Varias fotografías de Manuel Chaves Nogales junto con algunos personajes históricos de su época como Alejandro Lerroux (arriba) y Miguel de Unamuno (abajo a la derecha).
Manuel Chaves Nogales es, para muchos, el mejor periodista español del siglo XX. Su obra literaria se podría situar junto a la de los grandes de su época, como George Orwell, Ernest Hemingway y Stefan Zweig. Es uno de los grandes, en efecto. Pero, a diferencia de estos y a pesar de aquello, Chaves Nogales es un completo desconocido para el gran público y sus obras hace bien poco que se han redescubierto.
Marginado por la izquierda y despreciado por la derecha, los escritos de Chaves Nogales pasaron largas décadas escondidos. Tan solo se editaba una y otra vez su obra cumbre, la biografía del torero Juan Belmonte, que carecía de connotaciones políticas. El resto se mantuvieron silenciados por unos y por otros porque la mente crítica y lúcida de Chaves Nogales incomodaba a unos y otros. Hoy, sin embargo, su figura y su obra se están recuperando aunque poco a poco, quizá demasiado poco a poco para alguien que puede alumbrar uno de los periodos más terribles de la historia de España y de Europa.
La visión de Chaves Nogales sobre España y Europa en la época que le tocó vivir es honesta y clara. Lo ve todo. Lo entiende todo. Y lo explica todo. Nacido en Sevilla, pronto marchó a la capital donde trabajó en algunos de los diarios más influyentes como el Heraldo de Madrid y el Ahora. Viajó por la Europa de entreguerras y conoció de primera mano el totalitarismo tanto fascista como comunista. En su obra
"El maestro Juan Martínez, que estaba allí" contó la historia real de
este bailaor flamenco que fue sorprendido por el estallido de la Primera
Guerra Mundial en San Petersburgo, la capital de los zares de Rusia.
Después, vivió la Revolución Bolchevique y conoció sus entresijos.
La
revolución pretendía acabar con la tiranía zarista y con la opresión de
la nobleza, la burguesía y la Iglesia Ortodoxa pero lo que consiguió fue
sustituir esta opresión por otra, la de los revolucionarios. Chaves
Nogales relata la historia que el propio Juan Martínez le transmitió en
París. En su huida desesperada, el bailaor se encontró con
revolucionarios analfabetos guiados por la sed de venganza, con líderes
bolcheviques corruptos, y con trabajadores que seguían haciendo lo de
siempre: sobrevivir. El régimen que nacía de la revolución era muy
distinto a la utopía soñada. No era un mundo de igualdad y justicia sino
de represión, brutalidad y hambre.
Y
también conoció el totalitarismo fascista, el nazismo. Pudo realizar
una brevísima entrevista a Joseph Goebbels, uno de los más importantes
dirigentes nazis y ministro de propaganda de Hitler. Obligado a publicar
las respuestas a sus preguntas sin ninguna modificación, Chaves Nogales
se permitió realizar una pequeña introducción en la que describía al
tipo entrevistado. En apenas unas líneas, el periodista andaluz retrató
de forma brillante al líder nazi destapando su patetismo y su
sectarismo.
Defensor de la democracia liberal y de la república parlamentaria instaurada en España en 1931, Chaves Nogales siguió la evolución política de los años treinta hasta que la violencia hizo estallar España en mil pedazos. Su obra "A Sangre y Fuego. Héroes, bestias y mártires de España" es probablemente el mejor libro que se ha escrito sobre la Guerra Civil. Todo aquel que quiera entender el conflicto fraticida español debe leer esta obra porque Chaves Nogales desciende aquí al barro, a la realidad cotidiana, retrata a milicianos republicanos, a fanáticos anarquistas, a fascistas sanguinarios y a un pueblo que sufrió como nadie el odio visceral provocado por siglos de ignorancia.
Chaves Nogales describe la brutal realidad de la guerra, de cualquier guerra, pero esta fue nuestra. Y en su prólogo, el autor explica la contienda de una forma clara y directa, ¡en 1937! Cuando aún quedaban dos años de guerra, el escritor sevillano adivina con una terrible precisión el futuro de esa España que se estaba desangrando. Los árboles no le impidieron ver el bosque con más claridad de la que muchos pueden verlo hoy en dia. No nos equivocamos si afirmamos que el escritor sevillano fue el observador más audaz de la España de los años treinta. Pero además de observador, fue un valiente defensor del régimen republicano y democrático condenado a muerte tras el golpe de 1936.
Como dice en el prólogo de "A Sangre y Fuego" - toda una declaración de principios y un disganóstico preciso de una España enferma -, abandonó el país cuando vio que todo estaba perdido. Él era un republicano convencido, pero ante todo, un demócrata. Y cuando el gobierno legítimo marchó de Madrid a Valencia, entendió que la república democrática había sido completamente destruida. No quedaba nada que salvar. Y acusó tanto a los fascistas de Franco que bombardeaban continuamente Madrid como a las bandas de analfabetos anarquistas y comunistas que sembraban el terror en la capital. En Madrid no se enfrentaba ya el fascismo contra la democracia, sino contra el comunismo. La democracia ya no existía. Y por poner esto a la luz, Chaves Nogales fue perseguido por la derecha y por la izquierda y marginado por unos y por otros.
La visión ecuánime que ofrece Chaves Nogales al mundo no esconde su firme defensa de la democracia liberal. Sabe reconocer el totalitarismo porque lo ha visto y contado y sabe las atrocidades que engendra e inmediato. Cuando huye de España se instala con su familia en Francia a la que consideraba el baluarte de la democracia, donde había visto instalarse a los exiliados rusos tras la revolución, donde entonces se instalaban los exiliados españoles que huían de la guerra. Pero la Francia que encontró era muy distinta, un país agotado y mediocre que no ofreció resistencia cuando Alemania lo invadió en 1940 y aun colaboró con los nazis. Eso también lo retratará en "La agonía de Francia", una obra que, por cierto, no ha sido aún publicada en ese país. Heridas por cerrar en el siglo XXI.
Bien sabía nuestro autor que la Gestapo lo buscaría en París para hacerle pagar con su vida la humillación a los nazis y a Goebbels. Por eso, cuano las columnas alemanas se acercaban a la capital francesa, partió de nuevo, primero hacia Burdeos y, después, hacia Inglaterra, donde estaría a salvo. Su familia regresó a España al mismo tiempo. Era 1940. Chaves Nogales, igual que muchos españoles antes y después, se convirtió en un viajero errante, una de las voces más autorizadas para explicar la guerra de España y la de Europa que, sin embargo, no podría volver ni a su país ni al continente. Era el precio de la audacia y de la valentía.
En Londres vivió los últimos años de su vida, haciendo lo que había hecho siempre: escribir, contar. Sus crónicas se publicaron en numerosos periódicos europeos y americanos. Su vida se apagó en mayo de 1944, unas semanas antes del desembarco de Normandía, uno de los hitos que marcaría el rumbo de la Segunda Guerra Mundial y el principio del fin del nazismo. No pudo ver cómo la democracia triunfaba por fin en Europa Occidental tras la guerra. Tampoco, por supuesto, cómo triunfó en España décadas después. Fue enterrado allí, en Londres, en el exilio, como tantos otros españoles obligados a abandonar su patria por culpa de la ignominia de muchos compatriotas. Allí siguen sus restos, lejos de su tierra. Su obra, sin embargo, es infinita. Estaba allí y lo contó para la eternidad.
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