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martes, 22 de octubre de 2024

LA MUEDRA


Las lagartijas campan a sus anchas en este lugar. Están por todas partes y nadie las molesta. Corren de aquí para allá y toman el sol en los muros musgosos del camposanto. Los días de calor están terminando y éstos son los últimos rayos que reciben con fuerza, como a ellas les gusta. Es octubre, el tiempo del letargo no tardará en llegar y los reptiles lo saben.

Como en cualquier cementerio, se respira paz. Más en éste, entre pinos y robles y tan cerca de las mansas aguas del embalse de la Cuerda del Pozo. Aquí hace demasiado tiempo que no se entierra a nadie, que los difuntos son siempre los mismos, que sólo el trino de los pájaros perturba su descanso. Es un cementerio de un pueblo que ya no existe porque se encuentra bajo las aguas del pantano. 

Y, sin embargo, este santuario de la muerte es también lo único vivo de aquel pueblo. Hace unas semanas inauguraron aquí un humilde memorial en honor a los últimos habitantes de La Muedra. "La Muedra pervive" es la inscripción del monolito levantado fuera del cementerio. En el interior, unos paneles conservan para siempre los nombres de los difuntos y de los últimos modraños que habitaron este lugar que fue una localidad, y ya no es nada. 

- Estoy deseando que me cuentes lo que ocurrió aquí. Parece que la historia de este pueblo fue triste.

- Tuvo un final triste, sí. No sé gran cosa. En 1923, se aprobó el proyecto para la construcción de una presa en el curso alto del Duero y, unos años después, en 1927, quedó claro que La Muedra sería anegada por las aguas.

- ¿Y nadie hizo nada?

- Los vecinos pidieron que se reconsiderase el proyecto, pero no sirvió de nada. Ya sabes, estas cosas suelen pasar... Fue entonces cuando trasladaron el cementerio a un lugar más alto para salvar al menos a los difuntos. El 29 de septiembre de 1941, se inauguró la presa y el pueblo desapareció.

Paseamos entre algunas lápidas y leemos con atención los nuevos paneles. Algunos recogen estrofas de poetas ilustres, como Bécquer, Machado y Gerardo Diego. Me detengo un instante ante una corona de flores marchitas que alguien depósito allí hace semanas: "Nunca olvidaremos vuestro sacrificio". Este es un lugar de memoria, el eslabón que une el pasado con el presente, lo único que mantiene con vida La Muedra.

- La mayoría de los habitantes de La Muedra se fueron a vivir a otros pueblos de la zona. La mayoría acabó en Vinuesa, en Abejar, en el Royo...

- El desarraigo de aquellas gentes debió de ser duro. Al final pertenecían a un pueblo que no existía. No eran de ninguna parte.

- Algunos, cuando les preguntaban por su pueblo, decían "yo nací en La Muedra, yo no tengo pueblo". Es una frase bastante elocuente.


Caminamos ahora por la orilla del pantano hasta divisar a lo lejos la torre de la iglesia, que emerge de las aguas como un espectro de otro tiempo, pero aún maciza y orgullosa. El lugar está en silencio, sólo roto por el sonido de nuestras pisadas en la arena. Una asustadiza garza alza el vuelo a nuestro paso y, majestuosa, se aleja prudentemente de nosotros, de los intrusos en aquel sitio que ya pertenece a la naturaleza.

- Las casas estaban construidas en piedra, como las de Vinuesa o Molinos. Las mejores piedras se las llevaron para aprovecharlas en otras construcciones. Cuando el pantano tiene poca agua, se pueden ver aún los muros de algunas casas. Más allá había una ferrería. La chimenea sobresalía del agua como la torre de la iglesia, pero un día el viento la derribó. 

- Impresiona un poco ver la torre... ¿Era un pueblo próspero? ¿Cuántos habitantes llegó a tener? 

- Era un pueblo como tantos otros de la zona, un pueblo pinariego. Sus gentes vivían de la agricultura, de la ganadería y del bosque. No sé cuántos habitantes tenía La Muedra... Vamos a buscarlo en internet.

Y, mientras desandamos el camino, buscamos algo de información en la web. Casi todas las páginas repiten lo mismo. Según los datos estadísticos, a comienzos del siglo XX, La Muedra tenía unos 260 habitantes; en 1920, tenía sólo 220; pero en 1930, su población aumentó hasta los 330. Ése es el último dato demográfico que se conserva porque en el censo de 1940 ya no se contabilizó la población de esta localidad. 

- Fíjate, la población aumentó bastante en los últimos años, antes de que el pantano anegara el pueblo. Ganó un centenar de habitantes en diez años.

- ¿Y eso por qué fue?

- Por los trabajadores que construyeron la presa del pantano. Muchos vinieron a vivir a La Muedra con sus familias y eso revitalizó el pueblo y le hizo ganar habitantes. La obras duraron quince años aunque estuvieron paradas durante la Guerra Civil.

- Es un tanto paradójico, ¿no?

- ¿Qué es paradójico?

- Los últimos años de vida del pueblo fueron los más prósperos. En esos años había más trabajo por la construcción de la presa, pero fue la presa la que destruyó el pueblo. La construcción del pantano dio vida a La Muedra y, al mismo tiempo, la condenó a muerte. 

domingo, 25 de septiembre de 2022

¿Y SI RUSIA PIERDE LA GUERRA?

 La estatua de Lenin mira al moderno CBD de Moscú


En la últimas semanas hemos asistido a lo que parece ser un cambio de rumbo en la guerra de Ucrania. Las tropas de Kiev han recuperado algunos territorios ocupados por Rusia en el noreste del país, mientras el Kremlin ha anunciado la movilización parcial de la población para sostener el esfuerzo bélico. Además, se han organizado plebiscitos sobre la anexión a Rusia en los territorios rebeldes del Dombás y en las regiones ocupadas del sur de Ucrania.

Los expertos afirman que estos sucesos son muestras de la debilidad rusa y del intento del Kremlin de revertir el rumbo del conflicto. Tan solo en dos ocasiones anteriores el gobierno ruso había decretado la movilización militar de la población: durante la Primera Guerra Mundial (en 1914) y durante la Segunda Guerra Mundial (en 1941). Los antecedentes, desde luego, no son nada alentadores para la paz. 

Si echamos la vista a los últimos siglos, siempre que Rusia ha sufrido una derrota en un conflicto internacional, se han desencadenado profundas transformaciones sociales y políticas en el interior del país. Estas dinámicas evidencian cuánto depende el gobierno ruso (de antes y de ahora) de su posición de fuerza en el concierto de las naciones.

Entre 1853 y 1856 se desarrolló la Guerra de Crimea que, para muchos, es la primera guerra contemporánea en Europa. Enfrentó al Imperio ruso contra una coalición de países formada por el Imperio otomano, Francia, Reino Unido y Cerdeña. Las tropas rusas no pudieron derrotar al débil ejército turco gracias al apoyo francés y británico. El Tratado de París (1856), que puso fin a la guerra, debilitó la posición de Rusia en los asuntos internacionales durante los reinados de los zares Alejandro II y Nicolás I.

A nivel interior, la derrota puso de manifiesto la enorme distancia que separaba a Rusia de las grandes naciones industrializadas del Occidente europeo. La necesidad de reformas sociales y políticas se concretó en el Edicto de Emancipación (1861) que abolía la servidumbre en Rusia, aunque dejó insatisfechos tanto a terratenientes como a antiguos siervos. También hubo otras reformas: se relajó la censura, se amplió la educación y se reformó el sistema judicial. A partir de entonces, los jueces debían ser libres e independientes. Esto limitó, por primera vez, la autocracia zarista.

A comienzos del siglo XX, se produjo una nueva derrota rusa en la guerra contra Japón (1904 - 1905). Cesó la expansión rusa en el este de Asia y Japón ocupó la península de Corea y Manchuria. La derrota reveló, una vez más, la ineficacia del ejército zarista, mal entrenado, mal organizado y mal armado. La guerra terminó con el Tratado de Portsmouth, por el que Rusia fue obligada a reconocer su derrota.

