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domingo, 12 de octubre de 2025

AQUEL DOCE DE OCTUBRE...

CRÓNICA DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA



Playa de la isla de San Salvador (Bahamas) donde se cree que arribó la expedición de Colón en 1492. La cruz conmemora aquel momento.


En la madrugada del once al doce de octubre de 1492, cuando las tripulaciones de los tres navíos dormían, el joven vigía de La Pinta, Rodrigo de Triana, gritó lo más alto que sus cuerdas vocales le permitieron: "¡Tierra, Tierra a la vista!". Eran las palabras que todos los marineros esperaban desde hacía semanas y que algunos pensaban que nunca oirían. En medio del océano en calma, las voces se oyeron en las tres naves y  todos subieron apresuradamente a cubierta para comprobar tan alegre noticia. Entre ellos se encontraba el flamante almirante de la Mar Océana, Cristóbal Colón. En el horizonte se intuían unas sombras que no podían ser otra cosa que las costas de la India.

Parecía que los planes de Colón se estaban cumpliendo. La expedición había partido de Palos de la Frontera, en Huelva, el tres de agosto, festividad de la Virgen de la Rábida. Entonces, habían pasado más de cuatro meses desde que, en abril, en la ciudad granadina de Santa Fe, los reyes de Castilla, Isabel y Fernando, se habían decidido a sufragar y apoyar el proyecto del marino genovés. Los preparativos de la expedición fueron difíciles pues nadie en Castilla estaba tan loco para embarcarse en un viaje cuyo destino era incierto. Con la ayuda inestimable de los hermanos Pinzón, Colón pudo reclutar a un cien hombres que formaron la tripulación de tres navíos: dos carabelas, La Pinta y La Niña y una nao, la Santa María.

Aquel día de agosto de 1492, los tres navíos pusieron rumbo a las Islas Canarias donde se abastecieron. El seis de septiembre partieron de la Gomera rumbo al oeste. Sólo el Mar Tenebroso o la Mar Océana se extendía ante sus ojos.

Los planes de Colón son ahora bien conocidos. Pretendía llegar a la India navegando hacia el oeste dado que ya entonces nadie eran tan estúpido para cuestionar la esfericidad de la Tierra. El objetivo era hallar una ruta alternativa a la que estaban abriendo los navegantes portugueses navegando por la costa de África y que se encontraban a punto de completar. Pero que Colón sabía más de lo que contaba y no todo lo que decía se ajustaba a la realidad es algo de lo que, también hoy, nadie duda. Así lo pone de manifiesto el hecho de que el almirante llevase dos cuadernos de bitácora diferentes. En uno anotaba menos leguas de las que se recorrían diariamente, para enseñarlas a los capitanes de las naves y a la tripulación; en otra, secreta, anotaba las distancias verdaderas.

Tampoco hoy nadie discute que los cálculos de Colón sobre la distancia desde la Península Ibérica a las Indias eran erróneos. La distancia era enormemente mayor que la que el genovés había estimado. Los días pasaban y la expedición no daba frutos. No se divisaba tierra firme, Europa cada vez quedaba más atrás y los víveres empezaban a agotarse. Nadie había previsto una travesía tan larga.

Los alimentos acabaron gastándose completamente e incluso aquellos que se había podrido acabaron comiéndose. Los perros que había servido de compañía fueron sacrificados y su carne repartida e incluso las ratas eran consideradas un gran manjar en aquellos barcos que navegaban sin rumbo fijo. Los marineros empezaron a tener hambre y a temer por su suerte. Colón trataba de mantener la calma y proporcionaba informaciones no del todo ciertas a la tripulación para que "si el viaje fuera luengo no se espantase ni desmayase nadie". El almirante temía, entre otras cosas, un motín de los marineros.

La sublevación se produjo, finalmente, en la noche del nueve al diez de octubre cuando las protestas estallaron en los navíos como consecuencia de la desesperación. Todos temían que aquel viaje fuese su final. Los rebeldes amenazaron con tirar a Colón por la borda pero el almirante consiguió calmar los ánimos prometiéndoles que sin en tres días no hallaban tierra, regresarían a la Península.

Y fue en ese breve plazo cuando la fortuna les sonrió. Las naves llegaron a una pequeña isla en medio del océano. Colón la bautizó como San Salvador, y en verdad, el nombre era muy conveniente. Se trataba de la isla que hoy se llama Watling y pertenece al archipiélago de las Bahamas. Los indígenas la llamaban Guanahani. El tiempo entre el avistamiento y la llegada de los navíos debió de ser de incertidumbre y esperanza. Colón veía colmadas sus ambiciones y cumplidos sus planes; los marineros veían como, por esa vez, habían esquivado a la muerte.

Al mediodía del doce de octubre de 1492 desembarcaron por fin en la isla y Cristóbal Colón tomó posesión de aquellas tierras en nombre de los reyes de Castilla. A los rudos castellanos que formaban la tripulación les pareció que había arribado al mismísimo paraíso. Una tierra con frondosa vegetación, con playas de arena blanca y aguas cristalinas. "La belleza de estas islas supera a cualquier otra tanto como el día supera a la noche en esplendor" escribió Colón en su cuaderno de bitácora.

