El relieve de las Islas Lofoten se ha formado durante millones de años como resultado de la acción erosiva del viento, el agua y, sobre todo, el hielo. Los glaciares dejaron su huella en aquellas cumbres y las abrasaron durante milenios dando lugar al relieve que hoy contemplamos: valles en forma de U, fiordos, horns (que son las características cumbres puntiagudas) y morrenas aquí y allá. En las Lofoten, el océano se funde con el viejo macizo escandinavo, uno de las formaciones geológicas más antiguas del mundo.
El paisaje es impresionante allí donde mires. Las altas cumbres que alcanzan los 1.000 metros en algunos puntos, descienden vertiginosamente hacia el mar. El mar, además, es omnipresente, se cuela en todos lados, entrando y saliendo. A veces es difícil distinguir si la masa de agua que uno contempla es un río, un lago o el mar. Las frías aguas del Mar de Noruega parecen tranquilas cuando bañan las costas de estas islas, sus acantilados y sus playas de arena blanca.
Fácil es adivinar que las comunicaciones no son sencillas en este archipiélago. El periplo para llegar hasta ellas es largo y tedioso, sobre todo si uno quiere alcanzar las localidades más occidentales de las islas. Una opción es el ferry que conecta Moskenes con la ciudad de Bodø (capital de la provincia de Nordland). El trayecto dura unas cuatro horas. La segunda opción es volar a Svolvær o Leknes, las dos ciudades principales que se encuentran al este del archipiélago. Las carreteras, estrechas y tortuosas, convierten un viaje de pocos kilómetros en una aventura.
Históricamente, las poblaciones de las Islas Lofoten se dedicaron a la pesca. Las capturas de bacalao, arenque y salmón eran la riqueza de estas tierras. El pescado se secaba al sol durante unos meses, siendo el principal alimento de estas gentes duras. La agricultura y la ganadería (ovejas y vacas) eran menos importantes, por lo inhóspito del terreno, poco apto para estas actividades.
Hoy en día, todas aquellas formas de vida han desaparecido en gran parte. Las Islas Lofoten se presentan ante el mundo como el archipiélago más bello del mundo, pero no son más que un decorado turístico. Nada es real. Pueblos como Reine (el más hermoso de Noruega, según dicen), Å (el pueblo con el nombre más corto del mundo), Nusfjord o Ballstad se han convertido en centros turísticos. Las antiguas cabañas de pescadores son hoy confortables apartamentos para turistas, pequeños museos o restaurantes de comida rápida. En estas cabañas, uno puede encontrar tan pronto una muestra sobre la pesca tradicional en las Lofoten o una exposición de obras del artista chino Ai Weiwei. Cuando el tiempo empeora (en septiembre) y los turistas se marchan, allí no queda vida.