A nivel interno, la debacle militar se dejó notar en las ciudades industriales del oeste: San Petersburgo y Moscú. Se sucedieron protestas y manifestaciones que culminaron en el "Domingo Sangriento" (22 de enero de 1905) cuando los soldados del zar abrieron fuego contra los manifestantes y provocaron cientos de muertos. El zar Nicolás II firmó el Manifiesto de Octubre en el que prometía algunas reformas liberales: la convocatoria de una Duma estatal, una nueva ley de sufragio, etc. La derrota contribuyó también a desacralizar la figura del zar y en algunas ciudades se formaron los primeros "soviets".

Apenas una década después, la Primera Guerra Mundial volvió a coger al ejército ruso mal preparado. Aunque el gobierno de Nicolás II vio en la guerra una oportunidad para reforzar su posición, las continuas derrotas militares frente a los ejércitos alemanes tuvieron justo el efecto contrario. En 1915, la pérdida de Polonia supuso una gran humillación. Cientos de miles de soldados murieron en el frente y el dedo acusador apuntó directamente al zar. Su imagen, deteriorada tras el "Domingo Sangriento", se hundió con las derrotas militares en la Gran Guerra.

Las consecuencias son bien conocidas: la Revolución de Febrero de 1917 destronó a Nicolás II y se proclamó una república dirigida por un Gobierno Provisional. Como éste se empeñó en seguir combatiendo en la Gran Guerra, la situación empeoró aún más hasta que los bolcheviques dieron un golpe de Estado, conocido como la Revolución de Octubre y tomaron el poder. El efecto de todo ello fue el triunfo de la revolución comunista. La Rusia zarista desapareció de un plumazo y en su lugar se constituyó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Por primera vez, la doctrina socialista se puso en práctica en un país. 

La última gran derrota rusa (en este caso soviética), se produjo en Afganistán, donde las tropas de Moscú intervinieron en apoyo del gobierno comunista de Kabul. La guerra se prolongó entre 1978 y 1989, cuando Mijaíl Gorbachov ordenó la retirada de los últimos efectivos soviéticos. Los insurgentes muyahidines (apoyados por las potencias occidentales, sobre todo, Estados Unidos), desencadenaron una guerra de guerrillas que convirtió Afganistán en una ratonera para el ejército ruso.

Los historiadores no dudan de que el enorme gasto que supuso la intervención en suelo afgano se encontró detrás del colapso de la URSS en 1991. A finales de la década de los 80, la URSS mostraba alarmantes síntomas de debilidad interna: atraso en la industria de bienes de consumo, baja productividad económica, déficit tecnológico y sobredimensión del sector militar, entre otras causas por la guerra de Afganistán. Aunque Gorbachov trató de impulsar la modernización económica y política del régimen, a través de la famosa "Perestroika" (transformación), las reformas condujeron al colapso del sistema en pocos años. En 1991, la URSS se desintegró y con ello aparecieron quince repúblicas independientes, entre ellas, la Federación Rusa. 

Parece que en 2022 nos encontramos ante una nueva encrucijada militar rusa. Viendo estos antecedentes, una derrota de los ejércitos rusos en Ucrania podría tener graves consecuencias a nivel interno. Pero ¿será Rusia derrotada? Probablemente, no. El Kremlin no va a permitir una derrota militar clara y humillante que pueda desestabilizar el gobierno autoritario de Putin. Antes se buscará un acuerdo que se pueda vender en el interior de Rusia como una victoria o, en el peor de los casos, se utilizará armamento nuclear, algo que el gobierno ruso ya ha dicho que contempla. Todo ello, claro está, si el esfuerzo bélico y los fracasos militares no desencadenan un cambio político en Rusia antes de que termine la guerra. Sólo el tiempo lo dirá.


Centro de Moscú antes de la caída de la URSS



domingo, 27 de marzo de 2022

QUO VADIS, RUSIA?



Partamos de un hecho incuestionable: Rusia no puede ser reducida a una mera potencia regional porque su poder es global. Basta mirar un mapa para comprobar que, por definición, este país tiene una influencia mundial. Con sus más de 17 millones de km2 de superficie, es el Estado más extenso del mundo y tiene fronteras con las principales potencias políticas y económicas del mundo.

Por el oeste, limita con la Unión Europea. Por el sureste, comparte una extensa frontera con China. Y en el extremo este, limita con Japón. Al otro lado del mundo (desde nuestra perspectiva), sólo el estrecho de Bering (80 km.) separa a Rusia de las costas de Estados Unidos en Alaska. La proximidad de Rusia al Próximo Oriente y a Asia Central la convierte también en un actor destacado en estas convulsas regiones. Rusia es (y ha sido siempre) un puente entre Oriente y Occidente, entre Asia y Europa.

A pesar de esta enorme extensión y la disponibilidad de valiosísimos recursos naturales, la geografía no es benévola con Rusia. La mayor parte de sus tierras se encuentran a una elevada latitud, próximas al Círculo Polar Ártico, una región fría y seca. Gran parte de las tierras rusas no son aptas para el cultivo, sobre todo en Siberia, donde predomina la taiga y la tundra. Por otro lado, Rusia apenas tiene salida a mares cálidos. Sus larguísimas costas son bañadas por el Ártico, el Báltico y el Pacífico Norte, y pasan (o pasaban) muchos meses del año congeladas. Sólo los puertos del Mar Negro se encuentran plenamente operativos todo el año aunque la salida al océano desde este mar es muy problemática (a través del estrecho del Bósforo controlado por Turquía y del estrecho de Gibraltar, controlado por España, Marruecos y el Reino Unido).

Las tierras rusas son muy llanas y carecen de fronteras naturales que sirvan para fijar límites e impidan la entrada de pueblos foráneos. Por el oeste, Rusia está abierta a la Gran Llanura Europea y por el este, las estepas se extienden hasta el centro de Asia, China y Mongolia. Por eso, históricamente, Rusia ha sido invadida por numerosos imperios. Las cumbres de los Urales no detuvieron a las hordas mongolas en el siglo XIII, que entraron por el este. En la Edad Moderna, las tierras del oeste de Rusia fueron conquistadas por teutones, suecos, polacos y lituanos. En 1812, fueron los ejércitos de Napoleón quienes llegaron hasta Moscú. Y en 1941, los ejércitos nazis sitiaron Leningrado (San Petersburgo).

Así las cosas, desde finales de la Edad Media, los gobernantes de Moscovia (más tarde, Rusia) se afanaron en conquistar territorios que protegiesen el núcleo central ruso en torno a Moscú. Al tiempo que los zares consolidaban su poder autocrático, buscaban establecer sucesivos anillos concéntricos de territorios tapón que previniesen nuevas invasiones. En 1667 fue conquistado Kiev; en 1721 los territorios bálticos (Estonia y Letonia) fueron incorporados al imperio; la Confederación Polaco-Lituana fue desmembrada a finales del siglo XVIII; y en el siglo XIX se sometieron, con muchos problemas, los territorios al norte y al sur del Cáucaso.

En Asia, la conquista de las primitivas poblaciones de Siberia fue rápida, desde el siglo XVII. Las tribus nómadas de Kazajistán y el Turquestán (Asia central) fueron sometidas en el siglo XIX. En 1900, Rusia era el imperio terrestre más extenso del mundo, poblado por gentes muy diversas étnica, lingüística y culturalmente.


