La tecnología estuvo ausente y nadie la extrañó. Tan sólo en esos escuálidos treinta minutos, en ese pequeño e insignificante rinconcito del día, los móviles volvían a secuestrar aquellas almas cándidas y despreocupadas, volvían a succionar toda la vida.

Cada día, después de la comida, bajábamos al jardín los profesores con las cajas llenas de teléfonos y yo me sentía un poco el flautista de Hamelín. Los alumnos me seguían esperando la dosis diaria de tecnología que, sin embargo, podíamos haber suprimido sin ningún problema. No hubiese habido síndrome de abstinencia, ni dramas, ni motines, ni desesperación. La necesidad de esa media hora telefónica, la "phone time", la crea la propia norma del campamento, pero no las ansias de los alumnos por sus teléfonos. Cuando los entregábamos, no consultaban con avidez las redes sociales, TikTok, Instagram, WhatsApp y los juegos online no eran su prioridad. 

La prioridad era la misma que hace treinta años, la misma que hace medio siglo. La prioridad era, simple y llanamente, la llamada a sus familias. La necesidad era escuchar la voz de mamá, de papá o de la abuela. Sentir cerca a sus seres queridos, ponerles al día y compartir inseguridades, miedos y anécdotas. Nada más. Una niña pasaba la media hora caminando en círculos relatando cómo había ido su jornada a todos los miembros de su familia, uno por uno. Otro muchacho detallaba con precisión el menú de ese día y, como crítico culinario, daba cuenta de lo que más le había gustado y lo que menos. Otro no podía evitar que sus ojos se humedecieran cuando escuchaba la voz de su madre y de su padre al otro lado del aparato. Y una última pasó todo el tiempo contando a su padre que tenía miedo por las noches porque escuchaba ruidos extraños fuera de su cabaña. Omitía que su risa hasta altas horas de la madrugada era uno de esos ruidos extraños .

Algunos empleaban todo el tiempo en el uso del móvil. Tras la llamada, revisaban las redes sociales, en orden, una por una, en un deambular monótono de TikTok a Instagram y de Instagram a TikTok. También jugaban unos minutos a un juego online que yo desconocía, una especie de Tetris moderno. No pocos, sin embargo, nos devolvían el móvil antes de que se acabase el tiempo, deseosos de continuar con su rutina allí, con sus actividades en aquel micro mundo analógico creado durante cinco días. Volvíamos a meter los aparatos en la caja, cada uno con su cargador y una pegatina con el nombre del alumno a quien correspondían. Por la noche, los cargábamos pacientemente para que estuviesen listos el día siguiente.

Los teléfonos, apagados, silenciados y marginados no supusieron nunca una amenaza para la convivencia en el campamento. Nadie los reclamó, no hubo protestas, no eran tan necesarios. Todo lo que ellos ofrecen es entretenimiento de baja calidad: juegos solitarios, videos cortos, estímulos absurdos. No son, ni mucho menos, imprescindibles ni esenciales. Los muchachos pueden vivir sin esos cachivaches y, cuando lo hacen, se descubren a sí mismos y descubren su entorno. Démosles esa oportunidad. Démosles la oportunidad de aburrirse, de pensar, de dar guerra, de incordiar. Démosles la oportunidad de observar el mundo que les rodea a través de sus ojos, de hablar con el que tienen al lado, de discutir, de reír, de llorar. Sólo tenemos que dársela, que crearla, y ellos la aprovechan sin dudarlo. 


Puente medieval sobre el río Guadamía (Asturias)


domingo, 23 de febrero de 2025

LA TRAICIÓN DEL EMPERADOR JOVIANO


En el año 360 d.C. el rey Arsaces II de Armenia corrió a pedir auxilio al emperador romano Constancio II, que se encontraba en Capadocia. Temía un ataque militar del gran rey de Persia, Sapor II. Tanto Constancio II como su sucesor Juliano firmaron tratados de amistad con el armenio y le prometieron ayuda frente a las agresiones persas. Los vientos cambiaron pronto porque sólo tres años después, en el 363, el nuevo emperador de Roma, Joviano, acordó la paz con Sapor II y los persas ocuparon extensos territorios armenios. Arsaces, abandonado por los romanos, fue capturado por los persas y ejecutado en el año 368. Era el resultado de la traición del aliado y la victoria del agresor.

