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sábado, 24 de agosto de 2024

LA FOTO DE AQUEL NOVILLO


En verdad, el novillo estaba harto de que los mozos jugasen con él, de que corriesen alrededor y lo mareasen. Se detenía una y otra vez, miraba a un lado y al otro, arremetía aquí y allí, volvía a detenerse, se daba la vuelta, arremetía de nuevo. Parecía que no podía continuar su camino, que se rendía. O, al contrario, parecía que no quería llegar a la plaza, que no quería asumir su destino.

Serían las cuatro de la tarde del pasado jueves 'La Saca' cuando los novillos traídos de Valonsadero entraron, en diferentes tandas, en el casco urbano de Soria, guiados por jinetes y mozos a pie que se esforzaban para conducirlos hasta la plaza de toros. Hacía un día radiante, propio de comienzos del verano. Estaba algo nublado, el calor no apretaba en exceso, pero el sol brillaba como corresponde al final de junio. Era, sin duda, un día especial para la ciudad, para los sanjuaneros y para mí: el comienzo de la vacaciones de verano y de las Fiestas de San Juan. 

Aunque la mayor parte de los novillos llegaron a la plaza rápido en grupos de dos o tres y acompañados, o mejor dicho, empujados por  una masa amorfa de gente a pie y a caballo, éste quedó rezagado y, en su soledad, se detenía a cada paso, cansado de los mozos que le citaban para que siguiese el camino. Después de recorrer los diez kilómetros que separan el monte de la capital, estaba exhausto aunque aún mostraba una actitud altiva y desafiante. Los mozos lo tentaban, corrían a su alrededor y le hacían todo tipo de perrerías para que se moviese. El novillo los miraba con indiferencia y cuando acometía contra ellos, lo hacía con desgana.

Allí, en una de las calles de entrada a la ciudad, junto al vallado que protegía el recorrido, me encontraba presenciando el tradicional espectáculo. Intenté hacer algunas fotos desde las talanqueras, aunque confieso que fueron todas un desastre excepto ésta, la del novillo hastiado. La foto muestra uno de esos instantes en los que el toro se detenía y miraba inquieto a su alrededor con la lengua fuera casi suplicando que lo dejasen en paz a la masa que lo rodeaba y lo arrastraba. 

Estaba aturdido, desconcertado por la maraña de gente que lo citaba, lo llamaba desde aquí y desde allá. Sus ojos cansados mostraban desaliento. Parecía que el animal estaba extenuado de que correteasen a su alrededor, de que lo agobiasen sin cesar, pero su porte y la sombra proyectada sobre el asfalto seguían infundiendo respeto. Un segundo después de tomar la foto, el animal acometió contra las talanqueras de manera tan inesperada y con tanta fuerza que asustó a todos los que allí estábamos. Un hombre resbaló y cayó de espaldas y mi amigo saltó desde lo alto del vallado ante el súbito embate. Eran los últimos intentos del novillo de rebelarse contra su suerte.

Hace algunos días, revisando el archivo de fotos de mi teléfono, volví a ver la instantánea. Sin pretenderlo, la foto revive en mí emociones que no tuvieron nada que ver con el animal, pero que evoca inevitablemente. Aquellos días fueron para muchos momentos de incertidumbre, de ilusión y de esperanza. Pero, también, de decepción. Todo concentrado en un tiempo en el que la masa parecía arrollarte y algunos se afanaban en jugar. Ahora, casi dos meses después de aquello, siento que la decepción me persigue, que se empeña en estar siempre presente, que, al final, todo y todos decepcionan. Y la decepción suele ser el camino más rápido para romper una expectativa y generar otra, para oscurecer una posibilidad e iluminar otra salida, para ver las cosas de otro modo. 

El novillo, acorralado por los mozos que se divertían a su alrededor, se resistía a asumir su ventura, el camino marcado por las talanqueras que no podía derribar por más que las golpeaba. Había recorrido casi todo el trayecto, tenía fuerzas suficientes para finalizarlo a pesar del cansancio, pero se resistía. Y, al final, arrastrado por la masa, acabó llegando sin remedio a la plaza minutos después. Parece que la fortuna está escrita para todos y que la sociedad, la gente que nos rodea, nos lleva al mismo sitio. Da igual lo que hagamos pues el vallado nos marca el camino mientras los mozos juegan con nosotros y se ríen de nuestra impotencia. 

Esta sensación me perseguía cada vez que veía la foto. Pero, luego, pensándolo fríamente descubrí una diferencia. Una gran diferencia, de hecho. Aquel novillo estaba sujeto a los deseo de los mozos, que se entretenían con él, que lo conducían, con mejor o peor tino, hacia donde ellos querían. El animal, a pesar de sus esfuerzos instintivos por romper el vallado, carecía de voluntad férrea y decidida. Estaba vendido, entregado a la voluntad de otros. Con nosotros eso no ocurre, da igual que nos intenten arrastrar, que nos intenten marear y confundir porque está en nuestra voluntad, en nuestras manos, decidir lo que es y lo que no, lo que merece ser y lo que no. Y una vez que lo hacemos, ya no hay marcha atrás. 

martes, 6 de agosto de 2024

AUNQUE TIEMBLEN LAS PIERNAS



Conversación en el tren

- ¿Has escuchado alguna vez la expresión "cruzar el Rubicón"?

