"Presentación de don Juan de Austria al emperador Carlos V, en Yuste" (E. Rosales, 1869) |
La abdicación del rey Juan Carlos I es un hecho de enorme trascendencia histórica como muchos se han encargado de recordarnos durante estos días. Las abdicaciones son algo inusual en las Monarquías porque la tradición decía que los reyes debían serlo hasta su muerte y entonces la continuidad se garantizaba con el heredero. Recuerden ustedes aquello de "El rey a muerto, ¡viva el rey!". Pero la Historia está plagada de renuncias de reyes que por circunstancias diversas han decidido (o se han visto obligados a) retirarse antes de su muerte. En la Historia de nuestro país nada menos que siete reyes (contando a don Juan Carlos I) han abdicado. Vamos a recorrer está historia sorprendente de abdicaciones... a la española.
El primer monarca en renunciar al trono de España fue Carlos I (V de Alemania, ya saben). Subió al trono de los reinos hispánicos en 1516 y tres años después fue elegido emperador del Sacro Imperio. Su reinado fue una constante de guerras (con Francia), desencuentros (con los príncipes alemanes) y decepciones (con los protestantes). Renunció a las coronas españolas en 1555 en favor de su hijo Felipe II y dos años después abdicó la corona del Sacro Imperio en favor de su hermano Fernando.
El monarca estaba harto de guerras y de problemas y se sentía frustrado por no haber podido imponer su autoridad en Alemania. Además, para entonces el mundo que había conocido estaba cambiando: su enemigo íntimo Francisco I de Francia había muerto años antes y el papa Julio III lo había hecho en 1555. Ya no tenía sentido para él perseguir el sueño de la Monarquía Católica Universal en una Europa en constante transformación.
Ningún rey de la dinastía de los Habsburgo abdidó después. El siguiente fue precisamente el primer Borbón, Felipe V. Subió al trono en 1701, hasta 1714 estuvo en guerra con media Europa y en 1724 va y renuncia al trono de España. ¡La que se había liado porque heredase los reinos hispánicos y a los diez años de ceñirse la corona va y renuncia! Se pueden imaginar que la decisión no fue bien acogida por nadie, por inesperada, inútil y extraña. En 1724 abdicó y las Cortes Españolas proclamaron a su hijo Luis I rey de España.
Las causas de la abdicación de Felipe V hay que buscarlas en su propia personalidad. Padecía depresiones y melancolía lo que le incapacitaba en ocasiones para reinar. Otros dicen que no perdía de vista el trono de Francia y aunque había renunciado a sus derechos en 1712, creyó que si renunciaba a España podría llegar a ser rey de Francia. Pero le salió la jugada mal: el pobre Luis I apenas estuvo en el trono de España siete meses (de enero a agosto de 1724) porque murió de viruela a los diecisiete años. Su padre tuvo que asumir el destino y volvió a tomar las riendas de la Monarquía ya que las Cortes reconocieron a su otro hijo Fernando (el futuro Fernando VI) sólo como Príncipe de Asturias. Así que Felipe V estuvo en el trono hasta su muerte en 1746.
La siguiente abdicación fue a comienzos del siglo XIX, en el convulso contexto de la Europa Napoleónica. El débil e indolente Carlos IV abdicó por dos veces la Corona de España. Primero el 19 de marzo de 1808 debido a presiones de su propio hijo Fernando VII y de los opositores a Godoy, su todopoderoso valido, tras el episodio del "motín de Aranjuez". Después huyó a Bayona para ver si Napoleón podía hacer algo al tiempo que Fernando VII se ceñía la corona pero buscaba también el apoyo del Emperador francés. Total que Napoleón llamó al rey Fernando para entrevistarse con él en Bayona y allí les engañó a los dos.