En pleno siglo XXI se ha repetido la misma historia, los ecos del pasado que no cesan en el presente. En el año 2022, Estados Unidos prometió a Ucrania ayuda militar para hacer frente a la agresión rusa. Bajo el paraguas de la OTAN, Europa y Estados Unidos se comprometieron a sostener a Ucrania frente al imperialismo de Moscú. Tres años después, sin embargo, el nuevo presidente norteamericano, Donald Trump, negocia ya un acuerdo de paz con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, sin contar con los ucranianos. Como la antigua Armenia, Ucrania va a ser desmembrada y repartida. El presidente Zelensky es el nuevo Arsaces, vendido por su aliado y a merced de su enemigo.

Aquel emperador romano que traicionó a Arsaces, Joviano, pasó a la historia como un gobernante débil y corrupto. Firmó un acuerdo inexplicable con los persas, el enemigo tradicional de Roma, y acabó humillándose ante ellos, pues retiró las tropas romanas al otro lado del río Tigris, después de siglos de luchas contra la Persia Sasánida. Un milenio y medio después, el mundo contempla estupefacto cómo el orden internacional que se había mantenido desde el final de la Guerra Fría está siendo demolido por el presidente Trump. En apenas un mes en el cargo, ha dejado de lado a sus aliados tradicionales, los países europeos, y se encuentra en vías de entendimiento con el dictador ruso. Asistimos al desplome del orden internacional surgido después de la Guerra Fría. El mundo es ahora más inestable e impredecible. 

En las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia no cuenta la opinión de los ucranianos ni la de los aliados europeos, tampoco los acuerdos y los valores políticos y culturales compartidos. Sólo importa el ímpetu impredecible de dos hombres, Trump y Putin, que creen tener el mundo a sus pies. Cínico como pocos, el presidente Trump presenta ahora al agresor como agredido y a la víctima como agresor para justificar su cambio de postura. En realidad, el concepto de poder del nuevo presidente norteamericano se asemeja más al de Putin y otros tiranos que al de las democracias europeas. Ucrania, en este contexto, importa poco. Así que ya ha triunfado la fuerza, la violencia arbitraria, el imperialismo y la mentira. 

En el mundo vuelve a imperar la ley del más fuerte, como a principios del siglo XX. Y esto ha envalentonado a numerosos líderes mundiales. ¿Quién se atreve ahora a pedir explicaciones a Netanyahu por las atrocidades en Gaza o la invasión del Líbano? ¿Quién puede alzar la voz contra la invasión de la Republica Democrática del Congo por las fuerzas ruandesas? ¿Quién osará impedir, en este contexto, que China invada Taiwán? ¿Quién va a pedir explicaciones cuando el rey de Marruecos ordene invadir las ciudades españolas de Ceuta y Melilla? El orden internacional está roto, las Naciones Unidas, que nunca han servido para gran cosa, han quedado por completo desacreditadas y ninguna gran potencia apuesta hoy por la concordia entre las naciones, el entendimiento tranquilo y la mesura en la toma de decisiones. 

Vivimos en un mundo de grandes tiranos: Putin en Rusia, Xi Jinping en China, Trump en los Estados Unidos. Triunfan aquí y allá los líderes mesiánicos, que se presentan como héroes todopoderosos que creen saber la voluntad de sus pueblos. En otros países también han surgido este tipo de líderes, aunque su fuerza e influencia es desigual. Hoy el mundo se parece más al de los años treinta que al de los años noventa del siglo XX. Los engaños, las mentiras y las trampas justifican decisiones arbitrarias, incomprensibles, en aras de intereses personales, poniendo en riesgo la vida de millones de personas. Vivimos en un mundo de sátrapas, de déspotas mentirosos y corruptos, donde la democracia auténtica, como la entendemos en Europa, no tiene cabida. 