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Rusia siempre ha sido demasiado grande y ha estado demasiado poblada para ser aceptada como una igual por las potencias europeas. Además, sus centros de poder (Moscú - San Petersburgo) estaban muy distantes del centro de Europa. A Rusia no llegaron el Renacimiento y el Humanismo en el siglo XVI; y sólo las élites de Moscú y San Petersburgo estuvieron en contacto con las ideas ilustradas en el siglo XVIII. Los grandes zares rusos (Iván el Terrible, Pedro el Grande y Catalina la Grande) se afanaron por consolidar un Estado absolutista a toda costa, buscando la legitimidad en la Iglesia Ortodoxa (Moscú identificada como la Tercera Roma) y en la cultura rusa, aunque gobernaban sobre muchos pueblos no rusos. Tres fueron los pilares del imperio zarista: ortodoxia, autocracia, nación.  

A pesar de todo, Rusia siempre estuvo integrada en las relaciones internacionales europeas hasta 1917. Fue precisamente la Revolución bolchevique, en plena Primera Guerra Mundial (1914 - 1918), la que sembró la semilla de la desconfianza de Occidente hacia Moscú. Aún así, las circunstancias históricas volvieron a unir a los rusos (ahora la Unión Soviética) con Francia, Inglaterra y Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial hasta su definitiva ruptura en 1945. Durante la Guerra Fría, la URSS, que lideraba al Bloque Comunista, se convirtió en la gran enemiga del Occidente capitalista.

Desde la caída de la URSS y la desintegración del espacio soviético, las relaciones de Rusia con Occidente han atravesado tres fases diferentes. Durante la presidencia de Yeltsin (1991 - 1999), Rusia pareció integrarse completamente, participando incluso en operaciones de la OTAN y adoptando una actitud un tanto sumisa hacia la política exterior de Estados Unidos. En la primera etapa del gobierno de Putin (1999 - 2008) la actitud cambió por algunas desavenencias (como la ampliación de la OTAN hacia el este de Europa), pero sin olvidar la colaboración (por ejemplo, en la lucha antiterrorista tras el 11-S de 2001). En una tercera fase, identificada con el fortalecimiento del poder de Putin y la deriva autoritaria de su gobierno, las relaciones con Occidente han desembocado en una nueva oposición y confrontación (escudo antimisiles de la OTAN, invasión de Georgia, anexión de Crimea y guerra de Ucrania).

A nivel interno, la desintegración de la URSS en diciembre de 1991 no abrió el camino a la consolidación de un régimen democrático. Recordemos que Rusia nunca había disfrutado de democracia anteriormente y que la tricentenaria autocracia zarista había sido sustituida por la dictadura comunista con la Revolución de 1917. Durante la presidencia de Yeltsin, el caos económico provocado por la apertura a la economía de libre mercado se asoció con un presidente débil, sin mucho poder frente a los oligarcas y las regiones separatistas (Primera Guerra de Chechenia de 1994 - 1996). La incipiente democracia se asoció a la corrupción, la inestabilidad y la pobreza. A partir de 1999, la llegada de Putin al poder fue un punto de inflexión. De nuevo un líder fuerte (como los zares autócratas) imponía orden, acababa con los separatistas (Segunda Guerra de Chechenia, 1999 - 2009) e impulsaba el desarrollo económico. 

Vladimir Putin volvía a apostar, ahora, por los pilares del antiguo imperio zarista tras el paréntesis soviético y la presidencia de Yeltsin: la autocracia como forma de gobierno (un líder autoritario incuestionable), la ortodoxia (alianza con la Iglesia Ortodoxa de Moscú) y la nación (un ultranacionalismo violento y expansionista). Este esquema le llevó a reprimir a cualquier forma de oposición interna, a realizar los cambios legales para perpetuarse en el poder (modificación de la Constitución en 2020) e intervenir en la política interior de los países de la "vecindad próxima", una especie de patio trasero particular de Moscú (Georgia, Kazajistán, Bielorrusia, Ucrania, Moldavia, etc.).

Quo vadis, Rusia? ¿Hacía dónde va la Rusia del siglo XXI? Para responder a esta pregunta sería necesario saber, primero, hacia dónde se dirige el presidente Putin. Se ha convertido en un autócrata al más puro estilo de los zares, eliminando al disidente y controlando con puño de hierro la política interna. Se ha convertido también en el terror de Europa y del mundo occidental, por sus amenazas y sus agresiones militares, presentándose como un déjà vu que los ingenuos europeos creían olvidado. Pero la gran tragedia del 2022 es que la Rusia de hoy se parece más a la Corea del Norte de Kim Jong Un y a la China de Xi Jinping que al imperio de Pedro I o al de Catalina "la Grande". 




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domingo, 27 de febrero de 2022

UCRANIA Y RUSIA EN 6 MAPAS



Desde la Revolución del Euromaidán en 2014, Ucrania ha pasado de ser un país prácticamente desconocido para Occidente a aparecer frecuentemente en los medios de comunicación. La invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 es el último episodio de una historia compleja. Repasamos aquí los hitos más destacados de la historia de Ucrania y de Rusia con seis mapas.


1. El Rus de Kiev (ss. IX - XIII)


A finales del siglo IX, los rusos, que habitaban cerca del Mar Báltico, se desplazaron hacia el sur, a las llanuras ribereñas del Mar Negro y atravesadas por los ríos Dniéster y Dniéper. Crearon el Principado de Kiev, el primer Estado ruso, y establecieron contactos comerciales con el Imperio Bizantino. En el siglo XIII, los ejércitos mongoles invadieron Europa oriental y sometieron el Principado de Kiev. Posteriormente, cuando el Imperio Mongol se fragmentó, aparecieron pequeños principados, como el Kanato de Crimea, en el sur de la actual Ucrania. No hay diferencias entre los pueblos eslavos del norte (no podemos distinguir entre rusos y ucranianos).



2. Expansión rusa (ss. XIII - XIX)


Los príncipes rusos de Moscú empezaron a fortalecer su posición a comienzos del siglo XIV, sometiendo otros Estados rusos cercanos. Progresivamente, como se puede ver en el mapa, conquistaron amplios territorios, extendiendo su control hacia el sur y el oeste a costa de otros Estados como Suecia, Polonia - Lituania, el Kanato de Crimea y los territorios de la Orden Teutónica. El objetivo de los zares rusos desde el siglo XVII fue triple: 1) crear un territorio tapón en el oeste que protegiese el núcleo central ruso en torno a Moscú, 2) lograr una salida al Mar Báltico (San Petersburgo en 1703) y otra al Mar Negro (Sebastopol en 1783) y 3) expandirse hacia Siberia, el este, donde no tenía ninguna competencia. La ciudad de Kiev, que había sido capital del primer Estado Ruso, fue conquistada por la Rusia de los Romanov en 1667.



3. El Imperio ruso en 1914


En vísperas de la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918), el Imperio Ruso era un inmenso Estado que se extendía desde las llanuras polacas en el oeste al Océano Pacífico en el este y desde Laponia y el Ártico en el norte al Hindú Kush en el sur. Sin embargo, padecía una gran debilidad interna: pobreza y atraso económico y social. Además, era un Estado multiétnico donde numerosos pueblos no rusos (polacos, fineses, estonios, armenios) reclamaban su independencia. A finales del siglo XIX se forjó también la identidad nacional ucraniana: una historia diferenciada de Rusia, una lengua unificada a partir de diversos dialectos rusos, unos orígenes mitológicos, etc. En este momento, los eslavos del norte se dividían en "grandes rusos" (rusos), "pequeños rusos" (ucranianos) y "rusos blancos" (bielorrusos).



4. La Guerra Civil Rusa (1917 - 1922)


Como consecuencia de las continuas derrotas de los ejércitos del zar Nicolás II en la Primera Guerra Mundial, estalló la Revolución Rusa en 1917. Fue un complejo proceso que se desarrolló en dos fases: la Revolución de febrero y la Revolución de octubre. Tras esta, los bolcheviques liderados por Lenin tomaron el poder. Lenin retiró a Rusia de la Primera Guerra Mundial en el Tratado de Brest-Litovsk (marzo de 1918), perdiendo numerosos territorios en el oeste: Finlandia, las Repúblicas Bálticas, Polonia y Ucrania. En la posterior Guerra Civil Rusa (1917 - 1922), los bolcheviques consiguieron recuperar el control sobre Ucrania e integrarla en la nueva Unión Soviética en 1922. Se formaron así la República Socialista Soviética de Ucrania y la República Socialista Soviética de Rusia, entre otras. Todas estaban dentro de la URSS.



