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miércoles, 17 de julio de 2024

LA "CAPITALEJA" DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX (1900 - 1936)

SORIA EN EL SIGLO XX. UNOS APUNTES (1)


Hace unos meses di una conferencia con el título "Soria, ¿cómo hemos cambiado?" en el Espacio Alameda de la capital. Fue organizada por la cofradía de las Siete Palabras de Jesús en la Cruz que conmemora en este 2024 su setenta y cinco aniversario. Intenté explicar en apenas una hora la evolución de nuestra ciudad en el siglo XX. En esta entrada y las siguientes resumo lo que conté.

Vista general de la ciudad de Soria a comienzos del siglo XX


A finales del siglo XIX, el intelectual Bonifacio Monje se refería a Soria como una "capitaleja" porque quizá "capital" era un término demasiado ambicioso para una ciudad de apenas 7.000 habitantes. Era, en efecto, la capital de una provincia agraria, de unos 150.000 habitantes, que se caracterizaba por el aislamiento. La sociedad soriana de aquel momento era una sociedad arcaica, inmóvil, cerrada sobre sí misma y profundamente conservadora.

Las comunicaciones y los transportes en Soria eran difíciles. El viaje a Madrid en diligencia duraba cinco días y medio y debía ser preparado con meses de antelación. El coche de caballos realizaba el trayecto dos veces al mes. El tren Soria - Torralba, un empeño personal de Ramón Benito Aceña, se inauguró en 1892. En los albores del siglo XX, el candidato a Cortes Justo San Miguel afirmaba que los caminos de la provincia se encontraban en tan mal estado que uno creía estar en el siglo XVIII.

Las principales actividades económicas de la provincia de Soria eran la agricultura y la ganadería. Este era el caldo de cultivo idóneo para el caciquismo, el clientelismo y los intereses familiares. Ya hemos mencionado a Ramón Benito Aceña (la Plaza de Herradores lleva su nombre), pero otros caciques destacados eran Luis de Marichalar (vizconde de Eza) y Lamberto Martínez Asenjo (que dominaba la Tierra de Medinaceli). La mayoría de los habitantes de la provincia eran jornaleros pobres.

En la capital, la mayor parte de la población trabajaba también por cuenta ajena, eran asalariados y obreros. Los profesionales liberales (médicos, abogados, maestros, etc.) eran escasos. No obstante, el analfabetismo siempre fue en Soria menor que en otras provincias españolas, quizá por el elevado número de escuelas de primeras letras que existían. Fue así durante el siglo XIX y lo sería durante el siglo XX. 

La vida cultural de la ciudad era variada. Al Ateneo de Soria debemos sumar el Casino de Numancia y el Círculo de la Amistad así como el Casino de la Constanza y el Instituto General y Técnico (actual I.E.S. Antonio Machado). En 1919 se inauguró el Museo Numantino para albergar los hallazgos del yacimiento de Numancia. Su edificio fue el primero de España concebido para tal fin. La implicación de Aceña en el proyecto también fue destacada.

Esta era la Soria a la que llegó Antonio Machado en 1907 como catedrático de Francés. Y también la que acogió a Gerardo Diego en 1920. Era la Soria del periodista José Tudela, del ingenio Eduardo Saavedra, del arqueólogo Blas Taracena, de Mariano Granados, del pintor Máximo Peña, del político Mariano Vicén, alcalde en varias ocasiones, y del historiador Nicolás Rabal. No hace falta decir que la mayor parte de la población vivía al margen de estos destellos culturales. 

La población de Soria a comienzos del siglo XX seguía concentrada en torno al eje central de la ciudad, el Collado (desde 1911 recibió el nombre de Calle de Canalejas), y las plazas que se articulan de forma anárquica a su alrededor. Apenas había cambiado desde la Edad Media. De hecho, estás calles eran las únicas pavimentadas y con alumbrado publico que, en cualquier caso, tardó en llegar. Parecía que la modernidad y los avances de la industrialización habían pasado de largo en Soria. 

Plano de  Soria elaborado por Andrés de Lorenzo en 1904.

La expansión urbana de la ciudad había sido muy tímida y apenas se habían superado los límites marcados por la muralla medieval ya en ruinas. Tan solo hacia el oeste, hacia la Dehesa de San Andrés, se había extendido algo la ciudad de forma desordenada, en torno al antiguo arrabal de la Plaza de Herradores y las calles alrededor de la iglesia románica de El Salvador. La Dehesa, rebautizada en 1905 como Alameda de Cervantes, mantuvo un doble uso hasta los años treinta: como paseo la parte más cercana a la ciudad y como dehesa boyal el alto.

El caserío era paupérrimo, casas de entre dos y cuatro alturas, con espacio insuficiente para albergar a una familia común de la época. De hecho, numerosos informes del Ayuntamiento y de otras administraciones alertaban de las malas condiciones de salubridad de las viviendas sorianas con mala ventilación, ausencia de agua corriente y de inodoros. Esto hizo que las epidemias fuesen comunes (cólera, viruela, sarampión) y que la tasa de mortalidad en la capital fuese más elevada que en la provincia. 

El humilde caserío, aquellos "tejados caprichosos e infantiles" a los que cantó Gerardo Diego, contrataba con los magníficos edificios y monumentos de otras épocas. Sobresalía por encima de los tejados de las casas la torre del Palacio de los Condes de Gómara, símbolo del poder de los nobles de la ciudad. Igualmente, las iglesias de Santo Domingo y de San Juan de Rabanera eran extraordinarios ejemplos de arquitectura románica. La colegiata de San Pedro y las humildes iglesias de San Clemente y El Salvador también destacaban entre otras edificaciones religiosas. Igual que la muralla medieval y la fortaleza del cerro del Castillos, en ruinas desde la Guerra de la Independencia (1808 - 1814).

Durante la dictadura de Primo de Rivera (1923 - 1930) fue alcalde de la ciudad el oftalmólogo Eloy San Villa. Durante su gobierno se elaboraron numerosos informes y dictámenes para mejorar las condiciones de salubridad e higiene de la ciudad. El Plan de Reformas Urbanas contemplaba la ampliación de la red de alcantarillado, la extensión del alumbrado público y la instalación de baños públicos y privados. Poco se hizo en la práctica por las críticas que recibió el alcalde ante tales medidas. 

Por último, en esta época también se construyeron edificios que hoy son singulares en la ciudad. Además del Museo Numantino que ya hemos mencionado, de los años veinte datan el edificio de Correos del paseo del Espolón y el Banco de España de la antigua plaza de San Esteban (hoy plaza de las Mujeres). Durante la Segunda República (1931 - 1936) se construyó el edificio del colegio de la Arboleda, siguiendo el modelo utilizado en las escuelas construidas en toda España durante este periodo. 

Plaza de Mariano Granados, puertas de la Dehesa y paseo del Espolón. Principios del siglo XX


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