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sábado, 17 de julio de 2021

LOS MONJES DE MIRAFLORES

Retablo mayor, obra de Gil de Siloé


En 1441, el rey de Castilla Juan II de Trastámara cedió a la Orden de la Cartuja un palacio que su padre, Enrique, había construido en el bosque de Miraflores, cerca de Burgos. Bajo la protección de la Corona, los cartujos iniciaron la construcción de un monasterio y una iglesia con la dirección de Juan de Colonia. Los trabajos se iniciaron en 1454, año de la muerte del rey, y se prolongaron hasta 1488, ya durante el reinado de Isabel "la Católica".

Cuando uno entra en el monasterio se da cuenta rápidamente que la impronta de la reina Isabel se encuentra en todos lados. La reina católica patrocinó las obras y protegió a los monjes cartujos confiándoles la custodia del lugar donde estarían enterrados sus padres y su hermano. Y es que Isabel escogió el lugar como panteón familiar. La Cartuja de Miraflores es, por ello, mucho más que un monasterio: es el templo donde descansan los restos de Juan II de Castilla, su segunda esposa Isabel de Portugal y el primogénito Alfonso, apodado por la historiografía "el de Ávila".


Detalles de los sepulcros y del retablo


Juan II no tuvo un reinado fácil pues hubo de hacer frente a la guerra civil protagonizada por distintas facciones nobiliarias entre 1437 y 1455. Además, la política de la Corona estuvo mediatizada por la enorme influencia de Álvaro de Luna, favorito del rey. Por su parte, Isabel de Portugal, segunda esposa de Juan II, sufrió durante sus últimos años de vida graves trastornos mentales que la llevaron a recluirse en Arévalo. Y el infante Alfonso, "el de Ávila", también sufrió los intentos de dominación de la intrigante nobleza castellana, siendo proclamado rey precisamente en Ávila frente a su hermanastro Enrique IV. Su temprana muerte en julio de 1468, con apenas quince años, abrió las puertas a su hermana Isabel para reclamar la corona del reino.

El maravilloso retablo que el escultor Gil de Siloé realizó para la iglesia de la Cartuja de Miraflores es la muestra del amor de la reina Isabel por sus padres y su hermano. Se trata de un retablo gótico realizado en madera de nogal, dorada y policromada. Para su elaboración, se empleó parte del oro que Cristóbal Colón trajo de América después del descubrimiento.

El retablo es un enorme y refinado tapiz que despliega un complejo programa iconográfico. Destaca la gran corona de ángeles que forma una gran Hostia Sagrada en torno al centro del retablo, donde se encuentra Cristo en la Cruz. También están representados Dios Padre, el Espíritu Santo, la Virgen María, San Juan, San Pedro y San Pablo, María Magdalena y San Juan Bautista que flanquean la cruz. Los evangelistas, algunas escenas de la vida y pasión de Cristo, así como imágenes de otros santos, completan la detallada obra que deslumbra a cuantos visitan la Cartuja.


Vistas interiores y exteriores de la Cartuja de Miraflores


A los pies del retablo se encuentran los sepulcros de los padres de Isabel, que son también obra de Gil de Siloé. A su izquierda, podemos contemplar el del infante Alfonso, con una escultura del difunto en actitud orante. Los sepulcros, elaborados en alabastro de Guadalajara, presentan casi tanto detalle como el retablo y son un alarde de la exuberancia y riqueza del arte gótico isabelino, de finales del s. XV. 

Desde hace más de quinientos años, los monjes cartujos de Miraflores custodian los sepulcros tal y como la reina Isabel les confió. Allí protegen también la obra maestra del escultor castellano Gil de Siloé, el tesoro de la cartuja. Medio milenio de oración y contemplación; generaciones y generaciones de monjes dedicados a la protección y conservación del lugar. Aún hoy, en el siglo XXI, quince cartujos continúan la labor. Toda una eternidad. 


1) "La Crucifixión" de Joaquín Sorolla; 2) "La Anunciación" de Berruguete; 3) Cáliz donado por Juan II a los monjes cartujos; 4) Réplica del retrato de Isabel "la Católica"; 5) Vista exterior del templo.



Para saber más:

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