Hace demasiado de la última vez que vi "El Rey León", aunque es, con seguridad, la película que más veces he visto. También es la que más me ha distraído en muchos momentos en los que necesitaba distracción. Pensándolo bien, quizá la palabra correcta no sea "distraer", pues su efecto era mucho más profundo, llegaba más adentro. "El Rey León" transmite fuerza y energía, conecta con el pasado y da sentido a muchos tramos del tiempo ya vivido. A pesar de todo, la última vez que la vi fue hace muchos años, demasiados.
Como me ocurre con muchas cosas, "El Rey León" es cíclico en mi vida. Viene y va durante años y nunca termina de marcharse del todo. Siempre hay algo de su historia presente, que aparece en los lugares más insospechados: una canción, una imagen, un libro, un anuncio, un recuerdo. Ahora, como se va a estrenar una precuela sobre Mufasa, el rey león aparece en todos lados y su presencia es mucho más intensa en las redes sociales.
Cuando tenía seis o siete años quedaba fascinado cada vez que mi madre me ponía la película a la hora de comer. Aún conservo la vieja cinta de video que ya no se puede reproducir en ningún sitio. Igual que el DVD que compré después. Las primeras escenas son un recuerdo perenne: los colores amarillos y rojizos del amanecer en la sabana africana, el monte Kilimanjaro, el despliegue de animales llamados a honrar el nacimiento del príncipe y "El ciclo de la vida", la canción imposible de olvidar. No entendía una palabra del comienzo de su letra, pero la imitaba sin cesar. "Nants' ingonyama bagithi baba...!"
Los personajes, algunos majestuosos e imponentes, otros simples caricaturas, no eran más que simpáticos animales para aquel niño que veía la película en una pequeña tele en la cocina. Como ocurre con cualquier película o con cualquier libro, "El Rey León" que vio aquel muchacho de los años noventa era distinto a la película que vi años después. La cinta es la misma, los que cambiamos somos nosotros, así que por mucho que veamos una misma película, nunca percibimos lo mismo.
La historia nunca terminó del todo. Los leones estuvieron presentes durante años y nunca se marcharon definitivamente. La primera película se estrenó en 1994 y en 1998 salió la segunda parte de la historia. Después llegaría una tercera película que, creo, sólo vi una vez, el exitoso musical en el Teatro Lope de Vega de Madrid y el remake en acción real de 2019. Y las inolvidables canciones, escuchadas una y otra vez, que creaban esa atmósfera épica y majestuosa, han sido la banda sonora de muchos momentos. A pesar de todo, hará unos ocho años de la última vez que vi la película original y he querido escribir esto desde esa distancia, sin verla otra vez, para evitar que mi yo de hoy contamine el recuerdo.
"El Rey León" me dejó, sin duda, más huella que ninguna otra cinta. Recuerdo a Mufasa, con su sentido de la responsabilidad. Nos enseñó el deber de ocupar siempre el lugar que a uno le corresponde, "tu lugar en el ciclo de la vida". Recuerdo también otra frase que pronuncia en una de las escenas más tiernas de la historia: "Los grandes reyes del pasado nos observan desde las estrellas. Y cuando te sientas solo, ellos estarán ahí para guiarte. Y yo también." Y no olvido nunca que su muerte nos enseñó algo que todos deberíamos tener siempre presente: el enemigo puede estar a tu lado, puede ser alguien cercano.
Simba mostró el valor de la familia, del clan, y lo legítimo que es cuidar de lo que uno ama; y Nala, la valentía, la determinación y la decisión. Fue ella quien salió en busca de Simba para cambiar las cosas en el reino. El pájaro Zazú y el dúo Timón y Pumba son el ejemplo de la amistad, la lealtad por encima de todo y a pesar de todo. "Bueno, Simba. Si es importante para ti, estaremos contigo hasta el final" le dice Timón a su amigo justo antes de la batalla final contra su tío usurpador. ¿Hay un ejemplo mejor de lealtad? Pero también el suricato y el jabalí son los antihéroes de la película, quienes dan la vuelta a la enseñanza que Mufasa se afanó tanto en inculcar a su cachorro.
El lema del suricato y el jabalí, el famoso "Hakuna Matata", significa "no hay problema" en suajili. Ellos enseñaron a Simba otra forma de vivir, sin responsabilidades, sin preocupaciones, haciendo en cada momento lo que les apetecía y como les apetecía. En el fondo eran unos inadaptados, renegados del lugar que debían ocupar. Es justo lo contrario de lo que le enseñó Mufasa. "Lo que debes hacer es dejar el pasado atrás" dicen en un momento de la película. Al final, Simba se debate entre asumir el sitio que le corresponde u olvidarse de todo. Y el joven está a punto de olvidar de donde viene y, por tanto, de olvidar quién es.
Y, por último, el viejo Rafiki nos enseñó aquello de "el pasado puede doler, pero tal como yo lo veo, puedes huir o aprender". No necesita explicación pues la frase tiene la suficiente contundencia. Le demostró a Simba que incluso los que no están presentes siempre te acompañan, "él vive en ti" le dice al joven príncipe señalando su propio reflejo en el agua. Al final, creo que aquella conocida frase de Mufasa, "recuerda quién eres", es un buen leitmotiv en momentos de duda, de indecisión, sobre todo para intentar no perder el norte.
Siento si algunas citas no son exactas, las he escrito de memoria y a lo mejor me han fallado los recuerdos. Las ideas sí que son, en todo caso, precisas. Por cierto, el león es para las tribus masái un símbolo de respeto, de poder y de autoridad. La película es una constante reivindicación de la lealtad a uno mismo, el respeto por los orígenes y el deber de cumplir con lo que uno se ha comprometido. Curiosamente, son valores que nos fallan hoy. La película se estrenó hace treinta años.
"Nants' ingonyama bagithi baba...!" Ya descubrí qué significa en zulú el comienzo de la canción: "¡Aquí viene el león, padre/madre...!"