5. La Unión Soviética (1922 - 1991)


La URSS estaba formada por quince repúblicas socialistas soviéticas que, en teoría, gozaban de amplia autonomía. En la práctica, sin embargo, imperaba el centralismo de Moscú. El proceso de rusificación del país fue intenso, sobre todo en algunas etapas, como el periodo estalinista (1924 - 1953). En Ucrania, numerosos pueblos fueron deportados a Siberia, como los tártaros de Crimea o los cosacos. Los ucranianos sufrieron el hambre en los años 30, muriendo casi 5 millones de personas. Muchos lo consideran un genocidio: "Holodomor". Durante la Segunda Guerra Mundial (1939 - 1945), algunos ucranianos vieron en la invasión nazi una oportunidad para recuperar la tan ansiada independencia de la URSS. 



6. La Ucrania actual (1991 - 2022)


La actual República de Ucrania es el resultado de un largo proceso de incorporación de territorios al núcleo original en torno a Kiev. Lenin incorporó a la RSS de Ucrania las regiones del Dombás y el sur (Odesa), muy ricas económicamente. Stalin incorporó Rutenia, conquistado por el Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial. Y Kruschev en 1954 anexionó la Península de Crimea que a partir de entonces fue administrada desde Kiev. La República de Ucrania ganó la independencia de la URSS en agosto de 1991. Rusia se independizó de la URSS en diciembre de ese año.

En 1994, el Memorándum de Budapest garantizaba la integridad territorial de Ucrania previa cesión a Rusia de todo el armamento nuclear que había en territorio ucraniano. En 2014, Rusia violó el memorándum y se anexionó la Península de Crimea en un clima de inestabilidad en Ucrania por la Revolución del Euromaidán y la guerra en el Dombás.




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jueves, 24 de febrero de 2022

¿QUÉ OCURRE EN UCRANIA?


El 25 de diciembre de 1991, hace apenas treinta años, se desintegró la Unión Soviética, víctima de sus propias contradicciones internas y del descalabro económico del sistema comunista. De ella surgieron quince nuevas repúblicas independientes, siendo su heredera jurídica a nivel internacional la Federación Rusa. El espacio soviético se fragmentó no sólo en el plano territorial sino también desde un punto de vista político y cultural, pero Rusia nunca renunció a ejercer la tutela sobre los países vecinos.

La implosión de la URSS fue también el punto final de la Guerra Fría, el sistema de relaciones internacionales que había imperado en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial (1939 - 1945). El bloque comunista, que había rivalizado durante décadas con el bloque capitalista liderado por Estados Unidos, se hundió dejando a la superpotencia americana como la única en el mundo. La nueva Federación Rusa no podía compararse a la antigua URSS y su poder político y económico era mucho más reducido. No así su poder militar, que se mantuvo prácticamente intacto.

Estas son las dos grandes frustraciones que Rusia ha arrastrado desde hace tres décadas: el fin de su hegemonía indiscutida en una mitad del mundo y el dominio absoluto de un vastísimo imperio territorial que se extendía desde Alemania en el oeste hasta la Península de Kamchatka en el este y desde el Ártico en el norte hasta el Hindú Kush en Asia Central. Fuera de Rusia quedaban además amplias regiones que habían estado dominadas históricamente por Moscú, como Ucrania y el Cáucaso. Lo único que conservó Rusia fue su enorme poder militar y unos valiosos recursos naturales.

La apertura a la economía de libre mercado fue catastrófica en casi todos los países nacidos de la Unión Soviética. La transición desde el comunismo al capitalismo fue un desastre en Rusia y en Ucrania. Se formó enseguida una oligarquía empresarial que concentró la mayor parte de la riqueza del país. Esto influyó también en la implantación de regímenes democráticos al estilo occidental. Ni Rusia ni Ucrania ni el resto de república exsoviéticas (con la excepción de los países bálticos) habían disfrutado antes de democracia liberal, y así siguen treinta años después. Su implantación fue un fracaso. 

La idea de que todos los problemas se solucionan con un líder autoritario fuerte está muy arraigada en las sociedades rusa, bielorrusa, kazaja y, en menor medida, ucraniana. Líderes como Alexandr Lukashenko (en Bielorrusia), Nursultán Nazarbáyev (en Kazajistán) y Vladímir Putin (en Rusia) son ejemplos de ello. En Rusia, además, muchos confían en que Putin recupere el prestigio del país y vuelva a convertirlo en una gran potencia respetada y temida por el resto de naciones, en especial por Occidente (Europa y EE.UU.), como en los tiempos de la Guerra Fría.

Por si fuera poco, en los treinta años que han transcurrido desde la caída de la URSS y el presente, la OTAN ha ampliado sus fronteras progresivamente hacia el este, acercándose cada vez más a Rusia. La OTAN es una alianza militar creada en 1949 bajo el liderazgo de EE.UU. para enfrentar un posible ataque de la URSS. Con la desaparición de esta, la OTAN no se disolvió y la nueva Rusia la vio como una amenaza. Al mismo tiempo, los antiguos países satélites de la URSS (Polonia, Checoslovaquia, Hungría, etc.) y las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) vieron en la alianza atlántica el escudo de protección necesario para evitar la injerencia rusa en sus países. 

El miedo de Rusia a perder la influencia sobre el antiguo espacio soviético la ha llevado a intervenir directamente en países que ahora son independientes. Habitualmente, Moscú ha aprovechado las poblaciones étnicamente rusas o ruso-parlantes que viven en estas naciones para desestabilizarlas en beneficio propio. Así ocurrió en la temprana fecha de 1990 (antes del hundimiento de la URSS) en Transnistria, una región moldava donde aún hoy hay tropas rusas. 

En 2008 ocurrió algo similar con las regiones de Abjasia y Osetia del Sur que proclamaron su independencia de Georgia y fueron reconocidas por Moscú. Después el ejército ruso entró en Georgia para proteger las nuevas repúblicas. En 2014, tocó el turno a Ucrania con las rebeliones de las regiones rusófonas de Donetsk y Lugansk en el Dombás. Su independencia ha sido reconocida ahora, en 2022, pero el gobierno ruso ha estado apoyando a los rebeldes desde entonces.

Ese mismo año de 2014, el presidente ruso Vladímir Putin dio un paso más en su empeño por mantener el control sobre Ucrania cuando anexionó a Rusia de manera ilegal la estratégica Península de Crimea, algo que violaba la integridad de Ucrania y todas las leyes internacionales. También hay poblaciones rusas en otros países exsoviéticos como Estonia, Letonia y Kazajistán que pueden ser utilizadas por el Kremlin para desestabilizar esas naciones. Caso aparte es Bielorrusia, cuyo presidente Lukashenko es un estrecho colaborador de Rusia. Para Occidente Bielorrusia es un Estado títere de Moscú; para Moscú es un buen amigo. 

En el discurso que Putin dio a la nación el 21 de febrero de 2022, anunciando el reconocimiento de la independencia de las regiones del Dombás, justificó su decisión con una retórica imperialista más propia del siglo XIX que del siglo XXI. Estaba además preparando el terreno para la invasión del país. Cuestionó la legitimidad de Ucrania como nación independiente y su derecho a existir: "Ucrania para nosotros no es sólo un país vecino. Es una parte fundamental de nuestra propia historia, cultura y espacio espiritual". Lo acusó también de ser un Estado fallido debido a la corrupción y un títere de EE.UU. (por querer unirse a la OTAN, precisamente para evitar una agresión rusa). Reivindicó, por último, el antiguo Imperio Ruso de los zares y el espacio soviético desaparecido en 1991.