- No. ¿Qué es el Rubicón?

- Es un río del norte de Italia. Antiguamente, durante el Imperio Romano, era la frontera natural entre Italia y la Galia. Los generales romanos no podían atravesarlo con sus legiones para no amenazar al gobierno de Roma.

- ¿Y qué tiene que ver con la decisión que tengo que tomar?

- Julio César, el más famoso general romano, cruzó el Rubicón con sus tropas en el año 49 a.C. Aquella decisión de atravesar el río suponía cometer una ilegalidad y declarar la guerra. No tenía marcha atrás. Por eso César dijo eso de "Alea iacta est", es decir, "la suerte está echada".

- Tomó una decisión importante, sin retorno.

- Exacto. Hoy, la expresión "cruzar el Rubicón" significa tomar una decisión sabiendo que es irrevocable y que tendrá consecuencias en el futuro. Una vez que toma esa determinación, ya nada es igual.

- Eso es a lo que me enfrentó yo ahora, desde luego...




- Mira esta publicación de Instagram. Dice: "A veces los pasos más firmes se dan con las piernas temblando." Dice lo mismo que la expresión del Rubicón que me has contado.

- Sí, parece, de hecho, que es la versión moderna, la versión millenial. Estoy seguro de que a Julio César le temblaron un poco las piernas cuando cruzó el río. Sabía que invadir Italia con sus tropas desencadenaría una guerra.

- ¿Pero acabó venciendo?

- Claro que ganó la guerra. Salió victorioso y se hizo con el control de la República. Tomar decisiones es importante en la vida. Siempre digo que son momentos en los que la existencia se acelera y determina el futuro. 

- Pero cuesta tomarlas...

- Cuesta porque una decisión conlleva incertidumbre, duda, miedos... Es algo valiente. Por eso tiemblan las piernas.

- Al final, si no tomas decisiones...

- Si no tomas decisiones, te conviertes en una hoja arrastrada por el viento que no sabe siquiera a donde va, te conviertes en una marioneta, en un pelele. 

- Vamos, que tenemos que decidir en la vida.

- Vivir es tomar decisiones, construir, avanzar, renunciar a cosas y apostar por otras. Vivir es arriesgarse.


- ¿Te acuerdas de Amaia Montero, la que fuera vocalista de La Oreja de Van Gogh?

- Claro.

- Llevaba varios años retirada de los escenarios porque sufría ataques de ansiedad cuando salía a actuar. Hace unos días reapareció en un concierto de Karol G en el Santiago Bernabéu y cantó "Rosas". En los videos se ve cómo le temblaba la mano mientras cantaba.

- ¿Crees que para ella fue fácil decidirse a volver a cantar? Imagina lo que supuso para ella ese momento. Pero fue valiente y subió al escenario para recuperar su vida. 

- Vamos que Amaia no es la hoja arrastrada por el viento...

- Por supuesto que no. Ya lo ves. A pesar del miedo, de los problemas, de la ansiedad, ahí estaba. Lo fácil hubiese sido retirarse para siempre. Ese es el camino sencillo: no hacer nada. Lo valiente y lo difícil es enfrentarse a lo que tienes delante, asumirlo y superarlo.

- Jo, llevas razón.

- Hace poco escuché una canción de Siloé que habla de lo mismo. Hay una estrofa que recuerdo bien. Dice: "La vida es tuya, sé valiente. / No tengas miedo al miedo y corre / de frente a tu velocidad."

- ¿Y qué me quieres decir?

- Pues que aunque dé miedo, aunque cueste, hay que decidirse. Cuando uno sabe qué camino es mejor, hay que cogerlo, aunque no sea fácil, aunque implique romper con todo; aunque tiemblen las piernas.

jueves, 1 de agosto de 2024

LA CAPITAL DE UNA PROVINCIA VACÍA (1975 - 2020)

SORIA EN EL SIGLO XX. UNOS APUNTES (3)


Evolución de la población de Soria provincia y ciudad (nº de habitantes)

Hacia 1950, la provincia de Soria alcanzó los 161.000 habitantes, su máximo histórico, mientras que la ciudad tenía unos 16.000. Cincuenta años después, sin embargo, la provincia rondaba los 90.000 mientras la ciudad tenía una población de unos 40.000. En otras palabras, en medio siglo, nuestra provincia perdió ¡el 45% de su población!

Esta tragedia demográfica es el gran acontecimiento histórico del siglo XX en Soria. La provincia se ha convertido en un desierto demográfico, con una densidad de población inferior a los 10 habitantes por km2, comparable a la de la Laponia finlandesa o las cumbres escandinavas. Pero si la despoblación en aquellas latitudes obedece a factores naturales, la de Soria se debe a factores puramente humanos.