Pero todo esto oculta otras cosas. La Roma de Joviano era una Roma en crisis, que había perdido sus valores tradicionales, una Roma decadente, incapaz de asumir que su tiempo había pasado ya. ¿Qué ocurre con Estados Unidos ahora? La deshonra por la firma del humillante tratado con los persas persiguió siempre a Joviano y hoy la Historia lo recuerda por aquello. Lo encontraron muerto en su tienda en Dadastana (actual Turquía) unos meses después de ascender al poder. Quizá murió asfixiado por el humo de una estufa. O quizá fue envenenado con setas. Da igual. Joviano fue uno más de los malos gobernantes de aquel imperio sumido en su crisis definitiva, una civilización que estaba a punto de sucumbir.


martes, 14 de enero de 2025

LA TIENDA DE LOS DESEOS


En la calle de la Escalinata, en el centro de Madrid, existe una pequeña tienda donde venden deseos. No los venden, en realidad; la propietaria te enseña a formular tus deseos y te proporciona todo lo que necesitas para lograrlos: un papelito, un cordel y un bolígrafo. Según sus instrucciones, debes escribir el deseo en presente o en pasado, como si ya lo hubieses cumplido, y no olvidar nunca precisar con exactitud cuándo lo vas a lograr. Especificar el año o el mes con determinación es fundamental para que se realice, según cuenta la mujer convencida.

Puedes pedir cuantas aspiraciones tengas, pero escríbelas con oraciones claras y precisas, para que nadie tenga dudas de lo que quieres. Después, el ritual se completa colgando el papelito en el muro exterior de la tienda, junto con los otros, y tocando la campana que avisa al destino de que tiene un nuevo cometido. A quien se encarga de cumplir esos deseos, sea quien sea, se le acumula el trabajo porque hay más de 40.000 papelitos en la fachada del local. Supongo que el azar, o quien se encargue de estos menesteres, lleva un orden así que irá cumpliendo los deseos poco a poco. Seamos pacientes.

La tienda de los deseos es el típico lugar que uno descubre por fortuna cuando pasea por el centro de Madrid, cerca de la Plaza Mayor y del Palacio Real. Es uno de esos locales que nadie espera, que nadie sabe que existe hasta que lo descubre por casualidad o lo ve anunciado en Instagram o TikTok. Luego se hace popular y los visitantes acuden a él como si fuera una atracción turística más. El establecimiento tiene aspecto de sala de estar, no de un comercio al uso: una mesa central, una chimenea antigua, una estufa, un gran espejo, unas cortinas rojas, varios relojes. Sobre la mesa, están en venta llaves mágicas para encontrar el amor, el trabajo, la paciencia, el dinero, etc. También se ofrecen libritos con consejos para alcanzar deseos, anhelos y aspiraciones.

A la izquierda, sobre un estante destacan varias fotografía antiguas de Madrid con sus respectivas descripciones. Son ejemplos de deseos cumplidos. ¡Y qué deseos! Una de ellas muestra el Palacio Real y en el pie de foto pone: "El Palacio Real fue un deseo del rey Felipe V hecho realidad". Junto a ella se encuentra otra de la fachada de la Catedral de la Almudena y el texto dice: "Fue deseo del rey Alfonso XII construir una gran catedral para la capital de España". Más allá, se exhibe otra imagen, ésta del Museo del Prado: "Fue la segunda esposa de Fernando VII, María Isabel de Braganza, quien deseó crear un museo de pinturas".

Mucha gente, la mayor parte turistas que han descubierto la tienda en las redes sociales, se arremolina en la humilde puerta roja del establecimiento. La fachada exterior está invadida por completo de papelitos blancos colgados por todos lados. Papelitos que son deseos, anhelos, esperanzas. Cada uno tiene a una persona detrás, alguien que espera que se cumpla lo que escribió en aquel trozo de papel. Desde luego, son deseos mucho más modestos que los de los monarcas, pero también más humanos. Un papelito dice: "Deseo que, en 2025, mi tía cumpla 101 años y que esté bien"

La mayoría de los mensajes son parecidos aunque estén escritos en diferentes lenguas. Los hay en castellano, en inglés, en francés, en italiano e, incluso, en árabe. El destinario de estos mensajes debe de ser políglota. Y parece que todos aspiramos a lo mismo. La felicidad se reduce siempre a tres cosas: salud para la familia, amor y un buen trabajo. Algunos piden también paz y tranquilidad. Cuando lo leí pensé que en ellas también se encuentra la felicidad, que son ambas una forma serena y madura de felicidad y, al parecer, muchas gente lo cree así.