Putin se ve a sí mismo como el líder fuerte capaz de restaurar la supremacía de Rusia frente a EE.UU., pero a su vez tiene miedo de la OTAN y su poder militar. Quiere que países como la propia Ucrania, pero también Bielorrusia, Moldavia, Georgia y Kazajistán, entre otros, constituyan un territorio tapón que proteja a Rusia de la OTAN y donde Moscú pueda intervenir cuando le plazca. Así lo dijo claramente: "Les dimos a estas repúblicas el derecho a salir de la Unión (Soviética) sin términos ni condiciones. Eso fue una locura."

¿Y cómo justificar una invasión militar en pleno siglo XXI? Convirtiendo al rebelde en víctima y a la víctima en agresor. Aludiendo a un supuesto genocidio de las poblaciones rusas del este de Ucrania. Amenazando con una guerra nuclear a gran escala. Destruyendo el imperio de la ley con el imperio de la fuerza. Y usando la impunidad que ofrece la debilidad del contrario. La siguiente pregunta es: ¿Saciará Putin su voracidad con la incorporación de una parte de Ucrania a Rusia y la implantación de un gobierno títere en Kiev? ¿O será solo otro capítulo de una serie de intervenciones militares y conquistas que no terminará hasta que alguien le pare los pies? ¿Y quién puede ser ese "alguien"? 





Para conocer la Historia de Ucrania pincha aquí
 


 

lunes, 16 de agosto de 2021

UN PAÍS INDOMABLE

BOSQUEJO DE LA HISTORIA DE AFGANISTÁN


Arriba: bandera de Afganistan. Abajo: izq. muyahidines en los años 80; der. montañas del Hindu Kush


La historia de Afganistán ha estado condicionada desde antiguo por varios factores. Desde un punto de vista geográfico, el país está dominado por el macizo del Hindu Kush, una amplia cordillera con profundos valles y altas montañas (más de 6.000 metros en algunos puntos). Esto ha dificultado tradicionalmente la integración de los pueblos afganos y las comunicaciones en el país. La organización social, por otra parte, es fundamentalmente tribal, lo que ha impedido la implantación de un gobierno central eficaz. En Afganistán viven diferentes etnias: pastunes, uzbekos, tayikos, etc.

Todas las potencias extranjeras que han intentado conquistar las tierras de Afganistán desde la antigüedad han fracasado. Fracasaron las falanges macedonias de Alejandro Magno en el siglo IV a.C.; las huestes musulmanas de los Omeyas en el siglo VIII; y el moderno ejército británico en el XIX. También la URSS tuvo dificultades cuando sus tropas intervinieron para apoyar al gobierno comunista de Kabul en 1979. Afganistán es una ratonera porque es prácticamente imposible dominar un terreno tan abrupto habitado por gentes acostumbradas a la guerra.

Y es que la guerra va indisolublemente unida a Afganistán. El país lleva más de cuarenta años sumido en diversos conflictos que han hecho imposible el desarrollo económico y social. La invasión soviética se prolongó hasta 1989 y fracasó porque los soldados de la URSS y del gobierno comunista afgano fueron hostigados incesantemente por los muyahidines en una guerra de guerrillas interminable. Los muyahidines recibieron apoyo financiero y armamentístico de algunos países árabes y de EE.UU. 

Con la retirada de los soviéticos y el hundimiento de la república comunista no llegó la paz. Afganistán se sumió en una larguísima guerra civil entre las distintas facciones muyahidines. El país se dividió en diferentes regiones controladas por señores de la guerra y bandas de criminales dedicadas a la rapiña. Entre esos grupos emergió uno que no era muyahidín: el talibán. Los "talibanes" (como se les conoce en Occidente) fueron en origen un grupo de jóvenes estudiantes vinculados al ejército paquistaní y caracterizados por una ideología fundamentalista islámica. Pretendían purificar el país y eliminar los males provocados por la dominación socialista y la presencia occidental durante las décadas anteriores.

En 1996, los talibanes se hicieron con el control de amplias zonas del país y ocuparon la capital, Kabul. Bajo el liderato del misterioso Mulá Omar, enseguida implantaron un Emirato Islámico y trataron de consolidar su poder. La implantación de la Sharía o Ley Islámica en su forma más estricta caracterizó el gobierno talibán que convirtió Afganistán en un régimen de terror. 

Se prohibió la música y los bailes así como el teatro y el cine; también se eliminó el consumo de alcohol y tabaco; y la ropa occidental fue censurada. Los hombres debían llevar barba y el pelo corto, y debían vestir a la manera tradicional. Las mujeres sufrieron la peor parte y fueron sometidas a los hombres: se las expulsó de las escuelas y se las recluyó en casa; debían ir cubiertas hasta los tobillos con el burka y no podían salir solas a la calle. El adulterio y la homosexualidad se penalizaron con la muerte y el método más habitual de ejecución fue la lapidación. Cualquier actividad de disfrute fue prohibida porque contravenía las leyes del Islam.

Afganistán se convirtió también en refugio de numerosos grupos terroristas como Al-Qaeda. En suelo afgano, esta organización tenía bases de entrenamiento. A pesar de ir en contra de los preceptos del Islam, los talibanes permitieron también la producción y la exportación de opio. No obstante, los talibanes nunca controlaron por entero el país. Eran muy fuertes en las montañas del sur, fronterizas con Paquistán, pero su poder era casi nulo en el norte, donde algunos poderosos muyahidines y señores de la guerra se unieron en la Alianza del Norte para hacer frente al gobierno talibán de Kabul.

Que el gobierno talibán daba cobijo a importantes organizaciones terroristas y criminales no era ningún secreto en los albores del siglo XXI. De hecho, en 1998, después de los atentados contra las embajadas de EE.UU. en Nairobi (Kenia) y Dar es Salaam (Tanzania), Washington bombardeó campos de entrenamiento terroristas en suelo afgano. El 11 de septiembre de 2001, Al-Qaeda, liderada por Osama bin Laden, perpetró el mayor ataque terrorista en la historia de EE.UU. Como respuesta, el presidente de EE.UU. George W. Bush lanzó su famosa "guerra contra el terror" y en octubre de ese mismo año, la OTAN, con la autorización de las Naciones Unidas, invadió Afganistán.

En coordinación con la Alianza del Norte, liderada por el señor de la guerra Abdul Rashid Dostum, las tropas internacionales realizaron varias ofensivas en suelo afgano y en noviembre de 2001 tomaron Kabul. El gobierno talibán se desmoronó, pero la paz, una vez más, no se logró. Durante veinte años, las tropas internacionales permanecieron en suelo afgano intentando mantener la estabilidad en el país y combatiendo a los talibanes, que se replegaron al sur, escondiéndose en las montañas fronterizas con el vecino Paquistán.

Se estableció una república al estilo occidental en cuyo gobierno tomaron parte antiguos muyahidines aliados de EE.UU. y de la OTAN: Hamid Karzai se convirtió en presidente del país; Dostum ocupó diversos cargos y alcanzó la vicepresidencia en 2014. Los ejércitos extranjeros entrenaron y equiparon al nuevo ejército afgano. Se persiguió a los grupos terroristas (Bin Laden fue eliminado por fin por las tropas americanas en 2011 en Abbottabad - Paquistán -). Se potenció al mismo tiempo la educación y  la situación de las mujeres y de las niñas mejoró algo. Se construyeron carreteras y puentes para mejorar las comunicaciones. En definitiva, durante veinte años se intentó impulsar el progreso económico y social del país.

