Hace días me ronda en la mente una frase de una película: "Vivimos y morimos en función del tiempo. No debemos perder la noción del tiempo". El tiempo como concepto abstracto, el paso del tiempo, siempre está en mi vida, como un espectro, en los momentos de cambio, de principio y de fin.
Es curioso, aunque el tiempo lo inunda todo, es difícil definirlo. Podríamos intentarlo: es la duración de las cosas mutables. Todo lo que empieza y termina prolonga su existencia durante un tiempo. Y todo acaba y termina. Nada es permanente. Así que el tiempo lo abarca todo.
El tiempo es a la vez un aliado y un enemigo. Es un aliado porque trae todo lo bueno y lo mantiene un rato en nuestras vidas. Pero también es un enemigo porque se lo lleva y lo destruye. Devora todo. Nos devora a todos de forma imparable. No podemos luchar contra él. A veces, en los instantes de felicidad, queremos detenerlo, pausarlo, pero es una quimera. No hay quién lo detenga. El tiempo acabará también con nosotros.
También trae momentos malos, instantes de pena y sufrimiento. Y, como todo, también se los lleva. Los destruye en la oscuridad del pasado y cierra las heridas que han podido dejarnos. Todo termina, lo bueno y lo malo. Pero, cosas de la vida, nosotros sólo nos damos cuenta del fin de los buenos momentos. Aliado y enemigo, de nuevo.
El tiempo cierra unos trayectos y abre otros. Destruye anhelos y esperanzas, pero dibuja, a la vez, nuevas perspectivas. Arrasa el presente de forma irremediable, pero despeja los caminos del futuro. Da nuevas oportunidades, nuevas opciones. Y cierra para siempre otras pasadas.
Lo que nos queda del tiempo pasado es la memoria. Los recuerdos son algo así como las huellas que el tiempo deja en uno mismo. Buenos y malos, lo único cierto en la vida es que el pasado no existe. El tiempo lo ha devorado ya. Igual que devora el presente y terminará, cuando llegue el momento, con el futuro.
Es posible volver a un lugar donde fuimos felices, pero nunca podremos volver al instante que nuestra memoria custodia. Ya no existe más que en ella. Por eso a veces el tiempo da miedo. No tememos realmente al futuro sino a un pasado que ya ha dejado de existir excepto en nuestro interior y aún despierta en nosotros felicidad o tristeza. Es la nostalgia.
Alguien me dijo una vez que "cuando te quieres dar cuenta se ha pasado el tiempo". El tiempo es la vida, llena de instantes, de decisiones, de aciertos y errores. Todo importa poco, en el fondo, porque será destruido. Lo único valioso de verdad es el recuerdo que permanece con nosotros y nos hace ser humanos. Esa es la gran lección.