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domingo, 26 de julio de 2015

EL GRAN DICTADOR

UNA REFLEXIÓN PERSONAL



Las líneas que siguen no pretenden ser una crítica cinematográfica de "El Gran Dictador", ni tampoco una crítica histórica. Simplemente se trata de una reflexión personal sobre la obra maestra de Charles Chaplin. Pretendo, con las ideas que voy a exponer seguidamente, suscitar la curiosidad por el filme y comentar algunas de las escenas más interesantes desde una punto de vista histórico.

"El Gran Dictador" fue la primera película sonoro dirigida, producida e interpretada por el actor británico Charles Chaplin. Fue rodada en los Estados Unidos de América y estrenada en 1940. Ese mismo año recibió cinco nominaciones a los Premios Óscar pero, a pesar de ser aplaudida por la crítica, no ganó ninguno. Charles Chaplin que protagoniza la película interpretando al dictador Adenoid Hynkel y al barbero judío, recibió el premio del Círculo de Críticos de Nueva York al mejor actor.

Se trata de una fábula sobre la situación política en la Europa de entreguerras (1918 - 1939), una alegoría completamente descarada y brillante de la Alemania Nazi, de Hitler y del fascismo que se estaba extendiendo por Europa en el momento de su estreno. Desde mi punto de vista se puede comparar con las brillantes novelas de G. Orwell, "Rebelión en la Granja" - un trasunto de la Revolución Soviética - y "1984" - una alegoría de la Guerra Fría -. 

Ambientada en el ficticio país de Tomania (Alemania), un barbero judío es herido al finalizar la Primera Guerra Mundial (1914 - 1918) y pasa veinte años con amnesia en el hospital. Cuando recibe el alta y vuelve a su barbería, la situación ha cambiado en su país: el dictador A. Hynkel (Hitler, obviamente) se ha hecho con el poder y ha convertido el barrio en una gueto para los judíos (sí, como el de Varsovia).

Por supuesto, nunca se nombra a Alemania ni a Hitler pero cualquiera que contemple el film los verá. Hay que tener en cuenta que cuando se comienza a rodar la película, en 1939, la Segunda Guerra Mundial acababa de comenzar y en 1940, cuando se estrena, Hitler se encontraba en la cima de su poder y parecía que iba a ganar la guerra. Pero el film es una feroz crítica a todos los postulados del partido nazionalsocialista, al antisemitismo y a las ansias expansionistas de Alemania. Destacaría tres momentos:

El primero es la secuencia más famosa de la película: Hynkel jugando con una bola del mundo enorme. El dictador juega con ella como lo haría un niño, soñando con convertirse en el emperador del mundo y sin preocuparse por nada. Lanza su mundo por los aires, lo recoge, lo empuja con las manos, con los pies, con la cabeza, con el culo... pero no se da cuenta que de tanto jugar con el, el mundo le acaba explotando en sus manos. Cuando se rodó esta escena aún no estaba resuelta la contienda, como hemos dicho, pero Chaplin predijo, de alguna manera, cuál podía ser el desenlace de la política que estaba llevando a cabo Hitler.

El segundo momento es el encuentro entre Hynkel y el dictador de Bacteria, B. Napoloni (parodia de B. Mussolini, dictador de Italia) en una estación de tren (que por cierto, recuerda al encuentra entre Franco y Hitler en Hendaya, Francia). Napoloni, que hasta habla italiano, se entrevista con el dictador de Tomania para tratar el asunto de la invasión de Osterlich (este país, en la película neutral, es la alegoría de Austria, cuyo nombre en alemán es, curiosamente, Österreich). Se observa la rivalidad entre los dos dictadores y entre las dos naciones y las arriesgadas decisiones que toman sin pensar en las consecuencias (Hynkel firma la declaración de guerra a Bacteria para romperla instantes después, tras hablar por teléfono con Napoloni).

El tercer y último instante de la película que debemos destacar es el discurso final del barbero judío. Éste, tras escapar del campo de concentración, se disfraza de oficial tomanio y es confundido con el dictador Hynkel (su apariencia es la misma porque ambos están interpretados por Chaplin). Lo presentan ante la multitud que le alaba en la capital de la recién anexionada Osterlich (parodia de la entrada de Hitler en Viena en 1938) pero el barbero judío da un discurso en favor de la paz y la democracia. Sin duda, el discurso es el colofón perfecto para la película y el mejor alegato posible en defensa de la libertad y la igualdad.

Dicen que el propio Hitler vio la película dos veces; muchos darían lo que fuese por conocer sus opiniones al respecto. En España, el estreno se retrasó hasta 1976, tras la muerte del dictador Franco que también se debió de dar por aludido al ver la patética actuación de su "colega" Hynkel en la historia de Chaplin. En cualquier caso, un discurso como el final, en favor de la democracia y la libertad, era impensable tanto en la Alemania de Hitler, como en la Italia de Mussolini, en la España gris de Franco o en cualquier otra de las dictaduras europeas fascistas o pseudofascistas.

Un film muy recomendable, sobre todo para aquellos que les apasiona la Historia.



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