Pero las amenazas fueron demasiado grandes. La corrupción rampante del gobierno y la administración afganas lastraron el funcionamiento del nuevo Estado. La violencia se perpetuó. Más de 4.000 soldados extranjeros (en su mayoría estadounidenses, pero también de otras naciones) murieron en combates contra los insurgentes talibanes. Y en el mundo, otros actores reclamaron la atención de las potencias ocupantes. El mundo en 2021 no es igual que el de 2001. Los intereses que llevaron a EE.UU. y la OTAN a Afganistán son diferentes a los de hoy en día. Para Washington no vale la pena seguir gastando dinero y hombres en una guerra sin fin en un país en el fin del mundo.

Por eso, el presidente Biden anunció hace unos meses que las tropas estadounidenses abandonarían Afganistán antes del 11 de septiembre de 2021. En su repliegue paulatino, los talibanes han tomado ventaja de sus posiciones y han ganado progresivamente más fuerza en numerosas provincias. En realidad nunca se fueron del todo de las zonas rurales y su influencia siempre fue decisiva en muchas regiones. Ahora simplemente han decidido retomar el poder por completo a pesar de que se habían iniciado unas supuestas negociaciones de paz con el gobierno legítimo. La legitimidad la da de nuevo la fuerza. El ejército afgano, desintegrado en pocos días, abrió las puertas de Kabul a los talibanes el 15 de agosto y el Emirato islámico fue proclamado de nuevo.

Afganistán es conocido como "la tumba de los imperios" por lo inhóspito de sus tierras y el belicoso carácter de sus gentes. Ahora el país queda otra vez a su suerte, a la deriva, ante un futuro muy incierto. Los talibanes han prometido una mayor moderación que en la anterior etapa pero está por ver que cumplan su promesa. También está por ver que sean capaces de asentar un gobierno en un país caótico e indomable.

viernes, 19 de junio de 2015

5 MICROHISTORIAS DE 5 MICRONACIONES



En las últimas semanas hemos visto noticias sobre el plan de un padre estadounidense de crear un reino para su hija: el Reino de Sudán del Norte. Este país imposible no es el único del planeta (Wikipedia cuenta 77 micronaciones) y la gran mayoría tienen curiosas historias. Aquí resumimos las historias de cinco de las micronaciones más sorprendentes.





SEALAND


Situado en el Mar del Norte, a unos diez kilómetros al sudeste de la costa de Gran Bretaña, el Principado de Sealand se proclamó independiente en 1967. Se trata de una plataforma marina construida por la Royal Navy en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial. Tomada por el británico Paddy Roy Bates en 1967, actualmente su soberano es su hijo, el Príncipe Michael I. El Estado emite moneda y pasaporte y dispone de una selección de fútbol propia a pesar de que cuenta con una superficie de 250 m2 y una población de tres habitantes (la familia real que, además, no vive permanentemente en la plataforma).




CIUDAD LIBRE DE CHRISTIANIA


Se trata de un barrio del este de Copenhague (Dinamarca) autogobernado parcialmente por los vecinos desde septiembre de 1971. Su origen se sitúa en una disputa entre los vecinos de la Calle Pusher de la capital danesa y el Estado danés en torno a unos terrenos empleados anteriormente por militares. Los vecinos ocuparon el terreno y fundaron Christiania que puede ser definida como una comuna. Actualmente viven allí unos 850 "christianitas" que no pagan impuestos al Estado danés. Por ello, los productos son hasta un 50% más baratos que en el resto de Copenhague. El barrio, que tampoco se considera miembro de la Unión Europea, se ha convertido en una atracción para los turistas que visitan la capital de Dinamarca.




ISLA DE LAS ROSAS


La Isla de las Rosas fue una micronación con una breve historia. En 1964, el ingeniero mutimillonario italiano Giorgio Rosa inició la construcción de una plataforma marina en el mar Adriático, en las proximidades de las costas de Italia. El uno de mayo de 1968 su propietario proclamó la independencia de la "República de la Isla de las Rosas". La plataforma, que adoptó el esperanto como idioma oficial y disponía de bares y tiendas, se convirtió en un reclamo turístico. El gobierno italiano, temiendo que la independencia fuese una estrategia de Giorgio Rosa para no pagar impuestos, ordenó la ocupación de la plataforma en junio de 1968. Los carabinieri expulsaron a sus propietarios y, posteriormente, la plataforma fue dinamitada.




REINO DE REDONDA


El Reino de Redonda es una nación literaria creada en torno a la isla deshabitada del mismo nombre. La Isla de Redonda es una dependencia de Antigua y Barbuda, en el mar Caribe. Al parecer, el banquero Matthew Shiell compró la isla en 1865 y la Reina Victoria de Inglaterra le concedió el título de Rey de Redonda. El título paso, tras su muerte, a su hijo, el escritor M. P. Shiell quien lo vendió en numerosas ocasiones. En la actualidad hay numerosos pretendientes al trono de Redonda, entre ellos el escritor español Javier Marías (rey Xavier I).





LOS ESTADOS LIBRES AMBULANTES DE OBSIDIA


Este Estado, autoproclamado independiente en 2015, es la culminación del sueño de Carolyn Yagjian de convertirse en soberana. Se trata de una roca obsidiana de apenas unos centímetros de extensión que su propietaria lleva siempre consigo. Carolyn Yagjian, una artista visual de veintinueve años nacida en Oakland (EE.UU.), se proclamó Gran Mariscal de Obsidia y diseñó su bandera. En la actualidad, cualquiera puede solicitar la ciudadanía de Obsidia a través de su grupo de Facebook o de la página web del país. 


viernes, 20 de febrero de 2015

EUROPA, "COMO DEBERÍA SER"

MAPA DE LOUIS PAUL BÉNÉZET PARA ELIMINAR LAS TENSIONES ÉTNICAS EN EUROPA (1918)






Este mapa fue elaborado por el escritor y maestro estadounidense Louis Paul Bénézet (1876 - 1961) en 1918, cuando la Primera Guerra Mundial se encontraba en sus últimos momentos. Fue publicado en un libro titulado "La Guerra Mundial y lo que viene detrás" en el que afirmaba que la contienda había sido provocada por el expansionismo alemán pero también por las tensiones étnicas causadas por la permanencia de minorías dentro de países o imperios más amplios. Proponía el autor que se reestructuraran las fronteras de Europa para construir Estados - Nación estables que eliminasen la inestabilidad étnica, igual que se iba a hacer en Oriente Próximo tras la desintegración del Imperio Otomano.

Ahora, casi cien años después, y desde una perspectiva histórica, la idea del maestro norteamericano no parece descabellada porque, si comparamos su mapa con el actual mapa político Europeo, podemos comprobar que Bénézet no andaba desencaminado. Fijémonos detenidamente:

El autor propone la existencia de países que en 1918 no existían y que alcanzaron la independencia a finales del siglo XX como Eslovenia (1), la República Checa (24) y Eslovaquia (25). Otros alcanzaron la independencia poco después de acabada la Primera Guerra Mundial y por tanto, cuando Bénézet hizo el mapa, no sabía que esto iba a suceder. Es el caso de Polonia (26), Hungría (23), Finlandia (29) las Repúblicas Bálticas (Estonia, Letonia y Lituania, en el nº 27), que Bénézet las incluye en una misma nación, o el Reino de Serbios y Croatas, luego Yugoslavia (22).

Otros, en cambio, como Rumanía (21), Bulgaria (20), Albania (17) y Grecia (18) ya eran Estados independientes antes de la Gran Guerra. En el caso de los países escandinavos, llama la atención la ampliación de Dinamarca hacia el sur, con la incorporación de los ducados Schleswig y Holstein (7) como efectivamente ocurrió tras la Guerra. Noruega (32) y Suecia (31) ya eran Estados independientes pero destaca la propuesta de otro Estado más al norte, Laponia (30).

En Europa Occidental el autor propone cambios interesantes. Alemania (3) incluiría los Sudetes (hoy de la República Checa), Austria y la mitad oriental de Suiza; en definitiva, todos los territorios con población germana. Francia (12) incluiría la mitad occidental suiza, francófona, por lo que la Confederación Helvética desaparecería completamente. Sólo quedaría independiente el valle de los Alpes donde se hablaba (y se habla) el Romanche (2).

