Shinzo Abe, primer ministro japonés, 14 de agosto de 2015
Ayer, Japón y otros países asiáticos conmemoraron el final de la Segunda Guerra Mundial, del que se cumple ahora el 70º aniversario. El primer ministro nipón, Shinzo Abe, pronunció un discurso en el que, una vez más, pidió perdón por los desmanes cometidos por los ejércitos japoneses durante la guerra. Prometió, además, que Japón no volvería a repetir agresiones como aquellas y recordó el compromiso de su país con la paz.
En algunos países asiáticos que, entonces, fueron invadidos por los ejércitos nipones, como China, Corea del Sur o Filipinas, la réplica no se hizo esperar. Mandatarios de éstos y otros países han acusado al primer ministro Abe de falta de sinceridad en sus disculpas. Piden a las autoridades japonesas que asuman realmente la culpabilidad de su país, reconozcan las terribles atrocidades cometidas y visiten los memoriales a las víctimas (algo que nunca ha hecho un primer ministro japonés). [ver la noticia aquí y aquí]
Desde 1995, casi todos los primeros ministros japoneses han pedido perdón por la responsabilidad de Japón en la guerra. Una culpabilidad que no se puede negar. Ahora bien ¿es necesario seguir pidiendo perdón, setenta años después del final de la guerra, por aquellas atrocidades? El 57% de la población japonesa cree, a día de hoy que su país ya ha pedido perdón suficientes veces y empiezan a verlo como un acto de humillación. Por su parte, en países como China y Corea del Sur, se cree que Japón aún no ha reparado los daños morales causados en la Segunda Guerra Mundial. Tanto es así que la invasión japonesa de sigue distorsionando hoy la relaciones entre estos países y Japón.
Desde mi humilde punto de vista, esta situación roza, en la actualidad, lo absurdo. No cabe duda de que el militarismo y el expansionismo japonés fueron dos de las causas principales de la Segunda Guerra Mundial y los desencadenantes directos de la entrada de los Estados Unidos en la guerra. Tampoco hay duda de las atrocidades cometidas por los ejércitos japoneses en China, Corea, Filipinas o Indonesia: ejecuciones masivas, campos de concentración y de exterminio, violaciones, destrucción de campos de cultivo, etc. Pero, a pesar de todo, no debemos olvidar que la sociedad japonesa también sufrió durante la guerra y después de ella. Y tampoco podemos ni debemos obviar las tremendas atrocidades cometidas por los Estados Unidos y las otras potencias aliadas sobre los japoneses.
No se trata de dudar de la culpabilidad de Japón - igual que de Alemania - en la guerra, puesto que hacerlo sería, sencillamente, increíble. Se trata de ampliar la visión y de verlo todo con perspectiva.
Vamos a comparar datos (todos ellos terribles): Alemania asesinó a casi 6 millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, en los seis años de contienda. En ese mismo periodo 2'5 millones de japoneses murieron en la guerra. Sólo el 6 de agosto de 1945, en la ciudad de Hiroshima, murieron 140.000 civiles japoneses tras la caída de la bomba atómica. Tres días después, lo hicieron otras 70.000 en Nagasaki y en los meses siguientes las cifras de muertos ascendieron a 180.000 y 140.000 muertos respectivamente a causa de la radiación. ¡Sólo en tres días murieron más de 200.000 japoneses! [ver crónica de aquellos días aquí]
Estados Unidos que, dicho sea de paso, fue uno de los grandes artífices de la victoria aliada en la guerra, nunca ha pedido perdón por el lanzamiento de aquellas bombas atómicas. Nunca se ha arrepentido de la muerte de cientos de miles de mujeres, niños y ancianos, no combatientes. La única diferencia entre Japón y EE.UU. es que el segundo país lo hizo en nombre de la libertad, la paz y la democracia. Pero las atrocidades son las mismas.
En el artículo titulado "Las bombas de Hiroshima y Nagasaki" que forma parte del brillante libro "Memoria del mal, tentación del bien" [puede leerse íntegro aquí], el filósofo Tzevetan Todorov reflexiona sobre los paralelismos existentes entre las atrocidades cometidas por los ejércitos del Eje y las atrocidades cometidas por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. La conclusión a la que llega no es definitiva pero puede resumirse en que la única diferencia entre las atrocidades cometidas por ambos bandos fue el fin último; en las potencias del Eje el objetivo era exterminar al enemigo para crear la sociedad perfecta de acuerdo con la ideología de sus líderes; en las potencias aliadas el objetivo era terminar la guerra, alcanzar la paz y consolidar la libertad y la democracia. Pero las atrocidades y los muertos, en ambos bandos, son los mismos.
Reflexiona además sobre las razones que llevaron a EE.UU. a lanzar las bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki y a causar cientos de miles de muertes inútiles. En agosto de 1945, aunque los ejércitos japoneses seguían combatiendo, la guerra estaba próxima a su fin pues el avance de EE.UU. en el Pacífico era imparable. El Imperio nipón se derrumbaba y, por si fuera poco, la URSS le acababa de declarar la guerra. Según el autor búlgaro, EE.UU. usó las bombas para demostrar su poder a la URSS - cuando la rivalidad entre ellas ya se vislumbraba - y como forma de probar un invento que habían creado para ser empleado. En ningún caso su utilización se puede justificar en el deseo de terminar la guerra inmediatamente, pues esto se produciría en cualquiera de los casos.
Se puede ver al leer su reflexión que EE.UU. causó cientos de miles de muertes en balde porque, simplemente, no eran necesarias para terminar la guerra inmediatamente. Por esas muertes, ningún presidente de EE.UU. ha pedido perdón. La razón es también muy simple: EE.UU. ganó la guerra y lo hizo en nombre de la paz, la libertad y la democracia. Y nadie se atreve a exigirles que lo hagan porque parece que no tienen por qué (y quizá no lo tengan).
Aquí parece cumplirse el principio falsamente atribuido a Nicolas Maquiavelo de que "el fin justifica los medios". La inmediata rendición de Japón justificó aquellos cientos de miles de muertes en Hirsohima y Nagasaki a principios de agosto de 1945. Pero, insisto, esas muertes no dejan de ser una atrocidad como las cometidas por Japón durante la guerra.
No pretendo pedir aquí que EE.UU. pida perdón por aquellas muertes; ni excusar a Japón de los desmanes cometidos por sus ejércitos en China, Corea, Filipinas o Indonesia. Simplemente pretendo abrir un poco los ojos para dejar de pensar como hace setenta años. Japón fue culpable de la guerra (como Alemania) y lo pagó con creces (como Alemania). EE.UU. y sus aliados ganaron la guerra en nombre de la paz y la libertad pero eso no oculta que también cometiesen atrocidades y desmanes sobre sus enemigos. Por todo ello, las palabras del primer ministro Abe en su discurso de ayer, "nunca más debemos repetir la devastación de la guerra", no sólo implican a Japón...
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