Pero aquella isla no estaba deshabitada. Pronto salieron a su encuentro gentes menudas, con la tez de color canela y semidesnudos. Aquellos indígenas, que Colón supuso que eran indios, se mostraron al principio curiosos y confiados. Los castellanos les dieron baratijas a cambio de perlas y animales exóticos. Incluso algún jefe indígena entregó a su hija a los marinero como esposa en señal de amistad. Y es que Colón estaba convencido de que aquellas islas estaban muy próximas al continente asiático.

La expedición no terminó ahí, en los días siguientes, las naves arribaron a otras islas y el veintiocho de octubre descubrieron la actual Cuba. Colón identificó aquellas tierras como Catay, es decir, China, y supuso que Cipango (Japón) no se encontraría muy lejos. Pero aquellas tierras tan hermosas como exóticas les deparaban numerosos peligros: no todos los indígenas eran tan amigables, había animales y plantas desconocidos y venenosos y las tormentas y los temporales eran más feroces que los que ellos habían visto en Europa. Además, no encontraron las riquezas que esperaban. No había oro y apenas plata.

Días más tarde descubrieron otra isla a la que bautizaron como "La Española". En aquellas peripecias, la nao Santa María encalló en unos arrecifes de coral y tuvo que ser evacuada y desguazada. Con los restos, los castellanos fundaron el primer asentamiento europeo en aquellas tierras, el fuerte de la Navidad. Era veinticinco de diciembre de 1492. En aquel lugar, tuvo lugar el primer enfrentamiento armado entre españoles y nativos.

El dieciséis de enero de 1493, más de cinco meses después de su salida de la Península, las ganas de volver a casa pudieron con las ansias de seguir explorando aquellas tierras. La Pinta y La Niña volvieron a Castilla mientras Colón enviaba una misiva a los reyes en la que les invitaba a celebrarse con "alegría y grandes fiestas" la hazaña. Se había descubierto una nueva ruta a las Indias.

En realidad, Colón nunca supo (o al menos sólo sospechó) que aquellas tierras estaban muy lejos de las Indias. Nadie sabía entonces que las islas que salvaron a los hombres del almirante de una muerte segura pertenecían a un nuevo continente que, con el tiempo, se denominaría América. Una inmensa tierra por explorar, descubrir y conquistar se cruzó en el destino de Castilla e iba a cambiar los destinos de la Humanidad para siempre. Pero entonces, en el umbral del siglo XVI, nadie en Europa podía imaginar que Colón había descubierto un Nuevo Mundo. Aquello, tanto para los europeos como para los indígenas americanos, fue, desde luego, un descubrimiento. Se descubrieron los unos a los otros. Fue el contacto entre dos mundos que habían permanecido aislados durante milenios. 

El contacto entre dos mundos. Doce de octubre de 1492.





*La primera versión de esta entrada fue publicada el 12 de octubre de 2014.

jueves, 28 de agosto de 2025

TRATADO SOBRE TU MIRADA


Tu mirada cuenta tu historia, te delata, descubre tus sentimientos, destapa tus emociones, es una ventana a tu interior. Tus ojos son más sinceros que tus palabras, más honestos, más íntegros. He visto en ellos alegría, júbilo, candor. Y también he visto terror, cansancio y tristeza.

Una mirada puede decidir un instante, iniciar una historia o ser su desenlace. He visto miradas que pedían auxilio y otras que pedían perdón. He visto miradas de amor, de rencor y de nostalgia. He visto miradas huidizas, miradas vergonzosas, miradas inocentes. Todas ellas cuentan algo, descubren a quien está detrás.

Fíjate en su brillo, en su movimiento. Sin hablar, cuentan una historia. Gustave Courbet, en su autorretrato desesperado (siglo XIX), se mostró impaciente, turbado. El centro del cuadro son sus ojos negros, claros, abiertos a su interior. Casi podemos ver su alma, sus sentimientos más profundos, aquello que le quitaba el sueño, que le hacía sufrir. Se ve el desasosiego, la preocupación.

Y es que, en ocasiones, los ojos son tus cómplices, pero otras te traicionan. A veces muestran amor cuando quieres ocultarlo. Otras revelan tu vergüenza mientras finges orgullo. Es difícil que tus ojos mientan, son una ventana a tu alma, a tus pasiones más ocultas. Sólo ocultándolos frenarás su sinceridad, pero es difícil lograrlo por mucho tiempo, al final siempre se muestran.

He visto también miradas perdidas, miradas vacías. He visto ojos que descubren un ser ausente, apagado, triste. También hay miradas llenas de cansancio, de hartazgo, de indiferencia. Hay miradas que exhiben sin pudor la desesperación de quien no se encuentra, de quien vive en un caos interior, aunque se afane en negarlo. Son ojos que no son, que no están, que han desaparecido.