Italia (16) incluiría el Bajo Tirol y Trieste en el Adriático que efectivamente adquirió tras la Guerra. Bélgica quedaría dividida en dos: Flandes (5) al norte y Valonia (4) al sur; mientras Holanda (6) se mantendría independiente. Curiosamente, España (15) se mantendría inalterable excepto por la independencia de los vascos (13) cuyo Estado incluiría las (entonces) Provincias Vascongadas y el País Vasco Francés. España en cambio, incorporaría la mitad occidental de la isla de Cerdeña que Bénézet juzgaba con rasgos lingüísticos y culturales españoles. Portugal (14) permanecería inalterada.

Cabe destacar asimismo Turquía (19) que perdería parte de la Tracia oriental y también algunas zonas de la costa oeste de Asía Menor a favor de Grecia. Curiosamente, el Tratado de Sèvres (1920) proponía estas pérdidas pero posteriormente fueron  recuperadas por Turquía.

Finalmente, llama la atención la división del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. Irlanda (10), que alcanzó la independencia en 1921, aparecía en este mapa de 1918 como propuesta de Estado. Inglaterra (9) retendría Irlanda del Norte por su afinidad religiosa y por la considerable población inglesa asentada en esa zona como finalmente ocurrió generando no pocos problemas. Escocia (8) y Gales (11) aparecen también como países independientes, incluyendo, éste último el Ducado de Cornualles. El Reino Unido quedaría por tanto disuelto.

Bénézet se adelantó a los tiempos proponiendo este mapa pero efectivamente, la historia le daría la razón varias décadas después. El mapa llevaba por título "Europe as it should be", "Europa como debería ser", curioso...





Los mapas de antes y después de la Primera Guerra Mundial pueden consultarse aquí.



viernes, 13 de febrero de 2015

UCRANIA, ENTRE DOS MUNDOS

HISTORIA DE LA FORMACIÓN TERRITORIAL DE UCRANIA

Plaza Maidán (de la Independencia) de Kiev durante las protestas nacionalistas y proeuropeas de 2013. El monolito simboliza la independencia de Ucrania como una terrible metáfora en el centro de una plaza destruida por las protestas.



La República de Ucrania vive las horas más oscuras de su corta historia como país independiente. La imposibilidad de decidirse por su vecina y "madre" Rusia o por la moderna Europa la ha llevado a una guerra civil que pone en duda la propia existencia territorial del país. Pero el mal de Ucrania es su propia posición geográfica, en una encrucijada entre dos continentes, entre dos mundos.

Ucrania no puede entenderse sin Rusia; igual que Rusia no puede concebirse sin Ucrania. Los rusos, asentados en Novgorod, cerca del Báltico, no constituían en el siglo IX una entidad política independiente, pero hacia el 862, enviaron a los guerreros varegos (vikingos) para que colonizasen las extensas llanuras del sur, cercanas al Mar Negro. Veinte años después, en el 882, el varego Oleg el Sabio conquistó Kiev y los territorios circundantes que acabaron convirtiéndose en un Principiado. Fue el Rus de Kiev, el primer Estado ruso.

Kiev vivió una época dorada en los siglos X y XI gracias al acercamiento a Bizancio, pero en el siglo XIII las hordas mongolas llegaron desde los confines de Asia y sometieron el principado. Kiev era rusa en un momento en el que no existían diferencias étnicas ni culturales entre rusos y ucranianos. La posición de aquellas extensas y fértiles llanuras era su propia maldición: rusos, polacos y otomanos se repartieron el territorio durante la edad media.

Kiev y la parte oriental de Ucrania, igual que Rusia, quedaron bajo control del mongol Gengis Khan a mediados del siglo XIII. A su muerte el Imperio mongol se dividió, quedando Ucrania y Rusia dentro de la llamada Horda de Oro, liderada por Batu Khan. La Horda Dorada de dividió posteriormente en numerosos y débiles kanatos (principados) y los príncipes rusos, de Moscú, ganaron fuerza militar para conseguir la independencia. 

El este de Ucrania quedó bajó el Kanato de Crimea, un principado vasallo del Imperio Otomano, hasta el siglo XVIII mientras la región de Kiev cambiaba de manos constantemente. El oeste de la actual Ucrania quedó integrada en la República de las Dos Naciones, que unía el Reino de Polonia y el Gran Ducado de Lituania para constituir el país más extenso de Europa en su época.

En los siglos XV, XVI y XVII, los rusos de Moscú, bajo la dinastía de los Romanov, fueron ampliando su poder y sometiendo a todos los débiles kanatos situados entre el Volga y el Cáucaso, herencia del pasado mongol. En el año 1654, el zar Alexis o Alejo I consiguió por fin, recuperar la antigua capital rusa, Kiev, y poco después incorporó a Rusia el territorio del sur, próximo a Crimea donde habitaban numerosos pueblos (tártaros, cosacos, eslavos).

Es por tanto, a mediados del siglo XVII cuando el territorio de la actual Ucrania se incorporan a Rusia. Siempre había estado en la esfera cultural, política y religiosa rusa, pero es entonces cuando queda dentro del Imperio de los Romanov. La gran potencia europea en la que se está convirtiendo Rusia la lleva a expandirse hacia el oeste a costa de Polonia, Suecia y los territorios teutónicos; y también hacia el sur, donde choca con el Imperio Otomano.

La Península de Crimea fue el escenario de disputas entre turcos y rusos. La debilidad del kanato de Crimea fue aprovechada por Rusia, que en 1783 la anexionó. Inmediatamente, súbditos eslavos, principalmente rusos de la zarina Catalina la Grande acudieron a poblar la pequeña y valiosa península. Con ella, Rusia se aseguraba la salida al Mar Negro y por tanto, al Mediterráneo.

A comienzos del siglo XIX, todos los territorios de la actual República de Ucrania eran parte del Imperio Ruso excepto la esquina occidental, Rutenia, que pertenecía al Imperio Austriaco. Entre 1853 y 1856 tuvo lugar en suelo ucraniano (actual) la llamada Guerra de Crimea entre el Imperio Ruso y una coalición que unía a ingleses, franceses y saboyanos en apoyo al Imperio Otomano. La Guerra certificó la debilidad turca que no consiguió recuperar la península y abrió las puertas a Moscú para intervenir en los Balcanes.

Hasta ahora no hemos hablado de ucranianos como pueblo porque era prácticamente imposible diferenciarlos de los rusos. Ambos, ucranianos y rusos eran, junto con los rusos blancos (bielorrusos) eslavos del norte. Es precisamente en el siglo XIX cuando surge la identidad nacional ucraniana gracias a algunos intelectuales que inventaron (leen bien) unos orígenes míticos y legendarios para crear una antiquísima nación que en realidad nunca existió. Pero no debemos alarmarnos por esto porque fue lo común en la Europa decimonónica. También se estandarizó la lengua ucraniana a partir de diversas variedades dialectales del ruso.

La creación de una historia y de una lengua comunes ucranianas llevó a reclamar el reconocimiento por parte de Moscú, la autonomía e incluso la independencia. Igual sucedía con otros pueblos que vivían dentro del Imperio Ruso pero, en todos los casos, los zares ignoraron sus demandas. Durante la Primera Guerra Mundial el Imperio Ruso comenzó a debilitarse y las tierras ucranianas entre los ríos Dniéster y Dniéper vivieron los estragos de la contienda. Ucrania fue militarizada primero por los ejércitos rusos, después fue campo de batalla y por último ocupada por los alemanes.