Todos los mensajes son anónimos pues no es necesario especificar el remitente. La estrella, la ventura o la divinidad que se encarga de hacerlos realidad ya sabe quién escribió qué. Uno de los mensajes dice: "Que pueda reencontrarme con mi enamorado que está trabajando en otro país". En otro, que cuelga a su lado, leo: "Quiero que seamos amigos y estemos juntos para siempre"Y al leer un tercero no puedo evitar sonreír: "Quiero seguir con la persona que me da la vida y por la que viene en ella". El último que leo no es muy original: "Quiero salud, paz, éxito y felicidad". 

Yo también escribo mi mensaje en un papelito, con cuatro deseos claros y precisos para que los entienda bien quien tenga que hacerlos realidad. Luego ato el papel con el hilito junto a los otros, en una esquina del muro, entre la maraña de hojitas que cuelgan en el exterior de la tienda. Por último, toco la campana de la puerta roja, como debemos hacer para que todo se cumpla. En el instante final de la secuencia, cuando estoy a punto de alejarme del muro de papelitos definitivamente, uno de ellos llama mi atención. Me acerco una última vez y leo: "Que todos siempre encontremos el camino sin importar a donde queramos ir". 


lunes, 30 de diciembre de 2024

LOS MEJORES MOMENTOS ESTÁN POR LLEGAR

UN RECUERDO DEL AÑO 2024


Era una noche de agosto, una noche clara y calurosa de verano, de esas cortas y frenéticas. El resplandor de los focos de los escenarios desafiaba las tinieblas y el sucio y pringoso polvo, levantado por el gentío allí apelotonado, impedía ver con claridad; todo estaba difuminado, desdibujado. La bruma artificial y algo de alcohol convirtieron aquellas escenas en una ensoñación, en una secuencia casi irreal, que, a pesar de todo, recuerdo demasiado bien.

Caminábamos rápido por el recinto, sobre el asfalto y la arena. Nos recuerdo un poco aturdidos, alterados. No era para menos, aunque ya el motivo no importa. Aquel día recordé algo que casi había olvidado: siempre hay que estar donde uno debe estar y hacer lo que uno debe hacer. Y estuvimos donde debíamos estar, desde luego. A veces lo que nos rodea cambia nuestros planes de improviso. Y no importa. Aquella fue una de esas veces. El azar me impidió ver el concierto de Shinova, uno de los que más esperaba de una ristra de espectáculos insípidos y anodinos que se sucedieron esos días. Y la gente, más individualista aún si cabe en los festivales, nos miraba con indiferencia, casi con desprecio en su patético deambular de aquí a allá. 

Todos mis recuerdos de este año confluyen en aquella escena, en aquellos minutos excitados. Todo gira en torno a aquella noche, a aquellos días de agosto y no sé por qué. No ocurrió nada reseñable. Aquellos días no decidieron nada que no estuviese decidido. Pero ahora, a finales de diciembre, me acuerdo de ellos, es la imagen que mi mente recupera cuando el año está a punto de terminar. Vencí algunos miedos, ahuyenté algunos fantasmas y el tiempo acabó poniendo todo y a todos en su lugar, como me habían advertido. Aquellos días tuvieron sentido por esto. El festival también me recordó que todo y todos acaban decepcionando, que el desengaño y la desilusión nos persiguen implacablemente, que incluso lo que creemos más sólido se acaba fracturando sin remedio. Y no nos podemos fiar ni siquiera de quien tenemos al lado.

Pasados cuatro meses, todos aquellos días se condensan en esos minutos. La bruma polvorienta, el resplandor y los destellos de luces, el asfalto, la basura, los rostros impasibles; todo esto y los versos de una canción. Los versos que se repetían a lo lejos una y otra vez: "Que los mejores momentos sean los que están por llegar. Que no se agote la fe y que la suerte nos venga a buscar." Apenas conocía cuatro canciones de Shinova, no más, pero quería escuchar el concierto, quería escuchar esas cuatro canciones. No lo hice. Sólo llegaron a mis oídos algunos versos en la distancia, distorsionados por ruidos, por gritos, por risas, por llantos.

Aquella noche no asistí al concierto de Shinova, pero descubrí a Shinova. Dos días después, cuando acabaron los fastos, me dispuse a volver a casa. El cansancio y la desilusión se mezclaron entonces con la nostalgia y el alivio. Hacia calor, mucho calor. Tanto que decidí parar a darme un chapuzón en una piscina antes de llegar a mi destino. Cuando iba a arrancar el motor y abandonar aquella ciudad extraña, escribí en el reproductor de música "Lo mejor de Shinova". Durante todo el camino de regreso, escuché sus temas, aquellos que no había escuchado en directo. Durante una hora y cuarto descubrí a aquella banda vizcaína de rock e indie que no había podido disfrutar tres días antes y, desde aquel momento, me ha acompañado el resto del año, ha puesto la banda sonora a otras muchas historias que también se cruzan en mi memoria estos días.

La canción que recuerdo de aquella noche volvió a sonar en el coche. "Ídolos" habla de algo actual: la falta de referentes, la ausencia de identidad y el esfuerzo por encontrar un sentido a la vida, a lo que uno hace. Otra estrofa dice: "¿Quién nos puede ofrecer un buen corazón, valor, cerebro, tiempo y una motivación para aliviar este dolor?". Entonces, en el coche de camino a casa, me di cuenta de que la respuesta a esa pregunta es uno mismo. Sólo uno puede ayudarse a sí mismo. El corazón, el valor, el cerebro, el tiempo y la motivación están en nosotros y sólo en nosotros. Lo esencial es hacer lo que uno cree que debe hacer y hacerlo con honestidad hasta el final. Y eso da sentido a todo, ésa es la gran lección de este año.



Estampas del año 2024

miércoles, 18 de diciembre de 2024

LO QUE GUARDAN LOS TELÉFONOS


Esta mañana hice un examen con mis alumnos de 2° de Bachillerato. Bueno, empleando los eufemismos que nos acosan, sería mejor decir que mis alumnos realizaron una prueba objetiva para evaluar su nivel de desarrollo competencial. Pero, como esto no lo entiende nadie, por eso uso el término examen, el de toda la vida. El caso es que, antes de comenzar el ejercicio, les pedí, como es habitual, que depositasen en un pupitre vacío sus teléfonos móviles. 

Los teléfonos son en mi instituto como las meigas en Galicia. En teoría no existen porque están prohibidos, pero haberlos haylos. Así que, asumiendo esa realidad, para evitar tentaciones o sospechas de copia y trampas, lo mejor es dejarlos a la vista mientras se realiza el examen. Perdón, la prueba objetiva. Al principio no lo exigía, pero después de comprobar que los usan para copiar, no me quedó más remedio. Y no pasa nada. Veintidós alumnos había y veintidós móviles depositaron en la mesa. Ni un alumno sin su teléfono, faltaría más.

Así que allí los tuve amontonados toda la hora y me entretuve mirándolos con disimulo, desde una prudente distancia. Estos cachivaches contienen pedacitos de la vida de los alumnos. Son quizá el mayor almacén de pedacitos de sus vidas. En ellos se pueden rastrear sus gustos, sus miedos y sus sentimientos. Pero los adolescentes no son una excepción, tu móvil también es un almacén de pedacitos de tu vida y el mío, de la mía. Ahí está todo, ahí lo tenemos todo: redes sociales, contactos, amigos, amores, fotos, mensajes, notas, pensamientos, canciones favoritas, conversaciones, discusiones, opiniones, secretos, sentimientos. Ahí lo tienen todo, como también lo tenemos todo tú en tu móvil y yo en el mío.