También hay miradas sensuales, atractivas, que cautivan a quien las contempla, como ésta de la condesa de Vilches retratada por Federico de Madrazo (s. XIX). Sus ojos serenos te atrapan, te besan, te seducen. Hay miradas que no saben apagar el fuego, que destapan impulsos, sentimientos y pasiones; miradas que envuelven y encantan. Son un canto de sirena, una luz en el horizonte, una llama en la oscuridad. 

Y la locura también emerge en una mirada. Tus ojos no pueden ocultar, por mucho que te empeñes, la angustia, la desesperanza, el enojo, la insensatez, la enajenación. Mira los de Iván "el Terrible" justo en el momento en el que se da cuenta de que, en un ataque de ira, acaba de matar a su hijo y heredero al trono (Repin, s. XIX). Es imposible escapar a su honestidad, a su fulgor centelleante fuera de su órbita que evidencia terror, culpa, destrucción interna. Cuando algo va mal, tus ojos piden socorro, son la alarma, la señal del hundimiento.


Qué bello es reconocer a alguien por su mirada. Una mirada propia, independiente, personal, de uno mismo. "Los ojos no saben mentir y me hablan de ti cantándome al oído" repite una y otra vez una canción de un grupo de música de éxito. Mira la última lágrima de Lucifer (Cabanel, s. XIX) después de enfrentarse a Dios y ser expulsado del paraíso. Son sus ojos los que revelan todo, la maldad, el rencor, el desdén. Los ojos dicen cosas que tú te empeñas en ocultar. Qué emocionante es destapar sentimientos a través de tu mirada. Los ojos son bellos porque cuentan una historia sin decir una palabra. 

sábado, 26 de julio de 2025

LA CASCADA CAPRICHOSA

La cascada "Caprichosa" es una de las más icónicas del jardín del Monasterio de Piedra, en el pueblecito de Nuévalos (Zaragoza). Tras las fuertes lluvias provocadas por la DANA de finales de octubre de 2024, su aspecto cambió por completo. Antes, la orografía kárstica hacía de ella una cortina de agua casi perfecta. Ahora, su forma es más dura, más escarpada. El agua, que antes se precipitaba desde la altura de manera limpia y ordenada, ahora lo hace más abrupta, pero bella igualmente. 

La naturaleza antojadiza modela el paisaje a su gusto y lo transforma, a veces de manera lenta y, otras, de manera dramática, sobrecogedora. Y, mientras paseábamos entre árboles, arbustos y corrientes de agua, mi amiga y yo conversábamos sobre los cambios lentos y pacientes, y las transformaciones rápidas, fulgurantes. En uno de los letreros informativos del jardín botánico, donde contemplamos centenares de especies vegetales, leímos algo que nos hizo reflexionar: "El cambio es la ley de la vida. Y aquellos que sólo miran al pasado o al presente, seguro que perderán el futuro". La frase en cuestión la debió de decir un tal J.F. Kennedy, ahí es nada.

El paisaje típicamente kárstico del jardín del monasterio es el resultado de la acción erosiva del agua durante miles de años. Es un paisaje en constante cambio, aunque no lo apreciemos en toda su magnitud. El humilde e irregular río Piedra, que fluye lento, pero implacable, talla desde hace miles de años surgencias, grutas, cascadas y lapiaces. Todo aquel escenario está transformándose cada día, con cada gotita de agua filtrada que deshace el carbonato cálcico y se precipita al vacío. Pero cada retoque, cada modificación, es muy pequeña, anecdótica. Y, sin embargo, necesaria. Éste es un cambio natural lento, permanente y profundo, pero casi imperceptible para el ojo humano.

La furia del agua también es capaz de producir cambios rápidos e inmediatos, como demostró en octubre de 2024. El río Piedra se desbordó hasta niveles pocas veces vistos antes y arrasó el entorno por el que discurre. Anegó los jardines del monasterio durante varias jornadas, alteró la fisonomía de algunas cascadas, como la "Caprichosa", que no volverá a ser como antes, y destruyó otras, como la cascada "Iris" y sus alrededores. El agua se llevó con ella rocas, árboles y cualquier construcción humana que encontró a su paso. No quedó nada. Hizo borrón y cuenta nueva en aquel lugar. Otro cartel, cerca de la antigua cascada "Iris", reproducía una frase del filósofo romano Cicerón: "Todas las obras de la naturaleza deben ser tenidas por buenas". 

En realidad, pensamos nosotros, todos los cambios, todas las transformaciones, tanto las lentas y silenciosas como las trágicas y espectaculares, son a menudo inevitables y, a veces, necesarias. Por más dolorosas, destructivas y duras que puedan llegar a ser, cualquier cambio es una evolución y tiene sus beneficios. Aquella riada de octubre de 2024 hizo que la vega del río Piedra se volviese más fértil. El paisaje kárstico, tallado lentamente durante miles de años, se transformó en sólo unos días dando lugar a nuevas y bellas formas. Y las reservas del acuífero del río se regeneraron y garantizaron un caudal constante durante los meses siguientes, incluso en periodos de sequía. Aún hoy discurre por la vega del Piedra el agua que cayó hace nueve meses.

