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viernes, 26 de septiembre de 2014

UN MOSAICO EN LOS BALCANES

EL DESTINO DE LOS VENCIDOS II


Fronteras en la Península de los Balcanes tras la Primera Guerra Mundial.

La Primera Guerra Mundial supuso, como vimos, la desintegración del viejo Imperio Austro-Húngaro de los Habsburgo. Las derrotas militares, el bloqueo económico, las penurias que atravesó la población y la lucha de las distintas nacionalidades por su independencia provocaron el desmoronamiento de la monarquía dual. 

Antes de acabar la guerra, en 1917, las minorías étnicas que se encontraban bajo el trono de Viena habían formado gobiernos en el exilio. Tal fue el caso de los polacos, los eslavos y los checos. En octubre de 1918, cuando la guerra ya estaba perdida, el Reino de Hungría, una de las dos entidades de la monarquía dual, proclamaba su independencia de Austria. El Imperio de Carlos I se partió literalmente por la mitad (ver mapa antes de la guerra aquí). 

Austria se encontraba pues sola y completamente derrotada al final de 1918, cuando la guerra terminó. La negativa del emperador a aceptar la nueva situación hizo que fuese derrocado por los republicanos austriacos que se manifestaban en Viena y al año siguiente, la Asamblea Nacional Austriaca privó a los Habsburgo de todos sus derechos sobre el trono de Austria y confiscó su fortuna. Una de las dinastías más antiguas de Europa, que había gobernado medio continente, perdía su última corona.

El 12 de noviembre de 1918, Austria proclamaba oficialmente la república con la intención de unirse a Alemania. Sin embargo, el Tratado de Paz de Saint Germain de 1919, impidió la unión y certificó la derrota completa de Austria.

Austria se convertía así en una pequeña república democrática enclavada en el centro de Europa y sin salida al mar. Extensos territorios de la antigua entidad de Cisleithania, además de los de Hungría, fueron segregados de la nueva república: Bohemia, Moravia, Silesia, Galitzia, el Tirol, Istria, etc. La pérdida del 75% de los territorios del Imperio y la reducción de la población (de 51'4 millones en 1914 a apenas seis en 1919) causó graves problemas económicos de los que tardó en recuperarse.

Sólo tras la concesión de un crédito por parte de la Sociedad de Naciones en 1922 y la creación de un nuevo sistema monetario en 1924, Austria empezó a consolidarse. Sin embargo, los problemas sociales y políticos nunca se marcharon del todo y hacia 1927 la inestabilidad política se hizo crónica, decantándose los austriacos por un sistema autoritario en 1933.


Por lo que respecta al antiguo Reino de Hungría, en 1918, la llamada "revolución Aster" posibilitó que el conde Mihàly Károlyi se hiciese con el poder. El 16 de noviembre de 1918 se proclamó la república pero ésta sufrió importantes conflictos territoriales puesto que los checos (independizados de Austria), ocuparon Eslovaquia y formaron una entidad geopolítica completamente nueva: la República de Checoslovaquia. Mientras, Rumanía invadía Transilvania (hasta entonces parte de Hungría, dentro del Imperio)  y los serbios, Croacia y Bosnia, configurando así el nuevo Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos (Yugoslavia).

El Tratado de Trianón de 1920 certificó la pérdida de estas regiones que suponían dos tercios del antiguo territorio de Hungría. El impacto de estos recortes territoriales sobre la economía húngara fueron más grandes aún que los que tuvo sobre el sentimiento de humillación en la sociedad magiar. A partir de entonces se abrió un convulso periodo caracterizado por la inestabilidad política. El gobierno de izquierdas configurado tras la revolución dio paso a un gobierno de derechas y nacionalista y en 1920 Hungría volvió a ser una monarquía.

Mientras Austria y Hungría habían sido entidades históricas (hay antecedentes de estas naciones en la Edad Media), Checoslovaquia por su parte no contaba en 1918 con ningún antecedente en la Historia Europea. Se configuró como un país completamente nuevo, como hemos dicho. La unión de checos y eslovacos fue posible gracias al Tratado de Pittsburgh, firmado por ambos gobiernos en el exilio en Estados Unidos (1918).

Sin embargo, Checoslovaquia no consiguió crear una conciencia nacional en el nuevo país cuya población, por otra parte, estaba compuesta por diversas etnias. Checos y eslovacos suponían sólo el 60% de la población del país, mientras dentro de sus fronteras convivían también húngaros, ucranianos, polacos y alemanes. Precisamente, la presencia de abundante población alemana en los Sudetes, deseosa de unirse a Alemania, sería (como todos sabemos) la perdición de la joven república en los años treinta.

Por su parte, los problemas sociales, políticos y económicos también afectaron al nuevo Estado eslavo que fue proclamado el 1 de diciembre de 1918 bajo el nombre de Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos. El viejo sueño serbio de unificar a todos los eslavos del sur se cumplió dando lugar a una monarquía bajo la corona de Pedro I, que en 1929 tomó el nombre de Yugoslavia. La debilidad del nuevo reino fue provocada por la supremacía de los serbios sobre el resto de pueblos eslavos (croatas, bosnios, eslovenos, etc.), lo que daría lugar a no pocos problemas en el siglo XX.

Bulgaria, que se había unido a los imperios centrales durante la guerra también sufrió las consecuencias de la derrota. El Tratado de Neuilly supuso la pérdida de la Tracia Occidental, que pasó a Grecia, y dejó a los búlgaros sin salida al Mar Egeo, aunque conservaron el acceso al Mar Negro. Finalmente, Rumanía amplió su territorio incorporando Transilvania (arrebatada a Hungría) y los territorios de Besarabia (actual Moldavia), que antes pertenecían al Imperio Ruso y contenían importante población rumana.

En 1914 el Imperio Austro-Húngaro daba cobijo bajo la capa del emperador de Viena a más de cuarenta millones de habitantes, de diferentes etnias y religiones, y configuraba un extenso mercado común. La desintegración de la monarquía dual de los Habsburgo dinamitó su territorio y trazó fronteras nacionales en aquellos lugares donde antes se comerciaba sin dificultad. El impacto económico de este proceso fue enorme y dramático, lastrando durante décadas la economía de las pequeñas naciones nacidas tras 1918. A partir de entonces, lo único que unió a estos pueblos fueron las caudalosas aguas del Danubio que, como una metáfora, atraviesan los Balcanes desde Austria al Mar Negro recordando la historia común de los pueblos que allí habitan.








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