La Revolución Rusa de 1817 abrió la puerta a la independencia de los ucranianos pero ¿con qué territorio? La efímera República Popular Ucraniana, independiente de Moscú, se configuró con una extensa región alrededor de Kiev. Kiev era considerada la capital de los ucranianos aunque, como hemos visto, también fue la primera capital rusa. En el mapa inferior se ve la extensión de aquel Estado que nació con los días contados (en verde y naranja). No pertenecían a Ucrania la región del Dombass (Lugansk y Donetsk) así como Crimea, cuyas poblaciones eran mayoritariamente rusas aunque acogiesen también a algunas familias ucranianas.

En cualquier caso, la recién nacida República Popular de Ucrania fue sometida de nuevo en 1918 por el Ejército Rojo en el contexto de la Guerra Civil Rusa. Los bolcheviques no iban a permitir que unos territorios tan rusos como los ucranianos fueran independientes. Además, las fértiles llanuras ucranianas proporcionaban cereales, tan necesarios entonces. Ucrania fue sometida y Lenin configuró una nueva república socialista dentro de la URSS: la República Socialista Soviética de Ucrania. Los destinos de los ucranianos quedaron de nuevo ligados a los de sus hermanos rusos.

Lenin incorporó en 1922 a la RSS de Ucrania las regiones entre los territorios considerados tradicionalmente ucranianos y el Mar Negro así como la rica región minera del Dombass al este (en morado en el mapa). No cedió Crimea, la puerta rusa al Mar Negro, que seguía dependiendo de la ahora República Socialista Soviética de Rusia. Quedaban dentro de la Ucrania comunista cientos de miles de rusos pero esto no importaba puesto que Ucrania y Rusia eran un mismo país, la URSS.


Pincha sobre el mapa para agrandar.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Ucrania fue invadida por los ejércitos nazis y prácticamente ocupada en su totalidad. Los ucranianos sufrieron las consecuencias de la xenofobia alemana y la represión fue durísima en algunas regiones de Ucrania. El Ejército Rojo sin embargo recuperó la región a sangre y fuego enfrentándose al mismo tiempo contra los nazis y contra grupos de resistencia ucranianos. Estos grupos, que luchaban tanto contra alemanes como contra rusos no consiguieron detener la expansión hacia el oeste y Stalin acabó recuperando todos los territorios perdidos. Los grupos de resistencia ucranianos estuvieron activos hasta los años cincuenta.

El Ejército de Stalin siguió su expansión hacia el oeste e incorporó otros territorios que hasta entonces nunca habían sido rusos. Entre ellos destaca Rutenia, el extremo oriental de la antigua Checoslovaquia ocupado durante la guerra, primero por Hungría y después por Alemania. Finalizada la contienda, Stalin, que se negó a devolver los territorios conquistados por el Ejército Ruso, decidió incorporar Rutenia a la RSS de Ucrania.

No entraremos aquí en las atrocidades y deportaciones ordenadas por Stalin sobre los pueblos que habitaban lo que hoy es Ucrania. cabe señalar que tártaros y cosacos las sufrieron y prácticamente desaparecieron de las regiones ribereñas del Mar Negro. Los ucranianos, gracias a su afinidad étnica, cultural y lingüística con los rusos se libraron de las deportaciones; no así de la hambruna que asoló la URSS entre 1932 y 1933 como consecuencia de la colectivización forzosa de la tierra ordenada por el Kremlin y que costó la vida a millones de ucranianos.

La última incorporación territorial a la RSS de Ucrania se produjo en 1954, cuando Kruchev decidió ceder Crimea (en azul en el mapa). Fue una decisión completamente administrativa: dentro del mismo país, la URSS, un territorio próximo geográficamente a Ucrania pasaba a Kiev en lugar de depender de Moscú, más distante geográficamente.  

Cuando en 1990, la URSS se desintegra, la mayoría de las Repúblicas Socialistas que la componían adquieren la independencia. Ucrania la logra en agosto de 1991 y Rusia en la Navidad de ese mismo año. La independencia fue pacífica pero dentro de los Estados había profundas contradicciones. 

En Ucrania convivían cientos de miles de rusos, sobre todo en los territorios del este y del sur (la región carbonífera del Donbass que incluye a Dontesk y Lugansk), más próximos cultural y lingüísticamente a Moscú pero dependientes de Kiev. Rusia, además, veía cómo su base naval en Sebastopol (Crimea), su salida natural al Mar Negro, quedaba en manos de Kiev, que ahora nada tenía que ver con Moscú. Un acuerdo entre las dos nuevas repúblicas permitió a los rusos mantener su flota en Crimea, pero siempre con el permiso ucraniano.

Ucrania estuvo durante los años noventa próxima a Rusia y era uno de los miembros más importantes de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) surgida tras la implosión de la URSS. Mientras Kiev se mantuvo fiel a Moscú, las relaciones fueron cordiales y la estabilidad interna de Ucrania estuvo garantizada. Sin embargo, cuando las autoridades ucranianas trataban de aflojar los lazos que las sujetaban a Rusia, desde el Kremlin se endurecían las posiciones. Así ocurrió en enero de 2009 cuando Moscú ordenó el corte de suministro de gas a Ucrania en respuesta a la negativa de Yulia Tymoshenko a aceptar una subida en el precio del combustible.

En 2010, las elecciones fueron ganadas por el prorruso Victor Yanukovich que garantizó el suministro energético a Ucrania y la presencia de la flota rusa en Sebastopol (Crimea). ¿Cuál es el problema que desencadenó la crisis y la guerra entonces?

Ucrania sigue estando muy dividida. El oeste es profundamente ucraniano y mira más a Europa que a Rusia ya que los nacionalistas ucranianos desean ingresar en la OTAN y en la UE algo que los alejaría de la tutela de Moscú y consolidaría la democracia. El este y el sur (ya dijimos: la región del Dombass y Crimea) son mayoritariamente rusas y los ucranianos son allí una minoría. La tensión entre este y oeste esta servida pero mientras desde Kiev gobernaba un prorruso no se produjeron enfrentamientos.

Cuando el presidente Yanukovich se decidió a fortalecer aún más las relaciones con Rusia, grupos ultranacionalistas y europeístas ucranianos iniciaron sangrientas protestas en la Plaza Maidán de Kiev. La Revolución del Euromaidán, como se conoce, consiguió derrocar al presidente en febrero de 2014 y los nacionalistas alcanzaron el poder con la intención de acercar Ucrania a Occidente. La crisis se trasladó entonces desde la capital al este y al sur.

Moscú no estaba dispuesto a ceder su satélite ucraniano ni, por supuesto, a permitir que la OTAN y la UE se hicieran con Ucrania. Así, el Presidente Putin alentó a los rusos ucranianos del este del país que, a modo de quinta columna, iniciaron una guerra por la independencia de sus territorios. Los rusos de Lugansk, Donetsk y Crimea son mayoría en sus provincias pero minoría en Ucrania y, cuando el gobierno de Kiev miró a Occidente, ellos se decidieron a reclamar la independencia y la incorporación a Rusia. 

En marzo de 2014, mediante un referéndum ilegal y posiblemente fraudulento, Crimea aprobó su independencia de Ucrania y su anexión a Rusia. Desde Rusia, por supuesto, no se puso ningún impedimento pues la incorporación de la península suponía recuperar completamente la base naval de Sebastopol. En las regiones del este, la guerra civil se recrudece puesto que Moscú, aunque niega el apoyo a los rebeldes independentistas prorrusos, no deja de armarlos con el objetivo de desestabilizar internamente Ucrania e impedir así su acercamiento a la UE y a EE.UU.

En definitiva, Ucrania vive hoy las consecuencias de una historia convulsa que la ha convertido en el colchón protector de Rusia frente a la OTAN y a la UE y que Moscú se niega a dejar escapar. La diversidad lingüística interna y la carencia de sentimiento nacional ucraniano en las regiones del este, rusófonas y más próximas culturalmente a Moscú que a Kiev, hacen de Ucrania un polvorín que ha estallado y es difícil de apagar.