UN RECUERDO DE MI 2025
Llevo varios días dando vueltas a la entrada de final de año, a qué contar y cómo contarlo. Tengo la aplicación de notas de mi teléfono llena de frases sueltas, ideas inconexas que se me han ido ocurriendo en las últimas semanas. Algunas incluso las tengo apuntadas en una de mis libretas sin que les haga mucho caso. No encuentro el hilo conductor que pueda unirlas, que dé sentido a todo. Podría hablar de muchas cosas, pero me es difícil resumir este año y es que, pensándolo bien, quizá no deba resumirlo, quizá no deba contar nada.
El otro día, en el metro de Madrid, me fijé en la gente que viajaba a mi alrededor. Un chico escuchaba música con los auriculares, absorto en sus pensamientos. A su lado, una pareja charlaba animada y repasaba sus planes para fin de año. Más allá, varios viajeros solitarios miraban sus móviles sin levantar la mirada, casi sin pestañear. Sólo uno, el del fondo, esperaba paciente sin recurrir a su teléfono, sin entretenerse con él. "Resulta valiente y atrevido no mirar el móvil cuando vas solo, ¿verdad?" me susurró mi compañera. Llevaba razón.
Todos vivían sus vidas, sus peripecias cotidianas más o menos afortunadas. Todos han tenido en este año experiencias más o menos felices, desgracias más o menos trágicas. Y yo pensaba en todo ello mientras escribía algunas ideas en mi teléfono, como hago siempre. Aquellos eran semejantes a mí, nadie es demasiado diferente a cualquier otro, todos experimentamos todo tipo de sentimientos en los días que hacen un año. Así que nada es lo suficientemente emocionante como para ser contado. O quizá sea al revés, quizá todos hayamos vivido algo que merezca ser contado, quién sabe.
En la aplicación de notas de mi teléfono también hay apuntes sobre las entradas que pusieron fin al año 2024 y empezaron 2025. La razón es que, curiosamente, ambas hablan de experiencias que se han vuelto a repetir en los últimos días, como si 2025 hubiese sido, en cierto modo, cíclico, aunque las repeticiones se hayan vuelto con el tiempo más especiales, más perfectas. En los últimos días regresé a la Tienda de los Deseos, en la madrileña calle de la Escalinata, a reclamar los sueños del año que entra después del éxito del que acaba; y la música de Shinova ha estado presente, como ocurrió hace un año, en estas últimas semanas. Si lo pienso con pausa, en realidad, no puedo entender mi 2025 sin las canciones de esta banda vizcaína.
Y es que hace sólo unos meses hubiese creído imposible una noche como la del 27 de diciembre. Una noche que, por cierto, resume un año al completo. Si en el 2024 descubrí a Shinova, las canciones del grupo han puesto la banda sonora a mi 2025. Cada momento del año, cada recuerdo, bueno o malo, me viene a la mente con una de sus estrofas, con un pedazo de sus canciones. El 27 de diciembre, el grupo llenó el Movistar Arena de Madrid. Y estuve allí junto a mi persona del año, sin la que tampoco puedo explicar estos últimos doce meses.
En mis anotaciones en el móvil tenía muchas ideas sobre Shinova, sus canciones y los significados de éstas, pero ahora, a 31 de diciembre, no creo que nada de eso sea demasiado interesante. Lo más poderoso de sus temas es, sin duda, el papel de lo cotidiano, de la anécdota como inicio de una historia: el álbum, el café en el avión, el rugido de los claxons, el saxofón de la avenida. Sus versos son capaces de transportar a cualquiera a cualquier lugar. Quizá sea esto y nada más lo que haga especial la música de Shinova. Y no es poco.
Como dice una de sus canciones, titulada "Los días que vendrán", hoy podría recordar aquí la noche especial de un día de abril (muy especial, de hecho) o podría hablar sobre lo ocurrido en las ya lejanas en el tiempo Fiestas de San Juan (que no fue poco) y sobre los deseos cumplidos del comienzo del año que ahora termina o aquellos anhelos que quedan aún por cumplir. Pero no lo creo necesario; no creo que a nadie interese todo esto. Al final, todos tenemos vidas semejantes, no hay nada especial en la mía o eso me parece a mí.
En el concierto del pasado sábado, Shinova olvidó interpretar una canción cuyo estribillo esperaba con avidez porque hubiese resumido mi año en sólo cuatro palabras. Supongo que no se pueden cantar todas las canciones en apenas dos horas de actuación. La estrofa en cuestión, del tema "Doce meses", dice así: "En el año más extraño de mi vida / hubo un eclipse de sol, / cien mil especies extinguidas / y gritos de revolución, / pero yo sólo recuerdo tu voz". Ahí está el sentido a todo lo ocurrido.
De aquella noche recuerdo, sin embargo, los versos de otra canción que había escuchado multitud de veces, pero que mi mente nunca se había parado a entender y nunca había retenido. Estos versos pueden servir, sin duda, de inicio para el nuevo año, para un nuevo comienzo. La estrofa de "Ovnis y estrellas" dice: "Intentaré aceptar causa y efecto / sin alimentar demonios hambrientos / y ordenar los momentos / hasta encontrarme aquí, justo aquí". En nuestras vidas insignificantes, poco especiales, esto serviría a cualquiera. Para mí, Shinova nos anima a asumir lo que venga, entendiendo sus causas y consecuencias, a superar miedos e intentar encontrarnos a nosotros mismos, a pesar de todo. Es un buen propósito de año nuevo, ¿no creéis?
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