Allí, en el Monasterio de Piedra también descubrimos otros ejemplos de transformaciones, como el devenir histórico del complejo monástico. La desamortización de Mendizábal de 1835 expulsó a los monjes cistercienses que habitaban el lugar desde hacía más de seiscientos años. La iglesia fue incendiada y destruida y todo el complejo fue vendido en subasta pública por el Estado. Quien lo compró fue un ricachón de nombre Juan Federico Muntadas, que acabó transformando las huertas y tierras de los monjes en un auténtico jardín botánico, el parque que hoy en día podemos visitar. El complejo se convirtió recientemente en un hotel y un spa donde miles de visitantes descansan cada año. Los monjes del siglo XIII que fundaron el monasterio no lo reconocerían hoy, pero ha sido precisamente el cambio, la adaptación a los tiempos, lo que ha garantizado su supervivencia.

Y, volviendo a la cascada "Caprichosa", descubrimos que recibe su nombre de la fábula de la niña Jimena, la muchacha consentida y malcriada que sólo sabía decir "quiero esto, quiero aquello". La chica acabó siendo ignorada y despreciada por todos hasta que cambió, intentó no exigir tanto y se acostumbró a acabar todas sus peticiones con un "gracias". Todos volvieron a hacerle caso y ella aprendió a vivir de otra forma, sin caprichos, sin rabietas. La riada renovó completamente la cascada, la cambió de arriba a abajo. Jimena también evolucionó con el tiempo, su cambio fue más profundo si cabe, fue una evolución personal, un cambio interior. Pues ¿hay transformación mayor que la que experimentamos las personas en nuestro interior?


Cascada "Caprichosa", julio de 2025


sábado, 21 de junio de 2025

UNA HISTORIA DE LAS FIESTAS DE SAN JUAN

Hablar de usos y costumbres en las Fiestas de San Juan del siglo XXI parece un delirio. El "Lavalenguas" y la "Compra" se han convertido en macrobotellones y el Viernes "de Toros" es hoy una fiesta de disfraces. Nada tienen que ver estas celebraciones con las originales, que se remontan, con seguridad, al siglo XII y es probable (aunque no seguro) que puedan ser incluso prerromanas. Elementos paganos como el culto al toro o la celebración del solsticio de verano se han mezclado desde antiguo con unos mínimos componentes religiosos, la veneración a la Virgen de la Blanca. Por cierto, San Juan Bautista ni está ni se le espera en las Fiestas de San Juan. 

Desde sus raíces, los Sanjuanes han tenido diferentes denominaciones: Fiestas de las Calderas, Fiestas de la Madre de Dios y Fiestas de San Juan. Las Calderas, por el día grande de la ciudad, el Domingo "de Calderas", en el que las cuadrillas repartían la carne del toro entre los vecinos pobres y la capital recibía a los forasteros procedentes de otros lugares de la provincia. La Madre de Dios, por la Virgen María, la Blanca, patrona de las fiestas. Y Fiestas de San Juan porque comienzan el jueves siguiente a la noche de San Juan (23 de junio) y se prolongan durante cinco días en los inicios del estío. Diferentes nombres para unos mismos fastos.

Una forastera me dijo una vez que lo más llamativo de las fiestas de Soria era la temática diferente de cada día. En realidad es todo un ritual que comienza mucho antes de la noche de San Juan y cuyo hilo conductor es el culto al toro bravo. En la Edad Media, cada cuadrilla (cada barrio en los que se dividía la ciudad, hoy hay doce) elegía un toro del monte Valonsadero para llevarlo hasta Soria, sacrificarlo y repartir su carne ente los vecinos. Era un rito tribal, una celebración comunal, un ceremonia casi sagrada que se repetía cada año para festejar el solsticio de verano, el día más largo y el calor después del frío y arduo invierno. 

En este proceso, los jurados de cuadrilla, elegidos entre los vecinos por un año, jugaban un papel destacado, junto con los mayordomos. El jurado era una figura política clave en la ciudad de Soria, representante del Común de Pecheros, que tenía muchas funciones, entre ellas, la de organizar las fiestas. La figura del mayordomo fue suprimida en el siglo XVI, pero la del jurado ha sobrevivido hasta la actualidad. Aún hoy el papel del jurado es fundamental en las fiestas, aunque es el único que conserva, un vestigio anacrónico, un retal del pasado, un fósil de otro tiempo.

Cada año, con la llegada del buen tiempo, comenzaban los preparativos. Las cuadrillas hacían balance del año anterior y los vecinos, en asamblea abierta, decidían si querían celebrar fiestas el junio siguiente. Casi todas las cuadrillas celebraban esa reunión en torno a la Cruz de Mayo (3 de mayo), aunque en distintos días. Hoy esa jornada es el "Catapán", que se celebra el primer domingo de mayo y que se ameniza con queso, bacalao, vino y música. Luego comenzaban las gestiones para la compra de un toro bravo a una de las ganaderías del monte Valonsadero. Este trámite se llevaba a cabo a principios de junio en días señalados, que han cristalizado en el "Lavalenguas" y en la "Compra". "Lavar la lengua al toro" era una expresión que significaba algo así como probar el toro, estudiar sus características y decidir si era apto o no.