Y al depositarlos en una mesa a la vista, se desprenden temporalmente de una parte de ellos mismos. Lo primero que noté es que no tienen ningún problema en hacerlo. Ninguno se resistió ni puso inconvenientes, simplemente asumieron las instrucciones sabiendo que era algo normal y preventivo. Desde hace varios años se lo pido antes de empezar todos los exámenes, y nunca nadie ha puesto objeción alguna. Al acabar el examen, alguno se olvida de cogerlo de la mesa y tengo que recordárselo pues no quiero ser responsable del disgusto al llegar a su casa y percatarse de que ha perdido su preciado artilugio, la prolongación de su mano, su compañero de fatigas.

Lo segundo de lo que me di cuenta es que casi todos los depositaron boca abajo, con la pantalla contra la mesa. Tan sólo uno, un despistado o ingenuo, creo yo, lo dejó con la pantalla a la vista. No sé si ese gesto es de privacidad, de desconfianza o de temor. ¿Temen que les llegue una notificación de algo embarazoso y que se ilumine la pantalla y quede a la vista de todos? ¿Desconfían de quien pueda estar mirando al lado? Es algo que se hace comúnmente. Lo he visto hacer a amigos, familiares y gente cualquiera y siempre he pensado que quien lo hacía tenía algo que ocultar, pero ahora creo que es más una costumbre y un gesto para proteger la privacidad de uno.

Cada aparato es, desde luego, un artilugio personal y personalizado. Cada uno tiene el suyo, de una marca diferente. Aquí casi todos eran Android, y tan solo un par eran IPhone. Otras veces, en otros grupos, es al revés: el iPhone se impone al Android. Da igual, todos tienen una carcasa individualizada, que distingue su móvil del resto. Y esas fundas protectoras reflejan también la personalidad, los gustos e incluso el estado de ánimo de los muchachos. En aquel aula, había un forofo del Atlético de Madrid, que lo luce hasta en el teléfono. Otra era fan del manga y el anime según los dibujos japoneses de la funda de su móvil. Y luego había un teléfono destrozado, con la carcasa partida por varios lados y el protector de pantalla roto. Era del alumno más nervioso de la clase, el que vive en un ataque de nervios permanente. El teléfono lo sufre.

Mientras los alumnos realizan un examen, uno se aburre increíblemente y da vueltas de aquí para allá. Hoy me estuve fijando en los teléfonos, dados la vuelta, con la espalda al aire, dormidos, esperando a que sus dueños terminasen. En algunos había guardados carnés de identidad y billetes de cinco euros. Los teléfonos hacen la función de cartera y monedero para algunos alumnos. Saben que no perderán el teléfono, que no lo dejarán olvidado. ¿Qué mejor lugar para guardar las cosas importantes? Varios tenían la cinta con la medida de la Virgen del Pilar, como si fuese un amuleto. Y otros tenían fotografías de carné, sobre todo de niños pequeños. El móvil es también la forma de llevar a alguien siempre contigo, a tu prima, a tu hermano, a tu novia o a tu amigo. 

Y otros tenían bonitos mensajes, que mostraban la intensidad vital propia de la adolescencia, la energía, la vitalidad, las convulsiones emocionales. Uno de los móviles guardaba un post-it en el que se podía leer "Te quiero de aquí a la luna" junto a una carita sonriente. No supe de quién era. Quizá tampoco debía saberlo. Cuando lo leí, me volví un segundo a los muchachos, concentrados haciendo su ejercicio, y luego miré el teléfono de nuevo, queriendo asociar el mensaje con uno de ellos. Me fue imposible. El teléfono de al lado guardaba otro mensaje tras la carcasa transparente, en un papel rasgado pude leer: "Eres la calma que necesito en la tormenta que es mi vida". Sonreí y pensé en todo lo que cuentan y guardan los teléfonos móviles. 


(Imagen generada con Inteligencia Artificial)