Desde mediados del siglo XX, se produjeron importantes avances en la agricultura y la ganadería: la concentración parcelaria, la mecanización, el uso de fertilizantes y pesticidas, la introducción de nuevos cultivos, etc. Esto redujo la necesidad de mano de obra y generó un excedente de población que se desplazó a las ciudades en busca de nuevas oportunidades laborales en la industria y los servicios. A este movimiento migratorio se le conoce como éxodo rural.

El problema de la provincia de Soria fue la inexistencia de un polo de atracción de esa población procedente del campo. La ausencia de industria en la capital era casi absoluta y no había un centro industrial en toda la provincia. La ciudad de Soria acogió a parte de la población sobrante del campo, pero no pudo acoger a toda, que acabó en provincias cercanas como Zaragoza o Madrid o en otras más alejadas, pero muy dinámicas económicamente como las provincias vascas o Cataluña. 

La despoblación es el gran problema de nuestra ciudad y nuestra provincia en la actualidad. Va unida irremediablemente a otros fenómenos demográficos como el envejecimiento de la población (la edad media de la población en Soria es de unos 47 años y más del 21% de la población tiene más de 65) y la reducida tasa de natalidad. Aunque a comienzos del siglo XXI, la llegada masiva de población inmigrante extranjera supuso un repunte en la tasa de natalidad y en el crecimiento de la población, no fue un cambio de tendencia. 

Hoy, la sociedad soriana es comparable a la del resto de España o a la Europea, que presentan los mismos rasgos si bien, en Soria, el envejecimiento de la población es más acusado. Las principales causas de muerte en la actualidad están relacionadas con esto: enfermedades cardíacas y cáncer. El COVID-19 causó en Soria el 8% de las muertes en el año 2022 según el Instituto Nacional de Estadística (INE). 

La vida cultural de la ciudad sigue siendo muy dinámica. Numerosas instituciones organizan actividades culturales como el Museo Numantino, el Casino Amistad-Numancia, la Biblioteca Pública, el Campus Duques de Soria de la Universidad de Valladolid, los institutos públicos de la ciudad o el propio Ayuntamiento. Tres fiestas han sido declaras de interés turístico regional: las Fiestas de San Juan, la Semana Santa y el Festival de las Ánimas. 

El Collado con tráfico rodado (años 70 u 80)

A nivel urbanístico, desde los años 80 se han producido varios fenómenos. Por un lado, el desplazamiento de la población a los barrios periféricos. Por otro lado, la progresiva peatonalización del centro histórico y, por último, la conservación del patrimonio histórico artístico para potenciar la llegada de turistas. Aunque la provincia de Soria sigue siendo en la actualidad una de las que menos visitantes recibe, el turismo constituye una importante actividad económica.

En las últimas décadas, han crecido los barrios residenciales de la periferia de la ciudad mientras el centro perdía población. En los años 70 y 80 crecieron El Calaverón y el barrio de Los Pajaritos. En los 90, la expansión urbana se produjo en las antiguas Eras de Santa Bárbara (entorno al hospital), al norte de la ciudad. En las últimas décadas se ha urbanizado la U25 y Los Royales. A ellos debemos sumar la urbanización Camaretas, en el próximo término municipal de Golmayo.

En relación a la peatonalización del centro histórico, en los años 80 se peatonalizaron la Plaza Mayor y el Collado. A estas calles se sumaron la calle Marqués de Vadillo y la Plaza de Herradores en los años 90. Por último, en los últimos años se han peatonalizado la Plaza Mariano Granados y el Espolón que, con la construcción del aparcamiento subterráneo en esta zona, se ha convertido en la mayor transformación urbanística de la ciudad en las últimas décadas. Ahora, el eje central de la ciudad, que une el Alto de la Dehesa o la fuente de los surtidores con la Plaza de San Pedro, es peatonal. Este espacio se reserva al viandante, a actividades turísticas, culturales y comerciales. El tráfico rodado se ha desplazado a la periferia. Se trata de una tendencia urbana común en toda Europa.

Por último, el Ayuntamiento y otras administraciones públicas están realizando importantes esfuerzos para proteger y recuperar el patrimonio histórico artístico. Los principales monumentos de la ciudad han sido restaurados en sucesivas ocasiones (Santi Domingo, San Juan de Rabanera, la concatedral de San Pedro, la ermita de San Saturio, etc.). El palacio de los Ríos y Salcedo, que fue utilizado como cuartel de la Guardia Civil e incluso como almacén de los bares del Tubo, fue restaurado y convertido en el Archivo Histórico Provincial. La vieja Casa del Común, de la Plaza Mayor, se convirtió en el Archivo Histórico Municipal y el Palacio de la Audiencia en un centro cultural. Mención especial merece, para terminar, la recuperación de la muralla medieval de Soria y de la fortaleza del Castillo así como la restauración de la iglesia de Santa Clara que fue utilizado durante siglo y medio como cuartel de la ciudad.

El Collado en la actualidad