Originalmente, las cuadrillas se las apañaban para comprar un toro al mejor precio. Eso sí: tenía que ser lo suficientemente grande como para proporcionar carne para todos los vecinos del barrio. Con el tiempo, se unificaron criterios y, hace unos cien años, el Ayuntamiento de Soria estableció que todas las cuadrillas comprarían su toro el mismo día. El día de la Compra se convirtió en una fiesta importante para la ciudad, último paso previo al inicio de las celebraciones. Hoy a estos trámites se les conoce como "presanjuanes".

Los nombres de los días de las Fiestas de San Juan dan cuenta de la parte del ritual que se realiza esa jornada. El Miércoles "El Pregón" se institucionalizó a mediados del siglo XX para dar un inicio solemne a las fiestas, aunque ese acto no existía hasta entonces. El Jueves "La Saca" fue siempre un día de duro trabajo, puesto que había que acudir al monte Valonsadero a por el toro previamente comprado y traerlo hasta Soria. El monte se encuentra a unos seis kilómetros de la capital y no era un festejo multitudinario. Al contrario, sólo unos pocos se encargaban del traslado del ganado a la ciudad. Las celebraciones empezaban una vez que llegaba a Soria. A veces los morlacos se escapaban o tomaban direcciones equivocadas y los vecinos de las cuadrillas pasaban toda la noche en su búsqueda. Sin toro no había fiesta.

El Viernes "de Toros" era un día de celebración. Al principio, cada cuadrilla lidiaba y sacrificaba al toro en sus calles. Luego, con la llegada de la Ilustración en el siglo XVIII, el racionalismo impuso la lidia del toro en un lugar habilitado para ello. En Soria, durante muchas décadas, el lugar elegido fue la Plaza Mayor. Posteriormente, en el siglo XIX, se decidió construir una plaza de toros en los terrenos desamortizados al Priorato de San Benito, un monasterio situado a las afueras del casco urbano. El Coso de San Benito, la "Chata", fue construido entonces para lidiar los toros de las cuadrillas el viernes de San Juan. No obstante, la tradición de los toros enmaromados que recorrían las calles de la capital entre el viernes y el sábado perduró hasta el siglo XX.

Una vez sacrificado el toro, el sábado, su carne cruda se repartía entre los vecinos, en tajadas iguales. Acabadas las fiestas, esos vecinos pagarían a escote la pieza. Por la tarde, los despojos del animal, aquellas partes que no se habían entregado al pueblo, eran subastados en los "Agés" vendiéndolos al mejor postor. Ese día la fiesta se encontraba por los barrios, por las cuadrillas. Al día siguiente, el Domingo "de Calderas" era el día grande, el "día de más esplendor". Las cuadrillas, presididas por los jurados, marchaban a la Dehesa para repartir la caldereta con la carne de toro entre los vecinos. Era un día de caridad, centrando la atención en los pobres de la ciudad, que también recibían su parte. Hoy, las cuadrillas exhiben sus mejores galas ese día y la caldera es un mero elemento decorativo que muestra la creatividad o el mal gusto de quien la diseña.

Y luego llegaban las "Bailas". Antiguamente, ya el domingo por la tarde, el populacho que no acudía a la solemne corrida de toros, seguía la celebración en varios parajes de la ciudad: la Dehesa, las Eras de Santa Bárbara o la pradera de San Polo, junto al Duero. Hoy, estas celebraciones son el Lunes "de Bailas" y se concentran en San Polo, a la orilla del río. El pueblo acudía a merendar, a degustar la carne del toro en compañía de familiares y amigos, y a bailar al son de la música. Ese día, Lunes "de Bailas", en la mañana, se celebraba el único rito religioso de las fiestas: la procesión con los santos de cuadrilla y la pleitesía a la Virgen de la Blanca. Era el preludio del final de las fiestas, del regreso al trabajo.  

Las fiestas no han sido inmutables. Los usos y las costumbres son tan cambiantes como los tiempos. El número de cuadrillas (barrios) se ha reducido, pasando de dieciocho a dieciséis y luego a doce, que es el numero de cuadrillas en la actualidad. Hubo años en los que algunas cuadrillas prefirieron no celebrar las fiestas por diferentes razones (protestas, problema financieros) y hubo algunos intentos de maquillar el aspecto pagano de los festejos. En el siglo XVI, la emperatriz Isabel, a solicitud del Obispo de Osma, pidió al Ayuntamiento de Soria la reforma de las fiestas en un sentido más religioso. En el siglo XVIII, el rey Carlos IV prohibió sacrificar toros bravos, con lo que las fiestas quedaron reducidas a la procesión en honor de la Virgen de la Blanca. Desde principios del siglo XXI, el "Desencajonamiento" festeja la llegada de los toros bravos a Valonsadero, porque hoy en el monte no hay reses bravas. Son ejemplos de las transformaciones de los Sanjuanes. Todo cambia y es precisamente el cambio lo que mantiene vivas las fiestas.
 