En las humillantes "Abdicaciones de Bayona", Fernando VII fue convencido para que devolviese la Corona a su padre sin saber que éste había abdicado nuevamente en favor de Napoleón. La estupidez de padre e hijo puso a España en manos del Emperador francés que nombró rey a su hermano José I Bonaparte. Bueno y el resto de la historia ya lo saben...
Fue la hija de Fernando VII, Isabel II, quien abdicó la Corona Española nuevamente en 1870, en favor de su hijo Alfonso. La reina de los tristes destinos, como la llamó Galdós, no tuvo sinceramente una vida (ni un reinado) fáciles. Fue proclamada reina en 1833, con sólo tres años de edad; asumió el poder con trece añitos y fue destronada por la Gloriosa Revolución en 1868. Marchó al exilio, a París, donde renunció a la Corona para que su hijo Alfonso XII recuperase el trono. Y así lo hizo en 1874.
Isabel II no volvió nunca más a España en vida. Desde su exilio en Francia fue testigo del estable reinado de su hijo, de la muerte de éste en 1885, de la regencia de su nuera María Cristina, de la pérdida de Cuba y Filipinas en 1898, y de los comienzos del reinado de su nieto Alfonso XIII. Murió en 1904.
La desdichada reina Isabel II también fue testigo directo de la abdicación de otro rey de España. Resulta que el rey que los españoles eligieron para sustituir a los Borbones y que estos no volvieran a reinar en España jamás, jamás y jamás, abdicó en 1873 después de un reinado de tres años. Y lo hizo por la intransigencia de los propios españoles.
Al llegar a Cartagena el 30 de diciembre de 1870 tuvo que hacer frente a la muerte de su gran valedor, Juan Prim. Después su reinado fue una sucesión de guerras contra los carlistas y contra los independentistas cubanos. Al tiempo que la inestabilidad se extendía por el país: republicanos protestaban, los demócratas salían del gobierno, los alfonsinos conspiraban... Además la orgullosa nobleza española nunca aceptó un rey extranjero y le trataban con grosería y mala educación. Y por último, su esposa no estaba a gusto en una Corte en la que todos le miraban mal.
Amadeo I escribió una carta de renuncia que fue leída por su esposa. Es ella explicaba los motivos de su renuncia, la del rey más liberal y demócrata hasta entonces. Decía así:
"(...) Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados, tan valientes como sufridores, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles (...)"
Así que Amadeo I renunció al trono de España y se volvió a Italia donde asumió el ducado de Aosta y murió años después, en 1890, cuando contaba cuarenta y cuatro años.
El último precedente de una abdicación en España fue precisamente el abuelo de don Juan Carlos, el rey Alfonso XIII. Esta se produjo en 1941 en Roma, después de haber permanecido en el exilio desde la Proclamación de la II República Española diez años antes. Aquellos días de abril de 1931, Alfonso XIII decidió abandonar el país para "no ser responsable de un baño de sangre entre españoles".
No sabía entonces que la República que sustituía a su anquilosada Monarquía no iba a conseguir estabilizarse y la guerra civil llegaría apenas cinco años después. Cuando abdicó, el dictador Franco ya había ganado la guerra y no tenía intención se soltar el puño de hierro con el que gobernaba los destinos de la Nación desde 1939. En ese contexto, Alfonso XIII, enfermo, abdicó en favor de su hijo Juan.
Don Juan, conde de Barcelona, fue el rey que nunca llegó a reinar debido a la regencia vitalicia del dictador Franco. En 1977, renunció a los derechos dinásticos en favor de su hijo Juan Carlos que así recogía la legitimidad de la Dinastía Borbónica en el trono de España.
La abdicación de Juan Carlos I no supone, como ven, un hecho excepcional en la Historia de España. La España de hoy es muy distinta a la del siglo XIX y principios del siglo XX y la estabilidad del sistema democrático hace previsible una sucesión sin sobresaltos. El futuro Felipe VI, que será proclamado rey de España el día 19 de junio de 2014, es el representante actual de una de las Monarquías más antiguas del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario