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lunes, 20 de marzo de 2023

FE DE AYER Y DE HOY

"Piedad", de Gregorio Fernández, s. XVII


Caminamos por una céntrica calle de Valladolid. Se acerca el final del invierno y se nota: tan pronto llueve, tan pronto sale el sol. La temperatura es agradable, pero la lluvia, incómoda. No la esperábamos. "Aquí nunca llueve" nos había dicho una de mis acompañantes. Eso no nos impide recorrer la ruta que teníamos prevista. Entre modernas y luminosas tiendas encontramos un pasaje que nos lleva a un antiguo convento conocido como "las Francesas". Hoy es una sala de exposiciones. Enfrente se encuentra un centro comercial homónimo. Son el ayer y el hoy de una ciudad.


Como no cesa de llover y el ambiente es desagradable, entramos en la antigua iglesia. Nos sorprende una exposición sobre Juan de Juni, uno de los genios de la escultura castellana del siglo XVI. Sin darnos cuenta, hemos salido del bullicio del siglo XXI para entrar en el recogimiento y la religiosidad de un tiempo pasado. Las tallas del artista hispano-francés nos contemplan: un imponente Cristo Resucitado, una Piedad, la cabeza de San Juan Bautista. 


"Cristo crucificado" de Juan de Juni, s. XVI (detalle)

Una de las obras llama mi atención. Se trata de un Crucificado de reducidas dimensiones. La sala no está llena y eso me permite acercarme para contemplar el virtuosismo del autor. Es uno de los grandes artistas del Manierismo español. Al día siguiente, contemplo más obras suyas en el Museo Nacional de Escultura, que alberga algunas maravillas de la escultura castellana de los siglos XVI y XVII.

En el Entierro de Cristo observamos con claridad el paso del idealismo renacentista al naturalismo barroco. Los rostros, realistas, nos muestran los sentimientos de los personajes atormentados y nos hacen sufrir con ellos.

"Entierro de Cristo", de Juan de Juni, s. XVI (detalle)

Es, sin embargo, con Gregorio Fernández cuando el naturalismo castellano alcanza su máximo desarrollo. Algunas de sus obras son las joyas del museo. "Me da miedo" me dice una amiga al contemplar el Cristo yacente. Es precisamente el sentimiento que quería despertar en el espectador el escultor gallego. Sus imágenes muestran sangre y heridas, muecas de sufrimiento y dolor. Nada tiene que ver esto con la idealización de la escultura renacentista. Es barroco puro del siglo XVII castellano. Aquí está el alma de la Contrarreforma católica, el alma de la España del XVII.

"Cristo yacente", de Gregorio Fernández, s. XVII.

Las imágenes de Gregorio Fernández conmueven a quien las contempla. La perfección de la talla abruma y el patetismo estremece. Despierta sentimientos enfrentados. Ese es el objetivo del barroco. Eso logra también la conocida Piedad, que procesiona en la Semana Santa vallisoletana. La delicadeza con que representa a la Virgen con su Hijo muerto no oculta su sufrimiento, que logra transmitirnos al contemplarla fascinados. 

"Virgen de las Angustias", de Juan de Juni, s. XVI.

Queda poco para la Semana Santa y eso influye en el ambiente. La atmósfera religiosa lo envuelve todo. La ciudad huele a Semana Santa, aunque aún estamos en mitad de la Cuaresma. Algunas obras del Museo Nacional de Escultura procesionarán en una exhibición de exaltación religiosa y belleza artística sin igual en el mundo. Las tallas de Juan de Juni y Gregorio Fernández, elaboradas en madera policromada, recorrerán las calles despertando el fervor del pueblo. Igual que hicieron en el siglo XVII lo hacen en el siglo XXI, como si el tiempo no hubiese pasado.  

Entre las joyas más preciadas de la Semana Santa vallisoletana destaca la Virgen de las Angustias, de Juan de Juni, que abandona su templo frente al Teatro Calderón para procesionar el Martes Santo hasta encontrarse con su Hijo en la calle de la Amargura. También la Virgen de la Vera Cruz será sacada de su iglesia por su cofradía penitencial, como ha hecho desde el siglo XVII. La Virgen de la Vera Cruz es obra de Gregorio Fernández.

"Virgen de la Vera Cruz", de Gregorio Fernández, s. XVII.

En todos los casos, la pobreza de los materiales empleados en las imágenes (madera) no impide percibir la sublime destreza de estos genios de la escultura. Por eso sobrecogen al espectador hoy igual que lo hicieron hace cuatrocientos años. Uno recorre las iglesias del centro de Valladolid y tiene la sensación de viajar al corazón de España. Parece alcanzar sus raíces religiosas más profundas. Estas esculturas te agitan el alma, y más allá de las creencias propias, transmiten una fe compartida por las gentes de todos los tiempos.  

"El Descendimiento", de Gregorio Fernández, s. XVII.

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