Árbol de la Música (Soria) 

viernes, 2 de mayo de 2025

LAS CAMPANAS DE SAN PEDRO


El plano cenital permitía observar una imagen perfecta, casi simétrica: la plaza abarrotada y el ataúd del papa difunto en el centro, ante el altar, pero mirando a los fieles. A su derecha, jefes de Estado y de gobierno de decenas de países. A su izquierda, los cardenales llamados a elegir un nuevo pontífice en los próximos días. El cirio pascual, símbolo de la resurrección y la vida eterna, proyectaba, con la luz de la mañana, una sombra alargada a la diestra del féretro. Las campanas tocaban a difunto. 

Todo el funeral del Papa Francisco estuvo repleto de símbolos e imágenes potentes. Nada fue dejado al azar, todo estaba medido al milímetro. La Plaza de San Pedro, delimitada por la fabulosa columnata diseñada por Bernini, se convirtió, de nuevo, en el centro del mundo. El planeta dirigió, como tantas veces, sus miradas a Roma y la Iglesia Católica demostró, una vez más, su maestría en el uso de la imagen, los símbolos y la teatralidad. Así lo ha hecho desde hace milenios, y así lo hace en pleno siglo XXI.


El escenario es colosal, apoteósico. La basílica de San Pedro del Vaticano fue concebida en el siglo XVI para mostrar el poder y la magnificencia de los papás, de los sucesores de San Pedro. El proyecto original fue obra de Miguel Ángel, pero la fachada cuadrangular, soberbia y arrogante, la culminó Carlo Maderno entrado el siglo XVII. Y allí, en aquella basílica que es una pequeña ciudad-Estado santo enclavado en una gran urbe histórica, tienen lugar acontecimientos que atrapan la atención del mundo. ¡Qué mejor marco para espectaculos igual de fabulosos!

Otra imagen de varios días antes mostraba la hilera de fieles católicos entrando en el templo más grandioso de la Cristiandad para dar su último adiós al papa. El contraste era de una belleza increíble. La pequeñez y la humildad del ataúd con el cuerpo inerte del pontífice contrastaba con los imponentes muros de la basílica y la belleza abrumadora del catafalco de bronce que diseñó también Bernini para indicar el lugar exacto de la tumba de San Pedro. El cuerpo del papa es lo temporal, lo efímero, lo insignificante. La basílica es lo que permanece, lo eterno, lo inmortal. Más de 200.000 personas entraron en sólo tres días en San Pedro para despedir al sumo pontífice.

El poder del detalle, de la fotografía cuidada, tomada desde el ángulo preciso para mostrar sólo y nada más lo que uno quiere mostrar es evidente en cada una de estas imágenes. La superioridad estética de Roma, de la Ciudad del Vaticano y de la Iglesia Católica fue clara en los funerales del papa muerto y lo será, de nuevo, en la elección y presentación al mundo del nuevo vicario de Dios en la Tierra tras la celebración del cónclave. El espectáculo de colores, formas, gestos, el olor a incienso y el repique de las campanas de la basílica crean una atmósfera visual, de olores y de sonidos que envuelve al creyente y al ateo de forma irremediable. Todo forma parte del ritual, de la teatralidad religiosa y del poder de la Iglesia.


Y ahora recuerdo quizá la mejor fotografía del papa Francisco, tomada, igualmente, en la Plaza de San Pedro, a finales de marzo de 2020, cuando media Europa estaba confinada por la pandemia de coronavirus. El pontífice subía en soledad la escalinata de San Pedro, para oficiar una misa dirigida a todo el mundo, aunque la plaza estaba por completo vacía. Era una noche lluviosa y oscura en Roma, las sombras lo invadían todo. Francisco subía con dificultad los peldaños mojados de la escalera; el agua sobre la plaza creaba un juego místico de luces y reflejos. La soledad de aquel momento contrataba con las multitudes que suelen llenar el lugar y, precisamente en esa soledad estaba la singularidad del momento. Un escalofrío recorre a quien ve la instantánea. Francisco rezó esa tarde por todos los enfermos. 

Aquellas imágenes no fueron tomadas al azar. Nada fue casualidad. Todo estaba bien medido. Aquella misa, aquel rezo fue retransmitido a todo el planeta. El espectáculo ayuda a transmitir el mensaje. La religión necesita símbolos, imágenes icónicas, y la de aquel día fue abrumadora. A la izquierda de la poderosa foto, en la penumbra, la silueta de Cristo en la cruz recordaba dónde se encuentra el principio y el final de todo. Las campanas de San Pedro también repicaron aquel día.

lunes, 14 de abril de 2025

20 NOTAS SOBRE LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA


1. El 14 de abril de 1931 fue proclamada la Segunda República Española. A primera hora de la mañana se izó la bandera republicana en Éibar y, poco después, en Madrid y Barcelona. El rey abandonó el país y se constituyó un Gobierno Provisional.

2. Alfonso XIII había unido los destinos de la Monarquía a los de la dictadura de Miguel Primo de Rivera cuando apoyó su golpe de Estado en 1923. Muchos se apartaron de la monarquía y comenzaron a apoyar el cambio de régimen. La impopularidad de la Monarquía quedó de manifiesto en las elecciones locales del 12 de abril de 1931.

3. A comienzos de los años 30, la República era sinónimo de democracia, progreso y justicia social. La Monarquía, por el contrario, se asociaba con la dictadura. La llegada de la República se produjo en paz y fue recibida con euforia y esperanza. La apodaron "La Niña Bonita".

4. A finales de 1931 se promulgó la Constitución republicana. Era un texto progresista y avanzado, pero no logró el apoyo de los partidos de derecha, que prometieron reformarla cuando alcanzasen el poder.

5. En los debates constitucionales, los temas más polémicos fueron las relaciones Iglesia-Estado, la organización territorial del país y el sufragio femenino. La diputada Clara Campoamor defendió el derecho al voto para las mujeres. Las mujeres ejercieron por primera vez su derecho al voto en España en las elecciones de 1933.

6. La República puso en primer plano problemas que ya existían en la sociedad española desde principios del siglo XX: el anticlericalismo, los nacionalismos periféricos, el problema del campo, la lucha revolución - contrarrevolución, etc.

7. Los sectores conservadores recibieron la República con escepticismo aunque no se opusieron a ella en un primer momento: la Iglesia, el Ejército, la burguesía, los terratenientes, etc. La animadversión de estos sectores creció con el tiempo.

8. El periodo republicano (en tiempos de paz) se puede dividir en 4 etapas: A) El Gobierno Provisional (1931), B) El Bienio Reformista (1931 - 1933), C) El Bienio Rectificador (1933 - 1935) y D) El Gobierno del Frente Popular (1936).

9. Entre 1931 y 1933 la República trató de impulsar una gran transformación del país tanto a nivel institucional como social. Se pretendió modernizar España con medidas de hondo calado: impulso a la educación, separación Iglesia-Estado, estatuto de autonomía para Cataluña, reforma agraria, reforma del ejército, etc.

10. Niceto Alcalá Zamora y Manuel Azaña fueron las figuras clave de la República durante el Gobierno Provisional y el Bienio Reformista. Alcalá Zamora, presidente de la República entre 1931 y 1936, era de derechas y católico. Azaña, presidente del consejo de ministros entre 1931 y 1933, era de izquierdas.

11. En 1933, Manuel Azaña dimitió como presidente del consejo de ministros tras el incidente de Casas Viejas (Cádiz). Fueron asesinados veintiséis campesinos a manos de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto. Estos sucesos mostraron el desencanto de los jornaleros con la reforma agraria de la República.

12. Entre 1933 y 1935 gobernó Alejandro Lerroux, del Partido Radical (de centro), con apoyo de la CEDA de Gil Robles (derechas). A este periodo de gobierno derechista se le conoce como Bienio Rectificador porque se deshicieron muchas de las reformas del bienio anterior.

13. En octubre de 1934, el gobierno de Lerroux tuvo que hacer frente a una insurrección en Asturias. "La Revolución de Asturias" fue apoyada por socialistas, comunistas y anarquistas. Pretendían acabar con la república liberal e instaurar un régimen socialista. La represión, a cargo del general Franco, fue durísima y se saldó con 2000 muertos.

14. Al mismo tiempo, el presidente de la Generalitat de Cataluña, Lluis Companys, proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. La Segunda República no era federal, sino "integral". Tras algunos combates en Barcelona, el gobierno suspendió la autonomía de Cataluña y encarceló a Companys.

15. Escándalos de corrupción, como el del Estraperlo, hicieron caer el gobierno de Lerroux. Antes que entregar el gobierno a la CEDA, el presidente Alcalá Zamora prefirió disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones para febrero de 1936.

16. En las elecciones de 1936, una gran coalición de partidos de izquierdas, el Frente Popular, obtuvo la victoria. Alcalá Zamora fue destituido y Azaña ocupó la presidencia de la República. Santiago Casares Quiroga se situó frente del gobierno. Se retomaron y aceleraron las reformas del primer bienio, pero en un ambiente de creciente crispación política y social.

17. Entre febrero y julio de 1936, unas 500 personas fueron asesinadas en España por motivos políticos. José Antonio Primo de Rivera, líder Falange Española de las JONS (fascista), lanzo la "dialéctica de los puños y las pistolas". Los partidos y sindicatos obreros (PSOE, UGT, PCE, FAI y CNT) también se radicalizaron y apostaron ya por una revolución social.

18. El 18 de julio de 1936, una parte del ejército se sublevó contra el régimen republicano. Los militares tomaron el control en la mitad del país. En la otra mitad, la República resistió. El fracaso de la República para mantener el orden y el fracaso del golpe de Estado, liderado por altos mandos militares como Mola, Queipo de Llano, Franco y Cabanellas, condujo a una guerra civil que se prolongó hasta 1939.

19. En 1939, ninguna de las democracias establecidas en Europa después de la Primera Guerra Mundial seguía en pie, con la única excepción de Checoslovaquia. El miedo a la expansión del comunismo y el auge del fascismo llevaron al establecimiento de regímenes autoritarios en casi todos los países. En España, la derrota de la República en la guerra llevó al establecimiento de la dictadura personalista del general Franco.

20. El régimen republicano de 1931 era comparable a cualquier democracia actual de Europa Occidental. La vigente Constitución de 1978 se basa en gran parte en la Constitución de 1931. La Segunda República fue la primera experiencia auténticamente democrática de la historia de España.



Celebración de la proclamación de la Segunda República. 
Madrid, abril de 1931

domingo, 30 de marzo de 2025

SIN TELÉFONO MÓVIL


Estuve hace unos días en un programa de inmersión lingüística en inglés para alumnos de 1° y 2° de ESO en un pueblo asturiano. Una de las normas del campamento era la prohibición del teléfono móvil durante todo el día con la excepción de media hora, la "phone time" que la llamaban. Durante ese rato, los adolescentes podían usarlo libremente en el jardín, en un espacio delimitado. Los teléfonos, como elementos textos, apestosos, no podían llevarse a las cabañas ni a los baños ni a otros espacios del recinto. Finalizado el tiempo, debían devolvérnoslos a los profesores, que los custodiábamos hasta el día siguiente. 

Así lo hicimos durante los cinco días del curso, de lunes a viernes. Ninguno de los treinta y seis alumnos reclamó el teléfono fuera de ese horario; ninguno lo echó en falta; ninguno sintió que le faltara una parte de sí. Allí se reencontraron con otras partes de ellos a menudo eclipsadas por la tecnología: sus amigos, sus habilidades, sus preocupaciones, sus miedos, sus conflictos. La tecnología estuvo ausente y nadie la extrañó. Tan sólo en esos escuálidos treinta minutos, en ese pequeño e insignificante rinconcito del día, los móviles volvían a secuestrar aquellas almas cándidas y despreocupadas, volvían a succionar toda la vida.

Cada día, después de la comida, bajábamos al jardín los profesores con las cajas llenas de teléfonos y yo me sentía un poco el flautista de Hamelín. Los alumnos me seguían esperando la dosis diaria de tecnología que, sin embargo, podíamos haber suprimido sin ningún problema. No hubiese habido síndrome de abstinencia, ni dramas, ni motines, ni desesperación. La necesidad de esa media hora telefónica, la "phone time", la crea la propia norma del campamento, pero no las ansias de los alumnos por sus teléfonos. Cuando los entregábamos, no consultaban con avidez las redes sociales, TikTok, Instagram, WhatsApp y los juegos online no eran su prioridad. 

La prioridad era la misma que hace treinta años, la misma que hace medio siglo. La prioridad era, simple y llanamente, la llamada a sus familias. La necesidad era escuchar la voz de mamá, de papá o de la abuela. Sentir cerca a sus seres queridos, ponerles al día y compartir inseguridades, miedos y anécdotas. Nada más. Una niña pasaba la media hora caminando en círculos relatando cómo había ido su jornada a todos los miembros de su familia, uno por uno. Otro muchacho detallaba con precisión el menú de ese día y, como crítico culinario, daba cuenta de lo que más le había gustado y lo que menos. Otro no podía evitar que sus ojos se humedecieran cuando escuchaba la voz de su madre y de su padre al otro lado del aparato. Y una última pasó todo el tiempo contando a su padre que tenía miedo por las noches porque escuchaba ruidos extraños fuera de su cabaña. Omitía que su risa hasta altas horas de la madrugada era uno de esos ruidos extraños .

Algunos empleaban todo el tiempo en el uso del móvil. Tras la llamada, revisaban las redes sociales, en orden, una por una, en un deambular monótono de TikTok a Instagram y de Instagram a TikTok. También jugaban unos minutos a un juego online que yo desconocía, una especie de Tetris moderno. No pocos, sin embargo, nos devolvían el móvil antes de que se acabase el tiempo, deseosos de continuar con su rutina allí, con sus actividades en aquel micro mundo analógico creado durante cinco días. Volvíamos a meter los aparatos en la caja, cada uno con su cargador y una pegatina con el nombre del alumno a quien correspondían. Por la noche, los cargábamos pacientemente para que estuviesen listos el día siguiente.

Los teléfonos, apagados, silenciados y marginados no supusieron nunca una amenaza para la convivencia en el campamento. Nadie los reclamó, no hubo protestas, no eran tan necesarios. Todo lo que ellos ofrecen es entretenimiento de baja calidad: juegos solitarios, videos cortos, estímulos absurdos. No son, ni mucho menos, imprescindibles ni esenciales. Los muchachos pueden vivir sin esos cachivaches y, cuando lo hacen, se descubren a sí mismos y descubren su entorno. Démosles esa oportunidad. Démosles la oportunidad de aburrirse, de pensar, de dar guerra, de incordiar. Démosles la oportunidad de observar el mundo que les rodea a través de sus ojos, de hablar con el que tienen al lado, de discutir, de reír, de llorar. Sólo tenemos que dársela, que crearla, y ellos la aprovechan sin dudarlo. 


Puente medieval sobre el río Guadamía (Asturias)